Luego de ocho años, la Revolución Ciudadana en Ecuador llegó a una nueva fase en el 2014, signada por fuertes tensiones debido a la pérdida electoral en 20 ciudades en los comicios del 23 de febrero de dicho año. Ese evento expresó una recomposición de la derecha y una nueva disputa por la hegemonía, entre […]
Luego de ocho años, la Revolución Ciudadana en Ecuador llegó a una nueva fase en el 2014, signada por fuertes tensiones debido a la pérdida electoral en 20 ciudades en los comicios del 23 de febrero de dicho año. Ese evento expresó una recomposición de la derecha y una nueva disputa por la hegemonía, entre los intelectuales liberales y los jóvenes de clase media que desplegaron diestramente sus mensajes en las redes sociales y la maquinaria mediática gubernamental.
En el 2015 sobrevino la crisis económica y se dieron procesos de movilización de la oposición y grupos gremiales. Todo ello incidió en fisuras en el bloque sociopolítico de Alianza País constituido desde hace una década.
En el balance electoral Alianza País sigue siendo la fuerza política nacional mejor posicionada, pero la derecha logró conquistar las ciudades y conformar tres polos dirigidos por lideres que se proyectaron en el escenario político: Mauricio Rodas, líder de SUMA gana la alcaldía de Quito, Jaime Nebot líder del partido Socialcristiano, mantiene la alcaldía de Guayaquil y Guillermo Laso, un banquero que organizó su propio partido, CREO, con incidencia en varias ciudades intermedias.
A esto se agrega el escenario económico negativo que se advierte desde el 2015: el alza del dólar y la baja del precio del pec terremoto 16etróleo, plantean un límite serio al modelo Estado-céntrico impulsado por la Revolución Ciudadana, orientado a la ampliación del mercado interno y la exportación de minerales (Acosta-Cajas, 2015). La crisis afectó la caja fiscal, con la consiguiente pérdida de la capacidad redistributiva del Estado. Además el modelo de dolarización se puso en riesgo pues la subida del dólar, que hizo perder la competitividad a la economía (Acosta-Cajas, 2015) Ante esa situación el gobierno establece las salvaguardias para 2.000 productos de importación, propone dos proyectos de ley que al final no se aprueban por la oposición de la población catalizada por la movilización de grupos de derecha -la Ley de la Plusvalía y de las Herencias- . Ante ello el Presidente se ha puesto en la ingrata tarea de «limpiar la olla» recogiendo recursos en los presupuestos de las instituciones públicas, lo cual genera conflictos con las Universidades, Sociedad de lucha contra el cáncer, SOLCA, gobiernos locales, Fuerzas Armadas y contratistas del Estado. Mal que bien el gobierno logra capear el temporal buscando afanosamente créditos en China y en el Fondo Monetario Internacional.
Esta situación asumió una dimensión sociopolítica, donde se destaca el desgajamiento del movimiento centrista Avanza del bloque gubernamental, la ampliación de la protesta sindical del Frente Unitario de Trabajadores, FUT y esporádicas acciones de grupos indígenas y anti mineros, a lo que se agrega movilizaciones de grupos de clase media, tal como se dio a propósito de la Ley de Herencias que se apagarec correa protestason con la llegada del papa Francisco a mediados del 2015,. No hay aún una significativa participación de la población, pero estas demostraciones sí catalizan un malestar que por otro lado se ha expresado en los medios de comunicación y en la disputa que se escenifica en las redes sociales. En estas aparecen un actor joven de clase media, que no tiene referencias de la lucha contra el neoliberalismo, que disfrutó del confort y la bonanza y que se molesta por las medidas económicas del Presidente «que coartan su libertad» de consumo y por un cansancio de las posturas confrontativas de Correa y sus seguidores a los que acusa en sus memes de «borregos». En el fondo los conflictos distributivos que traen la crisis, conllevan fisuras en el «pacto del consumo» que cohesionó a sectores medios y populares con sectores empresariales, en los diez años anteriores de bonanza.
Todo ello se expresa en una inflexión en el plano de la confianza institucional y en la popularidad del presidente. El discurso de Correa en las «sabatinas» fue efectivo en la confrontación con la partidocracia, la bancocracia y los medios privados, pero su programa semanal va perdiendo eficacia. Si antes la tercera parte de la población le escuchaba cada semana, en los últimos meses ha caído a un 10%. Los índices de confianza en las instituciones, en la economía y en el propio Presidente se han mantenido altos durante los ocho años de gobierno, pero en los últimos dos años han bajado del 75% (2013) al 50% en Abril (2016 – Perfiles de opinión) y 39% (Cedatos Gallup).
Esta situación tiene un componente adicional: la falta de organicidad del Movimiento Alianza PAÍS. El pecado original del movimiento fue su precipitado triunfo electoral y su temprana dependencia del Estado que crecía de manera vertiginosa y con ingentes recursos del boom petrolero. Progresivamente la escasa vida partidaria cedió a una organización electoral y mediática activa y eficaz en las campañas, mientras se establecía una estructura piramidal coronada por la cúpula del gobierno. El llamado «buró político» tuvo cierta dirección colegiada con intelectuales, líderes políticos y tecnócratas hasta el 2011-2, pero luego se disolvió mientras se afirmaba el fuerte liderazgo de Rafael Correa. Todos estos factores de desgaste se expresaron en las dificultades para la aprobación de enmiendas constitucionales, que habrían facilitado la reelección inmediata del presidente.
El periodo preelectoral para los comicios presidenciales se abrió así con la novedad que Rafael Correa no puede ser candidato en febrero del 2017. En ese marco la fuerza gobernante no atinó a apostar por un candidato y se crearon fricciones entre dos personajes: Jorge Glas, el actual vicepresidente -que cuenta con respaldo de Correa- y Lenin Moreno, su antiguo ex presidente, enviado especial de las Naciones Unidas para temas de discapacidad, que cuenta con el respaldo de la mayoría de las bases de su movimiento. La ventaja de Moreno es que es un líder conciliador que podría superar la polarización existente y que contaría con el apoyo de amplios sectores. En últimas encuestas (pre terremoto) lograba índices del 50% en intención de voto, mientras Glas era un candidato minoritario. Igualmente Moreno ganaba a los candidatos de la derecha tanto en la primera vuelta como en la segunda vuelta en la intención de voto, tomando en cuenta que hay competencia entre las candidaturas en la derecha, que no se llegan a ponerse de acuerdo.
*Doctor en Ciencias Sociales (Flacso, sede Ecuador). Es profesor y coordinador del Doctorado en Ciencias Sociales con especialización en estudios Andinos de dicha facultad. Tiene varias publicaciones sobre movimientos sociales, Estado, gobiernos locales y ciudadanía. Actualmente lleva adelante una investigación sobre la Revolución Ciudadana. Publicado en sinpermiso.info
Fuente: http://www.surysur.net/ecuador-sismo-conmocion-y-segunda-oportunidad/