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El reencuentro con Lula

Fuentes: Rebelión

El último reencuentro con Lula libre había sido precisamente en el último momento en que él dejaba de ser libre, para probar su verdad. Después del notable discurso en el Sindicato de los Metalúrgicos de Sao Bernardo, donde él se despidió de cada uno de nosotros y, a partir de aquella extraña imagen de él […]

El último reencuentro con Lula libre había sido precisamente en el último momento en que él dejaba de ser libre, para probar su verdad. Después del notable discurso en el Sindicato de los Metalúrgicos de Sao Bernardo, donde él se despidió de cada uno de nosotros y, a partir de aquella extraña imagen de él llegando a la Policía Federal de Curitiba, ya no tuvimos a Lula libre.

Nos relacionábamos con él a través de cartas, de mensajes grabados, además del  saludo habitual: Buen día, Presidente Lula, Buenas tardes, Presidente Lula, y de Buenas noches, Presidente Lula, a los que él contestaba encendiendo y apagando la luz de su celda. Después pudimos convivir con él a través de sus entrevistas, además de las visitas que algunos de nosotros le pudimos hacer.

Como le dije, cuando volví a verle esta semana, nos sentíamos canallas porque, después de convivir con él por una o dos horas, se quedaba preso, cercado por aquellos chacales.

Pude visitarlo en julio, nos tratamos con naturalidad como si hubiéramos estado conviviendo todos los días, desde abril del año pasado, cuando Lula dejó de ser libre. Me confesó en aquel momento que creía que iba a estar preso poco tiempo, aunque ya estaba perfectamente adaptado a aquellas condiciones absurdas en las que tenía que vivir, de un inocente condenado.

Hablara algunas veces con él por teléfono, desde que recuperó su libertad, pero hasta esta semana no pude reencontrarme con él personalmente. El abrazo fue similar al que nos habíamos dado en julio, pero en este momento yo abrazaba al Lula libre.

Estuve en el Instituto Lula en su ausencia. Todo estaba allí, incluso el personal extraordinario que trabaja siempre con él. Pero la puerta de su sala estaba cerrada, recordándonos su dolorosa ausencia.

¡Qué diferencia ahora! ¡En las miradas de todos los que lo rodean calurosamente! ¡En la puerta de su sala abierta! En su omnipresencia, que ilumina todo -como ha expresado una de las personas que lo cuida diariamente, con todo el cariño-.

Cuando hablé con él sobre ese sentimiento de haberlo dejado en la Policía Federal, me comentó que se había fortalecido en la prisión. Que ha podido leer mucho, reflexionar mucho, y darse cuenta de su propia importancia, de cómo se tiene que dedicar a tareas y a objetivos más grandes. Sentí que había vivido aquel período como un momento de reflexión sobre Brasil, sobre la izquierda, sobre el PT, sobre los movimientos populares, sobre América Latina, sobre él mismo. Y cómo sale fortalecido, mejor, más consciente, porque ha vivido y se ha enfrentado con una inmensa dignidad a las pruebas a que fue sometido.

Fue reencontrar al Lula libre, al Lula espontáneo, alegre, confiado, juguetón, afectuoso. Al hombre, al líder, al individuo y al dirigente, con su personalidad de siempre. Más flaco, pero físicamente firme, pleno de esperanza.

El Lula libre ha triunfado, hasta aquí. Pero aún es reo en varios procesos, sabe que está libre todavía de forma precaria, para defenderse en libertad. Situación que solo la anulación de los procesos llevados en contra de él por el juez que lo ha perseguido arbitrariamente y lo ha condenado sin pruebas, permitirá que el Lula libre triunfe definitivamente

El reencuentro con Lula libre fue una de esas sensaciones maravillosas, de las cuales uno nunca más se olvidará, tal su fuerza y alegría que ello encierra. Es el reencuentro de uno con uno mismo, el reencuentro de Brasil consigo mismo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.