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¿Cuánto más podemos soportar?

Fuentes: Rebelión

Esto se preguntaba el activista afroamericano Cornel West en su sermón en Howard University el pasado domingo.

Viví y sufrí al gobierno de Febres Cordero/Nebot. Por esa experiencia sé que si no vuelves a tener confianza en el corazón de los pueblos, la resistencia y la lucha se vuelve más difícil. Y a este gobierno como a los otros no hay que darles tregua. La sociedad tiene que mantenerse activa y eso solo se consigue con confianza y afecto, no destrozándonos entre nosotrxs y culpándonos por lo que hacen las élites gobernantes.”

Hace casi una década tuvo lugar en Quito uno de los Congresos de la Vía Campesina. Además de la vitalidad del trabajo colectivo de decenas de delegaciones campesinas de todo el mundo, lo que más me marcó fue la actitud ante la tragedia de unos jóvenes indígenas de la resistencia del Cauca. Durante el baile de las noches, compañeros del CRIC (Consejo Regional Indígena del Cauca) salieron un momento del local para volver a la media hora, acongojados. No entendíamos lo que pasó, únicamente que al retorno bailaban todavía más duro, más fuerte, con mayor presencia. Les habían anunciado- esa noche- que otro de los guardias indígenas del Cauca había sido asesinado. La respuesta no fue llanto desconsolado, tirarse al suelo, caer, derrotarse, odiar al ejército, romper botellas, ni si quiera parar. La respuesta – no con un menor respeto ni con un amor menos profundo por su compañero- fue seguir danzando con intención y repitiendo: toda una vida de lucha.

Esa relación inconcebible con la derrota (¿qué más derrota que la muerte de uno de los tuyos?), viene a la memoria cada vez que hay una pérdida, con el dolor del dejar ir y aceptar lo que es.

How much more can we take? (¿Cuánto más podemos soportar?) es el título del sermón de Cornel West en la históricamente negra Howard University el pasado domingo. Habla de la necesidad de continuar a pesar de la pesadumbre, de los asesinatos, de la desilusión, del hecho de que aún cuando no acaba el juicio por el asesinato de George Floyd que conmocionó al mundo, aún cuando miles de voces se despertaron con el Black Lives Matter, ya hay otros dos hombres racializados- Daunte Wright y Adam Toledo de 13 años- asesinados por policías blancos. En 1939 Billie Holiday denunciaba los linchiamientos de cuerpos negros en el Sur de EEUU con la canción Strange Fruit, son 8 décadas..….. siguen.

Y dice Cornel West “La justiciar es la forma en la que el amor luce en público mientras que la ternura es la forma en la que el amor se siente en privado”. Repite: el AMOR siempre demanda JUSTICIA.

Ante los golpes fuertes, ante la incertidumbre de la elección de Lasso (con Nebot en la tarima), ante el dolor inespecífico; la pesadez y el imaginar el peor escenario son nuestras reacciones más inmediatas. No es ilógico pensar a estas alturas de la crisis económica, del fraccionamiento social que llegó a su punto máximo con las elecciones, del hartazgo por el burn out de la pandemia, de los despidos y los cuerpos amontonados en las calles, de las fosas comunes, del no tener ni siquiera noción de un “salvavidas próximamente” con la vacuna, ¿cuánto más podemos soportar?

Es fácil perder de vista el bosque entero si una se encierra en el miedo y es el voto por MIEDO lo que ha primado en esta segunda vuelta. Por MIEDO se entiende el ataque desproporcionado al VOTO NULO y la agresividad en varios comentarios en estas épocas hostiles.

Por miedo nos olvidamos de que la esperanza del país que nos queda está también en el voto por el AGUA del Azuay (80%), de que la esperanza es una mujer candidata para restaurar la CONAIE- una figura como Blanca Chancosa que ha sido dirigenta histórica y convocante de la Marcha de Mujeres que dio paso a una salida dialogada en el paro de Octubre 2019. La esperanza es que todavía tenemos un país que puede alimentar a su gente, personas que cuidan, movimientos en resistencia. Hay luz y quizás se vea más claro cuando pasemos esta etapa que casi nos obliga a ver desde el miedo. Es muy valiente poder nombrar los miedos, sentirlos y hacerse cargo de ellos. Buddha decía: “Mara, te veo. Siéntate a tomar el té”, con la intención de poder sentarse con su propia tristeza, frustración, idea de ser menos. En tiempos como estos, hay que aprender a procesar nuestras emociones intensas dentro de nuestros propios cuerpos.

Sentarse con lo que se siente.

Pero si sentarse con lo que uno siente es de valientes (procesarlo y hacerse cargo), despotricar contra otros y otras no es una actitud constructiva, no fomenta alianzas, no permite aprender lecciones y termina por hacernos daño como país. Aprendemos que maduramos cuando somos capaces de asumir nuestros propios errores y dejar de ver en el exterior, afuera, en las circunstancias, en el otro, en el que piensa distinto, la fuente de todo MAL.

El insulto al que piensa distinto, praxis política habitual desde hace década y media y que fue política de comunicación patriarcal y autoritaria durante las sabatinas, no ha servido en ningún lugar del mundo para frenar el capitalismo.

¿Habrá aprendizaje de esto?

Recuerdo cuando de lejos veíamos como los gringos se sorprendían de la elección de Trump. Para los latinoamericanos eso era evidente: Trump era la peor sombra que el pueblo de EEUU no podía procesar- racismo puro y duro (white privilege).

¿Podremos ver la viga en nuestro ojo con la claridad con la que vemos la paja en el ajeno?

Finalmente, todo el ODIO sembrado y cosechado sigue brotando y- como incendio en pajonal- no se limita al grupo que votó por tal o cual candidato. El fanatismo del progresismo internacional NO ayuda.

El ODIO es responsabilidad de todos/as.

Y ¿ahora?

Hoy nos queda condenar el racismo exacerbado desde la primera vuelta. Nos queda intentar levantarse y seguir, bailando más fuerte, con mayor presencia, en el aquí y ahora, en lo que ES.

Porque el odio no ha resuelto ni el hambre, ni la desnutrición, ni las centenas de niños y migrantes en las calles, ni el Covid.

Porque sabemos que, a nivel global, el cuánto más podremos soportar depende de nuestra capacidad de pararse duro frente al opresor, denunciar la injusticia y seguir juntos/as.

El materialismo histórico no llenó durante todos estos años la explicación de la VIDA que estaba buscando. Impregnar de espiritualidad a la política, a la ciencia, a la salud es para mí, algo fundamental.

Necesitamos un cambio (incluso para la política) en nuestro nivel de conciencia, en las formas en las que nos relacionamos, un cambio que Valerie Kaur llama una revolución del corazón.

En el AMOR REVOLUCIONARIO que mencionan tanto West como Kaur, que tiene una raíz común desde el Buddhismo, el Ayurveda, el Tao, la Iglesia Bautista del Sur de EE. UU., la Teología de la Liberación, el Buen Vivir andino o las diversas formas espirituales con las que hemos aprendido a sortear la dificultad como humanidad, el reto está en extender amor hacia una misma, hacia el/la compañerx, la familia y HACIA EL OPONENTE.

Así vamos, caminando… Chardi Kala (que en Punjabi, significa “resistencia” y es una expresión para alentar fuerza de cara al miedo o dolor). Chardi Kala es un concepto Sikh, es el estar presente en el momento, como si el ahora fuese todo lo que existe. Es un estado de alegría dentro de la LUCHA, una energía que nos mantiene en movimiento, el respirar que nos ayuda a parir, incluso con dolor. 1

Todavía nos hace falta como país sentarnos, cada uno con su propia carga, con su ira, con su odio, con su felicidad, con su frustración, con su dolor. Nos hace tanta falta parar, respirar y ver si podemos imaginar en un futuro no muy lejano que el amor se puede extender también al que votó por el candidato contrario, tomando siempre en cuenta que AMOR es como se VE LA JUSTICIA.

El día lunes 12 de abril, que digerimos la ganancia de Lasso, pinté el mesón roto del lavabo de mi baño con colores, colores que ponen VIDA, incluso en las brechas rotas.

Nota:

1 A Story of Chadi Kala, Valerie Kaur, March 6th, 2020. https://valariekaur.com/2020/03/baba-singh/?fbclid=IwAR3kg1fKqra2wFetROz_l-hu5wvO9wpbguyiIOzFe9o5YM_IyCsZHIZ3Iss