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Guerra económica y guerra mediática

Fuentes: Rebelión

Cuando el presidente Barack Obama anunció el cambio de política hacia Cuba, no anunció, concomitantemente, el cambio de objetivos. Estos son los mismos desde la lejana década de los sesentas: el derrocamiento del gobierno revolucionario. O, dicho en lenguaje políticamente correcto, un cambio de régimen. El silogismo es claro: si la metodología empleada hasta ahora […]

Cuando el presidente Barack Obama anunció el cambio de política hacia Cuba, no anunció, concomitantemente, el cambio de objetivos. Estos son los mismos desde la lejana década de los sesentas: el derrocamiento del gobierno revolucionario. O, dicho en lenguaje políticamente correcto, un cambio de régimen. El silogismo es claro: si la metodología empleada hasta ahora para derrocar al gobierno cubano no ha tenido éxito, cambiemos de metodología. O siguiendo las enseñanzas del primer Roosevelt, «hablad suavemente, pero empuñad un gran garrote».

Y se ve que, ahora mismo y en el caso de Venezuela, Obama sigue puntualmente el consejo de aquel Roosevelt. No hay declaración de guerra, no hay amenazas de intervención militar directa. Sólo palabras de preocupación por la salud de la democracia y de los derechos humanos en Venezuela.

Pero esas suaves palabras se ven acompañadas por la intensificación de la guerra económica, de la subversión política, del financiamiento descarado de la oposición ligada orgánicamente a Estados Unidos. Y por los intentos hasta ahora fallidos por lograr el aislamiento internacional de Venezuela.

Este aislamiento, desde luego, es muy difícil. Porque desde los tiempos del presidente Chávez y gracias a la visión e impulso de éste, Venezuela supo tejer una red de relaciones políticas y económicas que hacen muy dificultoso el aislamiento de Caracas. Los viejos tiempos de la absoluta hegemonía de la Organización de Estados Americanos (OEA), siempre al servicio de los designios imperiales y guerreristas de Estados Unidos, no existen más. Hoy son varios los organismos y agrupaciones de países ajenos y hasta opuestos al dominio y al injerencismo de Washington que auspician y dan materialidad a la integración económica y política de las naciones al sur del río Bravo: la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), el Mercado Común Sudamericano (Mercosur) y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba).

Si los intentos de aislamiento no han funcionado, tampoco es fácil acudir al expediente del golpe de Estado. Un intento en este sentido, suponiendo que fuera exitoso en su primeros momentos, desataría de inmediato el repudio de aquellas organizaciones y de los países a ellas afiliados. Y sin aval latinoamericano y caribeño no hay ni las mínimas garantías de consolidación del golpe.

Queda, desde luego, el recurso del magnicidio. Pero tanto en este caso como en el del golpe militar, no existe el factor sorpresa. Maduro y la dirección revolucionaria están avisados de ambos peligros. Y es de suponerse que habrán tomado ya las medidas precautorias pertinentes. Y como lo ha probada la muerte de Hugo Chávez, la ausencia del líder no garantiza el derrumbe del gobierno revolucionario.
Por eso están en curso la intensificación de la guerra económica y de la guerra propagandística. Ambas han sido ampliamente ensayadas durante décadas. Cuba sería el mejor ejemplo de esos dos tipos de agresión imperial. Y si en la isla caribeña no tuvieron éxito, hay que reconocer que sí lo alcanzaron en el caso chileno y, un poco más tarde, en Nicaragua. No hay, consecuentemente, lugar para el engaño. Las actuales dificultades económicas que afronta ahora Venezuela y su magnificación mediática son resultados netos de esa guerra económica y propagandística, y no de fallas en el sistema económico, por más que éstas existan, como en cualquier país.

Esos dos tipos de guerra de las que es testigo el planeta, tienen como objetivo último producir el hartazgo ciudadano y lograr en las urnas el anhelado derrocamiento del gobierno bolivariano. La apuesta tiene sentido. Ya veremos si la pueden ganar, lo que tampoco es fácil. Pero, por lo pronto, conviene no dejarse engañar sobre las razones y el origen de los actuales problemas económicos de Venezuela.

www.miguelangelferrer-mentor.com.mx [email protected]

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.