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Sobre Jorge Edwards y Cuba

Dopo della Revoluccione

Fuentes: Rebelión

A Jorge Edwards hace muchos años la revolución cubana le sentó como una patada y desde entonces vive de ella como quien pasea «sus heridas de guerra» en defensa de las libertades y dividendos que el capitalismo real otorga a sus lacayos. Utilizando el extendido género de la necrológica autolaudatoria y con motivo de la […]

A Jorge Edwards hace muchos años la revolución cubana le sentó como una patada y desde entonces vive de ella como quien pasea «sus heridas de guerra» en defensa de las libertades y dividendos que el capitalismo real otorga a sus lacayos. Utilizando el extendido género de la necrológica autolaudatoria y con motivo de la muerte de Cabrera Infante, el otrora embajador chileno en La Habana rescata en reciente tribuna de El País la cita de Tayllerand con que se abría el film Prima della Revoluccione de Bertolucci: Nadie que no haya vivido antes de la Revolución ha conocido la verdadera dulzura de vivir y en su glosa se lanza a concluir, apoyándose en la figura de Lezama ( una vez más ese socorrido «el Maestro me dijo…»), que el recuerdo de aquella ciudad de La Habana «abigarrada, bulliciosa, danzarina», centro de una «alegría perdida», conformaría el propósito central de las obras de Cabreray Lezama. La Habana como imagen de un Paraíso que la revolución habría liquidado con sus torpezas y maldades.

A partir de la cita recuerda en su Tribuna de El País el desasosiego que le provocaron tanto el propio texto como el hecho de que apareciera en la obra de un director de conocida militancia comunista. Edwards parece olvidar lo que aquella película, en cuyo contexto la cita cobraba significado, decía y avisaba: la fragilidad de la clase burguesa como aliada y la necesaria desconfianza de la revolución hacia tal compañía. De ahí el sentido de la cita del viejo aristócrata, nostálgico de la verdadera dulzura de vivir que los privilegiados habían saboreado en Corte de Versalles y cuya melancólica pérdida Don Jorge comparte con Cabrera y con ese Lezama que él construye en base a una confidencia. Inquietante la cita efectivamente y la película. De ahí que diera lugar en aquellos tiempos a discusiones en los núcleos militantes interesados en dilucidar el papel de las posibles alianzas de la Revolución con la burguesía o alguna de sus fracciones.

Al autor de El idiota de la familia, en su momento, debió molestarle que la plebe pisara los jardines de Versalles y ante su gesto disconforme alguien oportunamente le regaló ese título de «persona no grata» que hoy rentabiliza y airea por los más selectos salones.