Con alborozo, algún medio de comunicación proclama que el tanto por ciento de jóvenes que quieren ser empresarios es mayor que aquel otro que desea ser funcionario. Desde hace años tenemos una nueva demonización: ser funcionario. Hay una nueva clasificación de ciudadanos de primera y de segunda: los que crean riqueza y los que se […]
Con alborozo, algún medio de comunicación proclama que el tanto por ciento de jóvenes que quieren ser empresarios es mayor que aquel otro que desea ser funcionario. Desde hace años tenemos una nueva demonización: ser funcionario. Hay una nueva clasificación de ciudadanos de primera y de segunda: los que crean riqueza y los que se tocan la barriga, otro pasito más para ir cargándose el sector público y que el privado vaya acaparando más poder del que ya tiene y encima no se le pueda tocar apenas porque también es el dueño de los medios de comunicación.
¿Quién dijo que no existían las ideologías? Es reciente un libro de Fernando Escalante Gonzalbo, Historia mínima del neoliberalismo. Está escrito con rigor, ahí se pueden hallar las claves de la ideología que subyace a toda esta dinámica de buenos y malos entre nosotros mismos, a nivel cotidiano, que nos está enfrentando y nos va a enfrentar más en el futuro. ¿Por qué para ensalzar la actividad empresarial hay que menospreciar la funcionarial y lo público?
El Inca tenía muy claro que debía mantener silos cargados de productos agrícolas por si se presentaban periodos de carencias, los fenicios contaban con un consejo de ancianos que era sagrado para saber dónde debía dirigirse la sociedad, después de la segunda guerra mundial el espíritu de Keynes se impuso al de Friedman (¿por qué estaba el comunismo ahí?), hasta los neoliberales echan mano de la hucha pública cuando les interesa. Su filosofía es clara: como nosotros somos los que corremos con el riesgo y creamos riqueza, si nos equivocamos que el Estado nos socorra porque de lo contrario se vendría todo abajo.
Y eso es lo que se ha hecho, capturar bancos temerarios y delincuentes y a pesar de ello he leído opiniones de personas de la derecha liberal y democratacristiana que son partidarios de dejar quebrar a esos bancos.
¿Qué hay de perverso en desear un trabajo para toda la vida, hacerlo bien y dedicarse por ejemplo al estudio y a la familia? ¿Por qué impulsan a los jóvenes a ese vértigo que provocó que en la City londinense un chico muriera por exceso de trabajo y que en Wall Street algunos psiquiatras tengan una legión de pacientes procedentes de la actividad bursátil? ¿Por qué no informan bien a los jóvenes de en qué consiste realmente el emprendimiento?
Hay algo que es evidente y que tengo claro: sin estabilidad laboral no hay libertad de nada, ni de expresión ni de nada. Y sin funcionarios en la docencia no hay libertad de cátedra. ¿Es eso lo que se persigue?
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