Para las elecciones de febrero de 2017, las fuerzas políticas capaces de «calentar» la elección presidencial ecuatoriana son: CREO, con Guillermo Lasso; PSC/MG, con Cynthia Viteri; ID/ANC, con Paco Moncayo, y AP, con Lenín Moreno. Ninguna otra candidatura es relevante. CREO y el PSC/MG quieren acabar con el «correísmo». Y no tienen diferencia alguna en […]
Para las elecciones de febrero de 2017, las fuerzas políticas capaces de «calentar» la elección presidencial ecuatoriana son: CREO, con Guillermo Lasso; PSC/MG, con Cynthia Viteri; ID/ANC, con Paco Moncayo, y AP, con Lenín Moreno. Ninguna otra candidatura es relevante.
CREO y el PSC/MG quieren acabar con el «correísmo». Y no tienen diferencia alguna en su intención por restaurar el modelo empresarial de economía, es decir: mercado abierto y desregulado, empresa privada como eje, recortes al Estado y privatizaciones, apertura al capital extranjero, acuerdos de libre comercio, alivio o supresión de impuestos y flexibilización de las relaciones laborales.
Viejas agrupaciones marxistas, dirigentes de distintos movimientos sociales (trabajadores e indígenas), figuras políticas y académicas de la izquierda «crítica» y otras tantas organizaciones integradas en el Acuerdo Nacional por el Cambio (ANC), desde que rompieron con el gobierno (entre 2008 y 2009) y cada vez con más vehemencia, también se han movido por el anticorreísmo, cuestionando la marcha del país y negando al gobierno actual toda calidad izquierdista y peor aún socialista.
Los líderes del ANC lo consideran heredero histórico de la «verdadera» lucha popular y de izquierda. En las elecciones de febrero de 2013, las últimas presidenciales, y en las que las mismas organizaciones participaron como «Unidad Plurinacional de las Izquierdas» (su candidato fue Alberto Acosta), apenas obtuvieron el 3.26% de la votación. En la actualidad, ninguno de los precandidatos inicialmente anunciados e identificados con el ANC (Lourdes Tibán, Lenín Hurtado, Enrique Ayala, Carlos Pérez Guartambel, Salvador Quishpe, Cléver Jiménez, Patricio Zambrano) tenía posibilidades de triunfo electoral para la presidencia. En búsqueda de «alianzas» para vencer al «correísmo», incluso varios líderes indígenas y de los trabajadores no tuvieron empacho alguno en acercarse o flirtear con partidos y candidatos de la derecha económica y política más extrema.
A su debido momento, el general Paco Moncayo, nombrado coordinador del ANC, expresó que «se necesita una alternativa», que confiaba en que la Izquierda Democrática (ID) se uniera al ANC, y que sólo aceptaría ser candidato presidencial si es que dicha agrupación lo propusiera: «La ID tiene que decidir por sí misma, yo no voy a presionar nada. Mi planteamiento es que yo he estado vinculado a la ID desde que salí del Ejército. Entonces, que aceptaría una candidatura, sí pero de la ID, pero ellos tienen que ver con quién pueden tener mejor desempeño». Finalmente, ID lo postuló.
La candidatura de Moncayo no es, en estricto rigor, obra ni expresión del ANC, sino de la ID, que en pocos meses, gracias al trabajo de Wilma Andrade y de otros dirigentes, lograron revivir a un partido de antigua significación nacional. Moncayo siempre fue una figura de la ID y claramente socialdemócrata. Es el ANC el que adhirió a esta candidatura salvadora para las agrupaciones que lo conforman, pues sus dirigentes no han logrado, en una década, crear la alternativa propia, revolucionaria o política al «correísmo».
Publicado en El Telégrafo 10/10/2016.