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900 años de honradez y dignidad

Fuentes: Rebelión

¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo? (Mateo, 27:17) El Contralor Carlos Pólit pidió contra los miembros de la Comisión Nacional Anticorrupción la pena máxima de 2 años de prisión y 900 mil dólares de indemnización por daño moral. Los miembros de la Comisión son Julio César Trujillo […]

¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo? (Mateo, 27:17)

El Contralor Carlos Pólit pidió contra los miembros de la Comisión Nacional Anticorrupción la pena máxima de 2 años de prisión y 900 mil dólares de indemnización por daño moral.

Los miembros de la Comisión son Julio César Trujillo (85 años); Isabel Robalino (99), María Arboleda, Byron Celi, Simón Espinosa (88), Germán Rodas, Ramiro Román, Juan Fernando Vega (71) y Jorge Rodríguez (70).

La maquinaria de la impunidad

En febrero de 2016 la Comisión Anticorrupción solicitó a la Fiscalía investigar sobre un presunto delito de cohecho y de sobreprecio en la compra del terreno para la Refinería del Pacífico. Y señaló la responsabilidad del Contralor por no actuar ante esta situación.

El Fiscal archivó el proceso argumentando que no hay pruebas, a pesar de la documentación presentada por la Comisión. La Corte Nacional de Justicia declaró la acusación de maliciosa y temeraria. El Contralor reclamó inmediatamente la cárcel para los Comisionados y la indemnización por daño moral. La Jueza Karen Matamoros condenó a los comisionados a un año de cárcel, a pedir disculpas públicas al Contralor y a pagarle el equivalente de un mes de sueldo, a pesar de que la causa ya había prescrito y de que la propia Contraloría había aceptado la irregularidad en el caso denunciado. El argumento fue que la Corte Nacional de Justicia había declarado la denuncia maliciosa y temeraria. El sistema funciona en forma circular.

La maquinaria de la propaganda

Se había cumplido el primer objetivo. Mostrar que el sistema no podía permitir la disidencia, el funcionamiento del Estado de seguridad por encima del Estado de derecho, el temor ante el poder del nuevo Leviatán.
Empezó a operar el segundo objetivo: mostrar la magnanimidad del poder, perdonar la vida al acusado en el último minuto, antes de que finalice el espectáculo, el recurso del método de las películas de suspenso de Hollywood. El personaje principal entró desde el fondo, para solicitar al Contralor que revea el juicio. ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo? El viejo recurso de quien dice, pero no se involucra, aconseja, se lava las manos. Ya podía el nuevo Presidente mostrar el cambio, la mano extendida.

El Contralor envió la carta del perdón. La jueza Mata-moros, mata-malos, máta-los, actuó inmediatamente, tenía la orden. La causa quedaba extinta. En un solo acto se había dado la vuelta al orden jurídico, el poder crea la norma, como predicaba Karl Schmitt, el teórico decisionista del totalitarismo.

Y con ello el poder quedaba al desnudo. La justicia actúa a la carta, por orden del poder. No será el último mensaje: recomendará la libertad de algunos perseguidos sociales-políticos, la revisión de algunas sentencias en contra de algunos medios. Y podrá decir que no es una orden, la autonomía de los poderes, sino una recomendación; el nuevo grado de licuefacción del poder.

La paradoja: el Contralor no sabía que con ello el que perdía era él; la magnanimidad no era más que la expresión a su propio miedo ante la opinión pública, la conciencia pública; él sabía quiénes eran los justos. La demanda fue por daño moral, y él se asestó el golpe decisivo, un daño moral no sólo a él, sino a la función de la Contraloría.

900 años de dignidad

No sabían que hay otro poder: la honra viene de la dignidad. Donde hay poder hay contrapoder, desde abajo, desde el otro lado. La figura de los viejos se agigantó. La silla de ruedas de Isabel Robalino derribó la silla de ruedas del nuevo Presidente. Las lágrimas del viejo Doctor Trujillo, mostraron la angustia, el dolor ante el imperio de la injusticia, el grito solitario «he arado en el mar». La ironía de Simón Espinoza mostró la sodomización a la sociedad. Ante el perdón del poder, ellos confirmaron que seguirán en la misión de la justicia.

Y desde afuera del poder controlador, miles de ciudadanos sentimos que todavía había esperanza, que todavía había alternativa. 900 años de dignidad vencieron a la oferta de 900 mil dólares para entregar a los justos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.