Martín Alonso, profesor de Instituto jubilado, es doctor en Ciencias Políticas y autor de Universales del odio. Creencias, emociones y violencia; No tenemos sueños baratos. Una historia cultural y El catalanismo, del éxito al éxtasis (3 volúmenes). Nos centramos en este tercer volumen: «Imposturas, impunidad y desistimiento», que acaba de publicar El Viejo Topo, abril […]
Martín Alonso, profesor de Instituto jubilado, es doctor en Ciencias Políticas y autor de Universales del odio. Creencias, emociones y violencia; No tenemos sueños baratos. Una historia cultural y El catalanismo, del éxito al éxtasis (3 volúmenes). Nos centramos en este tercer volumen: «Imposturas, impunidad y desistimiento», que acaba de publicar El Viejo Topo, abril de 2017.
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Seguimos en la introducción. Estábamos aquí. ¿Por qué insistes tanto en el concepto de impostura?
Hay varios motivos. Uno genérico: la impostura es un fenómeno con dos facetas. Una es de orden cognitivo. Sabemos que las personas reaccionamos en función de cómo interpretamos la situación por eso todos los grandes trastornos de la humanidad comienzan por una interpretación falsa, por una mistificación. El asunto es que, dado el componente social de la legitimidad de las percepciones, si la mayoría de las personas creen en la impostura, será quien no cree el estigmatizado. Pensemos en la caza de brujas de antaño o el mccartismo de anteayer. Un segundo es de orden jurídico-moral: debajo de la visión rosada de Pujol estaba el desfalco de Banca Catalana y la lluvia fina del 3%, es decir, un engaño y un delito. La impostura devuelve el foco a aquella provincia de la realidad que se ha mantenido oculta y a los mecanismos utilizados para instalar esa versión adulterada. Y lo que llama la atención es que mientras se insiste tanto en ciertos aspectos se han metabolizado tranquilamente las implicaciones de la pseudoconfesión (el colmo de la impostura es una confesión falsa por iniciativa propia) de Pujol. El tercero es de orden sociológico: la impostura ha sido una variable determinante en el funcionamiento social de la élite del poder en Cataluña. No me entretengo en explicarlo, remito a Clave K de Margarita Rivière, que recomiendo encarecidamente.
Haces referencia en una nota al manifiesto de Pompeu Fabra de los años veinte si no recuerdo mal: Manifest per la conservació de la raça catalana. ¿Por qué? ¿Cuál es el papel-interés de ese escrito? ¿Qué quiere decir aquí raça catalana? ¿Por qué somos tan críticos con el concepto raza española o hispánica y tan poco con esta raça catalana?
No le daría gran importancia a esto para una explicación del momento. En cierta medida sus declaraciones respondían a una mentalidad extendida entonces. Otra cosa es que se haga de figuras así -hablo en plural pensando por ejemplo en Sabino Arana- patrones de referencia. Yo creo que son posiciones tan rancias que no vale la pena detenerse en ellas. Si acaso para entrever algo relacionado con la pregunta anterior y la tercera: la facilidad con que mentes privilegiadas asumen las ideas en boga del momento. El psicólogo José Luis Pinillos (Psicología y psicohistoria, 1988) lo formuló con toda claridad hace treinta años: «Cuando uno piensa, por ejemplo, en los sacrificios humanos que ha costado en este siglo el mito de la raza, es imposible no estremecerse ante la pavorosa fuerza que pueden alcanzar en el hombre de hoy representaciones mentales tan escasamente ilustradas como las del racismo».
Hablas del PSUC en la página 57 de este primer capítulo, a propósito del ensayo de Vélez-Pelligrini del que ya hemos hablado. Dices apoyándote en él: lo paradójico que resulta que el PSUC atacase con tanto ahínco la derechización del PSOE pero en cambio mostrara su connivencia con la derecha económica y financiera vinculada a Banca Catalana. ¿Fue así? ¿Somos justos cuando hablamos en estos términos?
Gracias por la pregunta. El mejor servicio que puede prestar un entrevistador es pedir credenciales al autor sobre sus asertos. Tengo que admitir que no tengo datos suficientes para contestar cabalmente a tus preguntas sobre si soy justo en este punto con el PSUC. No conozco suficientemente esa historia. Me he apoyado en la apreciación de Vélez-Pelligrini pero acaso es un apoyo insuficiente. No he prestado más atención a ello porque es un aspecto que está fuera del foco de mi ensayo; pero eso no es una excusa para hacer una aseveración infundada. Lo que procede entonces en prevenir al lector para que ponga en cuarentena esta visión y busque fuentes fidedignas.
Pienso no obstante que puede haber habido aquí una suerte de consecuencias no esperadas, acaso deudoras también de una concepción no muy elaborada de la dinámica social. Si mis datos dan para tanto creo que uno de los motivos del PSUC para alentar la socialización nacionalista (o más concretamente, de la lengua) de la inmigración era el de favorecer su acceso al ascensor social. Esta sería una causa noble. De no ser porque parece sobreentender que hay ciertas cualidades, las que incluimos espontáneamente en el programa de la catalanización, que tienen algún mérito adscrito para habitar la cúpula de la estructura. Y creo que hubo otro error, o acaso una insuficiente claridad, al aceptar de la tesis de que la lengua era un vehículo o instrumento y no 1) un marcador de clase oportunista y 2) un dispositivo de nacionalización mental. No veo cómo el PSUC, y no solo él, hubiera aceptado si no dejar el poder al nacionalismo (recordemos los resultados de las primeras elecciones; pasó algo parecido, pero menos aparatoso, en el País Vasco). Pero, insisto, búsquense otras fuentes.
¿Existe actualmente algún nacionalismo catalán que no sea secesionista? Lo mismo en cuanto al catalanismo. ¿Todo catalanismo, fechado en 2017, es nacionalista y secesionista?
Pienso que sigue existiendo la pluralidad de matices, lo que ha cambiado es la frecuencia de su distribución. Este es también un fenómeno típico. Cuando se activan las pulsiones nacionalistas acaban imponiéndose las dinámicas identitarias y estas dinámicas aspiran a reducir el tablero a dos posiciones literalmente exclusivas y excluyentes, la que ocupan los ‘nuestros’ y la de los ‘otros’. Estas dinámicas crean un foso social a partir de dos procesos psicológicos complementarios; homogeneización intragrupal en los dos grupos antagonizados (en particular, el que se atribuye la representación colectiva de ‘los catalanes’) y diferenciación intergrupal. El resultado es un tablero polar. Si bajara la temperatura, se difuminaría la polarización y se observaría ese pluralismo en el interior del catalanismo (recordemos la curva de temperatura de los años de Ibarretxe). Pero en ocasiones se adoptan decisiones que complican enormemente la reversión o el enfriamiento. Y en todo caso, no se puede obviar el coste de las dinámicas secundarias o colaterales, por ejemplo a la hora de gestionar las emociones negativas derivadas de la frustración.
Manifiestas tu extrañeza en una nota a pie por la siguiente cita no muy citada de Jordi Amat. Traduzco: «Las clases medias quisimos creer que nuestra democracia tenía como legitimidad originaria la conducta honrosa de Jordi Pujol a raíz de los hechos del Palau, vacunándonos así de nuestro propio pasado -un pasado de colaboración con la dictadura… o, en todo caso, de falta de compromiso con la democracia durante el largo franquismo por parte de la mayoría de una población desconectada de la política. Era una fantasía de base real que ha tenido una funcionalidad amnésica: cortocircuitar los vínculos entre catalanismo y franquismo, los vasos comunicantes dentro de los cuales nos refundamos. Pero la fantasía sólo es una parte de la verdad». ¿Por qué? ¿Ha sido así en tu opinión? ¿Un sector de las clases medias catalanas ha sido franquista o cuanto menos muy pasivo en la lucha antifranquista?
En este punto tengo más confianza que en lo relativo a la conducta del PSUC. Me parece que la apreciación de J. Amat está fundamentada y cuenta con notables avales a su favor. Podríamos hacer un listado de figuras ilustres claramente implicadas en el régimen. No me parece grave el que no se reconozca esta implicación -no es un mal diferencial, si Franco pudo morir en la cama es porque contó con suficientes apoyos, dentro y fuera, no hay que olvidar lo último, que es una de las razones por las que la historiografía ha tendido a disociar al franquismo de los totalitarismos que coetáneos, me parece, no soy historiador -. O no me parece tan grave como el que desde esa pulsión creada por el proceso, que exige una relectura histórica en términos de antagonismo se haya emprendido una tarea revisionista para reescribir la historia y mostrar una Cataluña impecablemente democrática según quiere la ficción (la impostura) de la invención de 1714 (y una versión correlativa que también me parece discutible en términos de fiabilidad histórica, la del ‘régimen del 78’). Dicho groseramente. Pero, naturalmente el lector hará bien en no prescindir de sus gafas escépticas, no vaya a ser que bajo la denuncia de la impostura ajena el autor se permita licencias poco rigurosas en sus reflexiones.
Por cierto, hablas muy bien también de un libro de Jordi Amat. ¿Por qué? ¿Qué libro es ese?
El libro es El llarg procés. Cultura i política a la Catalunya contemporània (1937-2014), del que procede la cita que has traducido en la pregunta anterior. Me parece interesante porque ilumina varios de los puntos cruciales en la construcción de un andamiaje discursivo decisivo para el procés, pero anterior a él; en realidad salvo un capítulo el resto abarca solo hasta 1984.
Destaco dos, un capítulo en el que describe la campaña dirigida en los años 60 por Josep Benet -una figura para la sociología de las biografías y algún motivo de reflexión para añadir a las consideraciones sobre el PSUC de la pregunta anterior- para construir una imagen de Pujol como mártir y exponente acreditado del catalanismo, el zócalo de su carisma y de la identificación Pujol=Catalunya, apuntalado con el caso Banca Catalana.
El otro es el último, dedicado de refilón a los últimos años, que ocupan un espacio escaso en el libro y en el que sostiene que una de las claves para entender los cambios recientes tiene que ver con el papel crucial que el tripartito otorgó a ERC, un partido con un apoyo que no sobrepasaba el 16%. Fue una ventana de oportunidad que convertirá previsiblemente a ERC en partido hegemónico en las próximas elecciones, dejando en la estela a Ítaca un paisaje de náufragos (PSC, CiU, PDeCat…) y la sociedad catalana, y no solo ella, festoneada de costurones.
(Entre paréntesis y para el apartado de la sociología de las biografías, puede que este libro abrigue una suerte de ajuste de cuentas, habida cuenta de que J. Amat formaba parte del Consejo de redacción de VIA, la revista del Centre d’Estudis Jordi Pujol, y es autor de una nota en el número 13 de septiembre de 2010 contra la sentencia del TC). Estas son sus palabras, conviene recordar que escritas después de la confesión de Pujol, cuando se produce un cierto «deshielo» del tabú, y referidas a él: «Sobiranista de portes endins, regionalista de portes enfora. Des de molt d’hora, amb l’astúcia del pactisme i usant el màxim de poder que podía fer seu […] va seguir treballant amb la missió que s’havia fet seva en ple franquisme: «la defensa, l’enfortiment i el perfeccionament de la personalitat nacional de Catalunya». Construcció de la comunitat nacional, és a dir, nacionalització de la ciutadania. Més de dues dècades de Constuir Catalunya ara des de la presidencia de la Generalitat. Sembla difícil discutir que se’n va sortir. La pregunta següent, però, es la del cost, en tots els sentits del seu èxit» (p. 327).
Yo mismo traduzco: «Soberanista de puertas adentro, regionalista de puertas afuera. Desde muy temprano, con la astucia del pactismo y usando el máximo de poder que podía hacer suyo […] siguió trabajando con la misión que había hecho suya en pleno franquismo: «la defensa, el fortalecimiento y el perfeccionamiento de la personalidad nacional de Cataluña». Construcción de la comunidad nacional, es decir, nacionalización de la ciudadanía. Más de dos décadas de Construir Cataluña ahora desde la presidencia de la Generalitat, parece difícil discutir que lo consiguió. La pregunta siguiente, sin embargo, es la del coste, en todos los sentidos de su éxito».
Es un libro valioso. No es una de las referencias de los promotores del procesismo -no creo que lo haya leído Piqué, por ejemplo- pese a que difícilmente puede ser atribuido a las tinieblas de la caverna. Valioso porque no cae en la apologética corriente en el género. Y valioso porque sigue la realidad con los pies en el suelo en vez de preferir el vuelo por el éter de los mitos.
Lo podemos dejar aquí aunque podríamos seguir y seguir conversando. Sé que me quedan muchas ocasiones por comentar. Pasamos al capítulo II -«Revelaciones. Sagradas y profanas»- si te parece.
Sí, es hora de dejarlo para no aburrir o aturdir. También la lógica situacional nos indica que más allá de ciertos límites no es razonable esperar que funcione la atención. Gracias por el trabajo de encontrar preguntas que permiten recapitular u obligan a revisar lo dicho.
Gracias, gracias… Pero rectifico lo dicho. Déjame añadir algunas preguntas complementarias de cierre.
Como quieras, cuando quieras.
Notas.
1) Para las partes anteriores de esta entrevista:
I.»Pasqual Maragall jugó la carta identitaria para desbordar a CiU en su terreno acelerando el alma nacionalista del PSC» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=231947
II. «El dad (derecho a decidir) es un producto de marketing. Si me permites una nota de humor, es una marca de gaseosa» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232251
III. «La psicología victimista es un complejo con varias aristas pero en términos políticos se resume en la fórmula ‘ganar o ganar'» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232703
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