Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano Estábamos en el otro tipo de tradición intelectual. Adelante con esa otra tradición intelectual. La praxeológica, la que registra que la política […]
Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano
Estábamos en el otro tipo de tradición intelectual. Adelante con esa otra tradición intelectual.
La praxeológica, la que registra que la política es una praxis, un hacer cotidiano, intersubjetivo, que abarca a muchos individuos -unos pocos o millones-, que surge del hacer intersubjetivo de todos ellos, de todos los activos. Y que ese hacer no puede ser preestablecido porque es histórico, singular, único. Que la experiencia que surge de ese hacer es, en consecuencia, única, o sea, histórica. Y que se trata de eso, de ayudar a que surja, ayudar a que se genere nueva actividad, actuando como partera de la misma, y, una vez se constituya un nuevo sujeto social práxico, ayudar a transmitirle el legado del pasado: qué legado..
Eso, qué legado.
¿Las constituciones? ¿Los gobiernos en el exilio?. No: el saber consciente que se generó en el pasado, a la luz de la experiencia del pasado y que haya producido precisamente esa experiencia de ser praxis irrepetible en el tiempo, de ser historicidad, que haya generado la consciencia de que la política es eso. No estatutos, no prescripciones, no dinámicas objetivas… y que se haya decantado en un saber teórico praxeológico, consciente de eso. Un saber que afirma la consciencia de que somos un ser comunitario, que se autogenera en praxis intersubjetiva. Un saber elaborado por personas que lo experimentaron así, y que ha sido transmitido como tradición intelectual a personas del presente. Un saber que propone al que lo posee indagar sobre los atisbos de gentes que se organizan para la lucha ahora. Que insiste en que ese es el único plano ontológico, existente de realidad en lucha, que esa praxis es la única realidad política existente. Un legado que sabe que el sujeto práxico se construye, y que sin sujeto práxico no existe subjetividad capaz de interesarse por ese legado. Un saber que exige a sus portadores que ayuden a construir ese sujeto y que traten de entregarlo a esas gentes nuevas en acción. Un saber que contiene elaboraciones críticas: contra el rival, el capital al que analiza, y contra los espejismos propios. No valen las elaboraciones ya hechas que proceden de otros periodos y que ofrecen alternativas ya cerradas.
Ese saber praxeológico, que tiene consciencia de que el ser humano es praxis creadora en todo momento, que sabe de eso, no es saber consciente inmediato de los agentes práxicos reales, porque es elaboración segunda a partir de las experiencias históricas, filosofar.
Y sería transmisible
Ese saber sí es un saber trasmisible, como lo es todo saber. Lo es, insisto, en la medida en que se robustece la praxis y se engrosa, crece, la experiencia práxica: porque entonces ese saber praxeológico, ese legado, posee un suelo sobre el que se le haga aterrizar: el suelo, el contexto de recepción, es la experiencia práxica presente. Ese saber sirve para enriquecer la reflexión de la experiencia generada por la praxis operante, viva, a la luz de elaboraciones que le ponen nombre: eso que tú haces, tú lo estás creando, no lo haces porque sea una facultad natural tuya. Surge ahora, porque lo estáis haciendo surgir, y nuestro propósito es que lo elaboréis con consciencia de eso que es: no venimos con tal o cual programa elaborado por tal o cual ciencia o tal o cual reformador del mundo para tratar de que lo llevéis a la práctica; venimos a ser el espejo en el que veáis que sois un movimiento en comunidad, una comunidad en movimiento y que, en la medida en que lo sois y lo habéis organizado por vuestra voluntad, sois el movimiento consciente que transciende el estado de cosas actual existente. Bueno, estas son paráfrasis de frases de Marx…
La filosofía praxeológica o de la praxis que hemos hablado…
Esta es la praxeología, el filosofar praxeológico, que reflexiona sobre la praxis existente, desde la praxis existente, intentado utilizar para ello del legado intelectual praxeológico. Es un pensamiento que sirve para ayudar a crear mejor autoconsciencia del hacer que existe, no para cargar el presente con losas fantasmales del pasado. Y, respecto de ese saber, insisto: son los vivos que están ahora activos, en su hacer, y desde la experiencia de su hacer, los que tienen la clave de interpretación del legado de los muertos: de los que lo elaboraron porque en su momento, respecto de su praxis histórica, sí supieron y entendieron que las cosas eran así.
Antes de proseguir con Canfora, me voy a permitir recurrir a una experiencia formativa mía, para reflexionar sobre lo que sí son saberes legados interesantes y los que no.
Adelante, toda concreción es bienvenida.
Yo, de joven, me organicé en el PSUC, durante la clandestinidad; entonces el partido era un instrumento que permitía reflexionar sobre qué hacer, a todos los que hacíamos, que no éramos los concejales, los diputados, los… sino las personas que estábamos entre la gente, con la gente, y tratábamos de organizarnos interactivamente junto con todos los demás para hacer cosas: la gente con la gente. En ámbitos «naturales» de socialización; pues, el mío, era el movimiento estudiantil universitario; el de otros, la empresa de trabajo, la asociación de vecinos. Y tratábamos de reflexionar sobre ello y estaba el partido. El partido de la época también te proporcionaba una serie de metas prescritas, «científicamente garantizadas», que la experiencia demostró inútiles: la huelga general política, la ruptura democrática… No voy a insistir en esos objetivos, para no lastrar aún más esta respuesta. Una vez en el partido uno esperaba más formación de la que te daban, sí, eso es cierto. Pero cuando te encontrabas con personas de otros grupos, había una gran diferencia; de entrada, parecía que tenían «más formación», pero era más catecismo. Y parecía que tenían mejores análisis… pero era por ejemplo, que tú estabas en una asamblea y se te podían poner a criticar por… los «fets del maig», sucesos de Mayo, del 37… Se ponían a expresar su «análisis» sobre acontecimientos del pasado: era ideologismo.
Lo que has comentado antes.
O por el estalinismo… Bueno, es de sentido común que eso se debe a que no vivían en el mundo de la experiencia práxica real y trataban de sostener rencillas en lugar de debatir políticamente sobre el qué hacer. Nosotros no caíamos en eso. Por el contrario, eso es lo que a veces me inquieta de ahora: a veces podemos caer ahora en eso, en lo que antes no caíamos, en debates de este tipo: debates de muertos. Entiéndeme…
Lo intento. Te explicas un poco sobre esto último
Yo soy un partidario de leer historia, y leerla ¡a saco!, como dice el del anuncio de «La gula del norte». Pero como instrumento para reflexionar experiencias actuales, como medio para comprender nuestro mundo presente. Para pensar qué se hizo que iba bien y qué no se hizo, qué hicieron gentes que no son nosotros, los vivos, pero que eran tan simples seres humanos como nosotros, un saber que ayude a nuestra imaginación viva, práxica. Recuerdo alucinado en una asamblea de estudiantes masiva, en la que estábamos para reflexionar cómo organizar la lucha, a Heribert Barrera en un ataque-pataleta contra el partido, denunciándolo, excomulgándolo… no creo que consiguiese un adepto, un solo discípulo, ni nadie que cayese a sus pies derribado del caballo por la luz cegadora de su denuncia profética… Que cayese a sus pies…
Nunca se sabe. Los caminos del convencimiento son muy diversos.
Para todos los asistentes a la asamblea, aquel viejo energúmeno salido de no sabíamos dónde, era ridículo, patético y, además, antipático. Tres esdrújulas. Creo que ahora queda claro lo que sí es y lo que no es buen saber.
Creo que sí, que se capta poco a poco tu reflexión.
Saber bueno es el que ayuda a reflexionar sobre lo que se hace en el presente, porque se trata de eso, de elaborar actividad concreta que genere experiencia concreta. Y ha de ser un saber que ayude a reflexionar sobre la propia experiencia. Por ello, y permíteme otra digresión más, a mi no me preocupa el pequeño circo que se va a provocar ahora, en 2017, fecha del centenario de la Revolución Rusa, aprofitant l´avinentesa, contra el comunismo: que si el estalinismo, que si fue un error haber creado la Komintern, que si…
¿Qué te preocupa entonces?
Lo que me preocupa es que no haya 500, mil activistas, con consciencia praxeológica, en sus mundos de vida, cogenerando con sus gentes experiencia de organización y lucha en su cotidianidad, y compartiéndola con los demás, de forma organizada. 500 activistas, no 500 concejales, o 500 alcaldes o 500 parlamentarios; 500 activistas con consciencia praxeológica, es decir, con lo que yo denomino consciencia comunista… con qué modelo organizativo: ah, pues no sé. La palabra «partido» ha tenido mil significaciones distintas. Y las palabras «partido comunista» lo mismo, ídem de lienzo, a pesar del ideologismo que nos haya hecho creer que era «el mismo que viste y calza». Con qué principios partidarios: y yo qué sé -«no: sin dictadura del proletariado, no se va ni al estanco» o: qué frase tan horrenda y totalitaria…». Pues, mira, a mi no me asusta esa frase, pero esa frase, que tuvo fuerza y sentido, hoy no dice nada. No es que esa frase proponga o diga cosas terribles; nunca las expresó. Por eso yo, que la he defendido en su tiempo -y a lo mejor, para esas fechas, la frase era ya un fósil y lo que queríamos articular con esa palabra era otro debate que no sabíamos cómo articular intelectualmente, era ya otro… el debate contra el liberalismo y la representación electoral, colados de matute como democracia…
Pero no te sientes avergonzado de haberlo hecho…
No me siento en absoluto avergonzado de haberlo hecho. Pero, esa frase, o la Constitución escrita de la segunda república, o lo justo de la política de apoyo a Negrín, no es debate político, no es teoría político-filosófica que enriquezca praxis ahora, que sugiera praxis ahora. Tampoco las charranadas anticomunistas para conferencias universitarias nos frenan la praxis. El ideologismo del enemigo no es el que nos afecta, ese no hace daño, el ideologismo malo es el mío. Si yo propongo una acción justa en un ambiente social adecuado, y sobre un tema que todos compartimos, y la gente me conoce y sabe que no soy un chorizo, eso sale adelante, aunque yo crea en el bigotes y le rece todos los domingos en las misas de mi célula, y aunque a una buena parte de los otros se les aparezca por la noche la virgen maría o san Bakunin… y si actuamos juntos, ese hacer que surge de la organización nuestra, y esa instancia organizadora de la que nos dotamos para actuar, eso, eso es el partido, es la fuerza del presente; y esa experiencia que surge es la consciencia de nuestra fuerza del presente, una consciencia repleta de capacidad de imaginar, ávida de reflexión sobre sí misma, y por tanto, necesitada de elementos intelectuales, reflexivos, que le permitan auto comprenderse… En el PSUC una gran parte de militantes procedían del campo andaluz, de la cultura campesina comunista libertaria andaluza -¡este es el magnum misterium jamás revelado de la transustanciación…!
Muy bueno esto último: ¡el misterio jamás revelado!
Otro elemento que quiero discutir y que Canfora trata es el de la Revolución como único momento generador de experiencia -o así lo parece, dado que cuando piensa en la dificultad de transmitir experiencia solo piensa en la revolucionaria-. Pues tú y yo no hemos vivido ninguna revolución. Pero sí hemos vivido praxis organizada y hemos generado la consiguiente experiencia. Porque para vivir eso no hace falta más que organizarse con otros, relacionarse con otros y tratar de generar actividad: todo tipo de actividad auto generada es praxis. Y eso, siempre, produce experiencia. Una experiencia de que el mundo depende de nuestro hacer: es nuestro hacer y su objetivación. De que el mundo no es cosa, naturaleza inmodificable. La experiencia de que el poder es el control de la actividad y que, por tanto, nosotros podemos generar poder. Una experiencia que se abre al legado praxeológico, que lo necesita, y si se lo apropia, lo reelabora novedosamente -no puede no hacerlo- para auto reflexionarse; una experiencia que sabe que para toda forma de organizar el hacer que produce y reproduce el mundo, existen otras posibilidades de hacer, porque lo ha experimentado en concreto, al lograr modificar mediante su actividad organizada, parcelas del hacer. Y, en el límite, sabe que todo es posible, que nada está escrito en ninguna parte, y que es posible un gran cambio. Claro, eso, esa experiencia, surge de la actividad, de la movilización. Y de ahí surge la imaginación realista, la imaginación de que se pueden hacer nuevas cosas, dar nuevos pasos práxicos y de que todo puede llegar a ser.
O sea
O sea y volviendo, como resumen, al asunto planteado por Canfora: nosotros no podemos transmitir una experiencia que fue, pero sí podemos usar de nuestra experiencia pasada para ayudar a construir una nueva experiencia actual en la gente, autoorganizándonos con ellos, para que ese nosotros en común actúe y genere experiencia nueva. Una vez hecho eso, podemos transmitir nuestro legado praxeológico. ¿Cómo? No me extenderé en ello…
Pero
Pues lo mismo que, a partir de un determinado vivir activo, por ejemplo el del joven de 16 años, se genera una experiencia nueva, presente, actual, desde la cual se puede recibir -contexto de recepción- las elaboraciones intelectuales de las épocas estudiadas por Canfora: se puede leer apasionadamente la Iliada, se puede adorar a Héctor… se le puede recibir, vivificar a partir de la experiencia singular generada por la vida del presente -contexto genético de una nueva interpretación- , y se lo usa para autorreflexionarse, para generar pensamiento nuevo para el presente.
Creo que, bajo esa elaboración de Canfora, que es un gran filósofo y un gran filólogo, se expresa nostalgia de los beaux temps du passé. Pero ni tan siquiera la nostalgia es ya lo que era.
Con estas palabras no olvidadas lo dejamos por hoy si te parece.
De acuerdo. Sin olvidos.
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