Bien clarito dice el diccionario de la lengua que «Mecenas» significa: «m. y f. Persona que patrocina las letras o las artes. Por alusión a C. C. Mecenas, c. 69-8 a. C., consejero del emperador romano Augusto y protector de las letras y de los literatos.» Y de ahí que el término se use, por […]
Bien clarito dice el diccionario de la lengua que «Mecenas» significa: «m. y f. Persona que patrocina las letras o las artes. Por alusión a C. C. Mecenas, c. 69-8 a. C., consejero del emperador romano Augusto y protector de las letras y de los literatos.» Y de ahí que el término se use, por extensión, para aludir a todo aquel que por su voluntad (y otros intereses) «invierte» dinero (y otros bienes) para apoyar el desarrollo de producciones artísticas, culturales o de cualquier género. Hoy ya se habla de «mecenazgos científicos», «mecenazgos educativos», e incluso, «mecenazgos políticos» y algunos hablan de «democratizar el mecenazgo». Suele ofrecerse a los Mecenas retribuciones directas o indirectas a cambio de su «voluntad» y aquellas suelen expresarse con reducción de tasas impositivas, publicidad o premios. Verbigracia: «Carlos Slim y Carmen Thyssen, Premios Iberoamericanos de Mecenazgo»[1].
Algunos «políticos» y no pocos empresarios ideólogos, gustan del regodeo demagógico iluminista que se adorna con defensas incandescentes a favor del «derecho de los pueblos a la Cultura y la Comunicación» libres y de calidad. No son pocos los tratados, las conferencias, los congresos y las «iniciativas de ley» que, para garantizar las «oportunidades» del pueblo a la Cultura y a la Comunicación desparraman datos, terminologías y sabidurías efectistas y electorales. Pero las amenazas y los peligros en materia de Cultura y Comunicación, pocas veces encabezan las agendas de los funcionarios y casi nunca los titulares de los informativos. O dicho de otro modo «mucho ruido y pocas nueces».
Así el panorama, los gerentes puestos por las oligarquías para gobernar, sacan de su «chistera» administrativa un disfraz idóneo para esconder «el ajuste» presupuestal de moda que siempre ataca primero a la educación, a la cultura y a la comunicación social (otra cosa, muy distinta, es el dinero que se transfiere a la «comunicación» en manos de monopolios privados). Ponen de moda el «mecenazgo» y rápido le fabrican «leyes» y «políticas» ajustadas al tamaño de las necesidades demagógicas de ocasión. Así, dicen, se apoya a la cultura, a las artes, al conocimiento todo. Así, dicen, se defienden los derechos de todos al disfrute de la Cultura. Mientras tanto las «políticas de mecenazgo prueban su incapacidad para garantizar cobertura integral de necesidades que en materia de Cultura y Comunicación tienen los pueblos y, por supuesto, son incapaces de contrarrestar los efectos peligrosísimos de las aventuras ideológicas colonizadoras y neo colonizadoras que, mientras reducen las habilidades culturales y comunicacionales de los pueblos, multiplican su poderío trasnacional. Asimetría globalizada. 6 personas son dueñas del 90 % de los medios de comunicación en el mundo.
En el mejor de los casos las políticas de mecenazgo son un «paliativo» (muy cuestionable) hasta que se pruebe su eficacia como modelo resolutivo de las necesidades sociales… pero parece que, mayormente, sólo es modelo resolutivo de necesidades mercantiles privadas o individuales. En el mejor de los casos la política del mecenazgo sólo es aceptable como una más en un espectro muy amplio de políticas cuando quede absolutamente garantizado el derecho de los pueblos a la cultura y a la comunicación y se hayan fortificado las responsabilidades institucionales correspondientes. Bajo la rectoría de estaos democráticos. Aun así, hay que asegurarse de que los gobiernos no la usen para esquivar responsabilidades, anular derechos y malversar los fondos que son obligatorios para la Cultura y la Comunicación.
Algunos promueven el mecenazgo como atractor eficiente de inversiones. Pero no tenemos un informe confiable que describa las experiencias (realmente ocurridas) que vivieron aquellos «beneficiarios» de las políticas de mecenazgo. Así y todo, conociendo algunas vertientes de opinión, no son infrecuentes las quejas de aquellos que, terminada su obra, han de ver sellos y logotipos que nunca pensaron. Suelen ver la aparición casi mágica de nombres que jamás hicieron algo y desde luego suelen ser usados para justificar torres enormes de burocracia cargadas con burócratas cuyo costo sobrepasa por mucho (mucho realmente) lo que hubiese implicado un presupuesto desparasitado. También se escuchan dudas sobre los «derechos de autor», sobre la independencia de la obra respecto del «decorativismo» o de otras funciones ulteriores en las que la voluntad del Mecenas deja sentir su influencia económica y política. El colmo es ver obra apoyada por mecenazgos amortajada en bodegas de las que nunca saldrán a cumplir el papel social que les da sentido consustancial.
No es aquí donde algún buscador «escrupuloso» encontrará materia para acusaciones del tipo «quieren aniquilar la voluntad participativa de quienes ayudan a los creadores» (o algo por el estilo). Y nada sería más absurdo. Aquí se reivindica la contribución social, de todos los frentes, a la libertad creadora y a la libertad de expresión como derechos y necesidades sociales de primero orden. Aquí se reivindica la necesidad de la auditoría critica y el derecho de los pueblos a entender cada mecanismo que hace posible el flujo de inversiones en todo los ámbitos sociales desde su base económica hasta sus pliegues ideológicos. Nada es ingenuo.
Aquí se reivindica y se reclama la re-ingeniería -toda- del sistema económico; la superación de sus paradigmas y el advenimiento de un sistema nuevo tanto en materia económica como en materia cultural y comunicacional, donde estén garantizados los derechos con base en la asunción colectiva de responsabilidades, especialmente para la Batalla de las Ideas y la Revolución Cultural donde es imprescindible garantizar condiciones materiales y condiciones intelectuales emancipadoras, creadoras, organizadoras y transformadoras.. sin tutelajes de secta o de Mecenas. En todo caso que el «mecenazgo» lo ejerza, por consenso, la comunidad que demanda producciones indispensables para garantizarse el desarrollo dinámico de satisfactores objetivos y subjetivos. Sin depender de la «voluntad» o de conveniencias de una dádiva.
Nota:
[1] https://www.efe.com/efe/
Dr. Fernando Buen Abad Domínguez. Director del Instituto de Cultura y Comunicación. Universidad Nacional de Lanús.
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