Nacido en Bélgica, François Houtart -sacerdote católico, destacado promotor de la Teología de la Liberación, sociólogo, profesor- conoce el Ecuador desde los años 70, pero reside en Quito desde el 2010. Actualmente, es profesor en el Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), institución universitaria pública de especialización de postgrado. Paolo Moiola, colaborador de Noticias Aliadas, […]
Nacido en Bélgica, François Houtart -sacerdote católico, destacado promotor de la Teología de la Liberación, sociólogo, profesor- conoce el Ecuador desde los años 70, pero reside en Quito desde el 2010. Actualmente, es profesor en el Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), institución universitaria pública de especialización de postgrado.
Paolo Moiola, colaborador de Noticias Aliadas, conversó en Quito con esta reconocida figura del movimiento altermundista. A continuación presentamos un extracto de este diálogo en el que Houtart analiza aquello que él define como la «crisis multidimensional» (económica, ambiental, de valores) del mundo moderno y hace un balance del gobierno del presidente Rafael Correa (quien fue su alumno en la Universidad de Lovaina) con quien dice tener una correspondencia bastante frecuente, «incluso si no estamos de acuerdo en varios aspectos».
La Constitución del Ecuador, aprobada en el 2008 durante el primer mandato del presidente Rafael Correa, es realmente innovadora.
Tal vez contenga demasiados artículos, pero es realmente vanguardista. En ella, se han introducido los conceptos de país plurinacional y pluricultural. Y luego, única en el mundo, los derechos de la naturaleza. Ciertamente, una cosa es escribir una Constitución, y otra cosa es aplicarla. Es, en este sentido, también aquí en Ecuador, donde hay un abismo entre el texto y lo que sucede en la realidad. Como me comentaba con ironía un amigo boliviano: «En Bolivia tenemos una Constitución magnífica, pero todas las leyes son anticonstitucionales». Esto es obviamente una exageración, pero el problema existe.
En el mundo es evidente tanto el fracaso destructivo del sistema económico neoliberal, como el rápido agravamiento de la cuestión ambiental. Esta crisis no se cura con más neoliberalismo.
Actualmente se vive en el mundo una crisis multidimensional, una crisis que es a la vez financiera, económica, alimentaria, energética, climática, una crisis de sistema, valores y civilización. Y sin embargo en Asia el neoliberalismo aparece como una oportunidad de desarrollo. Asimismo en África, en Medio Oriente y en la propia Europa, donde las medidas contra la crisis son, simplemente, más neoliberalismo.
No digo que se deba llegar súbitamente a un nuevo paradigma, a aquello que yo llamo «el bien común de la humanidad». Sería utópico e ilusorio. Pero sí se podrían dar pasos en esta dirección. Hasta ahora, sin embargo, sólo ha habido adaptaciones del sistema a las nuevas demandas sociales y culturales.
Hasta hace poco tiempo América Latina parecía el lugar de la experimentación y de la alternativa. Entonces todo comenzó a derrumbarse. De Venezuela a la Argentina, pasando por las derrotas (aunque diversas) de Dilma Roussef en Brasil y de Evo Morales en Bolivia.
Pero América Latina era el único lugar donde se intentó realizar un cambio, como sucedió en Ecuador. Aquí se ha hecho algo notable: reconstruir el Estado y los ciudadanos; dar más importancia a los servicios públicos como la salud y la educación. El modelo de Correa es de hecho un modelo postneoliberal, pero aún no postcapitalista, como él mismo reconoce.
El problema es que la mayoría de los líderes políticos están todavía en la antigua visión del desarrollo intenso que se entiende como la explotación de la naturaleza y dentro de una modernidad vista como el rechazo de las diferentes tradiciones y culturas. No han entrado en esta nueva perspectiva donde la naturaleza y la cultura son elementos fundamentales del desarrollo humano. Necesitamos formar nuevos líderes, pero sin demasiada demora porque esta situación puede convertirse en un desastre.
Naturaleza como recurso por explotar versus naturaleza como fundamento de desarrollo. La Constitución del Ecuador ha hecho una elección clara dedicando cuatro artículos a los «derechos de la naturaleza».
La primera dificultad está en definir lo que significa derecho de la naturaleza. Sólo en la cosmovisión indígena la naturaleza es un ser vivo que percibe sensaciones. Los árboles, los ríos, los animales son nuestros hermanos y hermanas. Esta visión es magnífica, pero no se adapta a la mentalidad de la mayoría de la gente de hoy en día. En la Conferencia Mundial por los Derechos de la Madre Tierra, en Cochabamba, Bolivia, en el 2010, hubo más de 30,000 indígenas hablando de cosmovisión, cambio climático y derechos de la Madre Tierra, de la Pachamama. Se intentó adoptar un texto, pero hubo una fuerte oposición, por ejemplo, de Vía Campesina.
¿Cuál es el problema? La integración de los derechos de la naturaleza en una perspectiva jurídica, porque la naturaleza, como resulta evidente, no puede defender sus prerrogativas. Son solamente los seres humanos quienes pueden reconocerlos y por tanto defenderlos. O, por el contrario, violarlos o destruirlos. Por lo tanto, el derecho de la naturaleza es -como se ha dicho- un «derecho vicario» del cual no se puede hablar sin la intermediación del hombre. Y esto nos lleva a la toma de conciencia de la responsabilidad humana ante la naturaleza.
Estoy trabajando en el sector agrario y veo una agricultura campesina e indígena completamente abandonada. Estoy visitando la Amazonia en varios países y me quedo impresionado por su destrucción sistemática y por las consecuencias [medioambientales y sociales] que eso conlleva. Del tema ambiental habla también la encíclica del papa Francisco, pero no sé cuántos la han leído realmente.
La Constitución del Ecuador dedica un espacio importante a los pueblos indígenas. ¿Cómo es su situación?
Hubo un renacimiento de la identidad indígena. Su cultura salió de la clandestinidad. Por ejemplo, hoy los chamanes son reconocidos. Yo he participado con ellos en ceremonias públicas, vestido de sacerdote católico. Su participación en las últimas elecciones ha sido masiva. Esto muestra claramente los méritos de Monseñor Leonidas Proaño [teólogo de la liberación ecuatoriano conocido como el Obispo de los Indígenas que falleció en 1988].
En esta sociedad los indígenas tienen un peso importante aunque en los últimos 30 años ha habido un cambio estructural importante con el crecimiento de la clase media, especialmente con Correa, que ha podido beneficiarse de muchos ingresos.
Hubo una creciente urbanización y al mismo tiempo un abandono del campo y en especial de la agricultura campesina. Una gran parte de la población indígena vive en áreas urbanas. Y ahí los jóvenes se interesan ciertamente más por sus celulares que por sus orígenes indígenas. Es un proceso de cambio cultural. Las organizaciones han perdido por lo tanto una parte de su base social y de su fuerza política.
El presidente Correa y su gobierno impulsan lo que han llamado Revolución Ciudadana que considera a los indígenas ciudadanos como los demás.
Lo que no es un proyecto socialista. Rafael Correa y Alianza País [coalición de sectores de izquierda y de derecha] hablan de un capitalismo moderno. Quieren tener a todos los ciudadanos con los mismo derechos y deberes al interior de una sociedad modernizada.
Sí [considera ciudadanos a los indígenas], pero ciudadanos «atrasados», como afirma el presidente, que se deben modernizar, y que no se reconocen como pueblos. Pero está la Constitución que, en su artículo 1, habla de plurinacionalidad. Está la definición y el reconocimiento de los territorios indígenas. Los indígenas más conscientes -los agrupados en la CONAIE [Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador]- sufren mucho por esta agresión cultural y política. Por eso, después de haber apoyado a Correa, poco a poco han tomado distancia.
Las últimas leyes -aquellas del agua [junio 2014] y de la tierra [enero 2016], por ejemplo- excluyen a los grupos indígenas, a pesar de un vocabulario que parece favorable a ellos. Promueve una agricultura para la exportación, de monocultivos, haciendo desaparecer los pequeños productores y campesinos indígenas. De esta manera, la fractura con el gobierno se fue ampliando cada vez más. El peligro es que, por causa del conflicto con Correa, una parte del movimiento indígena pueda cerrar un acuerdo con la derecha, una derecha que nunca los defenderá, pero que quiere tan solo utilizarlos.
El lenguaje utilizado por Correa hacia los indígenas es a menudo vulgar. Y es una verdadera lástima porque Rafael Correa es el único líder político [en Ecuador] que habla kichwa.
De la bellísima (pero a menudo no aplicada) Constitución a la bellísima promesa de Correa (en marzo del 2007) de no tocar el Parque Nacional Yasuní, verdadero tesoro mundial de la biodiversidad, pero también importante reserva petrolífera. Al parecer, estamos frente a una promesa rota.
El Ecuador decidió hacer una propuesta a la comunidad internacional de no tocar aquel petróleo si esta ayudaba pagando, por un cierto número de años, la mitad de aquello que el país habría podido ganar con los beneficios de aquellos yacimientos. Hubo comentarios positivos, sobre todo de parte de Alemania. Luego, todo decayó con la llegada al poder de [Angela] Merkel. En ese momento, el presidente Correa dijo que la comunidad internacional no había respondido a la propuesta del Ecuador y que, por lo tanto, comenzaría a explotar el petróleo.
En realidad, este plan B ya existía porque había intereses económicos locales que promovían la explotación de esos yacimientos. El gobierno dijo que iría a explotar solamente un poco más del 1% del parque, utilizando tecnología de punta. De acuerdos a mis informaciones, parece que la destrucción local es bastante mayor que la que el gobierno afirma.
En el parque y en las inmediaciones viven por lo menos tres diferentes grupos indígenas: los Shuar, los Kichwa y sobre todo los Huaorani. Contra la decisión de iniciar la explotación petrolífera del Yasuní, se han producido protestas indígenas, pero no con una voz al unísono.
El gobierno ha obtenido el apoyo de la mayor parte de los sindicatos del territorio -unos 40, muchos de los cuales son indígenas-, prometiéndoles que una parte sustancial de las ganancias irían a la municipalidad.
Hubo una reacción muy fuerte de la juventud, especialmente urbana. Se creó el movimiento ‘Yasunidos’. Ha tenido un éxito extraordinario, logrando reunir más de 700,000 firmas contra la explotación petrolera. Sin embargo, la auditoría gubernamental redujo las firmas válidas a menos de 300,000. [De esa manera, el gobierno logró impedir la consulta popular].
Finalmente, ¿qué opinión le merece Correa?
Felizmente ha renunciado a la reelección. Tal vez por razones más familiares que políticas. Sin embargo, ya que es joven, podría darse cuatro años de reposo y después representarse nuevamente. No tengo ninguna objeción a eso, pero espero que aproveche de este período para leer, conocer gente, para viajar por el mundo y sobre todo para transformar su visión adaptándola a la realidad del mundo actual. Es un hombre sincero. A veces demasiado sincero. Y a veces también un poco prepotente, porque no acepta consejos. Pero es un hombre de valores y un gran trabajador.
Fuente: http://www.noticiasaliadas.org/articles.asp?art=7315