Un nuevo país, una España republicana Vivimos momentos convulsos, no es una novedad ni una obviedad, la crisis de régimen aparte de la imposibilidad del capital de dotarse de un gobierno se manifiesta en el tambaleo de los valores que sustentan el sentido mayoritario, de las ideas que conforman el bien común, que establecen los […]
Un nuevo país, una España republicana
Vivimos momentos convulsos, no es una novedad ni una obviedad, la crisis de régimen aparte de la imposibilidad del capital de dotarse de un gobierno se manifiesta en el tambaleo de los valores que sustentan el sentido mayoritario, de las ideas que conforman el bien común, que establecen los márgenes de lo que es correcto y admisible y lo que o bien se sitúa fuera de lo posible (por muy loable que sea) o lo que dentro de un marco se orilla a un lado a otro.
Hace más de 75 años las clases obreras y populares de este país perdimos una guerra, eso es indudable. Pero nos arrebataron algo más, pues como dice la canción » ganaron los nacionales / perdimos los españoles / ganaron los capitales / la guerra contra los hombres» (y las mujeres). Nos arrebataron la idea de España, con todo lo que ha conllevado de imposibilidad de articular un proyecto integral de país. En los años de la transición perdimos nuevamente la oportunidad de la ruptura republicana y recuperar un proyecto colectivo en beneficio de las clases populares. Hoy con la crisis del régimen actual se presenta una nueva oportunidad.
Es necesaria una visión de país
A la hora de plantear la alternativa al sistema resulta imprescindible elaborar un discurso integral, coherente y resultado de las luchas y las realidades donde se dan, comienza a ser central y necesario ir proyectando otras perspectivas. Se trata de construir y disputar la hegemonía desde los más diversos ámbitos, desde prácticas y discursos que van de lo cotidiano hasta ámbitos más político-ideológicos más amplios. Crear un nuevo imaginario incluyente frente al actual que es excluyente para la clase obrera y los pueblos de España. Una contra-hegemonía crea y necesita nuevos marcos de sentido, que deben emancipar a la clase de los esquemas de interpretación del sistema en todas las facetas. A la vez que responden a las exigencias del proyecto revolucionario, pensando y recreando una nueva cosmovisión antagónica.
A raíz de las últimas luchas muchas y muchos nos ilusionamos. Se comienza a hablar de un nuevo país, de superar la fase de negación de lo existente a proyectar nuestra visión de sociedad general desde lo que imaginamos en cada lucha concreta.
Disputar la idea de España en cada lucha, es disputar el sentido de país
Entre la primavera y el verano se produjeron muchos escenarios en los que estuvo presente la lucha por el sentido de un nuevo país, pero quizás no se valoró la lucha republicana, su importancia o no se proyectó correctamente, quizás prisas, quizás falta de visión integral o electoralismo en momentos.
Recientemente enlazábamos, entre la nostalgia y el impulso al futuro, el 85 aniversario de la proclamación de la 2ª república con la lucha por la 3ª república. Vinieron las elecciones generales, la Eurocopa, los actos, conferencias y conmemoraciones del 80 aniversario del fracaso del golpe de Estado y el inicio de la guerra, la creación del ejército popular y el V regimiento y se nos olvidó la República como disputa. Todo ello entremezclado con multitud de conflictos laborales, sociales y las Marchas de la Dignidad. Cuestiones aparentemente dispersas pero en las que por activa o por pasiva debemos proyectar e hilvanar de manera colectiva el futuro del país.
En el Estado español la derecha tiende a monopolizar el sentimiento nacional y acusa sistemáticamente a la izquierda de falta de patriotismo por rechazar sus símbolos de identidad, tales como la bandera rojigualda y el himno franquista, mientras que en otros países estos elementos identitarios son compartidos por toda la población.
Su España…
A escasos días del triunfo del Frente Popular, en febrero de 1936 José Díaz, secretario General del PCE ya se planteaba estas cuestiones: «»Camaradas: Hay una bandera que está en manos de nuestros enemigos, que ellos tratan de utilizar contra nosotros y que es preciso arrebatarles de las manos: la de que votando por ellos se vota por España. ¿Qué España representan ellos? (…) la reacción (…), de una manera abstracta, para cazar incautos, dice, grita en los carteles, en los mítines: votando por nosotros, votáis por España, votáis por la patria (…)»
Esta identificación de la idea de «España» con la derecha es utilizada para esconder cuestiones de clase, utilizando el patrioterismo para «salir todos juntos de la crisis», o gobierna el PP o el caos, esconder los problemas sociales bajo el mantra de los éxitos deportivos o fomentar el odio contra otras naciones que reclaman su soberanía energética frente a los monopolios españoles. Además dentro de esta cosmovisión solo cabe una idea de España, única e indivisible, en la que los pueblos y naciones de nuestro estado plurinacional deben ser sometidas.
La idea predominante de España, sus símbolos representan al antiguo régimen, al nacional-catolicismo, a la oligarquía, la opresión y lo peor de la historia de España. La suya es la España de la inquisición, la que luce banderola y evade impuestos, la que vende la soberanía energética, alimentaria, política, económica y militar a la Troika, a la UE, a los mercados, al capital y nos subordina a la OTAN. La que pisotea los derechos nacionales y la cultura de los pueblos de España.
¿Y la nuestra?
Continuaba José Díaz en el mismo discurso afirmando que «hay que demostrar que quienes aman verdaderamente a su país somos nosotros (…) pues no es posible que continúen engañando a estas masas, utilizando la bandera del patriotismo, los que prostituyen nuestro país, los que condenan al hambre al pueblo, los que someten al yugo de la opresión al noventa por cien de la población (…)».
Los movimientos revolucionarios a lo largo de la historia han combinado su carácter de clase adaptándolo a las características del país (lo que en la literatura marxista se llamaría patriotismo revolucionario). Esto es una prioridad en la actualidad, frente a la construcción que impuso la derecha, donde la historia es estática y los pueblos y naciones deben ser sometidos, que se retroalimentan con el revisionismo histórico. Debemos recuperar la mejor tradición comunista española (Dolores, Pepe Díaz, Alberti, Hernández) e internacional (Lenin, Fidel o Ho Chi Min).
Ese discurso debe disputar la idea de país al régimen, enfrentándose a la derecha nacionalista española que recurre a los símbolos de su España «nacional´´ para ocultar las contradicciones de clase oponiendo nuestra idea de patriotismo revolucionario que se sustenta sobre el concepto de Soberanía Popular en una España plurinacional, republicana y con memoria histórica. Entendemos la idea de España como una suma de pueblos y naciones que deben convivir con pleno derecho a su autodeterminación, y el desarrollo de su cultura y lenguas propias, en base a unas relaciones recíprocas de solidaridad que tienen como pilar el internacionalismo proletario, así como la defensa de los trabajadores/as como elemento patriótico y de unidad de la clase.
Falsos patriotas y patriotas avergonzados
«Cuando se trata de los beneficios de nuestra clase, la burguesía venderá el país y entrará en acuerdos turbios con cualquier extranjero frente a su pueblo» advertía Lenin. Desde los papeles de panamá, la corrupción, la entrega de empresas públicas a multinacionales extranjeras o hasta participadas por capital de otros países, la asunción de las políticas de la troika y la sumisión e interdependencia con acuerdos de la UE y la OTAN, ponen de actualidad esta cita. ¿son patriotas quienes apuestan importan carbón de sangre mientras las cuencas se ven asoladas por el paro y el país cada vez es más dependiente energéticamente? ¿ quienes tienen cuentas en Suiza? ¿los que cierran (o lo permiten) empresas con beneficios? ¿quiénes desvían fondos?.
Frente a ello es necesario articular una cosmovisión en positivo para recuperar la soberanía, entroncado y fusionando la historia revolucionaria, la cultura obrera con las luchas actuales y la creación de poder popular, la República federal y el Socialismo. Esto lleva implícita la idea e identidad de la clase obrera en tanto que los hombres y mujeres del mundo con su trabajo y sus manos son las y los verdaderos constructores de la sociedad en la que viven.
Un republicanismo que no reniega de España, como afirma la derecha, sino que desea otra España plurinacional y socialista y que se identifica con lo mejor de nuestro pasado. Nuestra idea de país es la España que lucha. Nuestro concepto de España plurinacional se enmarca dentro del derecho de autodeterminación de las naciones y pueblos, de un país que establezca sus relaciones con otros países sobre la base de la solidaridad internacionalista. Para nosotros España son sus trabajadores y trabajadoras (nativos o foráneos), de las y los intelectuales luchadores, de los agricultores y agricultoras que luchan contra las políticas de la PAC o el TTIP, de las y los que luchan contra la LGTBifobia, la violencia machista o por el derecho al aborto, de los y las que luchan por la retirada de las bases de EE.UU y la OTAN, de los que luchan por el derecho de autodeterminación y por el catalán, el gallego o el euskera o los y las que defienden una vivienda digna. Son las brigadas internacionales, son los republicanos/as en lucha contra el nazi-fascismo, es Miguel Hernández, Teresa León, Blas Infante o Alberti.
Monarquía y capital son dos caras de la misma moneda
Los escándalos relacionados con la Corona han marcado buena parte de la agenda política reciente, hasta el punto que la abdicación del antiguo monarca supuso un intento de salida de la crisis de la institución mediante la sucesión. Juan Carlos I fue un rey al servicio del capital monopolista, de las empresas que buscaban la exportación de capitales en países extranjeros, heredero de un dictador y amigo de otros, favorecedor (y beneficiario) del modelo económico, político y social que nos llevó a la crisis y un militar con un dudoso papel en el 23F y responsable de entregar el Sahara a Marruecos, por citar diversos casos.
Su hijo es continuista, no podemos olvidar sus intereses con grupos empresariales, la financiación de la Fundación príncipe de Asturias o su apoyo a imputados en las tarjetas black, etc. La monarquía no es neutral, toma partido por la UE, la OTAN, por el capitalismo y el bipartidismo le es funcional. Cumple un papel de vertebrador de los intereses generales de la oligarquía, por eso la lucha por la república ayuda a clarificar los bandos en esta sociedad clasista. La lucha por la república no solo es una lucha democrática, sino que va incardinada en las luchas obreras y populares de los pueblos de España.
Miramos adelante empujados por las luchas del pasado
La república en España se asocia a la idea de progreso, de modernización, de conquistas obreras y populares. Combina un doble sentimiento cívico (como expresión de valores democratizadores, por los derechos nacionales, educativos, éticos, feministas, de los DDHH) y de clase (expresión que va desde las luchas por los derechos sociales y populares a aspiraciones revolucionarias). De manera espontánea en todas las luchas populares muchas y muchos jóvenes y trabajadores/as se referencia en la bandera republicana como expresión de esperanza, imaginario y proyecto de país alternativo al actualmente existente.
El PCE de Pepe Díaz construyó un discurso de país ligado a la lucha de clases y el internacionalismo. La Pasionaria lo desarrolló ligándolo a la soberanía, como firme defensora de este tipo de patriotismo y del derecho de autodeterminación con uñas y dientes. Estas teorizaciones siguen vigentes y deben ser adaptadas a la realidad actual, no de forma aislada sino trasversal en cada lucha, imprimiéndole una visión enmarcada dentro de la estrategia general.
La república es cuestión de clase
La construcción de un imaginario para un nuevo país, debe ser un reflejo de las luchas presentes y pasadas (obreras, populares, por la soberanía y la autodeterminación) y constituye un elemento de cohesión para el conjunto de la clase trabajadora (especialmente importante en la etapa post-fordista) y un pegamento a la hora de conquistar soberanía popular y construir el socialismo. Se convierte en herramienta y necesidad, la lucha por la recuperación de la soberanía popular es una lucha por conquistar una nueva hegemonía ideológica en todos los aspectos. La construcción de esta identidad debe estar ligada a las luchas sociales (poder popular) y la lucha de clases llevando implícita la idea e identidad obrera y popular en tanto que los hombres y mujeres con su trabajo, sus luchas, sus esperanzas y sus manos son los y las verdaderas constructoras de la nueva sociedad. C ontribuye a la reconstrucción de la conciencia de clase y la construcción de subjetividades que formen una identidad alejada de todo chovinismo.
En los márgenes del sistema se producen las batallas más duras.
Mencionábamos más arriba que uno de los acontecimientos en los que se disputaron el proyecto de país era la Eurocopa de futbol, y ganó el contrario por goleada. Y si, así es, debemos reconocer los fenómenos sociales a pesar de que nos puedan generar más de una duda.
Fue en las últimas Eurocopas y mundiales cuando se normalizó entre amplios sectores de la clase obrera y lo sectores populares (especialmente jóvenes) lo que para generaciones anteriores hubiera sido impensable: portar la bandera rojigualda. Y con ella el proyecto de país que representa ya no se hace con vergüenza, la derecha normaliza en parte su idea de país y sus símbolos 40 años después de la transición, recupera la iniciativa.
En la periferia del sistema, en su superestructura se disputan cuestiones que fortalecen o debilitan las centrales. En estos campos también se disputa la hegemonía, debemos republicanizar el conflicto social, sí, pero socializar la política y politizar la sociedad, disputar el sentido de país también lo haremos en este ámbito. Republicanizar la selección puede ser un ejemplo de trabajo de masas para hacer entender que hay otro proyecto para España, otros símbolos que representan al pueblo frente a los que representan a su oligarquía, y que los portamos no como «enfrentamiento con España» o como la «anti-España» sino como la alternativa popular que se manifiesta en todos los frentes.
La lucha por la soberanía es cuestión de clase y de país
La lucha contra la UE, el euro y la deuda, es un eje fundamental a la hora de articular cualquier alternativa. La incorporación de España a la UE se vio como la consolidación de la democracia (burguesa) en amplias capas sociales, millones de euros en inversiones a costa de la desindustrialización del país lo favorecieron, «los García», esa famosa familia de plastilina nos convencía de las bondades del euro y Cruyff o Loquillo hicieron lo suyo con la Constitución europea. El europeísmo del que se hizo gala, incluso desde nuestras filas, encubría el liberalismo económico más puro. Pero la crisis y la gestión por la Troika (UE, FMI y BCE) hicieron que este UE-peismo ciego se resquebrajara.
Las luchas contra la OTAN son luchas por la paz y por la soberanía en el campo militar, las luchas contra la deuda o por parar los desahucios lo hacen contra la banca o el BCE y sus estrategias de dominación, las de los ganaderos/as por la soberanía alimentaria, la de los mineros por la soberanía energética y la de miles de trabajadores contra el cierre de empresas lo son por reindustrialización y el impulso productivo.
La lucha por la soberanía se debe entender como una lucha por un proyecto de país alternativo en beneficio de la mayoría social y esto debe prender en el imaginario colectivo en oposición a lo existente. La experiencia cubana nos lo demuestra, hoy no entendemos Cuba sin la soberanía, y la soberanía sin el socialismo. Entonces no estamos ante una lucha por la soberanía nacional a secas, sino una soberanía popular, una soberanía que sirva a los pueblos.
La soberanía popular se debe basar, como manifiesta Samir Amin, en una economía auto centrada que debe «caminar sobre dos piernas», un sistema industrial (y energético añadiríamos) ligado al desarrollo interno y el impulso agropecuario mediante una renovación tendente a la soberanía alimentaria. Esto implicaría una planificación de la economía (especialmente en sectores estratégicos y con planes de desarrollo), control estatal de la moneda, crédito, impuestos y comercio exterior por un lado. Por otro entender la tierra agrícola (y otros recursos naturales) como un bien del país y la obligación del Estado de garantizar el acceso a la tierra. La articulación de estas políticas a su vez es la garantía de amplias alianzas sociales entre la clase obrera y otros sectores populares.
El Brexit abre el camino
La reciente victoria del Brexit en Gran Bretaña ha supuesto una victoria de la clase obrera que de forma instintiva ha vencido al miedo. Esto es solo una muestra del sentimiento anti-UE que recorre el continente y un aviso al movimiento obrero que o lo encabeza o lo hará la extrema-derecha. Hay que destacar que muchos sindicatos y el PC Británico apostaron por el «Lexit» (salida por la izquierda), aunque los medios solo hayan hablado de los «euroexcepticos» y racistas del UKIP, en esto también hay una lucha.
Frente a la UE de vía única los últimos fenómenos nos demuestran que se puede salir de la UE, cuestión que se apoya en los encuentro internacionales contra el euro o estudios recientes de economistas como Jacques Sapir de l’École des Hautes Études de París, que han demostrado que países como España se beneficiaran en términos productivos y de empleo de la salida de la UE y el Euro. Hoy salir de la UE se torna en imprescindible, no se puede entender esta construcción interesetatal sin las relaciones clasistas de dominación e interdependencia que las sostienen al servicio del capital financiero. Al igual que no se puede hacer políticas progresistas en un gobierno con Ciudadanos y sus políticas económicas de derechas, no puede haber alternativa de país sin salir de la UE y el Euro. No se puede aplicar ni una sola medida para salir de ese corsé económico y social sino entendemos la división internacional/europea del trabajo y como la profundizan mecanismos de dominación como el euro y la deuda.
No podemos renunciar a una alianza con otros países del sur de Europa o de otras zonas, pero no se puede esperar de forma ingenua a que la salida de la UE se haga en países con ritmos tan diferentes al mismo tiempo. La UE se romperá por el eslabón más débil y esto modificará las correlaciones de fuerzas. No hay que tener miedo a las consecuencias de la salida de la UE, al igual que no lo tenemos a plantear nuestro proyecto de sociedad, sino estudiar las medidas a tomar y preparar a la clase trabajadora para ello, liderando este movimiento para que sea un movimiento anti-elites como el Brexit pero esta vez con perspectiva revolucionaria.
Reconocer la diferencia, luchar contra la desigualdad.
El movimiento obrero ha sido vanguardia en lucha por los derechos nacionales en este país y hoy debe serlo nuevamente. Frente a la recentralización autoritaria, oponemos el derecho de autodeterminación. Frente a los republicanismos disgregadores, oponemos la federalidad.
La República federal y el derecho a la autodeterminación es la respuesta a la diversidad y a las cuestiones nacionales, es garantía de defensa de su identidad, su lengua y su cultura. La libre determinación, no se trata de una lucha entre nacionalismos sino de un derecho democrático de los pueblos. Dentro de la estrategia de lucha por el socialismo el camino a recorrer será más rápido por la vía republicana federal con derecho a la autodeterminación (incluso desde las perspectivas independentistas de carácter anticapitalista), que por la vía de la república independiente de la burguesía del territorio que sea. Posición que facilitaría al sistema maniobrar y utilizar esas posiciones para su supervivencia y la supervivencia de sus distintas burguesías.
El federalismo hace posible una profundización de la democracia y la participación; autogobierno, cooperación y la solidaridad interterritorial son la base de la preservación de la unidad de la clase y los pueblos en base al respeto y la integración de diferentes identidades que deben convivir reconociéndose. La unidad de la clase obrera no se construye en base a su uniformidad sino al reconocimiento de sus identidades y riquezas culturales. Como acertó el PSUC, catalán/a es quien vive y trabaja en Catalunya, apostando por un proyecto nacional y de clase. O como nos recordaba Castelao «una nación necesita un solo Estado (recordemos a Polonia); pero un Estado no necesita una nación única (recordemos a Suiza) (…) Los gallegos anhelamos vivir con Castilla dentro de un mismo Estado, pero eso sí, reclamamos para nuestra nacionalidad una soberanía máxima, la soberanía de su habla, de su cultura, de su espíritu, de sus costumbres».
La planificación democrática de la economía permite reducir las desigualdades territoriales, un equilibrio dentro de nuestra apuesta por la república federal. La a utodeterminación es un mecanismo democrático para decidir, el Federalismo el político para convivir. Planificación, autodeterminación y federalismo son imprescindibles, pues volviendo a Castelao «la solución justa está en que los pueblos se sometan voluntariamente a un plan económico; pero conservando cada uno de ellos su soberanía política (esto se llama federalismo).»
E l pueblo debe tomar las riendas de la economía
No hay alternativa de país sin alternativa económica. La crisis política se manifiesta en el debate entre constitucionalizar el neoliberalismo, coquetear con imposibles recetas socialdemócratas y organizar la alternativa socialista. Es necesario politizar la economía, la economía no es una ciencia imparcial, es la más política, no es técnica; si no se politiza la economía se absorbe la del sistema. Acabamos por luchar por un 1% más en X partida presupuestaria simplemente, que es importante pero no es más que luchar en los márgenes del sistema.
No basta con enunciar que queremos un modelo de país alternativo al capitalismo. Es necesario ir pensando en cómo sería económicamente. Debemos debatir colectivamente un plan con objetivos de desarrollo político y social. La reindustrialización del país para asentar las bases objetivas que permitan el bienestar colectivo. Hay que hablar de los sectores estratégicos de la economía, desarrollo tecnológico, la industria pesada, de bienes de equipo, industria intermedia que permite la de bienes ligeros. Que proponemos en términos no capitalistas para el sector agropecuario, comunicaciones, la banca, los seguros, transporte, etc. Una alternativa de país en base a las necesidades de la mayoría no de unos pocos o dependiente únicamente de las exportaciones.
Debemos oponernos a la inestabilidad del mercado, las crisis, la anarquía de la producción que conduce a economías deformadas como la nuestra y al paro estructural, con alternativas que son reales y viables. La planificación de la economía es más necesaria que nunca para una organización democrática y científica de la economía. Utilizando las herramientas de participación democrática y los desarrollos científico-técnicos en base a las necesidades y no de la demanda solvente.
La planificación en perspectiva, por año, por décadas, es decir, superando la planificación cortoplacista y estableciendo proyectos de desarrollo, permitirían aprovechar las capacidades del país, ponerlo a trabajar en el futuro de las próximas generaciones y no únicamente pensando en el siguiente ciclo electoral.
Romper con el pesimismo, dejar atrás el derrotismo
Debemos desterrar la cultura del pesimismo y el derrotismo que como camisas de fuerza en nuestra mente, nos impiden avanzar. El derrotismo interiorizado es una postura mecanicista que legitima las posiciones del fin de la historia, trasladando una visión anti-dialéctica de los procesos históricos que niega la capacidad de los pueblos para cambiar su realidad. Lo manifiestan expresiones como «este país es así», «tenemos lo que nos merecemos» o «estamos acostumbrado a perder». En este país perdimos una guerra, perdimos la transición, pero esta crisis de régimen está aun en disputa.
Por otro lado la infravaloración permanente nos lleva a la impotencia. Considerar nuestro folclore popular como de paletos, nuestro cine como malo per sé, o reproducir acríticamente clichés que presentan un «ser nacional español» como vagos o pícaros son algunas de sus manifestaciones. Construcciones que parten de una idealización de otros países de Europa y sus tópicos, más en base a una construcción ideológica de clase que real, que opone el norte trabajador y disciplinado al el sur vago, subvencionado y fiestero. Manifestaciones ideológicas de las relaciones de poder.
Es cierto que España tiene una historia con muchos puntos oscuros, en los que la reacción ha vencido al progreso, pero eso es algo que no es compartido, sino que está en el haber de las vergüenzas de la España de las clases dominantes. Por contra las clases populares de este país tenemos una historia de luchas que reivindicar, desde el 2 de mayo al triunfo del Frente Popular. Mientras en otros países el fascismo llegó al poder por las armas, aquí le costó una guerra de tres años, que además debilitó al ejército franquista y le impidió participar en la II GM a la vez que combatió al fascismo en Europa. Esta clase obrera es la que creó las comisiones obreras en lo más oscuro de la dictadura y la que a pesar de todos los pesares continúa protagonizando huelgas. Este pueblo dio una batalla épica contra la guerra, se echó a las calles el 15-M, creó las mareas y paraliza desahucios frente al capital financiero. Estas luchas son el hito fundacional, la fuente de legitimidad y los valores sobre los que proyectar el presente, victorias que nos representan y en las que nos reflejamos y reivindicamos, pues refuerzan la subjetividad de victoria.
Disputar, construir, proyectar el nuevo país que soñamos
Quejarse sin proyecto alternativo conduce a la resignación, a la apatía y a la derrota. No enfocar los problema de raíz, no afrontarlos o parapetarse detrás de ellos no ayuda; alimenta tabúes, mitos y conduce a un callejón sin salida. Intentar aplicar soluciones fáciles, no dolorosas o ilusiones inviables por no ser anti sistémicas en un momento en que el sistema es irreformable conduce a frustraciones, a la sensación del TINA (no hay alternativa) y esto allana el camino a derivas tecnócratas y fascistizantes.
Por tanto, es necesario disputar la idea de España en todos los ámbitos y oponerle otro modelo en positivo, que además es creíble y viable. Es una la lucha por el sentido de país sustentada en la República como elemento de progreso, referente de luchas y movilización, de unidad de las luchas que contribuye a ir construyendo ese imaginario colectivo, de una forma no artificial, sino como expresión de lo más progresivo de las luchas pasadas y presentes; las necesidades de la lucha de clases y la resolución de las cuestiones nacionales; y se convierte en portador y facilitador de las esperanzas de un nuevo modelo de país republicano, federal y socialista.
Pues como dijo José Díaz el 9 de febrero de 1936: «¿Patriotas ellos? ¡No! Las masas populares, vosotros, obreros y antifascistas en general, sois los patriotas, los que queréis a vuestro país libre de parásitos y opresores; pero los que os explotan, no, ni son españoles ni son defensores de los intereses del país».
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.