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Entrevista con el escritor Manuel Talens

«América Latina aún está a tiempo de no perder el tren de la historia»

Fuentes: www.cronicon.net

Las coordenadas geopolíticas de Latinoamérica son diferentes a las de Europa, sus masas han sufrido más y están más dispuestas a echarse a la calle -el golpe de estado fallido a Chávez es una prueba fehaciente-, por eso representa la esperanza. Internet es el detonante que ha permitido la explosión del periodismo alternativo.   «Líderes […]

Las coordenadas geopolíticas de Latinoamérica son diferentes a las de Europa, sus masas han sufrido más y están más dispuestas a echarse a la calle -el golpe de estado fallido a Chávez es una prueba fehaciente-, por eso representa la esperanza. Internet es el detonante que ha permitido la explosión del periodismo alternativo.

 

«Líderes como Fidel Castro o Hugo Chávez son impensables en Europa, en la actual coyuntura. A lo más que llega la izquierda europea es a Jospin o a Zapatero, que practican un capitalismo de buena voluntad, pero capitalismo al fin y al cabo. Ustedes, en América Latina, están en una mejor posición de salida que nosotros, los europeos», afirma el escritor español y periodista de opinión, MANUEL TALENS al analizar la realidad política de ambos continentes.

 

Igualmente en esta entrevista concedida a www.cronicon.net, el columnista del diario El País de Madrid, reflexiona sobre el impacto que ha tenido Internet en el periodismo alternativo y en el proceso político de la sociedad en general.

 

Al respecto, trae a colación el papel determinante que jugó el poder de las comunicaciones instantáneas en los comicios de España de 2004, cuando el gobierno de José María Aznar manipuló por intereses electorales, la información sobre los atentados del 11M.

 

Talens (Granada 1948) es novelista, traductor y articulista en la prensa de lengua española. Ha publicado dos novelas: La parábola de Carmen la Reina (1992) e Hijas de Eva (1997) y tres libros de relatos: Venganzas (1995), Rueda del tiempo (2001, Premio Andalucía de la Crítica 2002) y La sonrisa de Saskia y otras historias mínimas (2003).

 

Manuel Talens MANUEL TALENS

 

Como traductor, además de una intensa labor en los medios alternativos de Internet, especialmente en www.Rebelión.org, ha vertido al castellano textos de ficción, semiótica, psiquiatría, ensayo y cine, de autores que van desde el francés Georges Simenon al inglés Tibor Fischer o a la estadounidense Edith Wharton, pasando por Groucho Marx, Paul Virilio, Blaise Cendrars, Georges Hyvernaud, Geert Lovink, James Petras, Donna J. Haraway o el Groupe µ. En la actualidad prepara su tercera novela, la edición en papel de los ensayos cinematográficos Cuba en el corazón y una antología de artículos periodísticos.

 

INTERNET O LA CAÍDA DE LAS BARRERAS FRONTERIZAS

 

¿Lo que usted ha denominado «la sociedad interconectada» cómo está impactando la vida cotidiana de los ciudadanos desde el punto de vista social y político?

 

Me gusta utilizar el binomio «sociedad interconectada» porque es muy gráfico y todo el mundo lo entiende, pero he de aclarar que pertenece a otro Manuel, también de apellido catalán, al sociólogo Manuel Castells, con el cual definió la incipiente tendencia de las sociedades opulentas a organizarse en torno a la tecnología de la informática y de la comunicación simbólica. Dicha comunicación, en sus diversas variedades de correo electrónico, foros, chats o, últimamente, blogs, es un fenómeno que ha experimentado un crecimiento exponencial durante los últimos quince años. Pero llegados a este punto es preciso que haga una salvedad: puesto que quienes nacimos en ambientes económicos más o menos acomodados solemos cometer el error de generalizar a partir de nuestra propia experiencia, como si todo el mundo gozara de los mismos privilegios, es importante dejar claro de antemano que la sociedad interconectada no es, ni mucho menos, una realidad planetaria, sino exclusiva del Primer Mundo e, incluso dentro de éste, en grados diversos. No tengo ahora estadísticas a mano, pero es evidente que la interconexión ciudadana de una sociedad como, pongamos por caso, la finlandesa es muchísimo mayor que la de que gozan los españoles o los griegos, y eso que todos ellos viven en la Unión Europea. Si seguimos descendiendo en la escala de riqueza por naciones, nos encontramos cada vez con menos familias que tienen acceso a Internet, hasta llegar a los últimos países de la lista, cuya prioridad está no ya en cómo conectarse, sino en sobrevivir. Se me viene ahora a la memoria una trágica viñeta de ese dibujante genial que es Forges, en la que un africano le decía a otro: «Si tuviésemos un teléfono móvil nos lo podríamos comer». En África, un continente prácticamente desaparecido de las estadísticas, en donde la mayoría de la población ni siquiera ha hecho una llamada telefónica en su vida, Internet es un fenómeno insignificante. Internet forma parte de la globalización neoliberal y es un reflejo perfecto de las desigualdades que ésta impone. Desde el punto de vista social, quienes tenemos acceso a Internet hemos visto en poco tiempo la caída de muchas barreras fronterizas. Personalmente, nunca antes en mi vida había tenido tantos contactos, profesionales, políticos o de simple amistad, con tanta gente de tantos lugares diversos como en los últimos cinco años. Eso, por supuesto, cambia muchas cosas en la cotidianeidad del internauta, entre ellas la percepción del mundo. Y como la res pública forma parte de esa percepción, Internet está cambiando también la manera en que todo internauta incide en la sociedad que lo rodea.

 

¿En su concepto, el periodismo en Internet está modificando el proceso de información de los medios de comunicación tradicionales? ¿Se hace evidente el axioma de «a nuevos medios, nuevos contenidos»?

 

En un principio, y me refiero al final de los años setenta y a la década de los ochenta, los internautas activistas de entonces, que desde un punto de vista porcentual eran cuatro gatos, creían que Internet iba a ser un espacio de libertad total. Hoy ya sabemos que no es así. El capitalismo busca siempre el control y la neutralización de lo que puede ser peligroso para sus fines hegemónicos, y como Internet, sabiamente utilizado, puede ser peligrosísimo, los gobiernos están poniéndole cada vez más trabas y el programa Echelon es sólo un ejemplo de éstas. Lo cual no quiere decir que en la red no queden espacios de libertad, al menos por ahora. Y, si nos centramos en los medios tradicionales de comunicación, está claro que Internet está modificando el proceso de información de éstos, pero más en la forma que en el fondo. Los medios tradicionales de comunicación, es decir, los periódicos, están cada vez más concentrados entre las manos de unos pocos grupos capitalistas, la denominada industria de la cultura, cuya finalidad primordial consiste en obtener beneficios, mientras que la información es sólo la excusa sobre la que basa su existencia y, por eso, está supeditada a tales beneficios. La manera de hacer periodismo de esta industria no puede cambiar, está atrapada en un corsé económico, y ello con independencia de la plataforma que utilice. Si el director de un periódico -un auténtico empresario- intuye que una noticia puede perjudicar los intereses de la empresa, simplemente la ignora o la tergiversa. Esto es así, no tiene vuelta de hoja y basta con leer los medios tradicionales de comunicación para darse cuenta de que el tratamiento semántico de las noticias no resiste el menor análisis crítico. El único cambio visible que ha supuesto Internet entre los medios hegemónicos es que éstos han ampliado la oferta, que ya no es sólo en papel, sino que al mismo tiempo aparece en la red.

 

¿Qué opinión le merece la advertencia de Gabriel García Márquez en el sentido de que «la realidad virtual, potenciada por el enorme caudal de información que fluye por los ordenadores, acabaría por sustituir la realidad de verdad en la percepción del periodista»?

 

Las opiniones de García Márquez me las suelo tomar con suma seriedad, porque sabe de lo que habla. La realidad virtual no es un invento del mundo tecnológico, sino una mejora espectacular de algo que ha existido siempre. Le daré un ejemplo: cuando la corona española conquistó lo que hoy es América Latina y justificó la conquista con la necesidad de evangelizar a los indios, ¿acaso no fue eso un caso paradigmático de realidad virtual? Tal como yo lo veo, el posible trastorno en la capacidad de percepción de lo real frente a la realidad virtual de que habla García Márquez es más un problema de cultura que de otra cosa. Los seres humanos, sean quienes sean, no suelen dejarse engañar por las supercherías si previamente han recibido una educación que les permite separar el trigo de la paja. El problema, por lo tanto, se sitúa en el ámbito de la política, puesto que suele ser el Estado quien se encarga de educar a los ciudadanos. Si el Estado cumple plenamente con su función educadora como, por ejemplo, sucede en Cuba, las falsedades de la realidad virtual quedan fácilmente neutralizadas.

 

¿Coincide en que Internet ha sido fundamental y decisivo en la aparición y consolidación de medios alternativos? ¿Cómo evalúa su impacto?

 

Sí. Internet es el detonante que ha permitido la explosión del periodismo alternativo, que antes estaba limitado a ámbitos locales e inconexos, con medios muy rudimentarios como la máquina de escribir y las octavillas, y que ahora dispone de portales magníficamente diseñados y ha accedido a la globalidad. Desde el punto de vista técnico, el aspecto del periodismo alternativo no suele diferenciarse mucho del de cualquier medio de comunicación hegemónico y eso es fundamental, pues en la sociedad de la imagen el hecho de luchar con armas similares supone ya un avance. La importancia del periodismo alternativo como fuerza contrahegemónica radica en que, al no depender de intereses económicos, sino ideológicos, ni tampoco de las leyes del mercado, tiene garantizada su supervivencia, pues suele basarse en colaboraciones gratuitas de los militantes. Es el caso, por ejemplo, de Rebelión, que se ha convertido en pocos años en el faro guía de la izquierda hispanohablante y que debe su existencia exclusivamente a Internet. Rebelión es, quizá, el primer medio de comunicación auténticamente global en lengua castellana, pues se lee a diario desde los Pirineos a la Tierra del Fuego, cosa que antes nunca había sucedido en la historia del periodismo. No es un periódico argentino, salvadoreño, cubano o español, sino «nuestro», y ése es, probablemente, su mayor logro: la bolivarización, con España incluida, de la izquierda. Lo cual no quiere decir que el periodismo alternativo no tenga limitaciones, y la mayor de ellas es que predica entre convertidos. Hace tiempo que la Psicología descubrió que los seres humanos solemos arrimarnos a la gente del mismo credo, lo cual es una manera de sentirnos bien, arropados en la tranquilidad de que las respuestas que vienen del interlocutor son una confirmación de nuestras preguntas, que así quedan ratificadas en su certeza. El peligro de esta actitud es la complacencia. Por eso muchos intelectuales de izquierda, incluso si participan en los medios alternativos, siguen también publicando en los medios tradicionales (si los dejan, claro, lo cual no siempre sucede), con la intención de llegar a lectores que no son necesariamente de su cuerda ideológica, aún a riesgo de recibir algún coscorrón.

 

¿Cuáles son, en su concepto, las perspectivas de las organizaciones sociales y progresistas dentro de este nuevo orden comunicacional?

 

Son, como siempre han sido, perspectivas de lucha continua, sólo que ahora de manera globalizada, lo cual aumenta los efectivos y la capacidad de ataque. Ése es el lado positivo de mi respuesta. El negativo es que las fuerzas de la reacción también están hoy globalizadas. Dado que la finalidad de las organizaciones progresistas es una sociedad igualitaria, la esperanza de alcanzarla es mayor en los países que desde el punto de vista histórico arrastran más desigualdades sociales, pues justamente es en ellos donde el caldo de cultivo permite la aparición de líderes con ideas revolucionarias. Gente como Castro o Chávez son impensables hoy en Europa. A lo más que llega la izquierda europea es a Jospin o a Zapatero, que practican un capitalismo de buena voluntad, pero capitalismo al fin y al cabo. Ustedes, en América Latina, están en una mejor posición de salida que nosotros, los europeos, para utilizar la nueva sociedad comunicacional de manera auténticamente democrática, pues tienen la suerte de contar con algunos líderes que todavía creen que es posible cambiar el mundo, no sólo gestionarlo de manera menos inhumana.

 

¿Se puede decir que gracias a la red virtual se está «democratizando» el acceso a la información y de alguna manera es una importante herramienta para enfrentar la imposición del «pensamiento único» del que habla Ignacio Ramonet?

 

Tal como he señalado hace un momento, la red virtual no está al alcance de todos, lo cual convierte en un chiste calificarla de democrática. El acceso a la información sigue siendo hoy en gran medida un privilegio de clase. Dicho lo cual, es cierto que Internet permite contrarrestar en cierta medida la imposición del pensamiento único, pero la lucha sigue siendo muy desigual, pues el pensamiento único dispone no solamente del poder estatal neoliberal y de los medios hegemónicos, sino de la televisión, que sí es un medio «democratizado», mediante el cual desde los centros de poder se lanza con total impunidad basura ideológica en el interior de los hogares globales.

 

¿Cómo analiza política y socialmente la influencia de Internet en la derrota del Partido Popular en las últimas elecciones de España por la manipulación que pretendió hacer el entonces presidente José María Aznar con los sucesos del 11 M en Madrid?

 

Aquél fue un ejemplo típico del poder de las comunicaciones instantáneas en las sociedades posmodernas y de su posible influencia sobre la política burguesa. Recalco aquí la palabra «burguesa» porque es importante para lo que voy a decir a continuación. En el modelo burgués de democracia occidental suele haber sólo dos partidos que se alternan en el poder y los demás representan el papel de comparsas teatrales que justifican ideológicamente la pluralidad. Esos dos partidos, por mucho que se enzarcen en peleas retóricas, no tienen ideas demasiado distintas de cómo gestionar el mundo, ya que de entrada ambos aceptan la sociedad de mercado, lo cual convierte sus rifirrafes en puro ruido numantino. De esta manera tan sencilla, la continuidad del sistema capitalista está asegurada sin grandes sobresaltos y los dictadores sanguinarios como Franco o Pinochet se vuelven obsoletos. Pero como el modelo de Estado parece imposible de alterar a través de las urnas, buena parte de la izquierda tradicional, la que no ha renunciado a Marx, ni siquiera se molesta en votar cuando hay elecciones. ¿Para qué?, se dice a sí misma, resignada. Por supuesto, algo cambia en el día a día de los ciudadanos con la alternancia del poder y una prueba de ello es que ahora en España no existe aquella crispación de antes, cuando uno se levantaba por las mañanas con el temor de la bronca inevitable, pues no es lo mismo la extrema derecha de Aznar que la socialdemocracia de Zapatero. En las elecciones que tuvieron lugar después del 11 M, con los muertos de Madrid todavía calientes, el poder de Internet se insertó en el hueco que suele dejar vacío la izquierda extraparlamentaria. A ello contribuyó, y no poco, el descomunal hartazgo que padecía más de la mitad de la sociedad española tras ocho años de aznaridad -como bien la llamó Manolo Vázquez Montalbán-, con el desastre del Prestige y la intervención en la guerra de Irak como puntas del iceberg de una política estatal absolutamente impresentable. La gota que colmó el vaso de la paciencia fue la escandalosa manipulación informativa del Partido Popular ante los atentados de Atocha, que movilizó a la izquierda abstencionista a través del correo electrónico y de los mensajes SMS y la precipitó hacia las urnas, lo cual engordó el voto del PSOE, pues lo importante en aquellos momentos era olvidar las diferencias y echar al PP. Sin embargo, por mucho que uno pueda alegrarse de que en la Moncloa hoy esté un hombre razonable como Zapatero, no hay que olvidar que la derecha, a pesar de todo, obtuvo diez millones de votos y que en futuras elecciones, sin acontecimientos tan dramáticos como los del 11 M, nada asegura que la izquierda extraparlamentaria vuelva a molestarse en ir a votar.

 

¿Esta nueva era de las comunicaciones va a ser determinante en los cambios políticos y socioeconómicos de las sociedades? ¿Cómo lo vislumbra usted?

 

No es que va a ser, sino que ya lo es, pero sólo en las sociedades interconectadas, y ello debido a que la interconexión permite preguntas y respuestas, ataques y contraataques. Las sociedades no interconectadas, que justamente son las que más necesitan cambios, porque son las que padecen las injusticias más flagrantes, siguen y seguirán sometidas a las comunicaciones unidireccionales de la televisión, que convierten a los usuarios en meros receptores pasivos de contrainformación y propaganda (saludo aquí, entre paréntesis, el proyecto televisivo de TeleSur, que si llega a funcionar podría poner patas por alto el actual sistema de bombardeo ideológico neoliberal). La cuestión está en saber durante cuánto tiempo más estará aún permitido que la disidencia política se exprese a través de Internet.

Manuel Talens

Conforme vaya desapareciendo la prensa en papel -es sólo una cuestión de tiempo, como sucedió con el paso de los discos de vinilo a los CD, y de economía, ya que la edición electrónica es mucho más barata y se puede vender al mismo precio- y se acelere la omnipresencia de la información virtual, los gobiernos y los grupos hegemónicos irán controlando cada vez más la red y la izquierda lo volverá a tener muy difícil.

 

¿En qué medida considera usted que el desarrollo tecnológico de las comunicaciones va a ser definitivo en el progreso social de países en vías de desarrollo como los de América Latina?

 

El desarrollo tecnológico sólo tiene valor social si se acompaña de políticas de distribución igualitaria de la riqueza -sea ésta mucha o poca-, lo cual, por el momento sólo sucede en Cuba y se vislumbra en Venezuela y, quizá, en Uruguay. Es como la pescadilla que se muerde la cola: si no se rompe el círculo vicioso del neoliberalismo no habrá solución. La tecnología es sólo una herramienta que, por supuesto, no es neutra -ninguna herramienta lo es-, y que se puede utilizar para mejorar la humanidad o para seguir esclavizándola. Visto el asunto de esta manera, y centrándome ya en América Latina, para mí está muy claro que el camino de su progreso tecnológico y social no es el europeizante adoptado en Chile o Argentina, que sólo maquilla los problemas sin darles una auténtica solución, como sucede en Europa, sino el emprendido por Hugo Chávez, quien por su juventud está destinado a ser el Fidel Castro del siglo XXI. La gran amistad entre ambos líderes indica que el cubano hoy puede respirar tranquilo: su relevo está asegurado.

 

 

 

 

 

AMÉRICA LATINA, UN CONTINENTE DE ESPERANZA

 

Y una pregunta final, ¿desde su óptica europea cómo observa el proceso de ebullición social que se viene dando en Latinoamérica?

 

Con una gran esperanza. Tal como recordó Noam Chomsky en un reciente artículo sobre la crisis israelopalestina, la política es el arte de lo posible, lo cual equivale a afirmar que una cosa son los deseos y otra la realidad y que a veces no vale la pena enfrentarse a una pared, sino tomar una puerta lateral. Digo esto porque a pesar de la tendencia que solemos tener los europeos al eurocentrismo y a considerar que somos los más listos y los que hemos conseguido el bienestar social más generalizado del mundo, lo cierto es que políticamente hemos tocado techo y ese techo se llama neoliberalismo. No hay más que ver la constitución que estamos a punto de adoptar. Cuando uno, desde la izquierda, ve que los partidos socialdemócratas la defienden con uñas y dientes, no tiene más remedio que pensar que sus líderes son pragmáticos y se han dado cuenta de que carecen de alternativa, pues la camisa de fuerza en que Europa está metida es muy difícil, si no imposible, de romper. Por eso Zapatero, que es mucho más avispado de lo que la gente cree, hace lo que puede, no lo que le gustaría hacer, y ese lo que puede incluye salvar la mayor parte de los muebles a su alcance en América Latina, un continente que siempre vive en el corazón de todo izquierdista español. El hecho de haber recibido a Chávez como un héroe y de haber propiciado en Bruselas el levantamiento de las absurdas medidas de castigo que la Unión Europea le impuso a Cuba bajo la influencia de Aznar indica que, en su fuero interno, el actual presidente español sabe que Cuba y Venezuela están haciendo lo que deben. Lo demás, la retórica moralizadora de los derechos humanos, del respeto a los «disidentes» y de la necesaria «democratización» es sólo teatro político, un juego verbal con el que los socialdemócratas españoles acallan a la jauría de lobos, y no hay que tomárselo demasiado en serio. Dado que especular es gratis, me aventuro a afirmar que, si pudiera, Zapatero aplicaría en España las mismas políticas que Cuba y Venezuela, pero el caso es que no puede, porque no duraría ni diez minutos en el cargo. América Latina, en cambio, es otra cosa, sus coordenadas geopolíticas son diferentes, sus masas han sufrido más y están más dispuestas a echarse a la calle -el golpe de estado fallido a Chávez es una prueba fehaciente- y por eso «nuestra» América -también es mía- representa la esperanza, ya que aún está a tiempo de no perder el tren de la historia y de alcanzar el socialismo. Bolívar no ha muerto, sigue más vivo que nunca. Ignoro si usted será capaz de imaginar hasta qué punto muchos españoles nos alegramos de ello.