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La nueva lectura de Marx de Michael Heinrich (IX)

La dialéctica

Fuentes: Rebelión

Estamos en el tercer apartado del capítulo II del libro de MH. «La dialéctica: ¿un arma marxista prodigiosa?» es su título Una previa: me he referido en anteriores entregas al autor como «el filósofo MH». No cabe duda de que lo es, que MH es un enorme filósofo, pero, según tengo entendido («El Capital: una […]

Estamos en el tercer apartado del capítulo II del libro de MH. «La dialéctica: ¿un arma marxista prodigiosa?» es su título

Una previa: me he referido en anteriores entregas al autor como «el filósofo MH». No cabe duda de que lo es, que MH es un enorme filósofo, pero, según tengo entendido («El Capital: una obra colosal para desenmascarar un sistema completo de falsas percepciones». Entrevista a Michael Heinrich» https://marxismocritico.com/2018/09/18/el-rechazo-de-marx-a-la-teoria-laboral-del-valor/ ), profesional, académicamente, es politólogo y matemático (lo cual, esto último sobre todo, además de complacer a este lector, le relaciona con otra gran marxista ecologista español, también germanista y matemático como él, Jorge Riechmann).

En esta entrevista, sobre el tema de hoy, señala el autor:

Pregunta: ¿Guarda esto alguna relación con la idea de la dialéctica en la obra de Marx y en El Capital en particular?

Respuesta: No creo que debamos subrayar el carácter «dialéctico» de la teoría marxiana; se trata de un término que Marx utilizó muy raramente en El Capital, contrariamente a la inflación de su aplicación por numerosos marxistas. Es exactamente la forma capitalista, todavía existente en nuestros días, con sus contradicciones internas y sus dinámicas, la que nos da buenas razones para leer El Capital actualmente .

Por ahí van sus posiciones. Veamos el desarrollo de este tercer apartado.

MH nos recuerda que siempre que se habla de la obra de Marx aparece en algún momento una palabra cave: dialéctica (y expresiones afines: desarrollo dialéctico, método dialéctico, exposición dialéctica). La mayoría de las veces no se explica con claridad qué se quiere decir con ellas. En las discusiones políticas (MH habla del «marxismo de partido») era y es frecuente que los adversarios enfrentados se acusan mutuamente de tener una concepción no dialéctica del tema discutido, mecanicista o fijista se dice a veces. Sigue pasando en parte. Añade MH:

También hoy se habla de buena gana en los círculos marxistas de que una cosa está en relación dialéctica con otra, con lo que al parecer está todo dicho. Y a veces recibe uno, al inquirir críticamente, la amonestación de nivel elemental de que eso o aquello se tiene que «ver dialécticamente»

Aquí, señala con razón MH, no hay que dejarse intimidar. Conviene preguntar qué se entiende exactamente (o no tan exactamente) por dialéctica y cómo es, en qué consiste, el llamado «punto de vista dialéctico». En general, tiene de nuevo razón MH en mi opinión, las respuestas suelen moverse por las siguientes coordenadas: todo está de alguna manera en mutua dependencia (todo está relacionado con todo), lo uno está en interacción (no explicada) con lo otro, el todo es realmente muy complejo… y dialéctico. Etc.

Si se habla con más rigor de dialéctica, sostiene MH, se pueden distinguir dos tipos de usos diferentes de este concepto.

En uno, en conexión con el Anti-Dühring engelsiano, una obra que por supuesto MH no maltrata, se considera a la dialéctica como «la ciencia de las leyes generales del movimiento y desarrollo de la naturaleza, la sociedad humana y el pensamiento». El desarrollo dialéctico sería entonces un movimiento por contradicciones (tal vez mejor, contraposiciones), no uniforme ni lineal. Este movimiento, como se recuerda por Engels, está regido por «leyes» como las del cambio de la cantidad en cualidad y la de la negación de la negación.

En nota a pie de página, MH las presenta así: 1. Cambio de cantidad en cualidad (a veces se habla de salto cualitativo): una magnitud aumenta cuantitativamente hasta que se transforma en una nueva cualidad (si se calienta agua, al aumentar la temperatura, permanece en estado líquido; pero, a los 100 ºC, la «cantidad» se transforma en cualidad, y el agua pasa del estado líquido a ser vapor de agua). 2. Negación de la negación: en el desarrollo de los entes sigue a la «negación» del estado originario una negación posterior: una planta es la «negación» de la semilla (de la que crece); si la planta da frutos y deja más semillas, entonces se ha efectuado una negación de la negación anterior, de la planta (negación de la semilla originaria). Con la negación de la negación no volvemos al punto de partida; la semilla se reproduce en un nivel superior.

MH señala, con mucha razón y justicia histórica, que Engels tenía claro que con tales expresiones generales aún no se conocía absolutamente nada de los procesos concretos (matiz este muy pero que muy importante): «Es evidente que no digo absolutamente nada del proceso de desarrollo particular, del proceso que recorre, por ejemplo, el grano de cebada desde la germinación hasta la muerte de la planta, si digo que es la negación de la negación». Simple metáfora. Curiosamente este paso fue también destacado por Manuel Sacristán en numerosas ocasiones para indicar en la misma idea que MH: la consciencia de Engels de los límites de «ese tipo de explicaciones».

En cambio, en el marxismo ideológico apunta MH (uno tiene la sensación a veces que marxismo ideológico remite a cualquier marxismo que no sea el de la tradición de MH, el de la nueva lectura de Marx), se consideraba la dialéctica como un arma prodigiosa con la que se podía explicar absolutamente todo. Ni que decir tiene, no es MH quien habla ahora, que las disidencias sobre este asunto han sido frecuentes e importantes en las diversas tradiciones marxistas, en lo que tal vez él considere «marxismo ideológico».

El segundo modo en el que se habla de dialéctica se refiere a la forma de exposición marxiana en su crítica de la economía política. Aquí se relaciona la dialéctica con Hegel, de quien se dice que la mistificó. Este método, que no es método propiamente en el sentido usual de la noción en metodología o filosofía de la ciencia, adquiriría un importante papel en la exposición dialéctica de las categorías: en el curso de su exposición cada una de ellas tiene que desarrollarse a partir de las otras: no se presentan simplemente una tras otra, yuxtapuestas, sino que tiene que ponerse manifiesto su relación interna (Sobre este punto es (casi) imprescindible: Manuel Sacristán, «El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia». Doy posteriormente la referencia).

La construcción de la exposición no es para Marx, por tanto, una cuestión de didáctica, sino que tiene en sí misma una importancia decisiva en cuanto al contenido.

En cualquier caso esta exposición dialéctica no resulta de la aplicación de ningún método dialéctico a la economía política como pretendió Lassalle. MH usa (de nuevo en coincidencia con Manuel Sacristán) una carta crítica de Marx a Engels en la que el primero señala

Aprenderá para su perjuicio que llevar una ciencia a través de la crítica hasta el punto en que se la pueda exponer dialécticamente es una cosa completamente distinta a aplicar un sistema de lógica abstracto y concluido de tal sistema.

El presupuesto de la exposición dialéctica, señala MH, no es la aplicación de un método sino la crítica de las categorías. Esta crítica presupone «un análisis muy preciso y detallado de la materia correspondiente a la que están referidas».

Conclusión de MH, de la que él mismo tomará nota: no es posible una discusión más precisa sobre la exposición dialéctica hasta que se sabe algo de las categorías expuestas. No se puede hablar de la relación del carácter dialéctico de la exposición o de las relaciones entre la dialéctica marxiana y hegeliana hasta haberse ocupado de la exposición misma.

Tampoco, en su opinión, una opinión que es fácil compartir, dirá demasiado lo del «ascenso de lo abstracto a lo concreto» a aquellos que estén comenzado con la lectura de El Capital. Por lo demás, añade con nota histórica MH, «la estructura efectiva de la exposición es considerablemente más compleja de lo que se puede suponer por esta temprana formulación que proviene de la Introducción de 1857″.

MH recuerda finalmente que en EC, aparte del Prólogo y el epílogo, Marx habla en pocas ocasiones explícitamente de la dialéctica. Practica, admite MH, una exposición dialéctica pero no exige a sus lectores que se ocupen de la dialéctica antes de la lectura de su libro. Lo que es dialéctico en una exposición sólo puede decirse con posterioridad. Por consiguiente, nos advierte, «la presente introducción [el libro que comentamos] no va precedida tampoco de ninguna sección sobre la dialéctica».

No volverá a hablar del tema en el resto del libro.

Finaliza así este segundo capítulo. El tercero lleva por título «Valor, trabajo y dinero» y es uno de los más importantes. Está dividido en ocho apartados. El primero se titula: «Valor de uso, valor de cambio y valor». A él vamos a continuación.

***

Añado, complementariamente, entre una bibliografía inabarcable, cinco referencias sobre este complejo asunto, a cual de mayor interés en mi opinión:

1. Manuel Martínez Llaneza, La ciencia mal-tratada. Crítica a Razón y Revolución de Alan Woods y Ted Grant. http://www.rebelion.org/docs/60179.pdf. Entre los mejor que pueden leer. Con rigor y conocimiento de causa. Una de las observaciones del autor:

No existe ningún «axioma» que establezca que el todo es mayor que cualquiera de sus partes; se trata de una noción más o menos intuitiva ligada al significado de ‘todo’ y ‘parte’ en el lenguaje ordinario, pero las matemáticas no se dedican a soportar o fundamentar el lenguaje, aunque interactúan con él (dialécticamente como dirían los autores; aunque el adverbio no añada nada, parece que es de rigor para considerarse marxista, cuando sería más relevante estudiar el muy interesante contenido ‘concreto’ de la interacción).

2. Néstor Kohan, «Dialéctica, historia y colonialismos». https://www.youtube.com/watch?v=lqKWh33Hs7w&feature=youtu.be. Habla aquí de muchos temas de interés el autor de Nuestro Marx. La presentación del propio Kohan de esta larga, rica y documentada intervención de 108 minutos:

Cuál es la concepción de la dialéctica en Marx a la luz de los últimos textos y materiales, hasta ahora inéditos en castellano, publicados recién en el año 2018? ¿Qué diferencia la filosofía universal de la historia, occidentalista, etno y eurocéntrica, determinista y teleológica, de la concepción materialista multilineal de la historia investigada y desarrollada por Marx? ¿Cómo leer EL CAPITAL de Marx desde esta concepción multineal de la historia, focalizada en los pueblos rebeldes en lucha contra el sistema capitalista a escala mundial? ¿Por qué el anticolonialismo militante de Marx debe formar parte insustituible de los denominados (en la Academia) «estudios poscoloniales» y su epistemología «decolonial»?  

3. Francisco Fernández Buey, Sobre Manuel Sacristán, Vilassar de Mar (Barcelona), El Viejo Topo, 2016. Numerosos e interesantes pasajes sobre esta categoría que también fue del interés del autor de Marx (sin ismos). Existe material inédito complementario (por ejemplo: una conferencia sobre el tema impartida por el autor en 1983 en el Aula Magna de la Universidad de Barcelona), que puede consultarse a día de hoy en la Biblioteca general de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.

4. Miguel Candel, Ser y no Ser. Crítica de la razón narcisista, Vilassar de Mar (Barcelona), Montesinos, 2018. No es la dialéctica el tema central de este magnífico libro de metafísica (en el mejor sentido del concepto), pero hay reflexiones luminosas sobre la categoría.

5. Manuel Sacristán, Sobre dialéctica, Mataró (Barcelona), El Viejo Topo, 2009 (presentación de Miguel Candel, epílogo de Félix Ovejero, texto final de Manuel Monleón Pradas, edición y presentación de Salvador López Arnal). El ensayo recoge la mayor parte de los textos que el traductor de El Capital escribió sobre esta temática, siempre desde un punto de vista muy singular y contracorriente. Conviene completar la lectura con uno de sus grandes trabajos (citado anteriormente): «El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia», mientras tanto n.º 2, enero-febrero de 1980, pp. 61-96 (mejor aquí que en su edición en el primer volumen, Sobre Marx y marxismo, de sus «Panfletos y materiales». Está anunciada una edición cuidada de este trabajo en la editorial de El Viejo Topo, primer o segundo trimestre de 2019).

Finalizo con una antología de textos de Sacristán sobre el tema, por si tuvieran tiempo y curiosidad:

 

1. Qué es y qué no es la dialéctica.  

A. 1983  

Mi propia opinión sobre la dialéctica que creo inspirada en el trabajo científico de Marx, se puede expresar en una tesis negativa y otra positiva.  

(…) Mi tesis positiva es que «dialéctica» significa algo, contra lo que tantas veces han afirmado los analíticos, por ejemplo, Popper o Bunge. «Dialéctica» es un cierto trabajo intelectual, que, por un parte, está presente en la ciencia, pero, por otra, le rebasa con mucho… Ese tipo de trabajo intelectual existe como programa (más bien oscuro) en la filosofía del conocimiento europea desde el historicismo alemán.  

El estilo dialéctico consiste principalmente en proponerse un objetivo de conocimiento que estaba formalmente excluido por la filosofía de la ciencia desde Aristóteles, según el principio, explícito en unas épocas y tácito en otras, de que » no hay ciencia de las cosas particulares», de lo concreto. Tanto Hegel a su manera como Marx a la suya tienen, por el contrario, un programa de investigación que busca el conocimiento de algo particular o concreto: en el caso de Hegel, el discutible concreto que es el Todo; en el caso de Marx, la sociedad capitalista existente (… ) pero, a pesar de ello (a pesar de los elementos de abstracción presentes en El Capital), lo construido en El Capital... tiene una concreción desconocida en el ideal tradicional de ciencia, tan eficaz en las ciencias de la naturaleza.  

B. 1964  

Pero precisamente porque se basan en un análisis reductivo que prescinde -por abstracción- de la peculiaridad cualitativa de los fenómenos complejos analizados y reducidos, los conceptos de la ciencia en sentido estricto -que es la ciencia positiva moderna- son invariablemente conceptos generales cuyo lugar está en enunciados no menos generales, «leyes» como suele decirse, que informan acerca de clases enteras de objetos. Con ese conocimiento se pierde una parte de lo concreto: precisamente la parte decisiva para la individualización de los objetos. Esto es así no por alguna limitación accidental, sino por el presupuesto definidor de la metodología analítico-reductiva, que no responde más que al principio materialista de explicación de toda formación compleja, cualitativamente distinta, por unos mismos factores naturales más o menos homogéneos.  

Los «todos» concretos y complejos no aparecen en el universo del discurso de la ciencia positiva, aunque ésta suministra todos los elementos de confianza para una comprensión racional de los mismos. Lo que no suministra es su totalidad, su consistencia concreta. Pues bien: el campo o ámbito de relevancia del pensamiento dialéctico es precisamente el de las totalidades concretas. Hegel ha expresado en su lenguaje poético esta motivación al decir que la verdad es el todo.  

La concepción del mundo tiene por fuerza que dar de sí una determinada comprensión de las totalidades concretas. Pues la práctica humana no se enfrenta sólo con la necesidad de penetrar analítico-reductivamente en la realidad, sino también con la de tratar y entender las concreciones reales, aquello que la ciencia positiva no puede recoger.  

Según esto, la tarea de una dialéctica materialista consiste en recuperar lo concreto sin hacer intervenir más datos que los materialistas del análisis reductivo, sin concebir las cualidades que pierde el análisis reductivo como entidades que haya que añadir a los datos, sino como resultado nuevo de la estructuración de éstos en la formación individual o concreta, en los «todos naturales.» «El alma del marxismo» según expresión de Lenin, «es el análisis concreto de la situación concreta.» Pero la palabra «análisis» no tiene el mismo sentido que en la ciencia positiva. El análisis marxista se propone entender la individual situación concreta (en esto es pensamiento dialéctico) sin postular más componentes de la misma que los resultantes de la abstracción y el análisis reductivo científicos (y en esto es el marxismo un materialismo).  

Con esto parece quedar claro cuál es el nivel o el universo del discurso en el cual tiene realmente sentido hablar del pensamiento o análisis dialéctico: es al nivel de la comprensión de las concreciones o totalidades, no el del análisis reductivo de la ciencia positiva. Concreciones o totalidades son, en este sentido dialéctico, ante todo los individuos vivientes, y las particulares formaciones históricas, las «situaciones concretas» de que habla Lenin, es decir, los presentes históricos localmente delimitados, etc. Y también, en un sentido más vacío, el universo como totalidad, que no puede pensarse, como es obvio, en términos de análisis científico-positivo, sino dialécticamente, sobre la base de los resultados de dicho análisis.  

2. La dialéctica y los trucos de la ciencia (1978)  

La idea de «ciencia alemana», la interpretación del sistema dialéctico como ciencia positiva o como la ciencia, sugiere el desprecio por lo que Hegel llama, en el prólogo a la Fenomenología, la «agudeza» o «el truco aprendible» (der erlernbare Pfiff). Ahora bien: el truco que se puede aprender es elemento esencial de cualquier validación en ciencia. Hay ciencia en sentido corriente, no sapiencia reservada a titanes idealistas, cuando se trabaja con trucos que se pueden aprender y enseñar y cuyo uso, consiguientemente, puede contrastar todo colega. Lo que no es contrastable mediante trucos aprendidos puede ser de un interés superior al de cualquier clase de ciencia, pero, precisamente, no será ciencia.  

3. Metafísica, poesía y ciencia positiva (1978)  

También parece claro que (…) el elemento hegeliano de la filosofía de la ciencia marxiana es responsable de paralogismos y errores de detalle sin gran importancia sistemática, pero relativamente frecuentes en la obra de Marx, y con más arbitrariedad especulativa que en la de Engels. Por ejemplo: también Engels ha aducido a propósito de los hidrocarburos la ley hegeliana de la mutación de la cantidad en cualidad. Esta frase, como muchas otras verbalizaciones de la historia de la metafísica («idea», «materia y forma», «potencia y acto», «entelequia», «negación de la negación», etc.) es un magnífico receptáculo de sabiduría de la vida, y hasta puede serlo de poesía, pero cuando se pretende someter esas frases a un uso científico positivo se las convierte en trivialidades campanudas con las que no se explica nada.  

4. Dialéctica y práctica política (1978)  

Toda teoría científica tiene, como es obvio, una relación con la práctica. Se puede llamar tecnológica a esa relación. Es una relación de aplicabilidad en sentido técnico: con la ayuda de la teoría se puede calcular, o fabricar herramientas o máquinas, etc. En el caso del pensamiento económico-social de Marx existe, sin duda, esa relación tecnológica con la práctica que tiene lo científico en sentido normal. Pero además existe otra relación, como es también sabido: una relación política directa, la cual es precisamente servida por la elaboración dialéctica, por la reconstrucción de la realidad como un todo sistemático individualizado, una reconstrucción que intenta hacer asible el complejo objeto de la actuación política.  

5. Dialéctica y teoría general de sistemas  

A. 1981  

La discusión del marxismo y de lo que Boulding llama «dialéctica» es poco simpatética en lo teórico y muy hostil en lo político. Boulding reconoce brevemente la destacada posición de Marx en la historia de los intentos de teoría social dinámica, pero se apresura a proclamar la inadecuación de sus tesis (…). Pese a que ese punto de vista sobre el marxismo -el primero que aparece en el libro, en la introducción-, podía haberle inducido a ver en el pensamiento de Marx un precedente más o menos aproximado de la ecodinámica, y en la dialéctica una vieja tradición que desde Platón forcejea especulativamente con los problemas sistémicos y dinámicos, prefigurando los métodos de la teoría general de sistemas, la ecología y la misma ecodinámica de Boulding, éste, como la mayoría de los autores contemporáneos, prefiere no tener que ver con ese pasado: reduce «la dialéctica» a una estrecha teoría del conflicto, ignorando la pretensión (pseudo)lógica de esa tradición, que es lo que hace de ella una precursora del enfoque sistemático.  

B. 1983  

(…) por otra parte, se puede llamar dialécticas a muchas operaciones poco formalizables de globalización de conocimientos, de integración de conocimientos. En este sentido algunas técnicas exactas, matemáticas, y en especial las basadas en la teoría general de sistemas se podrían llamar dialécticas.  

C. 1983  

También es posible considerar la dialéctica, según ya he insinuado antes, como una tradición un tanto imprecisa que empieza a dotarse de medios de realización exacta -no de mera aspiración filosófica- con la aparición de algunas técnicas contemporáneas, por ejemplo, la teoría de sistemas. Tal vez eso no agote lo que, desde Platón, va acumulando la idea filosófica de dialéctica, pero sí que recoge bien algún aspecto de ella. Por ejemplo, cuando se llama «dialéctico» a un modelo de interacciones, es evidente que se piensa en algo que puede ser recogido perfectamente por la teoría de sistemas, incluidas las características que se dan como muy propias de las dialécticas hegeliana y marxiana, a saber, la captación del cambio. Es obvio que la teoría de sistemas hace eso de manera mucho más clara que Hegel. Creo, sin embargo, que eso no agota el campo de lo «dialéctico» al menos tal como lo cultiva Marx, porque en la obra de éste veo un propósito de concreción que rebasa lo que puede conseguir mediante el análisis sistémico: una concreción precisamente histórica, plenamente individualizadora del objeto.  

6. Un ejemplo de problema dialéctico (1964)  

El verdadero problema dialéctico en la clarificación de las raíces sociales del drama de Heine es éste. ¿Por qué ha sido tan inconsistente su pensamiento revolucionario anterior a la «conversión»? No es, en cambio, nada esencial dialécticamente, sino reducción del método dialéctico a vulgar sociologismo o hasta a psicologismo, la serie de problemas secundarios del tipo. ¿En qué relación está la involución del poeta con su ruina económica? ¿O con su amistad con los Rothschild? ¿Y con la pensión que recibía del gobierno de Luis Felipe? ¿Y con el miedo a las barricadas de 1832 o 1858? Etcétera. Pues todos esos asuntos de despensa y cotilleo no pueden explicar por sí solos el hundimiento de una gran consciencia. Además, esos problemas de segundo orden se aclaran a su vez sólo cuando hay claridad sobre el problema fundamental.  

7. Repensar la dialéctica (1978)  

Pues bien: la dialéctica de la negación de la negación, de la aparente radicalidad, podría decirse, no es toda la dialéctica, es la mala dialéctica, es la escolastización de la dialéctica. Entonces, en vez de decir «abandonemos la dialéctica», acordémonos de que dialéctica ha querido decir muchas cosas en la tradición. Ha querido decir la escolástica de la negación de la negación, el cierre categorial desde el mal Hegel hasta Gustavo Bueno, pasando por Althusser, pero dialéctica ha querido decir también, para Platón, por ejemplo, el razonamiento inseguro. Eso ha querido decir dialéctica en Platón y en el mismo Aristóteles: el razonamiento incierto, el trabajo con lo difícil, el trabajo con lo impreciso, con lo que no se puede precisar, con aquello que si se precisa daría lugar a un caso de falacia de la falsa exactitud. Dialéctica ha querido decir también globalización, conocimiento de totalidades, atención a las totalidades (…) y aquí sí que viene una interesante reflexión. Se puede decir que tal vez los problemas ecológico-sociales sólo tienen solución por la vía del mesotés aristotélico. Eso también es dialéctica, buscar el sistema de equilibrios. Ocurriría por tanto con la palabra «dialéctica» lo mismo que con las expresiones «materialismo histórico» o «materialismo dialéctico». Uno se ve forzado en abandonar la expresión materialismo dialéctico si ha de ser el nombre de un sistema científico. Hay que abandonarlo como sistema. De todas maneras, sería primitivo decir: se acabó el materialismo histórico, porque en cambio no hay ninguna duda de que existe, que está justificado un modo de pensar que es materialista, en el sentido elemental de no idealista, y es dialéctico, en el sentido elemental de no fijista, de integrador.  

Por lo tanto, yo no sería partidario de decir: «se acabó la dialéctica». Lo que hay que hacer es repensarla.  

8. ¿Un programa individualmente inabarcable? (1983)  

Pero una visión científica adecuada, ni cientificista ni apologética, tiene que partir de la revisabilidad de todo producto científico empírico. Lukács, una vez hizo el experimento mental de preguntarse si quedaría algo del marxismo una vez todas sus tesis particulares hubiesen sido falsadas o vaciadas por la evolución social. Creyó que sí, que quedaría alguna cosa: el estilo de pensamiento muy englobante y dinámico, histórico, que él denominaba «método dialéctico». Admitiendo que esta idea de Lukács es muy convincente, sería necesario añadirle o precisar una cosa: el programa dialéctico de Marx -que engloba economía, sociología y política y se totaliza en la historia- incluye un núcleo de teoría en sentido estricto que sin ser todo El Capital, se encuentra en esta obra. El mismo programa era ya entonces inabastable para un hombre sólo; seguramente esto explica muchos de los sufrimientos psíquicos y físicos de Karl Marx; y también da sentido de época a una empresa intelectual que hoy consideraríamos propia de una colectivo y no de un investigador sólo. Por eso El Capital quedará en muñón y por esto es inconsistente cualquier tentativa de convertir la letra en texto sagrado. Pero lo que si que parece que no morirá nunca es su mensaje de realismo de la inteligencia: un programa revolucionario ha de incluir conocimiento, poseer ciencia. Por su propia naturaleza, la ciencia real es caduca. Pero sin ella no puede llegar a ser aquello que no es ciencia. Por esta convicción Marx dedicó toda su vida y sacrificó mucho de su felicidad -con el resulto turbio que esto acostumbra a dar- en la redacción de estas miles de páginas que, al fin y al cabo, le produjeron un entusiasmo tan endeble que se limitó a sugerir e Engels que `hiciera alguna cosa´.

9. Un apunte sobre mecánica cuántica (1958)  

La elaboración concreta de esta problemática no es, en cambio, nada uniforme entre los pensadores marxistas. V. A. Fock, por ejemplo, admite la descripción típica del problema dada por Heisenberg y el primer De Broglie, y considera imposible por principio la predicción en microfísica (…) Langevin, por su parte, se inclina a pensar que la situación planteada por la nueva física es una verdadera crisis intelectual, que él define como «insuficiencia de nuestros actuales hábitos abstractivos» y que impone la elaboración de otros nuevos, como ya ha ocurrido en otras épocas de la historia de la ciencia. En el mismo sentido se expresa Blojinzev. «Se tiene la impresión de que nuestras nociones fundamentales, como la de partícula (profundamente vinculada con la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad) y las de espacio y tiempo dejan de ser válidas, en las regiones pequeñas del espacio-tiempo. Si ello es así, nuestras ideas sobre el espacio y el tiempo en las regiones de pequeñas dimensiones tendrán que ser modificadas radicalmente». Recordando el elogio de la imaginación intelectual hecho por Lenin, Blojinzev añade que «el teórico y filósofo deben considerar que siempre hay bastantes hechos: lo único que falta es imaginación». Fiel a ese activo principio, Blojinzev ha ofrecido una concepción característicamente dialéctica, en la que se intenta interpretar la causa del fenómeno particular como interacción entre el microfenómeno y su «ambiente» macroscópico.

 

1. A. «Entrevista con Manuel Sacristán», PEYPA, pp. 113-115. 1. B. «La tarea de Engels en el Anti-Dühring», PM I, pp. 36-38. 2. «El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia», PM I, p. 348. 3. Ibid., p. 349. 4. Ibid., p. 337. 5. A. «La ecodinámica de K. E. Boulding», PM II, pp. 441-442. 5. B.»Entrevista con UnomásUno«, AMS, p. 182. 6. «Heine, la consciencia vencida», PM IV, p. 169, nota 73. 7. «Una conversación con Manuel Sacristán» por J. Guiu y Antoni Munné´, AMS, pp. 118-119. 8. Prólogo a EC(C), pp. 8-9. 9. «Filosofía», PM II, p. 178-179.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.