La guerra contra el llamado correísmo está declarada. Forma parte del ataque global de las transnacionales y las oligarquías locales contra todos los gobiernos progresistas del continente. Primero se echó abajo a los gobiernos legítimos de Honduras y Paraguay encabezados por Manuel Zelaya y Fernando Lugo, respectivamente. Luego se movió una poderosa maquinaria contra las […]
La guerra contra el llamado correísmo está declarada. Forma parte del ataque global de las transnacionales y las oligarquías locales contra todos los gobiernos progresistas del continente. Primero se echó abajo a los gobiernos legítimos de Honduras y Paraguay encabezados por Manuel Zelaya y Fernando Lugo, respectivamente.
Luego se movió una poderosa maquinaria contra las reformas políticas y sociales impulsadas en Argentina por Néstor y Cristina Kirchner, para colocar en el poder a Mauricio Macri, gran empresario y reyezuelo del neoliberalismo imperial. Acto seguido se incrementó el vendaval de la oposición violenta a los gobiernos de Venezuela y Bolivia, tocándole ahora el turno a nuestro lindo Ecuador.
Como en toda guerra de agresión, los fabricantes de la violencia inventan pretextos que van desde la defensa de la democracia, los derechos humanos y la transparencia frente a la corrupción. No importa si para ello hay que recurrir a la desinformación, la mentira o la calumnia. Todo sirve para justificar la guerra, con mayor razón cuando se cuenta con el apoyo de los medios privados y se puede manejar a mansalva las redes sociales para romper cabezas y masacrar la verdad. Que es exactamente lo que viene ocurriendo entre nosotros y que amenaza diariamente con incrementarse.
Si en Venezuela la oposición golpista desató el método de ‘calentar la calle’, con su secuela de destrucción y muerte, aquí estamos frente a una situación más compleja, porque al calentamiento de la calle en las urbes se une el calentamiento del campo y de la selva, y además el calentamiento de los cuarteles, bombardeados por el gutierrismo, con el apoyo de militares en servicio pasivo y algunos, incluso, activos. El ambiente se va caldeando cada vez más por la seguridad creciente que desvela a la oposición de una estrepitosa derrota en las elecciones presidenciales de febrero próximo. De allí que se vuelve frecuente escuchar «hay que salir de Correa», «fuera Correa, fuera».
Entre los opositores más poderosos está la banca privada, que apoya -o ha creado- candidaturas que juzga propias: Guillermo Lasso, Paco Moncayo y Cynthia Viteri. Un ejemplo de ello son las declaraciones de Antonio Acosta, presidente del Banco Pichincha, y Fidel Egas, «principal accionista del Banco Pichincha» (El Comercio, viernes 9 de noviembre 2016), quienes llaman abiertamente a la ‘resistencia’ frente a las medidas y leyes propiciadas por el presidente Correa y que son de absoluto beneficio social y nacional. ¡A dónde hemos llegado! Los banqueros autores del feriado bancario de 1999, decretado por Jamil Mahuad, hoy prófugo de la justicia, dictando cátedra de moral pública y anticorrupción, después de hundir en la miseria y lanzar a la emigración -que destruye los hogares- a millones de ecuatorianas y ecuatorianos. Al mostrarse tan cínicos, estos personajes demuestran que tienen más concha que un galápago.
Fuente: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/declaracion-de-guerra