Alguna vez prometí -no recuerdo si sobrio o no- contar la génesis de Telesur. El problema radicaba -cuando hice esa promesa- en que a Telesur le habían salido tantas madres y padres que dejaban como falsa aquella sentencia de mater sempre certa … Es que ni siquiera puedo hablar del nacimiento de Telesur, sin faltar […]
Alguna vez prometí -no recuerdo si sobrio o no- contar la génesis de Telesur. El problema radicaba -cuando hice esa promesa- en que a Telesur le habían salido tantas madres y padres que dejaban como falsa aquella sentencia de mater sempre certa …
Es que ni siquiera puedo hablar del nacimiento de Telesur, sin faltar a la verdad. Porque Telesur ni siquiera existía en nuestras calenturientas mentes. Lo del nombre digo. Pero la idea sí, claro, a pesar de lo extraño del reconocimiento de paternidades -cosa que me han dicho-, no es común en nuestro continente, salvo en las telenovelas.
Resulta que al gremio de periodistas de Cuba, allá por noviembre de 2000, se le dio por rescatar la Federación Latinoamericana de Periodistas (Felap), y organizó un congreso en La Habana. Y al mismo concurrimos «apenas» unos 450 periodistas y comunicadores sociales de toda América, incluidos compañeros de Estados Unidos y de Canadá.
En ese congreso confluimos mucha gente, entre ellos los que nos habíamos desencontrado durante demasiados años. Y los desayunos del hotel Palco -y las sesiones y conversaciones de pasillo en el Palacio de Convenciones- sirvieron para reanudar viejas complicidades y amistades. Fue tanto el trabajo, que Compay Segundo no cantó al final del congreso: todos querían hablar aunque algunos insistíamos que no había nada más importante que escuchar, por primera y última vez en vivo, al veterano sonero.
Pero allí estaban los anfitriones Tubal Páez y Pepe de los Santos para ponernos en el orden del día, en una reunión tan formal como informal, donde Fidel se despachó en los pasillos con informaciones y declaraciones que sorprendieron a muchos, entre ellos los argentinos Quique Pesoa, Ana de Skalom y su consorte Miguel Bonasso (con éste habíamos compartido en 1973 la experiencia de Noticias, en Buenos Aires).
Allí recomenzamos a recitar nuestros argumentos de la necesidad de una integración comunicacional pero, en realidad, lo que hicimos, durante horas y horas los cuatrocientos y pico de periodistas fue repetir un diagnóstico de la información y la comunicación en América Latina.
Al final del Congreso, y mientras Compay Segundo dormía en los bancos, era hora del cierre de Fidel. Pasada la medianoche, casi todos estábamos reventados: cansados y semidormidos, cuando sin consideración ninguna, el presidente cubano nos despertó con una frase que yo recuerdo que sonaba como esta: «ustedes se pasaron tres días haciendo diagnósticos sobre nuestra realidad a nivel comunicacional, hablando de revolución. De ese tema, compañeros, nosotros sabemos casi todo… Pero ninguno de ustedes hizo
alguna propuesta… a nadie se le ocurrió, por ejemplo, crear una CNN latinoamericana…»
Logró semidespertarnos, y muchos le respondimos con una larga carcajada: ¡qué ocurrencias tiene este Fidel!
Un parto de nueve meses
Uno, que llevaba ya más de cuatro décadas escuchando los discursos de Fidel, sabía que no da puntada sin hilo. Apenas finalizado el congreso hablamos sobre el tema con varios compañeros y, en semanas posteriores comenzamos a analizar la provocación de Fidel.
Anita, Miguel, Marcelo Larrea, Quique Pesoa, Beto Almeida. Muchos creían que había sido una estratagema de Fidel para hacernos reaccionar, y nada más. Pocos creímos que era un puntapié que nos daba a aquellos que seguíamos creyendo en la necesidad de una integración comunicacional, en darle voz a quienes nunca tuvieron voz, en la necesidad de asaltar los medios masivos, entrar de lleno en la batalla cultural con algo más que un lanzapiedras.
Y comenzó la tarea: demostrar que era posible volver realidad ese viejo sueño, de tener un canal de televisión latinoamericano, que trascendiera los proyectos de intercambio de información y/o contenidos, y que sirviera realmente como alternativa al mensaje hegemónico. Y comenzaron las consultas, con cineastas, gente de televisión, intelectuales -en especial un entusiasta Eduardo Galeano-, periodistas, economistas y administradores, dirigentes de movimientos sociales… Pocos aportaron algo más que una sonrisa perdonavidas.
Comenzamos las labores de definición conceptual y de realización del proyecto con los pies sobre la tierra. Comenzaban a sembrarse las semillas de la nueva América Latina y, paralelamente, a disminuir los precios de la tecnología. Hubo necesidad de adelantar muchas definiciones conceptuales, programáticas y también tecnológicas. En lo conceptual estuvieron respaldando Ana de Skalom y Beto Almeida y en lo tecnológico y financiero trabajando intensamente con Ricardo Font, mi socio en el mensuario Question, sumando la colaboración de Juan José Feler y de Carlitos Rodríguez en lo que respecta a transmisiones y tecnología.
Y el proyecto primario estuvo listo y tuvo su primer nombre: TodaméricaTV. Algunos funcionarios de varios países lo archivaron en sus gavetas burocráticas, otros -incluso amigos europeos- se rieron en nuestras caras por perseguir una utopía, y otros más, cuando vieron que la idea iba ganando adeptos y hasta podía convertirse en realidad, intentaron adueñarse del mismo.
Tres años después de ir conceptualizando el proyecto de la televisión masiva, latinoamericana y latinoamericanista, tarea de investigación y creación, comenzamos a trabajar la idea con Jesse Chacón, que era director de la venezolana Comisión Nacional de Telecomunicaciones y luego ministro de Comunicación e Información.
En la Cumbre del Grupo de los 15, a mediados de 2003, el presidente venezolano Hugo Chávez manifestó a sus pares la necesidad de tener medios de comunicación del Sur e instó a formar televisoras en Sudamérica. Y siguieron más seguido mis reuniones con el presidente venezolano, segundo enamorado de la propuesta.
Desde allí se sucedieron reuniones con Chávez y Chacón, el primero decidió aupar el proyecto, creo, sobre todo, porque la gente que lo presentaba eran profesionales con vocación integradora y que habían ganado su credibilidad. Y fuimos buscando «cuadros» para el proyecto y, por ejemplo, creímos en que era acertado ofrecerle la dirección de Información a un joven que se había formado profesionalmente en el Norte, Andrés Izarra.
Incluso, hasta cuando comienza a materializarse el proyecto tras el decreto de creación de La Nueva Televisión del Sur el 28 de enero de 2005, la idea era de una pequeña televisora que iba a ir creciendo poco a poco. Y aquí, cabe reconocerlo, contamos con la ayuda de compañeros cubanos, quienes «se fajaron» con nosotros en toda la etapa del parto.
Izarra ya no era el desempleado del canal RCTV, quien renunciara cuando el golpe de Estado contra Chávez: ya era ministro de Información y Comunicación, y desde allí comenzaba a montarse en el proyecto, ahora como primer presidente de la empresa que debía ser una multiestatal latinoamericana. En el primer directorio estuvieron aquellos que comenzamos esta historia: Ana de Skalom, Ricardo Font, Beto Almeida, Jorge Enrique Botero (un periodista colombiano que puso en marcha el departamento de Información), y se sumó Ovidio Cabrera, en representación del Instituto Cubano de Radio y Televisión.
Comenzaba como empresa venezolana, para ir buscando su horizonte de empresa multiestatal latinoamericana. Comenzábamos a caminar hacia la utopía. Habíamos logrado volver realidad el sueño de muchos compañeros que lucharon (fueron presos, desaparecidos, torturados, asesinados) por él. Comenzábamos a vernos con nuestros propios ojos.
Nos pusimos a trabajar en la planta física, a estudiar la programación y cómo conseguirla, en la creación de la imagen de Telesur con los compañeros de Casa Cuatro (el nombre que sugiriera Chávez fue Tevesur), en fin; la «invención» de esta nueva televisora.
El 24 de mayo de 2005 habíamos logrado concitar tanta expectativa que debimos poner en el aire una señal de prueba. El 24 de julio, con la primera reunión del Consejo Asesor, lanzamos nuestra señal al aire, y el 31 de octubre del mismo año comenzamos a transmitir las veinticuatro horas desde nuestros propios estudios. En nueve meses parimos Telesur.
El 10 de septiembre de 2013, ocho años después del parto, Eduardo Galeano comentaba en su última visita a Caracas: El proceso bolivariano podrá dejar muchas experiencias valiosas e incluso un sinnúmero de enseñanzas para la historia, pero seguramente uno de los hechos que sí pasará a la historia es la creación de Telesur.
A diez años del parto y a siete de mi alejamiento del proyecto, conservo la carpeta que recorrió durante demasiados meses pasillos y escritorios, con el proyecto de la televisión latinoamericano-caribeña (carpeta de la que solía hablar Izarra)… con las acotaciones en rojo de Chávez…
Telesur, la revolución y después
Telesur fue uno de los proyectos más importantes en la última década en América Latina y el Caribe, apadrinado por la Revolución Bolivariana y por el presidente Hugo Chávez. Constituyó la primera tentativa seria de liberación audiovisual y de descolonización mediática, quizá no solo en América latina. En esta su primera década han surgido m uchas interrogantes y debates sobre este proyecto revolucionario -que se acentuaron en las últimas semanas por las redes sociales-, que tratamos de esbozar a continuación:
-Telesur surgió como un proyecto estratégico orientado a contrarrestar el mensaje hegemónico del Norte mediante la creación de un canal multiestatal latinoamericano. La idea era cristalizar aquel sueño acariciado durante años por periodistas y trabajadores de la cultura de la región, de ofrecer la imagen y la voz de América Latina a todo el mundo, y, a la vez, ver el mundo desde una perspectiva propia.
-Por primera vez se gestaba un espacio público multiestatal en televisión para difundir una realidad latinoamericana que era, en buena medida, invisibilizada, ocultada, ninguneada o minimizada por los grandes medios de comunicación de los países desarrollados e incluso por los medios comerciales de la región.
-Como señal alternativa (al mensaje hegemónico) nuevos actores se fueron sumando a la pantalla, y aquellos que durante muchos años no habían tenido voz ni imagen comenzaron a informar y ser informados.
– Una de las ideas fundadoras es que Telesur pudiera tender puentes entre los pueblos del continente. Como decía un documento del canal: Vernos es conocernos, conocernos es respetarnos, respetarnos es aprender a querernos, y querernos es el primer paso para integrarnos. Si la integración es el propósito, Telesur es el medio.
-El proyecto de Telesur no trataba de hacer una CNN latinoamericana o de izquierda sino de revolucionar la televisión, con rigor periodístico, veracidad, calidad y entretenimiento, información y formación de ciudadanía. Y, junto al proyecto de la televisora, transitaba otro que considero más importante: la Factoría Latinoamericana de Contenidos, que garantizara contenidos nuevos, -que partieran de la premisa de vernos con nuestros propios ojos- para Telesur y todas las televisoras que fueran surgiendo. ¡Ese proyecto sí que era (y es) imprescindible! Hoy, los procesos de democratización de la comunicación en nuestros países han permito el surgimiento de nuevas frecuencias… que, en general, repiten los mismos contenidos del enemigo.
-Los documentos preparatorios de la televisora multiestatal investigaban sobre la identidad (diversa, plural) de los latinoamericanos, e identificaban algunas peculiaridades: la informalidad del latinoamericano, el uso coloquial del lenguaje y su sentido transversal del humor.
-Telesur demostró que sí podíamos hacer una televisora de alcance masivo, que mostrara nuestra idiosincracia, nuestras realidades, nuestras luchas, nuestros anhelos. Que nos mostrara tal cual somos, en toda la inmensidad de la diversidad étnica y cultural, en toda la pluralidad de la región. Lamentablemente el alcance de Telesur estuvo limitado por ser un canal satelital y haber optado por ser una señal eminentemente informativa: su llegada, que amenazaba a ser masiva, lamentablemente se vio frustrada por estas problemáticas y quizá, por el desinterés o la falta de conocimiento para solucionarlas.
-Quien más debió adaptarse a estos mensajes alternativos, fue CNN en español, que después de 10 años de ocultamiento e invisibilización de negros, inidios y movimientos sociales, debió comenzar a cambiar su agenda, porque dejaba de ser el transmisor del mensaje único (transmitió la ceremonia indígena de asunción presidencial de Evo Morales, no pudo ignorar los golpes de estado en Honduras ni Paraguay, etc, etc) .
-Un funcionario de Telesur señalaba que el canal tenía una audiencia de más de 460 millones de personas… potencial. Es difícil saber (por ser retransmitido por cableras) la cantidad real de gente que ve un canal que, al ser eminentemente noticioso, es fácil víctima del zapping y poco propenso a lealtades permanentes, más allá de los convencidos políticos y los que siguen un programa específico. Telesur es difundida por cuatro canales UHF en Venezuela, cinco en Ecuador, 13 canales de satélite y una docena de cable. A veces llega a través de operadoras transnacionales por suscripción.
-Varios periodistas fundadores de Telesur han señalado las siguientes realidades:
a) falta convicción sobre qué significa democratización, sobre cómo garantizar la democratización de la palabra y la imagen, para que todos sean protagonistas, sin necesidad de intermediarios; b) una agenda informativa es reactiva a la generada por los medios hegemónicos (y por ende dependiente de la agenda del enemigo); c) si la mayor parte de las imágenes de los noticieros son producidas por dos trasnacionales de la información, difícilmente se puede en agenda imágenes de los hechos que involucran a nuestros pueblos, nuestros movimientos; d) se prefiere seguir el formato de dar cobertura a los presidentes, pero no así a los pueblos; e) debió servir para rescatar la memoria de nuestros pueblos, no solo con documentales nostalgiosos y denunciativos, sino para saber hacia dónde caminamos. Un pueblo que no sabe de dónde viene difícilmente sepa hacia dónde ir.
-Muchas veces se pierde de vista quiénes deben ser los sujetos, los protagonistas de nuestras historias, y en la loca idea de competir (insertos en una dinámica capitalista) se sigue la agenda informativa de los medios hegemónicos. A los movimientos sociales no se los promueve entrevistando a dirigentes, sino explicando cómo funciona, cuál es su lucha. Dándole voz e imagen a los verdaderos protagonistas, haciendo una televisión democrática, donde puedan expresarse todos, no solo los representantes. Donde la gente se sienta identificada con las historias que se narran. Una televisión protagónica-popular, diría Chávez.
-Telesur no aplicó su propia fórmula de vernos con nuestros propios ojos para poder ser reflejo, espejo de nuestra gente, y sigue imitando el formato anglosajón de vestimenta y discurso. En cambio en CNN en español, los presentadores aparecen hoy en mangas de camisa, conversan la información y hasta se dan el lujo de incrustar algún dejo de humor, rescatando nuestra investigación sobre la informalidad del latinoamericano, el uso coloquial del lenguaje y su sentido del humor.
-Muchos «expertos» llegaron a ofrecer su asesoramiento (quizá atraídos por la posibilidad de acceder a petrodólares), pero casi siempre con la idea de que comunicación alternativa significaba comunicación marginal, y Telesur lo que apostaba era masificar los mensajes, para que estos pudieran llegar a las grandes mayorías. Disputar hegemonía. Algunos llegaron de buena fe, otros para impedir que el proyecto fuera realidad. Quizá creían que aquello que ellos no pudieron, supieron o quisieron hacer en Europa, no debía hacerse en estos países subdesarrollados… Las presiones sobre Chávez fueron fuertes. Y ahora sobre Maduro.
-Un Comité de Asesores, con interesantes propuestas, fue desmantelado para darle cabida a asesores y capacitadores de empresas comerciales europeos, con enormes costos y pérdida del sentido real de la televisora.
-Sin dudas, el proceso de digitalización de la televisión en nuestros países puede ayudar a que Telesur sea incluido en las plataformas de TV digital, lo que puede hacer que el canal gane más audiencia, pero sería más importante que los nuevos canales dispongan de los contenidos de Telesur (y de muchas otras televisoras de la región) para difundir, superando las vallas capitalistas de los derechos de emisión. Y que Telesur aproveche ese acervo audiovisual que se va creando para convertirse, como era lo previsto, en una ventana importante para la difusión de contenidos latinoamericano-caribeños.
-Telesur no es una cadena, como suelen decir los medios hegemónicos, es una señal que debió responder a una empresa estatal latinoamericana, que se fue burocratizando, al insistir en la copia de modelos, en sustituir el consejo asesor por el costoso asesoramiento de empresas capitalistas europeas, en confundir línea editorial con consignas …
– Incluso, el equipo que se formó en el inicio, con mística telesureña, fue desmantelado y sustituido por profesionales de medios privados, que trajeron su cultura, sus vicios y su desinterés por el proyecto.
– El «temor» de que se convirtiera en un medio propagandístico existió desde antes de la salida del canal, cuando presentábamos el proyecto en curso en distintos foros. El congresista republicano de Florida, Connie Mack, se ha atrevido a calificar a Telesur de «amenaza para Estados Unidos» porque, según él, «trata de minar el equilibrio de poderes en el hemisferio occidental», antes que el canal emitiera su primera programación. Y la Cámara de Representantes no dudó en aprobar, el 20 de julio de 2005, una enmienda que autoriza al Gobierno a «iniciar transmisiones de radio y televisión que ofrezcan a los venezolanos una fuente de noticias precisa, objetiva y completa», demostrando así una arrogancia colonial descomunal
-Obviamente, el proyecto original no daba lugar a que se convirtiera en un canal propagandístico ni que sirviera a la agenda política de ningún gobierno. Pero, atrapados en el síndrome de plaza sitiada, sin duda su conducción no equilibró la información de cada país de la región, y muchas veces fue más un canal de Venezuela para el exterior, que una señal latinoamericana y latinoamericanista.
-Todo medio tiene una línea editorial, sea un medio estatal, público, privado, popular. Ningún medio es objetivo, ni imparcial ni neutral, aunque muchas veces se trasvista, se disfrace de objetivo para imponer sus intereses políticos, económicos y/o religiosos. Telesur también tenía su línea editorial bien definida, pero el no entender bien qué significa la batalla de las ideas, muchas veces lo llevó a ser más consignero, propagandístico, de lo que debiera. En todo medio, los jefes son quienes deciden qué temas se cubren, cuáles son los enfoques, cuáles las fuentes a consultar. No hay demasiada posibilidad de proponer temáticas diferentes, cuando la agenda no es propia, sino básicamente reactiva, contestataria de la agenda hegemónica.
-No existe una sola visión, una sola lectura. Pero sí una decisión de ver a Latinoamérica con ojos latinoamericanos, a visibilizar los procesos que vivían (y viven) nuestros pueblos, a contextualizar la información, a tener una mirada alternativa -contrahegemónica- a la de los medios comerciales, a las televisoras y agencias europeas y estadounidenses, al mensaje y la imagen únicos, en el camino de construir una nueva hegemonía, como adelantaba Antonio Gramsci. Lamentablemente, el discurso internacional está lleno de consignas, de golpes bajos a los sentidos y carece de racionalidad, debate de ideas, construcción de nuevas subjetividades e imaginarios que ayuden a la construcción de nuevas democracias, nuevas sociedades.
-Durante décadas los latinoamericanos nacionalistas y/o de izquierda nos dedicamos a la denuncia perpetua. Logramos doctorados en denunciología y lloriqueo. Pocas veces mostramos alternativas a las imposiciones de los regímenes neoliberales: nos conformamos con denunciar, asumirnos como víctimas. En los últimos años esto va cambiando. Ahora, en muchos de nuestros países, el ciudadano pasó a ser sujeto de política (ya no objeto), consciente de sus derechos, y va asumiendo la necesidad de pasar de la etapa de más de 520 años de resistencia, a una etapa de construcción de nuevas sociedades basadas en una democracia participativa, donde el ciudadano sea el protagonista.
-Y no mostrar estas realidades es el pecado. Hay mucho para informar, sobre lo que hacemos, lo que planeamos, lo que construimos, lo que soñamos. Existe la urgencia de imponer una agenda informativa y política propia, sin perder el tiempo en reaccionar permanentemente a las campañas del enemigo. Ser reactivo y no proactivo le da enormes ventajas al enemigo, que es quien impone la temática y las reglas del juego. Ser reactivo es ser cómplice del enemigo.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.