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Mantener a los pobres «en su lugar»

Fuentes: Rebelión

La lección es simple: si el capitalismo entra en crisis eso significa que el beneficio de los empresarios disminuye. Esto es inaceptable para ellos. Entonces, ¿cuál es la salida? Explotar lo más que puedan a los trabajadores para mantener el beneficio en el mismo nivel a pesar de la crisis. Siendo así, cuando se habla […]

La lección es simple: si el capitalismo entra en crisis eso significa que el beneficio de los empresarios disminuye. Esto es inaceptable para ellos. Entonces, ¿cuál es la salida? Explotar lo más que puedan a los trabajadores para mantener el beneficio en el mismo nivel a pesar de la crisis. Siendo así, cuando se habla de crisis, es bueno que se tenga claro que ella es sólo para los más pobres. Los ricos poco sufren con crisis. Ya las capas medias se rompen porque sus negocios no pueden aguantar el tirón y se van a la vaina. Sólo los más ricos consiguen mantenerse por encima «de la carne seca».

Basta estudiar un poco la historia de los pueblos y ya se puede comprobar esta verdad. La llamada crisis de los años 1929, conocida como la gran depresión, duró largos años sólo terminando después de la segunda guerra mundial. Quien sufrió con ella: los pobres. Entre la élite mucha gente se enriqueció en aquellos años y la propia guerra ayudó a calentar la economía, apalancando la industria de las armas y a una serie de otras que servían para dar soporte al conflicto. Así, mientras masas de gente morían de hambre o por la guerra, un pequeño porcentaje de empresarios llenaba las burras de dinero.

Otro momento de crisis profunda fue ahora, en ese siglo, en 2008, con la explosión de la deuda inmobiliaria en Estados Unidos, que llevó a una quiebra general en los bancos, todos debidamente salvados con dinero público, por supuesto. Y para salvar a los bancos se quitó todo de los pobres. Estos perdieron sus casas y sus inversiones. Todo comido sin dó. Los bancos se reajustaron, los grandes inversores siguieron lucrando y todo terminó bien para ellos. Para ellos, sólo. Los sin hogar en Estados Unidos siguieron sin poder recuperar sus inmuebles y hasta hoy engrosan las filas de los desesperados.

En fin, repetimos: la crisis nunca es crisis para los ricos. No, para ellos es siempre oportunidad de nuevos negocios y nuevas inversiones. Los pobres que se lasquen, esa siempre fue la consigna. Que queden en «su lugar» que, para los capitalistas, es el de sostener con su trabajo el lujo de pocos.

Ahora, el mundo vive nueva crisis del capital. Ella surge en ciclos porque justamente los capitalistas logran maquillar los efectos por algún tiempo, generando nuevas crisis, cada vez más profundas y graves. Es una especie de respiro para que los trabajadores se arreglen mínimamente y puedan ser nuevamente arrojados hasta el hueso. Es un círculo vicioso, sin fin. La cuenta siempre se detendrá en la puerta del trabajador.

En Brasil vamos a presenciar más un largo momento de atraco y sufrimiento para la mayoría de la población. Desde el segundo gobierno de Dilma Roussef las cosas vienen preparándose para que el capital recupere sus ganancias y se mantenga a salvo, pues estamos en otra ola de crisis. Por eso las llamadas reformas. Ellas vienen para legitimar legalmente el saqueo de los trabajadores.

Durante el gobierno de Temer ya vinieron la reforma de la enseñanza media, preparando el terreno para la mercantilización de la educación de segundo grado, y la reforma laboral, que retiró derechos de los trabajadores dejándolos totalmente vulnerables a lo largo del proceso de expropiación que deberá venir. El próximo paso ahora es la reforma de las Pensiones, que va a liberar aún más el patronato y el estado capturado por el capital, de las obligaciones con los trabajadores. La lógica seguirá siendo la misma de la del siglo 17: mantener a los trabajadores mínimamente vivos para que puedan ser explotados. Por eso la «idea brillante» de Armindo Fraga -brasileño naturalizado estadounidense que ya dirigió el Banco Central- de una jubilación universal. Igual para todos.

En principio, esta idea de igualdad puede parecer interesante. Pero no se puede tratar de manera igual a los desiguales. La propuesta es garantizar el 70% de un salario mínimo a todas las personas que pasen de los 65 años. «Muy bueno», dicen los incautos, creyendo que eso es justicia. ¡No es! La justicia sería garantizar a cada uno según su necesidad. Si fuera así, un trabajador, al final de la vida laboral, tendría que haber garantizado una vivienda digna, educación, salud, seguridad, alimentación de calidad. Pero, sabemos que esa no es la realidad. Por lo menos no en el mundo capitalista donde todas estas cosas necesitan ser compradas a peso de oro.

No es el caso de Cuba, por ejemplo, donde el salario es bajo, pero en compensación la persona no necesita pagar por salud, educación, vivienda, seguridad y aún tiene una canasta básica garantizada. Pero, allí, es otro sistema. No hay comparación posible.

Volvamos a nuestro mundo

El nuevo gobierno electo no llegó al poder sin propuestas. Eso es falso. Siempre han sido muy claras las propuestas del candidato. Al referir sus declaraciones en los ejemplos de Estados Unidos e Israel, el candidato indicaba claramente cuál sería la línea de su gobierno: todo para los más ricos, y los más pobres pagando la cuenta. Es por eso que la reforma de las pensiones vendrá avasalladora, travestida de «igualdad». Y, a considerar la campaña llena de noticias falsas, nada debe cambiar. El bombardeo de mentiras continuará sin freno. Hasta que la gran ficha empiece a caer mucha cosa será destruida.

El nuevo gobierno ni comenzó y el diseño de la expropiación ya está dado. La fusión de los ministerios de Agricultura y Medio Ambiente es la copia mal acabada del rechazo ambiental promovido por Donald Trump, uno de los modelos del presidente electo. La tierra especulada hasta el último naco, aumentando aún más la proletarización en el campo. La retirada de las universidades del Ministerio de Educación, jugando para el de Ciencia y Tecnología es otra medida contra los más pobres. La enseñanza superior ya no será más educación sino negocio, y en los dos sentidos: siendo negocio y produciendo negocio. Acabará con lo que los remediados, racistas e intolerantes jamás soportaron: los pobres en la universidad. Los centros de producción de innovación o formadores de la élite serán sólo para los que pueden pagar.

En el campo de la seguridad el modelo es Israel, con la reproducción de todo el armazón racista y eugenésico. A tal punto de que el gobernador electo de Río de Janeiro, de la misma clase de racistas y anti-pobres, haya sugerido en público y sin quedarse rojo, la eliminación de personas con el uso de «snipers», tiradores de élite. O sea. Bastará ser negro y cargar un paraguas para que el sujeto sea muerto sin piedad, y con la alegre aprobación de la comunidad que prefiere un inocente muerto a correr riesgos.

Assim que aos trabalhadores restará a reorganização e a luta, como sempre foi ao longo da história humana. Não há novas receitas nem novas fórmulas. Agora, terminado o frisson da eleição e da derrota cabe um profundo processo de avaliação e análise. Enfrentar o que virá vai demandar boas estratégias que só poderão se armar com pensamento crítico, conhecimento e compreensão certeira do que levou o país a esse momento dramático. Errar na análise leva ao erro na ação.

Por isso, enquanto o presidente eleito arma seu grupo para governar o Brasil, os trabalhadores também precisam armar os seus para o enfrentamento que virá. É tempo de pensar e reorganizar.  Os poderosos querem os pobres «no seu lugar», ou seja, na senzala, fora da casa grande, no chão das fábricas, nas sarjetas. Mas, como sempre foi, os empobrecidos se levantarão e darão suas respostas.

Se suma a eso la propuesta de persecución política y física de los rojos, comunistas y afines, sugerida por el propio presidente electo en su primera entrevista en nivel nacional, y ya tenemos armado un triste escenario que va a cobrar muy caro a la nación, aunque buena parte de ella esté justamente esperando por eso, para gozar de placer, viendo la televisión.

Así que a los trabajadores quedará la reorganización y la lucha, como siempre ha sido a lo largo de la historia humana. No hay nuevas recetas ni nuevas fórmulas. Ahora, terminado el momento de la elección y de la derrota cabe un profundo proceso de evaluación y análisis. Enfrentar lo que vendrá va a demandar buenas estrategias que sólo podrán armarse con pensamiento crítico, conocimiento y comprensión certera de lo que llevó al país a ese momento dramático. El error en el análisis lleva al error en la acción.

Por eso, mientras el presidente electo arma a su grupo para gobernar el Brasil, los trabajadores también necesitan armar los suyos para el enfrentamiento que vendrá. Es tiempo de pensar y reorganizar. Los poderosos quieren a los pobres «en su lugar», es decir, en la senzala, fuera de la casa grande, en el suelo de las fábricas, en las alcantarillas. Pero, como siempre fue, los empobrecidos se levantarán y darán sus respuestas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.