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Reseña de Diez días que estremecieron el mundo, de John Reed

Diez días que un siglo después siguen estremeciendo el mundo

Fuentes: El viejo topo

Madrid, Siglo XXI, 2017 (traducción Ángel Pozo Sandoval, edición de Antonio J. Antón Fernández, prólogo de Pascual Serrano), 478 páginas. El libro, este libro que sigue estremeciendo, ha tocadoen lo más hondo a muchas generaciones de ciudadanos. Aquí, en España, y en muchos otros lugares del mundo. Un ejemplo, un testimonio del ex profesor Francesc […]

Madrid, Siglo XXI, 2017 (traducción Ángel Pozo Sandoval, edición de Antonio J. Antón Fernández, prólogo de Pascual Serrano), 478 páginas.

El libro, este libro que sigue estremeciendo, ha tocadoen lo más hondo a muchas generaciones de ciudadanos. Aquí, en España, y en muchos otros lugares del mundo. Un ejemplo, un testimonio del ex profesor Francesc Xavier Pardo: «A finales del mes de diciembre de 1970, en el CIR n. 9 de Sant Climent de Sescebes (L’Empordà, Griona), en pleno «Proceso de Burgos», algunos estudiantes «milicianos» que por allí estábamos hacíamos circular entre nosotros mi ejemplar de Diez días que estremecieron al mundo, de John Reed, en una edición de «Grijalbo-México», de los años 1960, en castellano». Otros ejemplos son posibles, incluso en circunstancias políticas tan adversas como las señaladas por F.X. Pardo, durante el fascismo y en un cuartel del Ejército franquista.

¿Por qué? ¿De dónde ese entusiasmo? ¿Por qué ese estremecerse?

Quien lo probó, diría probablemente Lope de Vega, lo sabe. Hagan caso del clásico esta vez. Pruébenlo, no se lo pierdan.

Algunas razones complementarias.

¿Qué son estos Diez días que estremecieron al mundo? Con palabras del propio autor: «Este libro es un fragmento condensado de historia, tal como yo la vi». No pretende ser más que un detallado relato de la revolución de noviembre, la que nosotros seguimos llamando revolución de octubre siguiendo al calendario juliano, «cuando los bolcheviques, al frente de los obreros y soldados, conquistaron el poder del Estado en Rusia y lo entregaron a los Soviets». Naturalmente, nos advierte el periodista norteamericano, «una gran parte del libro está dedicado al «Petrogrado Rojo», capital y corazón del levantamiento». Pero, añade, «el lector debe tener presente que todo lo sucedido en Petrogrado -con distinta intensidad y a intervalos diferentes- se repitió casi exclusivamente en toda Rusia».

Su forma de entender lo sucedido puede resumirse también con sus propias palabras: «En los primeros meses del nuevo régimen, tanto la situación interior del país como la capacidad combativa de su Ejército mejoró indudablemente, pese a la confusión propia de una gran revolución, que había dado repentinamente la libertad a los 160 millones de habitantes de los pueblos más oprimidos del mundo». (p. 30). Conviene remarcarlo: una revolución social que dio la libertad a 160 millones de personas que vivían en uno de los regímenes más autoritarios del mundo. Recordemos la consigna central de los colectivos bolcheviques: «pan, paz y trabajo».

Como les decía, Grijalbo-México y Akal fueron las dos editoriales que publicaron en castellano el clásico de Reed en los años sesenta y setenta del siglo pasado. Muchas personas de mi generación, como también les comentaba, se aproximaron a la revolución de 1917 a través del relato del activista norteamericano y de otros textos complementarios (también con los escritos de Lenin por ejemplo). La edición de Siglo XXI, anotada y revisada por Antonio J. Antón Fernández, prologada por Pascual Serrano, permitirá a muchos jóvenes de hoy acercarse a este gran clásico del periodismo contemporáneo. Consta de un prefacio, de notas y aclaraciones, de 12 capítulos y de apéndices del propio Reed a cada uno de estos capítulos.

Conviene señalar algunos datos biográficos del autor, esenciales o muy importantes en este caso. John Reed nació en Portland en 1887 y falleció en Moscú en 1920. Apenas 33 años de vida, los mismos que Miguel Hernández, que tal vez tuviera noticias del libro. Destacado periodista, Reed se graduó en la Universidad de Harvard en 1910, iniciando poco después su fulgurante carrera como periodista político y activista obrero. Tan inolvidable como estos Diez días es su México insurgente de 1914. Afiliado al Partido Comunista Laboral de Estados Unidos en 1919, John Reed fue acusado de espionaje, teniendo que huir a la Unión Soviética, donde falleció un año después, en 1920, de tifus. Fue enterrado en la Plaza Roja, como héroe de la Revolución. Tenía méritos para ello.

La primera edición norteamericana del libro, de 1919, contó con un breve prefacio que conviene resaltar. Es el siguiente: «Después de leer con vivísimo interés y profunda atención el libro de John Reed Diez días que estremecieron el mundo, recomiendo esta obra con toda mi alma a los obreros de todos los países. Yo quisiera ver este libro difundido en millones de ejemplares y traducido a todos los idiomas, pues ofrece una exposición veraz y escrita con extraordinaria viveza de acontecimientos de gran importancia para comprender lo que es la revolución proletaria, lo que es la dictadura del proletariado. Estas cuestiones son ampliamente discutidas en la actualidad, pero antes de aceptar o rechazar estas ideas es preciso comprender toda la trascendencia de la decisión que se toma. El libro de John Reed ayudará sin duda a esclarecer esta cuestión, que es el problema fundamental del movimiento obrero mundial».

El deseo del autor del texto, nada menos que Nikolái Lenin (entonces firmaba así), se cumplió. Diez días se difundió por millones de ejemplares en una gran parte de los países del mundo. La compañera de Lenin, la gran y a veces olvidada Nadezhda Krúpskaya [NK], escribió también un prefacio para la primera edición rusa del libro (¡qué buena idea hubiera sido incluir su escrito de presentación en esta edición!) donde nos da claves esenciales para la lectura.

John Reed, señala NK, no fue un observador indiferente de la revolución. Su mirada es la de un «revolucionario apasionado, comunista, comprendía el sentido de los acontecimientos, el sentido de la gigantesca lucha». De ahí, en opinión de NK, la agudeza de su visión, «sin la cual no habría podido escribir un libro semejante».

Sea como fuere, la objetividad no está ausente en su aproximación. El libro de John Reed, señala también NK, «ofrece un cuadro de conjunto de la insurrección de masas populares tal como realmente se produjo, y por ello tendrá una importancia muy particular para la juventud, para las generaciones futuras, para aquellos a cuyos ojos la Revolución de Octubre será ya historia». En su género, concluye la gran revolucionaria soviética que acertó de pleno, el libro de Reed es una epopeya.

Por si faltara algo, dos excelentes regalos más. Esta edición, que será un gran clásico de un clásico, ha estado a cargo de Antonio J. Antón Fernández, quien, además, ha revisado la traducción. Sus notas a pie de página, siempre interesantes, siempre necesarias, nunca de más, son de una erudición apabullante que jamás alardean por pavonearse. No sólo enseñan y ayudan al lector sino que le conmueven profundamente; en lo más hondo, como el libro anotado.

La segunda joya es el prólogo (de quien he tomado las palabras anteriores de NK) que otro gran periodista socialista en serio, Pascual Serrano, ha escrito para la ocasión. En mi opinión y entre sus textos breves, uno de los mejores. Sus palabras de cierre, que cierra también esta reseña: «La obra Diez días que estremecieron el mundo tiene un doble valor, porque nos enseña dos cosas: la revolución rusa, pero también la persona y el periodista que hay detrás del libro. Dos descubrimientos excepcionales que nunca perderán vigencia porque representan la lucha de un pueblo por crear una sociedad justa y la de un hombre por colaborar con esa lucha mediante el periodismo».

Un periodismo comprometido, informado, riguroso, pensado y sentido desde los de abajo. Como conviene pensar, como pensó John Reed. Como piensan también Pascual Serrano y Antonio J. Antón Fernández.

 

Fuente: El Viejo Topo, mayo de 2018