El día 25 de Noviembre de 2016, fecha de la muerte del líder revolucionario Fidel Castro, un grupo de militantes -pertenecientes a distintas agrupaciones- sesionamos en Rosario bajo la advocación del Comandante cubano, en el marco del Encuentro de Comunistas. Después de un largo y rico intercambio, que continuó por correspondencia, arribamos a la siguiente […]
El día 25 de Noviembre de 2016, fecha de la muerte del líder revolucionario Fidel Castro, un grupo de militantes -pertenecientes a distintas agrupaciones- sesionamos en Rosario bajo la advocación del Comandante cubano, en el marco del Encuentro de Comunistas.
Después de un largo y rico intercambio, que continuó por correspondencia, arribamos a la siguiente Declaración:
Situación Internacional
Está signada por la restauración de la barbarie a nivel planetario, producto -principalmente- de la dominación mundial capitalista y de su crisis a nivel global. A medida que más se acentúa dicha crisis, mayor es el grado de barbarie al que asistimos; algunas cifras dan cuenta de ello. ¡¡Según la ONU 800 millones de personas sufren hambre a pesar que la clase obrera produce alimentos para unas 15 mil millones (el doble de la población mundial actual)!!; según la OMS 2400 millones de seres humanos carecen de infraestructura de saneamiento. Casi la mitad del planeta, unos 3 mil millones de personas, deben sobrevivir con 3 dólares diarios (casi $50 argentinos). Todo esto, mientras no más de un centenar de individuos concentran la mitad de toda la riqueza existente en el planeta.
El capitalismo en su crisis y decadencia devasta los recursos naturales porque su objetivo es mantener, o aumentar, a cualquier precio, la tasa de ganancia del capital. Están a la vista las calamidades que provoca su modo de producción, además de las guerras, la desigualdad, el hambre y la miseria de millones: el calentamiento global, el cambio climático, tormentas cada vez más poderosas, aludes, derrumbes, sequías prolongadas por un lado e inundaciones que dejan poblaciones enteras bajo el agua por otro, son consecuencias del modo de producción burgués que ponen el futuro de la humanidad en jaque.
El triunfo de Trump en el decadente centro imperial, cuyo otrora poder omnímodo se reparte cada vez más con otros estados imperialistas, parece venir a poner más leña al contexto crítico que vive el mundo. Sin embargo, es difícil que el neofascista presidente de EEUU pueda hacer más que lo que su propia clase le permita. Sólo si la burguesía financiera imperialista ve peligrar sus ganancias y privilegios podría generar una ruptura en la estructura de las relaciones internacionales que tantos beneficios le brinda en la actualidad.
Más allá de eso, las tensiones son inevitables, hay contradictorios intereses inter-imperialistas que las generan. Como en Medio Oriente, donde Rusia se plantó como potencia hegemónica poniéndole coto a las aspiraciones de los yanquis y sus aliados en Siria. Como China, advirtiéndole al electo presidente imperial que no tolerará que se entrometa en sus intereses y pretensiones territoriales. Como Europa, que ve con preocupación las trabas que se anuncian a sus productos en el comercio hacia el país del norte. Pero sobre todo, están los pueblos que luchan por su bienestar, contra sus opresores, a pesar de las botas asesinas y la propaganda de las clases dominantes. Las heroicas resistencias de los pueblos kurdo y palestino son claros ejemplos de ello. Igual que el estallido del pueblo mexicano que muestra su hartazgo con la suba de combustibles como chispa disparadora.
Latinoamérica no escapa a dicha dinámica
Nuestros pueblos han sido sometidos a la permanente expoliación europea desde hace siglos y, más recientemente a la de EE. UU, Japón y últimamente China. Hoy Latinoamérica ostenta el índice más alto del mundo de concentración de la tierra; ello, después de más de una década de gobiernos autodefinidos como progresistas o populistas.
Asistimos, en el mundo y en América Latina, a una aparente paradoja. Mientras que, producto de la derrota de la Revolución en los 70, el gran capital desarrolla una ofensiva en todos los planos, países, estados y hasta organizaciones que se definen como anticapitalistas adoptan el modo burgués de producción y reparto de bienes. Rusia y China son el más acabado ejemplo de ello. En este último país es donde mayor es la tasa de explotación sobre la clase obrera, donde más plusvalía se extrae de los trabajadores, nada más y nada menos que por el Partido Comunista, que de comunista no tiene nada. Pero mientras ello sucede, las condiciones objetivas para una revolución social están más presentes que nunca. De esa forma puede entenderse en la crisis Siria el papel del PKK con zonas liberadas -como la de Rojava- donde el gobierno es ejercido por el pueblo mediante formas muy semejantes a nuestras Asambleas Populares aparecidas en el 2001.
Rusia y China se han transformado en potencias capitalistas con políticas imperiales; Vietnam marcha en la misma línea y, hasta la dirección del PC cubano admite que la «vía china» es la apropiada para salir de la situación en que se encuentra la Revolución. Allí residen las explicaciones del por qué de su apertura a EE. UU. cómo a las multinacionales. También, por la influencia que mantiene producto de su otrora lucha revolucionaria, los acuerdos firmados por las FARC con el gobierno colombiano y el rol de los llamados gobiernos progresistas de la región tienen mucho que ver con dicha dirección política. Escapa al parecer a esa tendencia la lucha revolucionaria que se está desarrollando en Paraguay.
Los revolucionarios, y las masas del mundo, pero en particular de Latinoamérica, estamos ante el desafío de no caer presas del culto acrítico a los procesos revolucionarios, de no repetir la situación que ya vivimos con el devenir de la URSS. Es necesario más que nunca afilar el arma de la crítica como el de la historia. Los acuerdos firmados en 1972 entre Nixon y Brézhnev, y luego entre éste y Cárter, necesariamente presagiaban el desenlace que tuvieron: la caída de la Unión Soviética, que fuera vaticinada lúcidamente por el comandante Guevara en su momento. Dicha desaparición y regresión al capitalismo estaba larvada en las políticas adoptadas por la burocracia soviética a partir de 1924, hecho que fue visible en la discusión entre el Che y parte de la dirección de la revolución cubana, contra la fracción burocrática y conciliadora de la misma revolución en la Asamblea nacional de 1964. Dos concepciones, dos formas antagónicas de ver la construcción del Comunismo (expresadas en el funcionamiento de la economía) se enfrentaban: por un lado, el Sistema Presupuestario de Financiamiento; por el otro, el del llamado Cálculo Económico (o autogestión).
Nacional
Argentina, como su principal socio económico Brasil, no pueden escapar a la tendencia general de la economía capitalista, que es la acumulación de la riqueza en pocas manos. Esto explica la profundización de la crisis que atravesamos. Ya China dejó de ser el motor que era, el demandante de materias primas que hacía elevar el precio de las mismas. A eso se agrega que el triunfo de Trump parece anunciar el fin de las tasas de interés bajas, cuestión que complica extremadamente a la fracción política de la burguesía monopólica que representa Macri, que asentaba su posibilidad de gobernabilidad en la llegada de inversiones extranjeras y en un endeudamiento a tasas bajas. De estas variantes sólo le queda la posibilidad de la entrada de inversiones a un costo social altísimo y explosivo (como lo demuestra el acuerdo para el saqueo de Vaca Muerta) y del endeudamiento, aunque a tasas elevadas, cuestión que amenaza poner al rojo nuestra economía, desde otro ángulo, en no mucho tiempo.
El primer año de Macri estuvo signado por el temor al mal humor popular y a las protestas. Ello explica algunas concesiones a los sectores populares, como su contracara, el no poder aplicar a rajatabla su plan económico y social. Sin embargo, machacan cada vez con más fuerza sobre la necesidad empresarial de reformar los convenios colectivos de trabajo para destruir derechos que la clase trabajadora ha conseguido con sangre a través de décadas de lucha.
Los problemas económicos y sociales continúan y amenazan con agravarse en el 2017, lo distinto es que parece haber cooptado (léase comprado con migajas para los más desposeídos) a una parte de la dirigencia del movimiento de trabajadores desocupados. Aunque las condiciones objetivas, hambre, miseria y desocupación pueden poner en crisis cualquier tipo de pacto. La tendencia objetiva de las grandes masas es a la protesta, la desobediencia civil y la rebelión, muestra de ello es la respuesta a cualquier tipo de atropello, sea policial, de género, etc, etc. Lo sucedido estos días con los llamados manteros de Once es un claro signo del estado real de situación. Mientras tanto, algunos sectores de izquierda están más preocupados por los votos que por botar al sistema.
En dicho marco, la izquierda nucleada en el FIT convocó no a ganar las calles sino a «marchar» a Atlanta. Y, de ahí, (¿a las calles?, no) a la cancha de Huracán en Marzo. Lo que agrava la situación, en este sentido, es que distintas organizaciones que se autoproclaman del campo del guevarismo estén pidiendo ingresar a las boletas del FIT para las elecciones de este año.
La tendencia a la rebelión callejera es algo palpable pues el ciclo iniciado en diciembre de 2001 no ha podido ser clausurado por la burguesía, muy a pesar del esfuerzo puesto en ese sentido por el kirchnerismo. Si algo está presente ante cada atropello es el método asambleario y el corte, de calle o ruta. El pueblo lo ha tomado como herramienta de lucha y es lo que se ha consolidado desde el argentinazo a esta parte.
Esto nos lleva a concluir que lo más probable es que ante la profundización del ajuste y del deterioro en las condiciones laborales y de vida, nuestra clase responda con levantamientos aquí y allá, como vino sucediendo desde los 90, motivo por el cual las tareas que están planteadas son las siguientes:
1) Desarrollar y ensanchar el Encuentro de los Comunistas
2) Desarrollar la construcción de un Frente o Bloque Antiimperialista y por el Socialismo
3) Alentar la llama de la rebelión obrera y popular, como de las Asambleas Populares.
4) Desarrollar la solidaridad con los pueblos y grupos en lucha contra el imperialismo y el capitalismo (Paraguay, Kurdistán, Palestina, Venezuela, etc.)
5) Planificar actividades en el marco de los 100 años de la Revolución bolchevique; coordinar con la Comisión que ya está funcionando.
6) Convocar a un Encuentro regional del conurbano bonaerense a llevarse a cabo en la ciudad de Avellaneda, en el CC Manuel Suarez, Av. Pavón 1635, el 18 de marzo de 2017, como paso previo a un nuevo Encuentro Nacional a llevarse a cabo en La Plata, en la Sociedad de Fomento La Cumbre, Av. 31 entre 531 y 532, para el 6 de Mayo de este año.
Hace un siglo la Revolución bolchevique empujaba a los trabajadores organizados como clase, a enfrentar al capital y luchar por el poder proletario, por una sociedad de seres libres e iguales, sin fronteras, sin estado, sin explotación del hombre por el hombre y sin miseria. Hoy, debido a la derrota (momentánea en términos históricos) y a la acción de las corrientes oportunistas, posibilistas, los llamados progresismos que lo único que hacen es asegurarle los privilegios a los explotadores del mundo, la clase trabajadora lucha por modelos «menos inhumanos» de explotación, muy a pesar de que la riqueza social alcanza y sobra para que los sueños revolucionarios sean posibles. Es cuestión de reemprender el camino.