Ahora tenemos relojes digitales, pero antes no existían, aunque también vivían su tiempo. En el primer día de la gran Revolución -nos cuenta Walter Benjamin- se pusieron a disparar a los relojes por las calles de París. Querían detener el tiempo y establecer un nuevo calendario, una nueva época, que para eso hacían la revolución. […]
Ahora tenemos relojes digitales, pero antes no existían, aunque también vivían su tiempo. En el primer día de la gran Revolución -nos cuenta Walter Benjamin- se pusieron a disparar a los relojes por las calles de París. Querían detener el tiempo y establecer un nuevo calendario, una nueva época, que para eso hacían la revolución.
En ocasiones el calendario avanza, pero el año ha dejado de existir. Así fue, por caso, cuando nos enteramos de la muerte de Rafael Chirbes o de Elena Asins, que dejaron la orilla de este marjal. Y sí, podemos decir que acabamos el año 2015, pero desconocemos cuándo empezó. A veces parece que comenzó en 1936, como en la foto de esos zapatos que han desenterrado en una fosa común con cadáveres sin identificar. O parece que se inició un día de 1978, con unos pactos que todavía nos atan con gestos acartonados e hipocresías. O quizá en 1989, cuando se derribó un muro en Europa y se globalizó la única forma de pensar en un mercado libre. O tal vez fue en 2007, con el calendario de las casas arruinadas, las hipotecas bancarias y los desahucios que este año y el que viene seguirán.
El año 2015 ha sido muy largo, porque parte de él empezó hace más de un siglo, quizá más de dos siglos, cuando los cambios industriales del capitalismo llevaron al cambio climático de origen antropogénico que nos afectará este año y varias décadas más, a pesar de que las élites firmen pactos sin compromisos y viajen sin parar en aviones que dejan toneladas de emisiones en la atmósfera. Y tampoco sabemos en qué siglo empezaron el machismo y la homofobia que han penetrado en nuestros cuerpos y nuestro lenguaje durante estos últimos doce meses. En este año habrá habido muchas vidas de las que casi no tenemos conocimiento, como Miren Peña, que murió sin ser portada de periódico, ni trending topic. Poco sabemos de la enorme cantidad de población refugiada e inmigrante que pide ayuda ante las alambradas y cuchillas de nuestros Estados.
Hay formas perversas de relacionarse con el tiempo, como ese hombre que asesinó a su mujer y, tras ser detenido, confesó: «Sé que me van a caer 15 años de cárcel, pero he acabado con el problema». El odio machista, homófobo, xenófobo, racista y clasista sigue marcando nuestro tiempo y nuestros calendarios. En la película Sicario dice Alejandro desde su violencia: «Estás preguntándome cómo funciona el reloj. De momento, tú sólo mira la hora». Ya no se dispara a los relojes, ni sabemos cómo funcionan. Sólo miramos la hora en una carrera contrarreloj que no lleva a ninguna parte.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.