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Apuntes sobre la dialéctica hegeliana del ser

Fuentes: Rebelión

«La pura luz y la pura oscuridad son dos vacíos que son la misma cosa» G. W. Hegel. Ciencia de la lógica Tanto en la Enciclopedia de las ciencias filosóficas como en la Ciencia de la lógica, Hegel trató el tema de la relación entre el ser y la nada. La forma y la conclusión […]

«La pura luz y la pura oscuridad son dos vacíos que son la misma cosa»

G. W. Hegel. Ciencia de la lógica

Tanto en la Enciclopedia de las ciencias filosóficas como en la Ciencia de la lógica, Hegel trató el tema de la relación entre el ser y la nada. La forma y la conclusión que subyace en ambas obras serán fundamentales no sólo para comprender su obra posterior, sino también para establecer un diálogo crítico acerca de la existencia en el terreno de la metafísica 1 . Sobre la relación entre la nada y el ser, me propongo abordar aquí algunos de los elementos que considero más importantes de la doctrina del ser contenida en la Ciencia de la lógica. Pero, cabe hacer notar, seguimos un procedimiento quizá poco ortodoxo, aunque de clara inspiración hegeliana: el fin arroja luces particulares sobre el origen y sobre el proceso mismo. De ahí que estas anotaciones no sigan el curso de una exegesis de las notas de la Ciencia de la lógica tomadas aisladamente, sino de una hermenéutica a la luz del sistema hegeliano en su totalidad.

Dialéctica del ser y de la nada

El ser, como instancia inmediata, es decir, en tanto que instancia directa, sin mediaciones, carente de cualquier determinación, es la abstracción pura. Carece, así, de todo rasgo distintivo, de todo atributo, de cualquier carácter entitario. Como sujeto, el ser se eleva por encima de cualquier predicado, no es posible calificarlo más que como vacío de cualquier nota constitutiva. Pero al ser vacío, al carecer de contenido, el ser se asemeja a la nada. La ausencia de determinación es tal, que la identificación entre ser y nada es prácticamente completa 2 .

Pero a la vez, la nada y el ser son distintos. La nada niega al ser porque es su contrario: es no-ser. De ahí que el carácter negativo de la nada, imposibilite a ésta ser principio genético del movimiento. Es por ello que a la pregunta sobre el ser y la nada, como la cuestión heideggeriana a la que aludíamos antes, debiera buscarse una respuesta desde el ámbito del ser y no desde el ámbito de la nada. La nada es pasividad absoluta en relación a la absoluta pasividad del ser; en éste anida la potencia del movimiento engendrado por su posición frente a la nada.

Por eso, la nada tiene en el sistema hegeliano un carácter eminentemente necesario. La nada, de hecho, está ya implícita en el ser, al carecer éste de determinaciones que le doten de contenido, es decir, de caracteres que anulen el vacío que dicho ser abstracto es. De esta manera, la nada es la negación directa del ser y es la instancia que posibilita el movimiento por ser, precisamente, negación del ser. De la «unión» entre la nada y el ser o, más bien, de la convergencia de sus contradicciones, proviene el devenir.

El hecho de que el ser y la nada son a la vez lo mismo y lo diferente, se explica por el hecho de que la unión del ser y la nada es, ante todo, convergencia, y, luego, hecho dinámico, movimiento: «la verdad [del ser y la nada] no es su indistinción, sino el que ellos no son lo mismo, sino que son absolutamente diferentes, pero son a la vez inseparados e inseparables e inmediatamente cada uno desaparece en su opuesto . Su verdad, pues, consiste, en este movimiento del inmediato desaparecer de uno en otro: el devenir; un movimiento donde los dos son diferentes, pero por vía de una diferencia que al mismo tiempo se ha resuelto inmediatamente» 3 .

Configuración teleológica del ser

El fin, o la finalidad, tiene una doble función en todo proceso genético. Por una parte, es realización del sujeto, es decir, culmen de su proceso de desarrollo racional, y es, por otra parte, mostración efectiva de las posibilidades de desarrollo del sujeto, que antes sólo estaban latentes y ocultas. De esta forma, es sólo en la superación de la contradicción entre el ser y la nada, en el devenir, que el ser como tal se muestra. La mostración del ser es así retrospectiva. Es sólo desde un marco exterior que el ser como tal aparece. Ese punto de vista externo es el sujeto.

Acerca de esto Hegel sostiene que la diferencia entre el ser y la nada «es completamente vacía y cada uno de los dos es de la misma manera lo indeterminado; la diferencia por lo tanto no subsiste en ellos mismos, sino sólo en un tercero, en el entender. Pero el entender es una forma de lo subjetivo, ajena a esta esfera de la exposición. Sin embargo el tercero, donde el ser y la nada tienen su subsistir, tiene que presentarse también aquí; y se ha presentado también aquí, porque es el devenir […] Este tercero es otro distinto de ellos; [decir que] ellos subsisten sólo en un otro, significa a la vez que no subsisten por sí» 4 .

En otras palabras, el ser sólo se realiza de forma plena configurándose retrospectivamente. Es desde algo más allá de si, desde su superación dialéctica, que el ser en cuanto tal puede ser captado. Pero ese momento es ya una manifestación externa y posterior al ser en cuanto tal. Es ya momento de realidad en que el ser deja de ser y, por tanto, de ser nada. Es su devenir: la existencia.

Existencia y sujeto

La presencia del ser como existencia deriva en la constitución de distintos organismos cuyo grado de diferenciabilidad puede verse a la luz de las posibilidades que cada uno de ellos tiene de desarrollar una conciencia. Solamente desde el desarrollo de esta conciencia es que el ser en cuanto tal puede ser captado. El ser y la existencia se presentan así como pares de dependencia mutua. La existencia muestra al ser a través del sujeto, que es el ente que logra captar al ser por el desarrollo de su conciencia. A su vez, el sujeto no es sino forma de concreción del ser.

Si el sujeto se presenta entonces como la instancia necesaria para la captación del ser y su posterior reconocimiento y des-enajenación, puede decirse que el puro ser que es abstracto, que es ser, encuentra en una instancia contradictoria a sí, en un ente, en una finitud, el punto necesario para realizarse. La relación entre infinito y finitud se encuentra entonces establecida; apareciendo aquí como expresión de entidades propias de la lógica pero que en su momento se traducirán en cierta forma de interacción de categorías políticas (sobre todo en los Principios de filosofía del derecho y en la Filosofía de la historia).

La existencia en la que el sujeto reconoce como tal al ser será, más adelante, el plano de la historia en donde el ser humano encarna la voluntad del espíritu absoluto. Si bien ese plano del reconocimiento del ser que lleva a cabo el sujeto, o a nivel concreto, la encarnación humana de la voluntad reconocida del espíritu absoluto, brinda un escaño de reconocimiento al sujeto individual, pero es también un momento de supeditación, de sobredeterminación del sujeto por el ser, del ser humano concreto por el espíritu. Pese a ello, se borra la dualidad establecida por otras filosofías idealistas en las que el ser humano, la finitud, es visto como un ser carenciado de la dignidad del ser absoluto, de lo infinito.

Enajenación e historia

El movimiento del ser en su dialéctica con la nada es, en principio, un proceso reiterativo de enajenación; el ser se niega, en la nada, dando pie a una instancia superior cuya mirada retrospectiva realiza al ser. La enajenación del ser llega hasta la configuración del sujeto que tiene posibilidad de captar a dicho ser y que, en resumidas cuentas, es el ser humano y la humanidad en tanto generalidad. Es decir que esa enajenación sienta las premisas para el reconocimiento del ser en tanto ser; premisas que son en el último nivel de su desarrollo, también dialéctico, el devenir histórico: «La historia universal, como ya se ha dicho, es el desarrollo de la conciencia, del espíritu de su libertad y de la efectivización de esa conciencia» 5 .

Es solo a través del proceso enajenado del ser, que es la historia, que el ser puede retornar así como superación de la contradicción entre abstracción pura, como puro ser y nada pura, y entidades concretas. De este modo, el ser se plenifica en su proceso de enajenación, en la marcha de su reconocimiento paulatino por la historia. La humanidad, reconociéndose, pasando de ser en-sí a ser para-sí, reconoce, capta al ser, que no es sino momento contradictorio de aquella y el ser, captando la concreción humana, se autoconoce.

Es entonces a través de lo concreto que la máxima abstracción, el ser, logra encontrase a sí, dar todo de sí, plenificarse. Es también por su cercanía con el ser en cuanto ser reconocido, que el ser humano logra salvar la situación histórica de su propia enajenación. En ese proceso, la unión entre infinito e finitud, reditúa la emancipación humana y la realización del espíritu. Sin duda, todo ello configura una explicación demasiado ambigua, demasiado abstracta, de lo que será luego en Marx el proceso de constitución del ser humano como un ser para sí, avocado a una transformación materialista del mundo, impelido a dicha transformación por el ímpetu de libertad que la historia ha puesto sobre él.

Notas:

1 Es así que Heidegger se preguntará en su Introducción a la metafísica : ¿por qué es el ser y no, mas bien, la nada? Ver: Heidegger, M. Introducción a la metafísica. Editorial Gedisa S. A. Barcelona, España. 2001. Pág. 11.

2 » El ser, lo inmediato indeterminado, es en realidad la nada, ni más ni menos que la nada». Hegel, G. W. Ciencia de la lógica . Solar. Buenos Aires, Argentina. 1976. Pág. 77.

3 Ibíd. Págs. 77 – 78.

4 Ibíd. Pág. 85.

5 Hegel, G. W. Filosofía de la historia. Editorial Claridad. Buenos Aires, Argentina. 2008. Pág. 54.

Alberto Quiñónez. Miembro del Colectivo de Estudios de Pensamiento Crítico (CEPC).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.