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«Comunidad Iberoamericana de Naciones»: ¿Sueño colonial o «destino manifiesto»?

Fuentes: Colectivo Cádiz Rebelde

No recuerdo la fecha y he perdido el ejemplar, pero aparecía en la separata Domingo del diario El País, en primera página, un artículo titulado: El Segundo Desembarco», refiriéndose a la irrupción masiva de las compañías transnacionales españolas y a sus cuantiosos depósitos de capital-dinero invertidos en las débiles despensas de sus antiguas colonias suramericanas […]

No recuerdo la fecha y he perdido el ejemplar, pero aparecía en la separata Domingo del diario El País, en primera página, un artículo titulado: El Segundo Desembarco», refiriéndose a la irrupción masiva de las compañías transnacionales españolas y a sus cuantiosos depósitos de capital-dinero invertidos en las débiles despensas de sus antiguas colonias suramericanas a partir de la década del noventa del siglo pasado. A propósito, qué extraña sensación causa decir «siglo pasado», cuando aún no termina de pasar. Aún se perciben sus efectos…

En la separata Negocios del mismo diario, en su edición dominical del 26 de septiembre, un destacado titular anuncia: «El nuevo Eldorado. España lidera las inversiones extranjeras en Chile», «que crecieron un 221% durante el primer semestre de este año». Daba cuenta de que «las inversiones españolas acumuladas en este país superaban ya los 14.000 millones de dólares, que solo en el primer semestre de este año se habían formalizado operaciones por más de 2.400 millones de dólares, situando a España como el primer inversor extranjero».

«Segundo desembarco». «El nuevo El Dorado».

Y en el mismo diario, El País del 28 de octubre de este año, entre noticia y comentario nos informaba que » 200 infantes de Marina españoles llegan a Haití para estabilizar el país»…. «dispuestos a colaborar en la reconstrucción de un país bajo protectorado internacional porque guerrea y no sabe gobernarse desde su independencia de Francia hace dos siglos»

Hace dos siglos también los países «indianos», al sur del río Grande estadounidense, ganaron su independencia a España. Recurrentemente connotados sectores españoles de la política, la intelectualidad y los negocios airean un discurso semejante respecto de sus antiguas vasallos para referirse a las «desastrosas consecuencias» para los nativos suramericanos derivadas de la emancipación colonial. Así que donde dice Haití léase cualquier país suramericano. Y reemplácese el nombre de Francia por el de el Reino de España, que así se sigue llamando. Porque guerrean, no saben gobernarse o no han hallado la fórmula de buen gobierno que les permita alcanzar el desarrollo.

«Sueño Iberoamericano». «Unidad indisoluble entre España y América Latina» (discurso del Rey en su primera reunión con el Alto Patronato Real de Casa de América- 11 noviembre-2004) «Destino Manifiesto». «Comunidad Iberoamericana de Naciones»

Por extraña coincidencia, en estos días de noviembre, destacados políticos, intelectuales, historiadores y hombres de negocios españoles , auspiciados por la real corona, se han reunido para rememorar y analizar críticamente la década nefanda del siglo diecinueve, discurriendo por el reinado de Carlos IV y la Constitución de 1810 -La Pepa-, tratando de dilucidar los errores y desaciertos que llevaron a la quiebra del dominio real español en América. Algo así como la autocrítica de errores que no han debido cometerse o rememoración de políticas fallidas que pudieron impedir el desastre . Podría suponerse que en prevención de un eventual naufragio de la reconquista.

Parte sustancial de la estrategia política exterior del Reino de España es tratar de consolidar, bajo su égida, un liderazgo sobre los países suramericanos, en busca de configurar en esa zona del Sur un polo o bloque político-económico, con unas economías suramericanas subordinadas y tributarias de España y Europa, con sede, desde luego, en la capital del Reino, en condiciones tales que dado el peso específico económico suyo y de Portugal, su presencia institucional y el peso de su presión diplomática, resulten reforzados y consolidados sus intereses económicos en la zona, ahora amenazados por la competencia del gigante asiático, tras el primer gran desembarco de China, que esta vez no se produce arrojando, como en épocas pasadas, a sus míseros campesinos en las playas del Pacífico americano.

A la búsqueda y consecución de esos objetivos debía corresponder una política exterior en grande. «Diplomacia que aspira a gran potencia», titulaba El País del día 12 de septiembre de este año, la noticia de que «altos cargos, empresarios, sindicatos y funcionarios han debatido esta semana sobre la reforma del servicio exterior». Porque, «no se puede hacer una política exterior con aspiraciones de una potencia media-alta, utilizando medios que corresponden a una potencia pequeña». Sueños de potencia.

Fue en la década de los noventa cuando se dieron las condiciones más propicias para la inversión y expansión del comercio exterior españoles. Para los analistas económicos la expansión del capital español era cuestión de supervivencia al hallarse ante un mercado interior estrecho, por lo que resultaba indispensable «ganar tamaño» «creciendo hacia fuera» para garantizar condiciones de competencia internacional que evitara la absorción de sus empresas por parte de las competidoras europeas y norteamericanas. (César Yañes Gallardo-Las estrategias de las empresas trasnacionales españolas en América Latina)

«Suramérica (América Latina) se convirtió en el territorio idóneo para la realización de los planes estratégicos de expansión territorial de las empresas españolas en proceso de crecimiento y trasnacionalización, dado que ese subcontinente en los años noventa, a los ojos de los inversores externos, más que las demás regiones del planeta, representó la región con mayor potencial de crecimiento, tanto por las necesidades insatisfechas como por las expectativas de expansión económica.» ( Yañes Gallargo-Idem.)

En esta estrategia, el idioma y la cultura se convierten en ventajas comparativas de las empresas españolas para ganar posiciones en el área, en cuanto facilitan con fluidez y menores costes la información sobre los mercados, las intercomunicaciones y los acuerdos. Y, por qué no decirlo, también el tráfico de influencias.

Y es a partir de esa década del noventa, del «segundo desembarco», cuando cobra mayor impulso una política perfectamente planificada de relaciones exteriores de España con Suramérica en la que, aparte de imprimirle un nuevo contenido a su política de «Cooperación», pone especial acento en la promoción y patrocinio de instituciones, certámenes, congresos, forum y «cumbres» itinerantes con participación de personalidades de España y de Sur América, arropados bajo el rótulo sugestivo de «iberoamericanos», que abarcan un amplio espectro de espacios tan diversos y complejos como los del idioma, la cultura, los negocios, la información y difusión-mediática, las comunicaciones, la enseñanza en todos los niveles, la administración, la judicatura, etc. Con el complemento añadido de programación de becas, subvenciones, e intercambios, con importante financiación de las trasnacionales españolas, transformadas en nuevos «mecenas»: Telefónica, Endesa, Repsol, Prisa, BSCH, BBVA, etc. Está claro que estos eventos, por su contenido estratégico, crean y recrean condiciones óptimas para la expansión neocolonial española en Sur América.

El sello real de «Iberoamérica» las carga ideológicamente con sus emanaciones prácticas y pragmáticas del lenguaje común. Dígase: Congreso de Hispanistas; Cumbre Iberoamericana de Presidentes de Cortes Supremas y Tribunales Superiores; Cumbre Iberoamericana de Rectores de Universidades Estatales; Conferencia Iberoamericana de Educación; Congreso Internacional de la Lengua; Foro Iberoamericano, que reúne a empresarios, intelectuales y políticos, el último, en Cartagena (Colombia), se celebró a puerta cerrada y sin agenda; Año Iberoamericano de la Lectura. Y una lista interminable. Pero de todos ellos, la Conferencia Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, instaurada desde 1991, constituye el buque insignia de sus apuestas por América.

Estos certámenes aparecen formando parte de una política de homologación colonial de la legislación, la administración, la enseñanza, la justicia, de los países suramericanos, a las estructuras peninsulares, en orden a una cabal adaptación de aquellos al «desembarco ibérico» de las grandes transnacionales. A la par se iniciaba un trajín de intercambios, de idas y venidas de jueces, magistrados, procuradores, fiscales y ministros de justicia, de acá y allá; expertos encargados de la redacción, la reforma y la adaptación de las legislaciones nacionales a los intereses políticos y económicos de la «media-potencia» colonial. Luego vendría la especial tarea de otros expertos, encargados de proveer jurídicamente de una soberanía sobre-estatal a las empresas transnacionales, que solo quedarían, en virtud de esa «seguridad jurídica», en la práctica, sujetas a las leyes internacionales, tal ha sido siempre su designio.

En el orden económico, en la década dorada de los noventa, el «desembarco» se hizo propicio en condiciones de un «clima económico internacional» favorable a la internacionalización de las empresas españolas. Triunfaba la doctrina neoliberal basada en el Consenso de Washington, dictado unilateralmente por el Norte tras el derrumbe del Bloque del Este.. A partir de ahí, las legislaciones de todos los países fueron compelidas a introducir modificaciones sustanciales para dar cabida a las nuevas concepciones y prácticas internacionales del gran capital en sus cuerpos de leyes, que hiciera posible la desregularización económica, la privatización obligada de los servicios públicos y de las empresas de propiedad de los Estados, la flexibilidad laboral para poder prolongar la jornada diaria de trabajo y reducir los salarios, con miras a abaratar los costes laborales y sociales de la inversión extranjera. Eso también acompañado de magnánimas reformas fiscales que hacían y hacen de las naciones suramericanas un auténtico paraíso para la inversión internacional, la española, por supuesto. Debe sumarse a lo anterior, como factor importante, la desaceleración de las inversiones norteamericanas en la zona en la década llamada perdida, de los ochenta, con el argumento de la inseguridad política y jurídica., vacío aprovechado por las trasnacionales españolas para irrumpir con fuerza en la zona del sur americano…

II

Acaba de concluir la XIV Cumbre Iberoamericana en San José de Costa Rica, bajo el preludio del Foro Iberoamericano en Cartagena (Colombia) y los arpegios del III Congreso Internacional de la Lengua Española en la ciudad argentina de Rosario. Lengua, cultura y negocios, como una ingeniosa división del trabajo de la solícita Diplomacia española. Hablando con franqueza en estos días, un ministro español manifestaba que diplomacia era negocios.

El resultado no ha podido ser más desolador. La cumbre iberoamericana se ha visto opacada por la celebración paralela del Foro Económico de Asia-Pacífico en la vecindad regional de Santiago de Chile y por la ausencia de Portugal y Brasil, pilares fundacionales de la Cumbre -sin cuya presencia lo «ibero» se transforma en «hispano»-, y de los otros dignatarios de seis países suramericanos de especial connotación económica. La ausencia- deserción del Presidente de Portugal, pilar fundacional de las cumbres y de los otros líderes, de Chile, Brasil, Perú, Venezuela y Cuba, desvelan las profundas contradicciones que yacen soterradas en el seno del proyecto iberoamericano de naciones. Esas contradicciones van más allá de las que tienen origen en la prepotencia de Aznar, de pretender introducir unilateralmente reformas a las Cumbres o imponer el nombre del redactor de la misma en Punta Cana en 2002 sin consultarlas con el Presidente Fox, o de la abrupta imposición de un borrador de estatutos de la secretaría permanente de la Comunidad a los líderes reunidos en 2003 en Santa Cruz de la Sierra, como ingenuamente estima un ilustre catedrático de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid.. Admitamos que, por supuesto, aquellas son claras manifestaciones del espíritu incontinente de dominio colonial, aquella vez expresado de manera inequívoca por un jefe connotado del gobierno español. Meras puntas del iceberg.

Pero es que los tiempos han cambiado y han variado las correlaciones de fuerzas políticas y económicas en el mundo y en los países suramericanos. Algunos factores a tener en cuenta:

1.- El rotundo fracaso del Consenso de Washington y sus pavorosas consecuencias de miseria en la zona a partir de la década de los noventa, ha roto el dogma de la privatización de los servicios públicos y de las empresas propiedad de los Estados y el de su ineluctable transferencia a los inversores trasnacionales. Esto ha permitido que muchos países no hayan renunciado totalmente al dominio sobre sus recursos naturales y a la propiedad y gestión de sus empresas estatales y servicios públicos. O como en los casos de Argentina o Venezuela, se erijan empresas de propiedad estatal que compiten con las empresas privatizadas en poder de las transnacionales. Ejemplo, la creación de una nueva petrolera estatal en Argentina, «Energía Argentina S.A» (Enarsa), un rival argentino para Repsol YPF.

2.- La ofensiva política y comercial de China, el gran gigante del Asia, «estrella de la Cumbre de los 21 países miembros del Foro Económico de Asia-Pacífico, celebrada en Santiago de Chile, constituye, quizás, el factor más importante de cambio en la correlación de fuerzas en la zona suramericana por la diversidad y la magnitud de las inversiones que promete: 100.000 mil millones de dólares en la región, de los cuales 30.000 millones para invertir en los tres países de mayor inversión trasnacional española que acaba de visitar, Argentina, Brasil y Chile (Eldorado español). China ha suscrito un acuerdo de libre comercio, logrando el reconocimiento por ellos del status de economía de mercado, sin permiso de Washington, de la Unión Europea y del Japón que solo le tenían reconocido, en el escenario del comercio mundial, la condición de » nación más favorecida».

3.- La reciente constitución del Grupo de los 20, conjunto de países encabezados por Brasil, China, India y Suráfrica, que busca tener peso en el escenario internacional.

4.- El ascenso de los movimientos populares e indígenas en la región, que han dado por resultado la instauración de gobiernos más comprometidos con los intereses populares, celosos de una mayor independencia y soberanía de sus naciones, con una visión más crítica con las inversiones extranjeras. Tal los casos de Lula en Brasil, Chávez en Venezuela, Kirschner en Argentina y Tabaré Vázquez en Uruguay, el único país suramericano que se ha resistido a la ola privatizadora de la década de los años noventa y por eso con escasa inversión de las empresas españolas.

Cuba capítulo aparte. Cuba sempiterna, vidente e insobornable. Impertérrita, arrojando sobre América la espléndida luz de su experiencia..

III

A medida que pase el tiempo, la ola de pasividad y resignación con los términos de intercambio impuesto por los inversores invasores españoles irá sufriendo, pues, notables correcciones al impulso de una mayor competitividad en la zona con otras inversiones de otras latitudes, más respetuosas de los intereses nacionales anfitriones, y con la apertura de otros mercados más amplios que se ofrezcan a los productos de exportación suramericanos. Suramérica gira hacia el Este en busca de un mejor tratamiento, mayores inversiones, pero de capital productivo, no de capital-dinero usurario, y respetuoso de la soberanía de las naciones en que invierte.

En relación con lo anterior, resultan significativas las declaraciones de Batista de Costa, Presidente del Consejo Regional de Economía de Sao Paulo y Secretario del Centro de Industrias del Estado de Sao Paulo, que representa a 8.500 empresas del Estado más rico del Brasil: «Para Latinoamérica, vender en EE.UU es casi imposible, las corporaciones son pocas e imponen los precios, Europa está superabastecida, Africa no tiene dinero y en Oriente Medio solo hay guerras. Asia es la última parte del mundo donde se pueden hacer negocios». ( El País- 22 de noviembre de 2004) Volvemos a los orígenes.

IV

Los representantes de la Corona regresan a España con el desideratum de «resucitar el espíritu fundacional de las Cumbres Iberoamericanas» en 2005 en Salamanca. No ha nacido la criatura. Y el Presidente Fox, el único grande en la Cumbre, por más compromisos con la resurrección de las Cumbres, se traslada «raudo, veloz», a compartir con Lula, Kirschner y Lagos un nuevo y prometedor espacio internacional, nada desdeñable. Lo cortés no quita lo valiente.

La Cumbre fue un fracaso, por qué no admitirlo.

«Aquí todos somos iguales, y ésa es la grandeza de la comunidad iberoamericana» dijo el Ministro Moratinos restándole importancia a la ausencia de los representantes de los países grandes .

Hay en esas palabras, aparte de una gran amargura que puede entenderse, una perversión del lenguaje. Y pienso en estos momentos en José Saramago y Luis García Montero, que proponen «»lavar las palabras», «limpiarlas», «recuperar la esencia de los significados perdidos» ( El País 11 de noviembre.-2004). Y en José Luis San Pedro que denuncia las «manipulaciones del lenguaje», » el lenguaje tergiversado» ( El País- 20 de julio-2004). En las relaciones económicas, por considerar sólo un aspecto, España y el conjunto de naciones suramericanas, no son iguales. Sus relaciones, al menos en ese terreno, no se dan en términos de igualdad. Esa es la verdad. soslayada por la representación española en ésta última y en todas las Cumbres Iberoamericanas habidas, desde México hasta San José de Costa Rica.

España se define, en la realidad, por su pertenencia al denominado Primer Mundo y al otro imperio de la Unión de los estados europeos, que campean y compiten en el mundo entre sí y con las otras potencias imperiales. Desde luego en suelo americano. Las naciones suramericanas luchan en condiciones desiguales, de extremada pobreza algunas y de subordinación económica todas, por superar el peso de la deuda externa, por modificar los términos desiguales e injustos de intercambio en el comercio mundial, a que son sometidos sus productos de exportación, por disponer con total autonomía e independencia de sus propios recursos, y con total autonomía escoger las vías políticas y económicas que considere eficaces, para superar el estadio de subdesarrollo y alcanzar niveles óptimos en la educación, la salud y el empleo. Las carencias de esta índole ponen en evidencia la desigualdad entre las naciones peninsulares o ibéricas y las naciones del Sur americano. De pronto el rico puede ser amigo del pobre, pero no siendo similares sus condiciones de existencia, no devendrían iguales sólo porque el rico, en un arresto de lisonja o por aprovechamiento, lo proclamara o lo invitara a sentarse en su mesa. Piensan, sienten y juzgan de manera diferente las razones de su condición de rico el uno y de pobre el otro.

No pueden haber igualdad donde las economías suramericanas son apéndice y tributarias de las economías peninsulares, como en los tiempos coloniales. El sur de la zona americana remesa inconmensurables beneficios, a tiempo que se empobrece, al domicilio nacional-metropolitano de las trasnacionales españolas. Un par de ejemplos: Telefónica ingresa 504 millones de euros por el dividendo de su filial Brasileña Telesp. El BBVA gana 2059 millones de euros, un 18,4% más, por el tirón de su negocio en México, donde obtuvo una ganancia record de 580 millones de euros en los nueve primeros meses de este año. Remesas del Sur al Norte.

Hoy los usuarios extranjeros aportan el mayor ingreso y beneficio a Telefónica y Endesa, el núcleo duro de las inversiones españolas de energía eléctrica, que gozaron del privilegio de irrumpir en los años 90 en el escenario de la región cuando eran propiedad del Estado español, con lo cual se daba la característica de un Estado inversor controlando la empresa privatizada de otro Estado. Por mucho tiempo se mantuvo este tipo de inversión ventajosamente subsidiadas desde España, hasta que fueron privatizadas en 1997 y 1998, respectivamente.

Los hechos confirman que las inversiones trasnacionales españolas no han estado dirigidas ciertamente al mayor desarrollo de la región. Las inversiones se realizaron mediante la adquisición de activos. Compraron lo que estaba y producía. «El 94 por ciento de las inversiones se han hecho en el sector de los servicios, que tienen una fuerte incidencia en la vida cotidiana de los ciudadanos, que son consumidores finales de los servicios prestados por las empresas trasnacionales españolas instaladas en la región». Comprenden éstas los cinco renglones siguientes: 1. Telecomunicaciones (telefónica fija, móvil e Internet). 2. Producción y distribución de energía (petróleo, electricidad y gas). 3. Servicios financieros de todo tipo (seguros, cuentas corriente, depósitos a plazos). 4. Obras públicas (carreteras, puertos, etc.). 5. Sanitarias (abastecimiento de agua). ( Yañes Gallardo-Idem).

Esta rentabilidad a base de tarifas de servicios cada vez más caros y escasa inversión en la ampliación de infraestructuras, ha generado severas contradicciones entre los gobiernos suramericanos y las compañías españolas explotadoras del sector. El caso de Argentina es relevante.

IV

No existe la igualdad que proclama el Ministro Montesinos y de la que se ufana al término de la Cumbre Iberoamericana en San José de Costa Rica. Lo primordial para España es la defensa de los intereses de sus empresas transnacionales en latinoamérica enfrente de los intereses nacionales de los países donde actúan, sin escatimar para ello todo tipo de presiones de dudosa legitimidad ante los gobiernos respectivos.

Muestra de ello… En El País del 10 de noviembre de este año ha aparecido la noticia de que «El Gobierno crea un foro empresarial para defender intereses en Latinoamerica», encabezado, nada más ni nada menos que por el Jefe de la Oficina Económica del Presidente de Gobierno, Miguel Sebastián. Tan importante decisión se explica porque el principal destino de las inversiones españolas en el exterior es Latinoamérica, donde se han invertido más de 60.000 millones de euros en la última década, sumando en la actualidad, aproximadamente 87.000 millones de euros… Continúa diciendo el comentarista que «al Ejecutivo le preocupa Latinoamérica, pero no solo desde el punto de vista de su política exterior, sino también por los crecientes intereses económicos que tienen las empresas españolas en el sector». Según ese informe, en él comparten asiento altos cargos de la Moncloa, el secretario de Estado de Asuntos Exteriores y para Iberoamérica, el secretario de Estado de Turismo y Comercio y el Director General de Financiación Internacional del Ministerio de Economía, junto a algunos de los máximos ejecutivos de las 12 empresas con mayor presencia en el area suramericana. Las compañías representadas son: Telefónica, Repsol, Gas Natural, BBVA, Banco Santander, las eléctricas Endesa, Iberdrola Y Unión Fenosa, Agbar, Prisa, Sol Meliá Y ACS. «Con este foro, el Gobierno pretende, por una parte, tener un mecanismo eficaz y permanente para conocer la situación real de Latinoamérica …», y que este foro «… no sea solo un instrumento informativo, sino que, a partir del conocimiento de la situación, se pueda desarrollar una colaboración más eficaz con las empresas para hacer valer sus intereses ante las administraciones de los países latinoamericanos, sobre todo, en caso de emergencia». Como la que se produjo en Argentina en diciembre de 2001, cuando el gobierno suspendió la convertibilidad del peso en dólar.

Añade que «las grandes corporaciones nacionales (españolas) desean una mayor implicación de las instancias políticas y diplomáticas, al igual que ocurre con otras administraciones como la estadounidense o la francesa», «…pues la desprotección ante los incumplimientos de contratos de las autoridades y, en particular, la falta de seguridad jurídica es una de las mayores preocupaciones de las empresas españolas en la zona. Uno de esos focos de conflicto son las tarifas, cuya actualización reclaman las empresas ante la tentación de los gobiernos de congelarlas. Debido a esa y otras causas, las multinacionales españolas tienen litigios abiertos actualmente en Chile, Perú, Bolivia, Argentina y Brasil». Esa sí que es una sociedad mancomunada , de Estado y Empresas.

Las tarifas constituyen el foco de la principal contradicción, pues representan la fuente principal de ganancias y transferencias a España desde la zona suramericana, la principal forma de rentabilidad de más del 50 por ciento de las inversiones españolas en el subcontinente suramericano. Ese tanto por ciento de inversión representan Telefónica, con un monto de inversión de 32.649 millones de euros; Telefónica Móviles 5.329 millones; Endesa, 3.265 millones; Iberdrola, 2.886 millones; Fenosa, 1.745 millones; Gas Natural, 1.500 millones; Aguas Barcelona 558 millones; por citar las principales generadoras de beneficios y de mayores remesas a su sede central en España.

Esas transnacionales absorbieron las compañías nacionales comprando sus activos, recurriendo a privatizaciones, fusiones y adquisiciones mediante oferta pública de adquisición de empresas, no comenzando, pues, sus operaciones especulativas en latinoamérica a partir de cero, constituyendo cada una monopolios en su sector, e imponiendo tarifas leoninas imposibles de satisfacer por una gran masa de población latinoamericana y causando un mayor empobrecimiento en el resto.

Las relaciones «iguales» y «unitarias» mantenidas con España por gobernantes latinoamericanos inescrupulosos, se han visto interrumpidas por el ascenso a los poderes del Estado de personajes políticos con un elevado sentido de los valores nacionales y conscientes del despojo que ha representado la privatización y la forma como han sido concedidas sus riquezas nacionales a las voraces empresas transnacionales. Vienen cambiado en las principales zonas del territorio suramericano las anteriores percepciones de Estado, de poder y de soberanía nacionales, antaño iluminadas por la doctrina neoliberal del Consenso de .Washington, el FMI y los Gobierno. Son contradicciones con tendencia a crecer e insalvables en términos de prepotencia, imposición, subordinación y desventaja. Los intereses de los gobiernos suramericanos empiezan a no coincidir con los intereses del Estado Español, y mucho menos los intereses de la población suramericana con los de las empresas transnacionales que los empobrecen…

El concepto de Comunidad presupone un interés común entre quienes forman parte de ella.

Los obstinadamente llamados «iberoamericanos» no han sido bien tratados por su socia real mancomunada en el sueño de la «Comunidad Iberoamericana de Naciones». Después de diez años del segundo desembarco, las inversiones españolas en Suramérica no han contribuido al bienestar de sus pueblos, más empobrecidos en la última década hasta márgenes del 60 por ciento por debajo de los límites de la pobreza. «La Comisión Económica para América Latina, CEPAL, de Naciones Unidas, estima que la región (suramericana) puede dar por perdida la década del 80 y el sexenio 1998-2003, habida cuenta los paupérrimos avances económicos y sociales alcanzados en dichos lapsos al impuso del motor neoliberal. En 1985 la deuda externa latinoamericana era de 300 mil millones de dólares, mientras que ahora pasa de 750 mil millones. El desempleo en América Latina aumentó el año pasado el 10.7 por ciento de la población laboral activa o sea, a más de 17 millones de personas en ese rango, mientras los salarios reales descendieron a 4,7 por ciento.» (Alberto Salazar, de Prensa Latina).

Y, sin embargo, allí continúan estando y floreciendo los 87 mil millones de euros invertidos en la región por las compañías transnacionales españolas.

No es extraño, pues, que el Latinobarómetro del 2004 constate que «la mayoría de los latinoamericanos siguen pensando que las inversiones españolas no son beneficiosas para su país» (El País- 15 de octubre.2004)

Dado ese contexto de desigualdad de trato y de intereses contrapuestos, ¿en qué va a consistir la resurrección en el 2005 en Salamanca del «espíritu fundacional» de las Cumbres Iberoamericanas?

¿Qué clase de «Comunidad Iberoamericana de Naciones» va a nacer?. ¿Cuál su naturaleza y al servicio de qué y de quiénes?. No existe identidad iberoamericana. El espíritu independentista y soberanista de los pueblos suramericanos no es entendido ni atendido por la «gobernanza» peninsular ibérica y europea. En ese sentido, «Iberoamérica» es una mera abstracción geográfica, parodiando la expresión de Václav Klaus, Presidente de la República Checa, cuando se refería a la Unidad Europea.

Por descontado, menos existe la igualdad. La igualdad se construye y asienta sobre realidades. No sobre ficciones bajo efluvios de amor interesado.

Apéndice concordante

» Porque nuestra idea imperial, esencialmente española y atenta a nuestras fronteras y límites actuales, no puede olvidarse de las dimensiones de la gran España, que-todavía-nunca dejan de estar alumbradas por el sol.

Nuestro imperialismo no va a ser-no lo ha sido nunca-un imperialismo de petróleo o de caucho, un imperialismo de piratas y negreros. Que todo el mundo hispánico sepa esto. Que no se nos mire con el recelo natural en países víctimas de todas las explotaciones. Aprecio de Panamás comprada con el oro de las traiciones, a precio de Nicaraguas estranguladas en sus Sandinos nacionales, raciales, aprecio de guerras del Chaco atizadas por monopolios sangrientos de petróleo, España no quiere Imperios de acciones de bolsa.

España quiere hacer sentir su unidad al mundo hispánico, hacerle recobrar su conciencia de destino universal, su alma. España no quiere dominar en América con monopolios. Pero España no cede a nadie su primogenitura de América, y frente a la añagaza parisién de » América Latina», reivindica títulos más expresivos y más justos: » América española», «Iberoamérica». Solo Portugal y España tienen derecho, entre los países de lengua latina, a que su nombre vaya unido al de América»

España, consciente de su destino universal humano, reconoce los peligros inhumanos y capitalistas que amenazan a los países americanos de lengua española. España aspira a poder ejercer de un modo efectivo derechos de defensa y tutela. No derechos de » protectorado», según la hipócrita fórmula europea para ocultar una despiadada explotación, sino derechos de defensa de la civilización española en el mundo.

Queremos que cada español tenga conciencia de la grandeza y del sacrificio que significa formar parte de la gran hermandad hispánica de 200 millones de humanos de todas las razas. Que España vuelva a ser eje espiritual de este mundo representa para cada español un deber de perfección en su oficio. Técnica y cultura españolas habrán de reconquistar el mundo hispánico para infundirle un alma única no a fuerza de patentes de privilegio, que sería cándido e inútil esperar, sino a fuerza de superioridad estricta..

En la suma de deberes de la conciencia del imperio, cada español deberá tener este acicate de perfección. La unidad espiritual de 200 millones de hombres esparcidos por todo el mundo dependerá- y urge que cada uno tenga conciencia de su parte en la tarea- del esfuerzo nuestro.

Queremos ayudar a los países hispánicos en su lucha-ya, en algunas partes, heroica- por conservar el alma española, la lengua de España. Celebramos en Méjico el tope resistente del inglés, en toda América del Sur la asimilación a nuestra lengua de la inmigración mundial, en Filipinas la lucha-inacabada-por la libertad hispánica.

Que nuestro imperio esté fragmentado y desunido nos duele, pero sentimos la fuerza de lo irremediable, y hasta nos felicitamos de que esta desunión política haga los lazos que todavía ligan al mundo hispánico más espirituales, y nuestros planes, más desinteresados y más puros.

Nos sentimos unidos a Portugal por una historia gloriosa. Portugal ha sabido solo y por sí hacerse un gran pasado. Portugal se ha repartido el mundo con España y ha clavado las quinas de su enseña en el universo de la esfera armilar. España siente que, laborando por su Imperio, labora también por el imperio portugués, pues la hora del imperio suena siempre a la vez para las dos naciones peninsulares. Como también son sincrónicas la desgracia y la cobardía y la renuncia. España siente que Portugal cobrará al mismo tiempo que ella tensión imperial, voluntad de no morir, de no abdicar de su destino difícil y grande.

La península no puede privarse de ninguna de sus dos almas gemelas, pares en la gloria y en la desgracia, para quienes la hora del Imperio suena a un tiempo.

Cuando España y Portugal salen a repartirse el mundo se encuentran en todas partes: en las Filipinas españolas y en las indias portuguesas, en las selvas amazónicas desde Perú español o desde Brasil portugués. Por el mundo hay muchos hitos que tienen, hermanadas en las soledades, a un lado las armas de Castilla y a otro lado las de Portugal.

Esta es la superior Unidad en que creemos.

Ya para dentro de España, creemos que la sola conciencia de los deberes del Imperio será bastante para mantener la idea de la unidad de destino. No podemos creer que ante la grandeza de la tarea común pueda haber rencores que se nieguen a tomarla bajo sus hombros. Esperamos que los resentidos sabrán ensanchar su corazón a los aires imperiales. Cataluña y Vasconia y Galicia darán su voz también en el imperio. Y entonces , lenguas, costumbres, historias, encontrarán su libertad justa, bajo el signo-flechas y yugo-del Imperio.

Del Imperio del mundo hispánico, que tendrá su alma nuclear en España, pero que alentará, con conciencia de Unidad, en el mundo todo. Y que sabrá hablar al mundo por la boca unánime de 200 millones de hombres»

(Apartes de la » Introducción» al opúsculo titulado: » El Imperio de España»- ( Servicio de Prensa y Propaganda de F:E de la J:ON:S – Ediciones Libertad- Editado en Artes Gráficas Afrodisio Aguado- Valladolid-Palencia., en 1937, durante la guerra Civil,)