Hace pocos días que la República Popular de China celebró el 70 aniversario del triunfo definitivo del ejército de Mao sobre las tropas de Chang que en la iconografía china es la fecha de nacimiento de la República Popular de China. Esta vez festejan en Beijing con mucho que festejar. Y con merecida jactancia. Al […]
Hace pocos días que la República Popular de China celebró el 70 aniversario del triunfo definitivo del ejército de Mao sobre las tropas de Chang que en la iconografía china es la fecha de nacimiento de la República Popular de China. Esta vez festejan en Beijing con mucho que festejar. Y con merecida jactancia. Al principio de ese lapso China era un país devastado por las guerras, superpoblado por una inmensa mayoría de campesinos pobres obligados a una economía de subsistencia y ahora, 70 años después, China es una superpotencia económica y militar.
El ascenso no fue algo lineal, tampoco puede atribuirse ese éxito a su ideología comunista. China continuó pobre y paupérrima hasta la llegada al poder de Deng Chao Ping quien fue perseguido durante la Revolución Cultural por desviarse de la ortodoxia marxista-leninista. En efecto, el Presidente Deng fue desmantelando gradualmente las estructuras implantadas por los marxistas y permitió el regreso de la propiedad privada como participante en la actividad productiva. Esa combinación generó un sistema mixto donde el Estado mantiene el control político y deja un amplio espacio a la actividad productiva privada que funciona de manera coordinada con las empresas estatales. Esta combinación resultó muy exitosa y en 10 años ya había sacado a cerca de 300 millones de chinos de la extrema pobreza. Desde ese momento la inmensa población de China dejo de ser un lastre y comenzó a perfilarse como una ventaja. En efecto en cuanto su enorme población adquiriese un mínimo poder adquisitivo se convertiría en el mayor mercado del mundo. Por ejemplo, para el 2004 ya eran 600 millones los chinos que habían salido de la pobreza. La mecánica de ese crecimiento económico congénito determinó que el PIB de China creciese por encima del 10%; algo que caracterizó a China por más de un lustro. Esa mecánica económica funcionó básicamente así: con que cada chino salido de la pobreza gastase 1 U.S $ en comprar un pantalón ya tendríamos ya un mercado de 600 millones de $ para los fabricantes de pantalones. Como además hoy día los principales fabricantes de pantalones son los chinos, las ganancias de ese tentador mercado son casi todas para ellos mismos. Así, por obra de este círculo virtuoso han venido saliendo de la pobreza más y más hogares chinos hasta que se conviertan en un mercado de 1.300 millones de consumidores, el más grande del mundo. Por ello China puede jugar al gato y el ratón con las sanciones y la subida de aranceles que le impone la Administración del Presidente Trump, porque en el siglo XXI las cosas han cambiado radicalmente, los Estados Unidos ya no son el mayor destino de las exportaciones chinas, ese lugar lo ocupa ahora Europa. En todo caso, lo más importante es que ya hoy día el principal mercado para los productos chinos es China.
Así que ya puede reírse el Presidente Xi Jinping de las amenazas del Presidente Trump a quien en estricta reciprocidad le metió un torpedo por debajo de su línea de flotación cuando cerró la importación de productos agrícolas norteamericanos, algo que afecta precisamente a los estados agricultores desde donde se exporta a China y cuya ubicación coincide con la base electoral de Donald Trump.
Aconsejo estudiar la economía de China a quienes están descontentos con la tendencia a concentrar la riqueza del modelo liberal inspirado por David Ricardo (una tendencia denunciada ya en1819 por Sismondi) y que es justo el modelo que predican desde Washington, Londres y Bruselas.
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