Eduardo Garzón desmonta la falsa idea que sostiene que la hiperinflación que actualmente se produce en Venezuela está ligada a la creación de dinero por parte del Gobierno.
Un hombre muestra los nuevos cinco y diez billetes de Bolívar Soberano. Foto: REUTERS/Carlos Garcia Rawlins
Venezuela se encuentra actualmente en un proceso hiperinflacionario que está causando enormes estragos económicos y sociales a su población. Se denomina hiperinflación a la situación de incremento desorbitado y descontrolado de los precios caracterizado por una tasa de crecimiento mensual superior al 50%. Según la Asamblea Nacional de Venezuela ese momento se alcanzó en noviembre de 2017, con una tasa del 56%. Ocho meses más tarde, en julio de 2018, la tasa de crecimiento se situaba en el 125%.
Y, como siempre que se habla de hiperinflaciones, surgen como setas analistas de todo tipo y pelaje repitiendo una y otra vez que la culpa es del gobierno correspondiente que se ha pasado imprimiendo dinero. Todavía me sigue fascinando lo extendida que está esa falsa idea tanto en el mundo académico como fuera de él. Como la gente siempre ve que en las hiperinflaciones se necesitan muchos billetes para comprar productos de primera necesidad, unen los dos conceptos y acaban deduciendo que la hiperinflación es consecuencia de haber creado mucho dinero . Pero por muy intuitiva que pueda ser esa conexión, la ciencia nos enseñó hace mucho tiempo que correlación no implica causalidad, por lo que dos fenómenos pueden darse al mismo tiempo sin que los una un vínculo causal directo. Y es que, como dijo Marx, si la apariencia coincidiese con la realidad no sería necesaria la ciencia. Pero a la vista está que todas aquellas personas que se limitan a replicar los postulados de la teoría económica convencional no quieren dedicar tiempo y esfuerzo en analizar con rigor dichos fenómenos económicos, conformándose con análisis tan simplistas como sonrojantes, especialmente si las conclusiones sirven para fortalecer el injusto y actual statu quo económico. Que la complejidad del mundo económico no les arruine sus pobres y fantasiosas explicaciones , y mucho menos sus privilegios.
Lo expliqué con cierto detenimiento hace ya casi cinco años : no ha habido un solo caso de hiperinflación en el mundo que se haya originado por culpa de un gobierno que se volviese loco creando dinero. De hecho, esa fue una de las conclusiones de un estudio realizado por el Instituto Cato (nada sospechoso de ser de izquierdas) tras analizar los 56 casos de hiperinflación más importantes de la historia en nuestro planeta. En realidad, todos ellos se debieron a un shock en la oferta que provocó una caída fortuita en la producción, lo que conllevó que la cantidad de dinero se hiciera excesiva en comparación con la cantidad de bienes y servicios producidos, empujando así los precios al alza (porque los vendedores le sacan todo el partido que pueden aumentando los precios a la poca producción que venden). Pero la clave está en entender que ese diferencial entre producción y dinero se debió siempre a una caída de la producción y no a un aumento de la cantidad de dinero.
Sirvan varios ejemplos de referencia. La inflación galopante registrada en Alemania entre 1922 y 1923 fue causada por la destrucción del aparato industrial alemán durante la primera guerra mundial así como la pérdida de buena parte del mismo debido a la entrega a Francia de los territorios de Alsacia-Lorena. En Hungría el fenómeno hiperinflacionario ocurrió en 1946 debido a la devastación que sufrió el país tras las invasiones nazi y soviética durante la Segunda Guerra Mundial (otros países como Grecia, Taiwán y China corrieron una suerte parecida como consecuencia del conflicto bélico). Durante la década de los años 80 se sucedieron episodios de hiperinflación en Perú, Bolivia, Brasil y Argentina , y todos ellos fueron debidos a la caída de los precios de los productos que exportaban (estaño, cobre, plata, plomo, café…) lo que dificultaba la importación de otros productos, a las frecuentes insurrecciones militares que desestabilizaban la economía, y a los brutales planes de ajuste que imponía el Fondo Monetario Internacional que no hacían otra cosa que lastrar la demanda y la producción. La desintegración de la antigua Yugoslavia conllevó el destrozo de buena parte de su aparato productivo, desencadenando una espiral hiperinflacionista en Serbia durante la década de 1990. La elevada inflación descontrolada que experimentó Rusia y especialmente sus vecinas Armenia y Turkmenistán en 1992 y 1993 fue causada por la estrepitosa caída de la producción como consecuencia de la transformación del sistema desde uno socialista a uno capitalista. La hiperinflación sufrida en Zimbabue entre 2007 y 2008 (la segunda más intensa de la historia) se debió al colapso del sector agrícola tras ser confiscadas las tierras de las minorías blancas por el gobierno, lo que provocó una escasez de alimentos muy pronunciada en una economía altamente dependiente del campo.
Pero ninguno de todos esos factores le importarán nunca a un economista convencional que se precie, pues preferirá zanjar el asunto con un «la culpa fue del gobierno por crear mucho dinero». Bajeza y deshonestidad intelectual que sólo puede ser explicada por el interés económico y político que presentan determinados grupos sociales para demonizar el gasto público y la creación de dinero estatal.
La hiperinflación nunca surge porque un gobierno pierda el control e imprima una cantidad excesiva de dinero, sino que aparece en situaciones extremas (conflictos bélicos, transición desordenada de sistemas económicos, y por pésimas políticas económicas) que provocan caídas importantes de la producción. Entonces, ¿por qué durante esos periodos se constata que la cantidad de dinero en circulación aumenta a ritmos vertiginosos? Pues por algo tan obvio que avergüenza recordarlo: para poder hacer frente a compras con precios mastodónticamente más elevados que antes necesitas mucho más dinero que antes. Es evidente. El banco central debe crear muchísimo más dinero para que el Estado pueda hacer frente a unos gastos corrientes que son muchísimo más caros, para que los bancos puedan hacer frente a las retiradas de dinero de sus clientes y a mayores créditos por parte de las empresas (pues han de comprar suministros mucho más caros). La creación de dinero es posterior a la chispa de la inflación galopante, aunque luego contribuya a agravarla (como tantos otros factores en un contexto de círculo vicioso de alza descontrolada de precios). El orden causal y cronológico es el siguiente: caída brusca de la producción, aumento de precios, aumento de dinero en circulación. No nos dejemos engañar por las apariencias, pues no siempre coinciden con la realidad.
A diferencia de lo que reza la teoría económica convencional y de lo que predomina en el imaginario colectivo, la creación de dinero no tiene por qué provocar inflación . Lo expliqué también hace tiempo . Puede que ocurra o no, todo va a depender de cómo de utilizada esté la capacidad productiva de una economía. Pero es que incluso aunque ocurra, nunca va a llegar al punto de convertirse en hiperinflación. De hecho, es más que probable que los elevados déficits públicos del gobierno bolivariano (y por lo tanto el nuevo dinero en circulación) hayan contribuido algo a empujar al alza los precios, pero eso es una cosa y otra que hayan provocado la hiperinflación. Recuérdese que la hiperinflación es un crecimiento mensual de los precios superior al 50%, algo que no ha ocurrido en Venezuela hasta hace 8 meses a pesar de que antes de eso la emisión de nuevo dinero era notable y el crecimiento de los precios estaba siendo bastante elevado. La hiperinflación se ha originado mucho más tarde; ¿por qué ha sido así? ¿Cuál ha sido el shock productivo que ha incendiado la mecha? Esto es lo que veremos en el siguiente post.