Valério Arcary es un histórico dirigente marxista brasileño. Historiador y profesor jubilado del IFSP (Instituto Federal de Educação, Ciência e Tecnologia). Estudió en París y Lisboa y fue dirigente estudiantil durante la revolución de los claveles en Portugal. Vuelve a su país a fines de los setenta y se integra a Convergencia Socialista, la organización trotskista vinculada a Nahuel Moreno en Brasil. Fundador e integrante de la dirección del PT hasta su ruptura en 1994 junto a la corriente que luego fundó el PSTU (Partido Socialista dos Trabalhadores Unificado). Actualmente es militante del MAIS (Movimento Por Uma Alternativa Independente e Socialista), que actúa como corriente interna del PSOL (Partido Socialismo y Libertad). La conformación del MAIS es el resultado de una separación reciente con el PSTU, que involucró a cientos de militantes y dirigentes históricos, producto de un debate interno desatado a partir de las diferencias de caracterización sobre el «golpe parlamentario» contra Dilma Rousseff.
Valério Arcary.- En síntesis, las fuerzas reaccionarias prevalecen en un escenario todavía de notable turbulencia. Pocos podrían imaginar una evolución negativa tan veloz del escenario político nacional como la que ocurrió en los últimos meses. El anuncio de la intervención militar en Rio de Janeiro, la salvaje ejecución política de Marielle Franco y Anderson y la prisión política de Lula intensificaron peligrosamente el curso reaccionario de los acontecimientos. La crisis política y social se ha agravado sensiblemente, y los desdoblamientos de ella son todavía imprevisibles. El conflicto actual entre diversas fuerzas sociales y políticas – clases, fracciones de clase, partidos, instituciones, liderazgos, etc. – revela que hay una encarnizada lucha por los rumbos del país. Temer es un presidente sin respaldo social. Aun así la burguesía avanza a pesar de las divisiones en su interior acerca de hasta dónde llegar y cómo alcanzar sus objetivos. La clase trabajadora y los oprimidos están a la defensiva, pero resisten bravamente con sus luchas, en cuanto a la clase media sigue mayoritariamente a derecha, siendo la principal base social de la extrema derecha. El sistema partidario de la Nueva República (el régimen electoral de los últimos treinta años) se derrumba sin que se haya alcanzado un nuevo orden que lo substituya: un nuevo equilibro no ha sido conseguido.
Hay diversos proyectos en disputa. La vieja representación política burguesa (MDB, DEM, PSDB) lucha por mantener en pie al debilitado sistema político-partidario. La fracción capitalista encarnada en el Lava Jato quiere imponer transformaciones reaccionarias en el régimen, de modo de tornarlo más eficiente, blindado y represivo. Lula y el PT, a su vez, buscan sobrevivir a la brutal ofensiva que lo afecta sin abrirse del compromiso conciliatorio con los poderosos. La crisis del centro del sistema, tanto a izquierda como a derecha, abre espacio para nuevas fuerzas políticas. La extrema-derecha avanzó vigorosamente en los últimos años, conquistando influencia de masas, aunque minoritaria. Un líder neofascista, Jair Bolsonario, puede llegar al segundo turno de las elecciones presidenciales. Del otro lado, la reorganización de la izquierda ganó un impulso con el lanzamiento de la candidatura de Guilherme Boulos y Sônia Guajajara a la presidencia. La alianza formada entre el PSOL, MTST, PCB, entre otras organizaciones, abre la perspectiva de construcción de una nueva estrategia de izquierda que sea la del enfrentamiento con los ricos y poderosos y no más la de conciliación de clases representada por el lulismo. Es posible que ni el PSDB, ni el PT lleguen al segundo turno. En las últimas seis elecciones presidenciales, en 1994, 1998, 2002, 2006, 2010 y 2014, un intervalo de un cuarto de siglo, prevaleció un patrón de alternancia entre dos campos políticos: PSDB y PT. Ello puede repetirse, pero el segundo turno está abierto y puede ser, también, entre otros candidatos.
Martín Mosquera.- La organización en la que militás actualmente, MAIS (Movimento por uma Alternativa Independente Socialista), surge de la ruptura con el PSTU a partir la caracterización de la crisis de 2015-2016 que conduce a la destitución de Dilma Rousseff. ¿Podés comentar los términos de esa discusión que concluye en la escisión de casi la mitad del partido? ¿Además de los debates tácticos, qué elementos de alcance estratégico se pusieron en evidencia?
Valério Arcary.- Pasados 25 años de restauración capitalista, nos vimos obligados a constatar que las fuerzas marxistas revolucionarias, entre ellas el trotskismo, estaban más débiles en el mundo. Las rupturas de masas con los grandes aparatos que dominaron la influencia sobre la clase trabajadora en las décadas anteriores no fueron atraídas, en su inmensa mayoría, por las distintas organizaciones de la Cuarta Internacional. A pesar de movilizarse y hasta protagonizar revoluciones políticas, las masas y la vanguardia no ven otra alternativa más allá del régimen democrático-burgués. El socialismo no solo no surge como alternativa posible, sino que es repudiado, en varios países clave, por la mayoría de las masas. Eso no altera en nada a nuestra estrategia de movilización permanente para la toma del poder por la clase obrera y de construcción de partidos bolcheviques y de una Internacional con esa estrategia. Pero nos obliga a reflexionar si el peso de la restauración en los ex Estados obreros y el hecho de que las revoluciones democráticas contra los regímenes estalinistas hayan sido dirigidas por fuerzas burguesas pro-imperialistas, no significó un golpe profundo en la consciencia de las masas. Si así fuera, como creemos, el balance de los procesos del Este merece ser considerado, sumamente, regresivo. La visión de una etapa post-caída del muro, la llamada 4ª etapa, como una etapa más favorable para la construcción de partidos revolucionarios no se confirmó, y hay una reflexión a hacer. En lugar de ellos, la visión llevada al Congreso por la mayoría de la dirección del PSTU profundizaba una visión facilista, y ocultaba las contradicciones y obstáculos que ya habíamos constatado antes.
Martín Mosquera.- Vemos acumularse en Brasil una serie de episodios preocupantes que contribuyen a la emergencia de un régimen político autoritario: comenzando por el punto de inflexión de la destitución fraudulenta de Dilma Rousseff, recientemente se produjo la intervención militar en Río de Janeiro, luego la detención sin pruebas de Lula y, más en general, asistimos al despliegue de un endurecimiento estatal-autoritario, que incluye el asesinato cada vez más frecuente de dirigentes sociales y políticos. ¿Cómo analizás estos cambios en términos del «régimen político» que está en proceso de consolidación en Brasil?
Valério Arcary.- Estamos ante transformaciones reaccionarias del régimen político. La democracia-burguesa en Brasil es cada vez menos democrática. El proyecto económico de naturaleza neocolonial presupone una estrategia de reformulación del régimen de dominación. El Ejecutivo y el Legislativo perdieron fuerza; en contrapartida, el Judicial y las Fuerza Armadas han ganado cada vez más relevancia política. Conquistas democráticas fundamentales están bajo amenaza. Si la capacidad de ejercer la dominación por consenso disminuye, aumentarán las medidas coercitivas para el ejercicio del orden burgués. Caminamos a pasos acelerados hacia una democracia capitalista todavía más restringida, amputada, blindada y represiva. El Lava Jato sirve a las transformaciones reaccionarias en el régimen, particularmente por restringir o anular derechos democráticos, alcanzando especialmente a líderes de la izquierda reformista (PT), y fortalecer instituciones como el Poder Judicial, la Policía Federal, el Ministerio Público y también las Fuerzas Armadas.
En una frase: estamos ante una fracción burguesa, que tiene a TV Globo como portavoz, que quiere imponer un proyecto de reformas autoritarias en el régimen político. Incluso cuando la Operación alcanza a figuras de la derecha tradicional (como Temer) y reconocidos corruptos (Cunha, Geddel, etc.), el carácter reaccionario del Lava Jato en nada se altera. Por último, aunque la República de Curitiba venga a buscar a uno u otro tucano – como el ya abatido Aécio -, será apenas para disfrazar lo fundamental. La protección del «santo» Alckmin es alegórica. La izquierda que se alinea con el Lava Jato está cruzando la frontera de clase.
Martín Mosquera.- Te has referido a la emergencia de un neofascismo con base de masas en Brasil. ¿Podrías ampliar la caracterización de este fenómeno? ¿Se asiste a un proceso de polarización social o política, con sectores radicalizándose a izquierda y a derecha, o estamos frente a una derechización de conjunto de la sociedad brasileña que tiene en el «neofascismo» a su versión extrema?
Valério Arcary.- La segunda hipótesis es, infelizmente, aquella que mejor describe la evolución negativa. No se trata de una dinámica de polarización social. Estamos ante una inversión desfavorable de la relación social y política de fuerzas. La ejecución política de Marielle y Anderson, los tiros en la Caravana de Lula, el recrudecimiento de los asesinatos políticos de los sin-tierra e indígenas y del genocidio del pueblo negro y pobre en las periferias, así como las crecientes acciones de violencia, intimidación y persecución contra activistas de los movimientos sociales y de izquierda encienden la alerta roja. Alimentándose del miedo y del odio diseminados en parcelas de la población, el monstruo neofascista levanta la cabeza. No estamos ante el peligro inmediato de una dictadura militar, tampoco de la amenaza de una contrarrevolución fascista en Brasil. Pero este hecho no disminuye la gravedad de la existencia de una extrema-derecha con influencia de masas en el país, aunque minoritaria. Bolsonaro es un líder fascista seguido por millones que puede ir al segundo turno de las elecciones presidenciales. En torno a él se organiza un movimiento político nacional que promueve campañas, reuniones, eventos, actos. En rigor, hay un embrión de un partido neofascista en construcción en torno a su figura. ¿Cuál será el futuro de este proyecto? Muy difícil de prever hoy. En este momento, Bolsonaro acomoda sus objetivos inmediatos al régimen democrático-electoral, pero ¿y mañana?
No es hora de condescendencia con los enemigos de las libertades. La política de Frente Único antifascista gana importancia redoblada. La unidad de acción para el enfrentamiento enérgico en todos los terrenos es clave para detener el peligro neofascista.
Martín Mosquera.- La detención del Lula y la crisis del PT abren un gran interrogante sobre el futuro de la izquierda brasileña. El PSOL y la candidatura de Guilherme Boulos parece en condiciones de ocupar un papel importante en una reorganización de gran escala de la izquierda. ¿Cómo analizás estas posibilidades abiertas?
Valério Arcary.- Contra los ataques colosales, los trabajadores, los oprimidos y la juventud resisten, aunque haya fluctuaciones de intensidad según la coyuntura y las circunstancias implicadas.
En otras palabras, hay un cuadro de luchas de resistencia en el marco de una situación defensiva. Veamos: en 2017, la clase trabajadora protagonizó, el 28 de abril, una histórica huelga general contra las reformas. En los últimos años, hubo un número significativo de huelgas y ocupaciones de tierra. Y también diversas y significativas manifestaciones de mujeres, negras y negros y LGBTs por sus derechos. Las consignas de las movilizaciones, en general, fueron defensivas, pero las luchas demostraron capacidad de reacción ante el impacto de los ataques.
Al inicio de este año, hubo una fuerte conmoción por el asesinato político de Marielle, y más de 150 mil personas salieron a las calles al día siguiente de la ejecución. La ocupación de Povo Sem Medo, en São Bernardo do Campo (SP), que se tornó un símbolo de resistencia social en el país, conquistó terrenos para la construcción de viviendas populares. Por su parte, la fuerte huelga de empleados públicos de la ciudad de Sao Paulo derrotó la reforma de la seguridad social de Dória (PSDB). Esos ejemplos demuestras que hay disposición de resistencia entre los de abajo.
Contra la actual ofensiva capitalista, es preciso apostar a la unidad para luchar: unidad para defender los derechos de los trabajadores y de los oprimidos; unidad para defender los salarios y los empleos; unidad en defensa de la educación y de la salud públicas. Y unidad también para luchar contra los ataques a las libertades democráticas, por justicia por Marielle y contra la prisión de Lula.
En este sentido, es un deber de los partidos de izquierda (PT, PCdoB, PSOL, PSTU, PCB), de los sindicatos y centrales sindicales (CUT, CTB, CSP-Conlutas, Força Sindical etc.) y del conjunto de los movimientos sociales (MTST, Povo Sem Medo, MST) promover la unidad concreta en la lucha en defensa de las demandas sociales, económicas y democráticas. No hay tiempo que perder. Y apostando a la lucha unificada de la clase trabajadora y de los oprimidos es que podemos cambiar las cosas.
Martín Mosquera.- ¿Qué peso tiene el balance del gobierno de conciliación de clase de Lula en una posible reorganización de la izquierda brasileña? ¿En qué se basa la posibilidad de superar la experiencia del «lulismo»? ¿Cómo evitar las tendencias a la adaptación y a la burocratización que pesaron decisivamente sobre el PT – que en los 80 era un partido de clase, pluralista y socialista -, ahora que el PSOL puede ganar más espacio y, por consiguiente, puede quedar sometido a mayores presiones hacia la adaptación institucional?
Valério Arcary.- La precandidatura de Guilherme Boulos y Sônia Guajajara a la presidencia es, al mismo tiempo, símbolo y apuesta de la reconstrucción de un proyecto de izquierda que hable la lengua de la lucha de clases, la lengua de los de abajo, y no de la sumisión, conciliación y acomodación con los de arriba. La alianza sellada entre el PSOL, MTST y otros diversos movimientos impulsa una iniciativa política que trasciende la disputa meramente electoral, porque abre camino para la reorganización de la izquierda sobre nuevas bases políticas y programáticas. Para superar el petismo y su estrategia permanente de conciliación con los poderosos, debemos evitar el error sectario. En este momento, es decisiva la lucha unificada por justicia por Marielle, el combate al neofascismo, la movilización contra la condena de prisión de Lula, la lucha unitaria contra el gobierno Temer y las reformas y contra la intervención militan en Río. La unidad de la izquierda en lucha es una bandera central para los días de hoy. Sin embargo, al mismo tiempo, es necesario reconocer que, sin romper política y programáticamente con el lulismo, la nueva izquierda tendrá vuelo corto. La conciliación de clases no es ahora solamente indeseable: ella fue la responsable de abrir las puertas para el golpe parlamentario y la onda reaccionaria que se abate sobre nuestro pueblo. La estrategia de conciliación reveló todo su fracaso e impotencia con la prisión de Lula sin resistencia a la altura por parte de la dirección del PT. Por eso, en las elecciones de este año, es fundamental afirmar un nuevo proyecto para la izquierda, con un nuevo programa. Si la unidad de la izquierda para luchar es fundamental, en las elecciones será preciso priorizar la construcción de lo nuevo, de una nueva estrategia, para no repetirnos en los viejos errores. La dirección del PT ya dio repetidas pruebas de que seguirá con sus alianzas con sectores de derecha y con el programa de conciliación con el gran capital, incluso con Lula en prisión. No vamos a seguir ese camino que ya se demostró trágico. Vamos por otro, apostando en las calles, en la lucha independiente de «los de abajo», levantando un programa anticapitalista con Boulos, Guajajara y el PSOL.
Traducción del portugués: Intersecciones