Las librerías de todo el Estado español se han visto estos días enriquecidas con la aparición de un nuevo libro, Los años dorados de Antonio Lázaro. Ducho en novelas históricas y, de alguna forma, investigador de leyendas y mitos, Antonio Lázaro aborda ahora un tema muy controvertido: los años de la transición, esa farsa política […]
Las librerías de todo el Estado español se han visto estos días enriquecidas con la aparición de un nuevo libro, Los años dorados de Antonio Lázaro. Ducho en novelas históricas y, de alguna forma, investigador de leyendas y mitos, Antonio Lázaro aborda ahora un tema muy controvertido: los años de la transición, esa farsa política que posibilitó la continuidad, hasta prácticamente nuestros días, del régimen fascista del general Franco.
Los medios de comunicación oficiales (especialmente la goebeliana TVE) han intentado dar una imagen maniquea y aséptica de esta novela, ofreciéndola como una apología de esos años de miedo e incertidumbre en los que se tramaron todas las grandes mentiras que marcarían la falsa democracia en que vivimos ahora. La imposición de una monarquía ilegítima fue la más aberrante de todas.
Los años dorados es una novela sobre unos años controvertidos, la segunda mitad de los setenta, una época histórica de grandes expectativas políticas que no llegaron a nada. Es cierto que esos años dorados existieron, especialmente tras la muerte del dictador, cuando una espontanea movilización popular -con una fuerza tan insospechada que asustó a los padres de la patria-, lanzó masivamente al pueblo español a las calles.
Efectivamente, fueron años dorados porque trajeron consigo expectativas de un cambio real y profundo, un cambio que devolviera a los españoles la confianza y el protagonismo en el futuro. Aunque todo su sentido se desvirtuó cuando la farsa de la transición se consolidó con la coronación del ilegítimo rey Juan Carlos, coronación que fue refrendada por toda Europa y que se nos impuso a golpe de mazo. Tal y como se impondría la transición de la indigna corona a su parásito hijo Felipe, cuarenta años mas tarde.
Sin embargo, ninguna lucha es estéril, todas dejan plantada la semilla de una revolución que, tarde o temprano, fructifica. En el caso de la novela Los años dorados, la semilla fructificará en una regeneración personal del protagonista de la historia, el ejecutivo Mateo, que verá renacer unos valores y esperanzas largo tiempo olvidados y dispuestos a emerger, incontenibles como lava, desde lo más profundo de su evocador pasado.
Un pasado irrepetible
Desde este punto de vista, Los años dorados puede interpretarse como una novela psicológica en la que el leit movil es una revista poética clandestina, una publicación revulsiva y contestataria que exaspera al poder y a la oposición al mismo tiempo por ser políticamente incorrecta. Este leit movil se repite inevitablemente a lo largo de toda la historia y acaba resultando ser el impulso vital, la fuerza motriz, la clave secreta que movió a los protagonistas en los años setenta y que vuelve a moverlos en el 2.016. Esta publicación clandestina, que convulsionó al poder en los años dorados, cohesiona de nuevo al grupo poético en la actualidad y le da la fuerza necesaria para salvar la vida a uno de sus miembros.
Las circunstancias que concurrieron en la desaparición de la revista poética La Trama son el enigma que abruma al narrador hasta la obsesión (Los años dorados está escrito en primera persona) y que lo persigue tenazmente durante toda la historia. El entorno político de una dictadura que se resiste a agonizar y se transmuta en bestia democrática, los saltos con que los poetas bloqueaban el tráfico en el centro de Madrid, el implacable presente, las mafias de estupefacientes, los sicarios descontrolados, el antiguo torturador de la brigada político-social trasmutado en ciudadano ejemplar, los condicionantes económicos y sociales de cada personaje, la claudicación de ideologías ante la implacable sociedad de consumo, la degeneración de valores, ese amor aparcado en un pasado irrepetible que se llama Charo… Todo esto es Los años dorados. La revista poética clandestina, así como las misteriosas circunstancias que la hicieron desparecer, son la columna vertebral sobre la que se articula toda la historia.
Mateo es directivo de una prestigiosa editorial que vive su confortable y monótona vida con resignación. Siempre ha querido ser escritor pero nunca lo ha logrado. De repente un día, mientras se dirige al trabajo, se cruza con una sombra en la autopista. Como En busca del tiempo perdido, la magdalena de Proust se deshace en su boca y le evoca irremediablemente todo su pasado. Este pasado, treinta y tantos años atrás, se le acaba imponiendo sobre el presente y le trasporta a un tiempo en el que la solidaridad, la lucha por la justicia, el coraje y el amor aun tenían su razón de ser y marcaban su vida. Movido por este irresistible impulso, Mateo se plantea cambiar radicalmente su vida y recuperar, aunque solo sea en su imaginación, su juventud en el Madrid de los años setenta, su amor perdido, sus años dorados…
Una historia de amor
Los años dorados es también una historia de amor. Una historia en la que el amor se nos ofrece adulterado, pasado por el triturador del tiempo, convertido en un sueño imposible… A pesar de los esfuerzos de Mateo por vivir el amor como lo hacía en su juventud, en sus años dorados, ni él ni su novia Charo, la musa incuestionable que cohesionó a todos los escritores de la revista, son los mismos que eran 35 años atrás. En el siglo XXI, la contestataria Charo de los setenta se ha convertido en una jonky y el inquieto escritor que fue Mateo en un ejecutivo de alto standing.
Antonio Lázaro explica su novela desde la perspectiva que ofrece la memoria histórica de una generación que «soñó y luchó por las libertades en un momento en que era realmente arriesgado hacerlo». También rescata del injusto olvido unos barrios madrileños que, como Malasaña o Maravillas, sirvieron de genial escenario para una revolución social que nunca generó su correspondiente revolución política. En realidad Antonio Lázaro se ha quedado corto en la interpretación de su propia novela. Esa generación de revoluciones imaginadas, de sueños y esperanzas traicionados, es la misma que se acaba integrando en el sistema y convirtiéndose en aquello de lo que tanto había renegado: Mario Lalanda, el agitador revolucionario de los setenta, el que dirigía la revista poética La Trama y organizaba los saltos en el centro de Madrid para promocionarla, acaba ocupando puestos directivos en la policía del nuevo régimen; Raimundo, el Nervi, la determinación y la fuerza física del colectivo literario, está pasando una crisis matrimonial que lo llevará al divorcio; Charo, la musa idealista e incontaminable que sirvió de elemento de cohesión e inspiración al grupo editor de la revista, termina convertida en patética heroinómana…
Años revolucionarios
Más allá de las páginas de esta novela, como inevitable deducción de todo aquello que Antonio Lázaro expone en Los años dorados, está la situación política contemporánea, de la que inevitablemente hay también que hablar cuando se hable de esta novela. Porque bajo esta enmascarada dictadura que vive la España del 2.017 (protagonizada por la gran derecha PP-Psoe), se está gestando una nueva generación de jóvenes que, bajo condiciones de represión muy similares a las de aquellos años del postfranquismo, se tiene que enfrentar a los mismos apaleamientos brutales de los antidisturbios que sufría la generación de Los años dorados, a la misma prisión incondicional que imponían entonces los jueces franquistas y que hoy imponen los jueces «democráticos», a las mismas torturas que se practicaban en las comisarías de la España de los setenta, el mismo veto a la cultura, la misma negación del derecho a la formación universitaria para todos aquellos que no dispongan de medios económicos…
Los que conocemos personalmente al escritor Antonio Lázaro, los que sabemos de su trayectoria política y luchamos junto a él en sus años dorados, hombro con hombro, desde las poéticas barricadas libertarias, le animamos ahora a que hunda su pluma en el tintero y escriba también sobre la generación contemporánea, la que ahora se debate entre el sometimiento al poder o la insumisión contra un sistema inhumano, la que se ve obligada a trabajar bajo condiciones esclavistas, la que ha sido convertida en carne de cañón en una España sometida y secuestrada.
Conociendo a Antonio Lázaro, esa próxima obra sería una novela tan sugerente y trepidante como ésta, una novela preñada de futuro, destinada a evocar la revolución pendiente, una novela narrada con la clarividencia que le da su pluma de escritor visionario, una novela que podría salir a las librerías bajo el prometedor y comercial título de «Los años revolucionarios».
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