El presidente Rafael Correa se ha colocado como una opción política capital para el desarrollo y continuidad del proyecto político inaugurado en 2007: si Correa no se presenta en las próximas elecciones presidenciales de 2017, ¿corre algún riesgo ese proyecto? Sí y no, dadas las condiciones, tradiciones, cultura y experiencia política nacional. En la lógica […]
El presidente Rafael Correa se ha colocado como una opción política capital para el desarrollo y continuidad del proyecto político inaugurado en 2007: si Correa no se presenta en las próximas elecciones presidenciales de 2017, ¿corre algún riesgo ese proyecto? Sí y no, dadas las condiciones, tradiciones, cultura y experiencia política nacional.
En la lógica liberal (a la cual han plegado los más «izquierdistas» de Ecuador) la alternancia es el pilar supremo (supuestamente) de la democracia. O sea, sin alternancia no habría democracia y, con ella, aunque sean de la misma línea política e ideológica, tendríamos un mundo más justo y hasta equitativo.
El asunto de fondo es que en nuestro país -con toda la oposición fragmentada y hasta peleada entre sí- no es la alternancia o la continuidad. Para derechistas e izquierdistas puros, incluidos los medios privados y comercialistas, el problema se llama Rafael Correa: no lo soportan porque es el responsable de haber cambiado la correlación de fuerzas, haber desplazado al bloque económico y político de poder y, por qué no, haber derrotado a los poderes fácticos, no sólo en su protagonismo, sino también en el rol simbólico de la sociedad que quisieron conservar como patrimonio privado.
Ahora, cuando se ha propuesto que la enmienda constitucional para la postulación indefinida se haga efectiva a partir de 2021, ¿cómo se asume el nuevo escenario sin Correa como el protagonista central del escenario electoral? ¿Dónde quedan los discursos de que hay un deseo acérrimo de perennizarse en el poder y, por lo tanto, una campaña en contra porque del otro lado hay demócratas que sólo quieren un período para sus cargos? Jaime Nebot, Cynthia Viteri, Andrés Páez, Lourdes Tibán, entre otros, se han reelegido y jamás han dicho que con ello la democracia entró en riesgo o perdió legitimidad. ¿Todos ellos protagonizaron vicios como los que denuncian cuando una persona permanece más de un período en la función?
Evidentemente, en este nuevo escenario hay también un organismo político (el movimiento Alianza PAÍS) con unos retos y desafíos poderosos. En 2017 cumpliría 10 años al frente del gobierno, con mayoría en el poder legislativo y una presencia enorme en los gobiernos locales. Y, por lo mismo, con toda la experiencia y las complejidades propias del ejercicio político, tiene la obligación de reinventarse desde su matriz, generar procesos internos para producir los nuevos bienes políticos para el futuro próximo inmediato.
Como dije hace un año: a quienes ahora abogan por el liberalismo más extremo habría que recordarles que fue Alexander Hamilton (padre del liberalismo norteamericano y creador del Partido Federal de Estados Unidos, primera organización política de la historia de ese país) el autor de esta frase: «No existe nación que no haya experimentado la absoluta necesidad de hombres particulares en situaciones particulares, para la preservación de su existencia política».
Y, como colofón, también hay que tomarse tiempo para reflexionar del rol jugado por Correa en estos años. Más allá de los odios y venenos de los opositores para referirse a él (por todo lo ya dicho antes), habrá que destacar su personalidad, autenticidad, pensamiento y estilo para saber hasta dónde ha generado un proceso político, con una identidad determinante, con una pedagogía política singular. ¿Será posible la continuidad sin su personalidad, sello y peso específico en la política?