Cuando las guerras duraban 30 años y más, era frecuente que los pueblos recibieran la visita de gentes de armas de uno u otro señor. Era costumbre que las tropas desfilaran con tambores, estandartes y fusiles para deslumbrar al público y conseguir tal vez que algún mozo se alistara o alguna moza confraternizara. El tono […]
Cuando las guerras duraban 30 años y más, era frecuente que los pueblos recibieran la visita de gentes de armas de uno u otro señor. Era costumbre que las tropas desfilaran con tambores, estandartes y fusiles para deslumbrar al público y conseguir tal vez que algún mozo se alistara o alguna moza confraternizara.
El tono de un pueblo contemplaba intrigado la fanfarria y les preguntó a los soldados:
-¿Qué es esto? ¿Adónde vais?
– Vamos a la guerra – le contestaron.
– ¿Y qué se hace en la guerra? – insistió.
– Se conquistan ciudades, se queman aldeas, se destruyen las cosechas y el vino, se matan unos a otros…..
– ¿Y por qué se hace eso? – inquirió el tonto del pueblo.
– Para establecer la paz – le respondieron.
-¿Y no sería mejor hacer primero la paz a fin de evitar tales daños? Yo soy más listo que vuestros señores. Si de mí dependiera, construiría la paz antes que permitir los estragos de la guerra, y no después que hayan ocurrido – sentenció el tonto.
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