La película ecuatoriana Ratas, ratones y rateros, dirigida por Sebastián Cordero, se estrenó en 1999, exactamente el mismo año en el que a los «salvatajes» del Estado a una serie de bancos se unió un feriado bancario (similar al «corralito» de Argentina) que perjudicó a miles de personas, ocasionó suicidios y destapó la más grande […]
La película ecuatoriana Ratas, ratones y rateros, dirigida por Sebastián Cordero, se estrenó en 1999, exactamente el mismo año en el que a los «salvatajes» del Estado a una serie de bancos se unió un feriado bancario (similar al «corralito» de Argentina) que perjudicó a miles de personas, ocasionó suicidios y destapó la más grande emigración de ecuatorianos en la historia nacional. Como puede esperarse, algún banquero cayó preso, otros huyeron del país, miles de ciudadanos perdieron sus depósitos y los responsables de esa gigantesca corrupción privada quedaron, hasta hoy, en la impunidad.
Con el propósito de analizar la situación bancaria de aquellos momentos, el mismo año se publicó el libro Bancos y banqueros, una obra colectiva en la que participaron Jorge Núñez, Guillermo Arosemena, Jorge Vivanco Mendieta, Jorge Rodríguez, Raúl Vallejo, Francisco Huerta Montalvo, Susana Cordero de Espinosa, Ramiro Larrea Santos y Juan Paz y Miño. Todos coincidimos en señalar la fabulosa corrupción bancaria acumulada desde años anteriores.
Núñez trazó los orígenes de la bancocracia, Arosemena el origen histórico de la crisis actual, Vivanco sobre la crisis bancaria «oprobiosamente calculada», Vallejo escribió sobre la «luna de miel entre Mahuad y Aspiazu», Huerta sobre los delitos de «cuello blanco», Cordero acerca de la ética y la economía, Larrea, un epílogo, yo traté la Revolución Juliana, que por primera vez en la historia fiscalizó y sancionó bancos; pero fue Jorge Rodríguez quien puso a su artículo un título por demás sugestivo: «Ratas, rateros y banqueros»… y con ello expresó exactamente lo que había pasado.
Los atracos bancarios, negociados, estafas y otras corruptelas no son nuevos en la historia ecuatoriana, pero poco se ha escrito sobre ellos. En la obra Los bancos del siglo XIX (1976), de Julio Estrada Ycaza, el mejor libro escrito hasta hoy sobre este tema histórico, se realiza una historia positiva de esas instituciones; pero aún así, en sus páginas se encuentra episodios que dejan en claro los juegos bancarios, las «guerras» entre bancos y cómo operaron este tipo de intereses en detrimento del Estado y de la sociedad.
Luis Napoleón Dillon, quien fuera presidente del primer gobierno provisional nacido de la Revolución Juliana (1925) escribió La crisis económico financiera del Ecuador (1927), el primer libro en denunciar las fechorías de los bancos de la «época plutocrática», cuando el Estado no era más que un eslabón de la cadena de los intereses bancarios y las ilegales sobreemisiones monetarias les enriquecieron a costa de todo el país.
Sin duda, también hay obras defensoras de la actividad bancaria, como Banca y crédito (1988) de León Roldós Aguilera, quien fue vicepresidente de la república entre 1981-1984 y quien ha ligado su vida profesional a la banca. Pero hay una serie de estudios académicos sobre los bancos que permiten observar sus actuaciones en momentos decisivos de la historia ecuatoriana. Varias obras se han escrito sobre los gobiernos julianos y particularmente sobre la Misión norteamericana Kemmerer, que es la que contribuyó a la fundación del Banco Central, así como de la Superintendencia de Bancos e incluso de la Contraloría, en 1927, instituciones que nunca antes habían podido establecerse por la imposición de los intereses privados sobre el Estado. Se ha escrito sobre el patrón oro y la dolarización. Algunos bancos también han escrito sus propias historias, como el Banco del Ecuador (Historia de medio siglo: 1868 a 1918), el Banco del Azuay (El XXV Aniversario de su fundación – 1938). También hay algunas obras institucionales como las publicadas por el Banco Central y la Superintendencia de Bancos.
Pero cabe destacar al periodista Juan Centurión, quien escribió El saqueo bancario (2002), obra en la cual, en forma pormenorizada, descubre la trama de los «salvatajes» financieros a los bancos mediante la utilización de fondos públicos, las quiebras fraudulentas y la corrupción bancaria generalizada de aquellos años, que fue la antesala para la dolarización de la economía.
Y a la lista se podría agregar otros títulos. Una visión sintética y de conjunto se halla en la obra Breve Historia Bancaria del Ecuador (2008), de Wilson Miño, aunque la visión central es de procesos e instituciones en los distintos contextos históricos.
Así es que hay mucho para hablar sobre historia bancaria y corruptelas privadas. El último episodio en las recientes semanas es el que involucra a bancos y empresas de seguros de cuentas, que han mantenido un contubernio escondido que afecta a miles de clientes y que, como se está viendo, sigue el rumbo de la impunidad, como casi siempre en la historia financiera ecuatoriana.
Nada parece que se ha aprendido del pasado, aunque la historia, supuestamente, es la guía para no volver a cometer «errores». Y mientras hay voceros de las elites empresariales que claman por el retiro del Estado y abogan porque no se inmiscuya en asuntos que «no le corresponden», pues la esfera privada es para ellos intangible, todos los estudios serios e institucionales en América Latina apuntan a que se refuercen las capacidades estatales y a que la autoridad del Estado se imponga, finalmente, sobre los voraces intereses financieros y privados.