En mis libros La Máscara del Poder y La lengua de la demagogia analicé cerca de medio siglo de discurso populista utilizando entre otros métodos el de los roles actanciales de Julien Algirdas Greimas. Postula Greimas que en todo texto, sea poema, narrativa o ensayo, figuran seis actantes o personajes definidos por sus roles: El […]
En mis libros La Máscara del Poder y La lengua de la demagogia analicé cerca de medio siglo de discurso populista utilizando entre otros métodos el de los roles actanciales de Julien Algirdas Greimas.
Postula Greimas que en todo texto, sea poema, narrativa o ensayo, figuran seis actantes o personajes definidos por sus roles: El Objeto del Deseo (o sea, lo que buscamos) el Sujeto Deseante (el que requiere o necesita), el Destinador (quien facilita el Objeto del Deseo) el Destinatario (quien lo recibe) el Ayudante (el que apoya el logro del deseo) y el Oponente o Enemigo (el que se opone al logro del deseo).
En otras palabras, quién soy, qué quiero, quién aportará lo que deseo, quién lo recibirá, quién me ayuda, quién se me opone.
Aplicado al discurso político, este método de análisis revela sorprendentes volteretas. Así, en el Plan de Barranquilla (1931), Betancourt caracteriza como enemigos a «el capital extranjero» y «el
caudillismo latifundista». En las bases programáticas de Acción Democrática (1958), por el contrario, se proponen alianzas con el capital y los latifundistas, y el adversario es disfrazado con el rótulo de «la Reacción». Y en el programa de Carlos Andrés Pérez de 1988, el enemigo es invisibilizado como «El entorno internacional poco propicio» y «La crisis económica».
Conoce a tu enemigo y ganarás cien batallas, decía Sun Tzu. Si estamos en una guerra múltiple, Económica, No Convencional, de Cuarta o Quinta Generación, cuyos actores nos declaran amenaza inusual y extraordinaria, nos bloquean fondos y suministros, nos calumnian en todos los monopolios mediáticos, intentan cercarnos diplomáticamente y condenarnos en organismos internacionales, aniquilan el signo monetario, subsidian a nuestros enemigos internos y realizan maniobras militares intimidatorias, debemos saber quién lo hace, y qué hacer con respecto a él.
Actor o actante privilegiado en tales agresiones es el gobierno -que no necesariamente el pueblo- de Estados Unidos. Si así fuere, no tiene explicación que sus ciudadanos no requieran visa para visitarnos, que las empresas estadounidenses no paguen impuestos en Venezuela en virtud de los infames Tratados contra la Doble Tributación, y puedan gozar de privilegios tales como créditos, contratos que impiden que se les suban los impuestos, exenciones tributarias y asignaciones
preferentes de recursos naturales en virtud de la neoliberal Ley de Promoción y Protección de Inversiones.
Actantes o actores en la continuada agresión contra Venezuela son los gobiernos y las oligarquías -que no el pueblo- de varias naciones aliadas con Estados Unidos, entre ellas la vecina República de Colombia. Dicho lo cual, resulta inexplicable que nuestra frontera con ella sea permeable hasta el punto de la inexistencia, que 40% de cuanto producimos o exportamos se vaya por ella; que los convenios cambiarios hayan permitido una bicicleta cambiaria de cambio de bolívares por pesos colombianos que son convertidos en dólares para comprar más bolívares con los cuales repetir el procedimiento, que mantengamos el Acuerdo de Cartagena, que es casi un Tratado de Libre
Comercio con un país que a su vez tiene otro con Estados Unidos.
Actor o actante en la guerra a muerte contra Venezuela parece ser el oligopolio de una docena de empresas capitalistas que han malversado la mayoría de los dólares preferenciales que se le otorgaron y destruyen el bolívar aplicando a capricho el cambio del dólar paralelo. ¿Tiene sentido que las autoridades no hayan publicado sus nombres y delitos? Es como si dijéramos, «El enemigo nos está matando, pero no te voy a decir quién es, no sea que le hagas daño».
En fin: ¿Son enemigos o amigos los cómplices de tales políticas?
Dormir con el enemigo puede producir el sueño eterno.
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