La película El vicio del Poder, que acaba de estrenarse en España, es una cinta siniestra, vomitiva, que nos restriega por los ojos la perversa manipulación que hicieron Estados Unidos y sus aliados para emprender una guerra contra Sadam Hussein, en marzo de 2003, que se saldó con la muerte de unos 600.000 civiles iraquíes […]
La película El vicio del Poder, que acaba de estrenarse en España, es una cinta siniestra, vomitiva, que nos restriega por los ojos la perversa manipulación que hicieron Estados Unidos y sus aliados para emprender una guerra contra Sadam Hussein, en marzo de 2003, que se saldó con la muerte de unos 600.000 civiles iraquíes (cifra que da el largometraje), más de un millón de heridos y 80.000 mutilados (documentados).
Esta historia, dirigida por Adam Mckay, señala que el artífice de ese genocidio fue el vicepresidente de EEUU Dick Cheney, encarnado por Christian Bale, (Batman) y retrata a George W. Bush (representado por Sam Rockwell) como a un borrachín, un ridículo monigote que le dedicaba más tiempo a la botella que a los asuntos de Estado.
Sin entrar en el análisis de la cinta, me centraré en lo realmente importante a fin de refrescar la memoria histórica:
-1- Los documentalistas del film (que afirman habérselo currado a fondo) narran, de nuevo, que la guerra de Irak fue una farsa, que se sabía que Bagdad no tenía armas de destrucción masiva. Y que se manipuló a la opinión pública con el bulo de que Sadam Hussein «suponía una amenaza nuclear», ya que EEUU necesitaba una victoria para quitarse la espina de los atentados del 11-S contra las Torres Gemelas de Nueva York.
-2- Dick Cheney insiste en que Estados Unidos no practicaba la tortura. Sólo había interrogatorios «en la sombra» para salvar vidas estadounidenses. Ahí, el mensaje no tuvo mucho éxito, pues todo el mundo sabe que EEUU es, quizás, el mayor torturador del planeta.
3- El film subraya -en línea con lo que ya he escrito en varias crónicas a lo largo de los últimos años- que Estados Unidos, debido a su torpeza y avaricia (dominio estratégico y control de los pozos de petróleo), tras derrocar a Sadam Hussein, fundó «in diferido» el Estado Islámico (EI).
En ese sentido, para justificar con más argumentos la «invasión de Irak», el ejecutivo americano proclamó que el líder de Al Qaeda en ese país, Musab Al Zarqawi, «era un elemento casi tan peligroso» como Osama bin Laden. Con ese regalo y esa publicidad, Al Zarqawi, casi un desconocido en aquel entonces, se hizo sumamente popular. Y, gracias a la propaganda que le hizo la Administración Bush, logró fundar el formidable EI con decenas de miles de soldados y fanáticos que descargarían su odio contra Europa.
-4- También la obra de Adam Mckay, producida, entre otros, por Brad Pitt, nos deja perlas salidas de la mente de Dick Cheney, como ésta, «no hay que hablar de calentamiento global, sino de cambio climático». Todo se hizo, al igual que en Vietnam, «para proteger al pueblo americano de enemigos que, si no les paramos, podrían golpearnos».
-5- Con Dick Cheney se bombardeó al pueblo estadounidense con «mensajes Foberón» (para meter miedo) y se dio luz verde para escrutar los correos y los «WhatsApp» de toda la ciudadanía, con lo que se instaló definitivamente el Estado Policial, antesala del Gobierno «patócrata» que hoy dirige Donald Trump. El psiquiatra polaco Andrzej Lobaczewsk (1921-2008), señalaba en sus estudios de «ponerología» (del griego «poneros», mal) que hay individuos sin escrúpulos morales, a los que les importa muy poco iniciar guerras injustificadas o exterminar a civiles, ya que su «patos» (enfermedad) les hace insensibles al sufrimiento humano. Como estamos viendo en este siglo XXI hay una alianza entre «la plutocracia» (El poder de los ricos) y la «patocracia» (El poder de enfermos mentales que, sin ningún tipo de ética, ocupan altísimos puestos de responsabilidad en todas las instituciones o, incluso, son jefes de Estado).
En resumen, los miles de bombardeos que se hicieron sobre la población civil de Bagdad y otras ciudades iraquíes, dejaron muchos más muertos y heridos que las dos bombas atómicas que cayeron sobre Hiroshima (6 agosto, 1945) y Nagasaki (9 agosto, 1945), cuyo primer balance fue de unos 250.000 muertos civiles. Las secuelas, que continúan hasta nuestros días, siguen siendo monstruosas, con cientos de miles de afectados.
Sólo queda la pregunta de siempre, ¿Por qué no se puede juzgar -por cometer crímenes de guerra contra la humanidad- a líderes que causaron millones de muertos y heridos entre la población civil de países que se escogieron como conejillos de indias o simplemente porque EEUU y sus aliados necesitaban victorias militares para demostrar su supremacía o afianzar sus intereses?
¿No fue bastante dejar Vietnam con una estela de entre tres y cinco millones de muertos civiles, entre ellos decenas de miles de mujeres y niñas que fueron violadas o asesinadas?
Blog del autor: http://www.nilo-homerico.es/
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