El Supremo Tribunal Federal (STF) es la instancia más alta del poder judicial brasilero. Su función es asegurar que la Constitución Federal de 1988 sea protegida y cumplida. También conocida como Constitución Ciudadana, la Constitución Federal de 1988 es la séptima Constitución de Brasil y fue editada en el periodo de redemocratización que se dio […]
La nueva constitución tuvo como objetivo dar fin al régimen de excepción donde las garantías sociales e individuales eran restrictivas y también impedir nuevos golpes. Las principales características del periodo dictatorial eran: la falta de democracia, supresión de los derechos constitucionales, censura, persecución política y represión. Conceptos como «Estado de Derecho» y «Estado Democrático» fueron suprimidos por el Poder Ejecutivo y el país pasó a ser gobernado por Actos Institucionales -conocidos como AIs.
El período de 1979 a 1985 se inicia el retorno del pluripartidarismo y una campaña llamada «Diretas Já» inauguró el proceso de elección directa, por medio de voto popular, a los cargos del poder ejecutivo y legislativo.
El intento de, por medio de una constitución, poner fin a procesos autoritarios y garantizar imparcialidad en los juicios no es lo que realmente ocurre cuando analizamos los hechos. A lo largo de la historia de Brasil, algunas evidencias demuestran que los jueces, en pleno ejercicio de su autoridad, están lejos de actuar de forma imparcial. Algunas decisiones, consideradas «errores históricos», tomadas por el poder judicial, son pruebas de la incapacidad de tomada de decisión orientada por motivos político-partidarios.
El año 1936, durante el gobierno de Getulio Vargas, los ministros del STF no brindaron el Habeas Corpus a Olga Benário -militante alemana de origen judía y compañera de Luís Carlos Prestes, miembros de la organización revolucionaria ANL (Alianza Nacional Libertadora)- para que esta no fuera expulsada del país bajo el argumento de que Olga sería una amenaza al orden público y nociva a los intereses del país. La decisión del STF terminó en la deportación de Olga a Alemania, allí ella fue transferida a diversos campos de concentración nazistas. El año 1945, fue asesinada en una cámara de gas. La confirmación de su muerte fue recibida al término de la Segunda Guerra Mundial.
Los «errores» del sistema judicial siguen su curso. Las formas autoritarias y la parcialidad en los juicios aún son un problema que es naturalizado e ignorado. El último 24 de enero, el expresidente Lula da Silva fue condenado a 12 años de prisión. Basado en interpretaciones, sin pruebas materiales que puedan fundamentar la condena, Lula será impedido de participar de las elecciones de 2018.
Durante el proceso de investigación de la Operación Lava-Jato, el poder judicial auto-legitimó su arbitrariedad y develó la cara de la justicia una vez más. La justicia que ya tiene veredictos sin necesitar pruebas, así como pasa con la juventud negra de las favelas brasileras -condenada y asesinada sumariamente por el simple hecho de existir.
Tal vez aún no se pueda mensurar la gravedad de los procesos del golpe palaciego que destituyó a la presidente electa, bajo las leyes constitucionales vigentes, Dilma Rousseff. Tal vez la miopía analítica no permita comprender que el autoritarismo sigue siendo la base del poder que, tanto en dictadura como en democracia, sirve para mantener la pseudojusticia legitimada por las togas y los privilegios de los que nunca dejaron, verdaderamente, de ejercer su poder.
Fuente: http://virginiabolten.com.ar/politica-brasil/sistema-judicial-la-arbitrariedad-las-togas/