La radio y la televisión emiten sus ondas y sonidos. Los edificios y los muebles también. Las vigas de madera crujen a cualquier hora. Los tejados metálicos resuenan al dilatarse con el calor o al contraerse con el frío. Una salamanquesa sobre un ladrillo al sol tiene su latido. Una piedra también tendrá su sonido, […]
La radio y la televisión emiten sus ondas y sonidos. Los edificios y los muebles también. Las vigas de madera crujen a cualquier hora. Los tejados metálicos resuenan al dilatarse con el calor o al contraerse con el frío. Una salamanquesa sobre un ladrillo al sol tiene su latido. Una piedra también tendrá su sonido, aunque sea más tenue, más lento. Los salmones, que vuelven para reproducirse y morir en su lugar de origen, forman sonidos, mezclados con el agua, nadando contra la corriente.
El tráfico urbano activa el sonido de sus bocinas y tubos de escape. Las fábricas y los talleres poseen su propia maquinaria veloz, sus ruidos peculiares y la voz del jefe. Las ambulancias, además de sonido, producen un singular efecto Doppler con sus sirenas. Los aviones militares que bombardean calles y edificios generan sus sonidos y algunos de estos aparatos incluso son capaces de romper la barrera del sonido.
Dos manos que se estrechan son un sonido. Dos cuerpos que se abrazan y se rozan son otros sonidos. El día tiene sus sonidos y la noche otros. Caminar por una calle oscura tiene sus sonidos. Las suelas de los hombres pueden marcar su propio ritmo nocturno. Las pisadas de las mujeres son más rápidas, dependiendo del eco del calzado masculino. Si el hombre acelera, la mujer también. A veces se oye a una mujer que atraviesa el asfalto y cambia de acera para evitar la presencia de los hombres y su violencia sorda, pero sonora y constante.
Cuando las mujeres alzan la voz para denunciar la violencia que sufren, a muchos hombres les parece un ruido molesto, alteraciones de un silencio privilegiado, igual que a la gente de buenos modales le irrita el sonido de las manifestaciones. Sonidos y sonidos. El gol de un partido de fútbol profesional se transforma en unos sonidos y otros sonidos se convierten en una canción de Lhasa de Sela: «La route chante, quand je m’en vais. Je fais trois pas, la route se tait». Cada sociedad tiene sus miedos, con sus sonidos y silencios. Entre las grietas se escucha esa melodía tan común que crea la soledad sonora.
Publicado en: https://www.diagonalperiodico.net/culturas/27999-sonido-del-miedo.html