Donald Trump tendría que destruir a todos los pueblos del planeta, incluyendo el propio, para (intentar) detener su inmanente decadencia. Estados Unidos no ha logrado hasta ahora su propósito esencial dentro de su embestida imperialista incluida en su slogan: all options are on the table: a) deponer al Gobierno constitucional de Nicolás Maduro, b) erradicar […]
Donald Trump tendría que destruir a todos los pueblos del planeta, incluyendo el propio, para (intentar) detener su inmanente decadencia.
Estados Unidos no ha logrado hasta ahora su propósito esencial dentro de su embestida imperialista incluida en su slogan: all options are on the table: a) deponer al Gobierno constitucional de Nicolás Maduro, b) erradicar el «mal» ejemplo que causa el «modelo» chavista en América Latina y en otras latitudes del mundo y, c) apropiarse de los recursos naturales y energéticos del país para enfrentar el ascenso de China y Rusia en el plano mundial.
Por ello mantiene su activismo agresivo mediante la imposición de lo que los halcones del pentágono llaman «sanciones», que no son otra cosa más que agresiones unilaterales contra personas, activos e instalaciones propiedad de Venezuela. Resulta completamente inadmisible este comportamiento del imperialismo violador del derecho internacional y de todos los derechos como los humanos y constitucionales, bajo la única prerrogativa de su fuerza y la amenaza de la represión y la invasión militar contra todos aquellos países, comunidades, grupos y personas que no obedezcan sus órdenes y respondan a sus intereses estratégicos como es el caso ejemplar de los gobiernos sumisos de derecha de Brasil, Argentina y Chile, entre otros.
En ese contexto, el Departamento del Tesoro norteamericano anunció el martes 19 de marzo nuevas «sanciones», está vez contra la Compañía General de Minería Venezolana (Minerven), adscrita a la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), constituyendo el robo-incautación del oro el objetivo de la rapiña.
Tras esta nueva agresión-sanción de Washington contra el sector aurífero, el gobierno bolivariano anunció que firmará acuerdos de cooperación en el área de minería con Rusia y Sudáfrica el próximo mes de abril en el marco de un nuevo encuentro de la Comisión Intergubernamental de Alto Nivel. Asimismo, dio a conocer la llegada de varias toneladas de medicamentos y de principios activos provenientes de Rusia, así como el lanzamiento de un plan de producción, distribución e importación de medicamentos con la Organización Mundial de la Salud (véase Telesur, 20 de marzo de 2019). Por último en lo que el gobierno consideró como un triunfo más frente a la estrategia norteamericana de agresión, por 27 votos a favor el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (ONU) aprobó una resolución presentada por Venezuela en nombre del Movimiento de Países No Alineados (Mnoal) que testifica los efectos negativos de las medidas coercitivas unilaterales impuestas por Estados Unidos contra la población.
Por otro lado, ese mismo día el Gobierno de Venezuela expresó su contundente rechazo a las peligrosas declaraciones de los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump y de Brasil, Jair Bolsonaro, en referencia a la amenaza que hicieron de aplicar una agresión militar contra la nación suramericana. Sin empacho, en esta visita oficial del mandatario brasileño de ultraderecha a Estados Unidos, por vez primera en la historia, acudió a las instalaciones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés) con una agenda hasta ahora desconocida, pero perfectamente predecible en el entorno, tanto de los antecedentes intervencionistas de esa agencia en los golpes de Estado militar registrados durante las décadas de los años sesenta y setenta del siglo pasado en América Latina, como de la actual guerra de contrainsurgencia que libran tanto el régimen imperialista de Donald Trump como el dignatario brasileño contra los gobiernos progresistas de América Latina y de sus respectivos pueblos.
Para continuar con la oxigenación artificial del presidente bufo Guaidó encargado por Trump de la «presidencia venezolana», en contubernio con los halcones del pentágono, la ultraderecha venezolana procedió a la toma de sedes diplomáticas en Estados Unidos. Así, secuestró el consulado venezolano en New York y profirió la amenaza de la toma de la embajada en ese mismo país en franca violación tanto a la soberanía venezolana como al derecho internacional pisoteado constantemente por la potencia del norte. Sin embargo grupos de activistas y de ciudadanos, tanto venezolanos como norteamericanos en un acto de solidaridad, acudieron a las sedes diplomáticas venezolanas en Estados Unidos en su defensa para evitar la provocación de su toma por los grupos extremistas de la derecha.
Al mismo tiempo el presidente constitucional Nicolás Maduro denunció que Estados Unidos secuestró 5 mil millones de dólares que estaban destinados a la compra de insumos médicos constituyendo auténticamente esta acción un crimen de lesa humanidad. Este es verdaderamente el trasfondo de la llamada «ayuda humanitaria» que promueve Washington, sus gobiernos títere, organismos como la OEA y los integrantes del Cártel de Lima – que ahora se diversifica en el pro-yanqui y pro-mercado Foro para el Progreso y el Desarrollo (Prosur) creado el 22 de marzo en Santiago de Chile a instancias de algunos presidentes de ultraderecha: Chile, Colombia, Brasil, Argentina, Perú y Paraguay – construido también por Estados Unidos contra la revolución bolivariana y los demás gobiernos progresistas.
Todas estas acciones están dirigidas a asfixiar a la economía del país con el objeto de provocar un estado de caos y convulsión social que merme la legitimidad del gobierno bolivariano; introduzca fisuras y rupturas en las fuerzas armadas y adhiera a algunos sectores chavistas, descontentos con la situación económica, a la causa de la oposición apátrida.
En la medida en que el imperialismo va agotando su gama de opciones, junto a las agresiones ensayadas desde las guarimbas, el intento fallido de magnicidio del presidente Nicolás Maduro pasando por el golpe eléctrico y la sanciones-agresiones contra sectores y activos productivos del país, la nueva estrategia consiste en el intento de armar una coalición particularmente con los gobiernos derechistas de Brasil, Colombia y Chile para, desde allí, intentar atacar militarmente al país sudamericano, en una réplica de las acciones genocidas que Estados Unidos implementó – e implementa- en países como Libia, Afganistán o Siria. Sin embargo, a pesar de la enorme destrucción física y humana causada a esos países, el imperialismo estadounidense no logró enderezar la curva histórico-secular de su decadencia, que se va pronunciando, como hemos dicho en otras colaboraciones, con las acciones proteccionistas, restrictivas e irracionales impuestas por el régimen norteamericano bajo conducción de Donald Trump.
Pero con cada nuevo golpe lanzado por el imperialismo en el contexto de su guerra híbrida contra Venezuela – y contra toda nación que no se circunscriba a sus intereses totalitarios dentro o fuera del continente latinoamericano- todo indica que produce efectos adversos para su estrategia: no sólo consigue debilitar al gobierno a pesar de los estragos causados por su agresión, sino que, por el contrario, introduce nuevos elementos de cohesión tanto al interior de las Fuerzas Armadas bolivarianas, como en las propias filas populares.
No debemos suponer que la embestida norteamericana en curso contra Venezuela es de corto o mediano plazo. Se trata más bien de un plan permanente enmarcado en los límites que definen los objetivos de su estrategia y que se sintetizan en la caída del gobierno bolivariano y la imposición, a modo, de un gobierno conservador de ultraderecha gobernado por Washington y por el Fondo Monetario Internacional como ocurre en Argentina y próximamente en Brasil.
* Adrián Sotelo Valencia, profesor-investigador del CELA de la FCPyS-UNAM.
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