Cuando sostenemos en la mano una taza bien delineada, nos acomodamos en una cómoda silla de líneas perfectas o vemos una residencia de proporciones armónicas o apreciamos un impreso de tipografía atrayente, de inmediato nos percatamos que estamos ante un objeto moderno, algo nuevo, algo joven, muy diferente a los diseños tradicionales cargados de ornamentación, […]
Cuando sostenemos en la mano una taza bien delineada, nos acomodamos en una cómoda silla de líneas perfectas o vemos una residencia de proporciones armónicas o apreciamos un impreso de tipografía atrayente, de inmediato nos percatamos que estamos ante un objeto moderno, algo nuevo, algo joven, muy diferente a los diseños tradicionales cargados de ornamentación, barrocos y exuberantes. Ese rostro nuevo de lo contemporáneo se lo debemos al Bauhaus.
Ese fue el nombre que recibió la Escuela de Diseño Estatal Bauhaus, que existió en Alemania de 1919 a 1932. Ese nombre quiere decir Casa de la Construcción y existió en Weimar hasta 1925 y en Dessau hasta 1932 y luego en Berlín y, cuando fue clausurada por los nazis, se mudó a Chicago, convirtiéndose en el Instituto de Diseño y tuvo otro ramal en el Instituto de Tecnología de Illinois.
Fue fundada por el arquitecto Walter Gropius, inspirado en el movimiento del Arts & Crafts inglés, animado por William Morris, que en el siglo diecinueve intentó que los entes funcionales tuviesen también un propósito estético. El Bauhaus fue la culminación del proceso de producción en masa del capitalismo avanzado en su intento de alcanzar la belleza artística de los objetos de uso cotidiano. Se trataba de hacer emerger el arte de los salones oscuros de los museos y convertir los cuerpos de empleo diario en piezas de hermosa maestría. También trataban de erradicar la creación solitaria de la pieza única y diversificar el disfrute mediante la elaboración fabril.
Junto a Gropius se unieron varios de los grandes talentos creativos de su época: László Moholy-Nagy y Josef Albers encargados del curso de iniciación, Paul Klee, vitrales y pintura, Wassily Kandinsky, murales, Lyonel Feininger, artes gráficas, Oskar Schlemmer, diseño teatral y escultura, Marcel Breuer, decoración de interiores, Herbert Bayer, tipografía y publicidad, Gerhard Marcks, cerámica y Georg Muche, textiles. Además se enseñaba carpintería, metalurgia, albañilería y otros oficios. En las clases se trataba de lograr una identificación profunda entre forma y función. El estilo del Bauhaus se caracterizaba por la economía de medios y la pureza del bosquejo. Se eliminaba todo lo que no era estrictamente esencial y a lo restante se le otorgaba la gracia de la armonía.
Otro arquitecto Hannes Meyer se ocupó de dirigir la escuela cuando Gropius renunció y a Meyer lo sustituyó, a su vez, otro arquitecto, Ludwig Mies van der Rohe. Los métodos del Bauhaus constituyeron una revelación y fueron expandiéndose por facultades e institutos y llegaron a constituir una escuela mundial. Las volumetrías cúbicas, los espacios planos y lisos, el equilibrio de las masas llegaron a constituir un estilo, el estilo del siglo XX. Los edificios adquirieron un nuevo aspecto con los recientes materiales cuyo uso impusieron: el hormigón armado, el vidrio laminado, las vigas de acero. Aquello se convirtió en lo que ellos llamaron «la gran lucha por una nueva forma de vida».
Ello coincidió con el cambio en la filosofía con la escuela de Frankfurt con Teodoro Adorno, Horkheimer y Marcuse, el nuevo teatro de Bertolt Brecht, la nueva música de Alban Berg y Paul Hindemith, el nuevo cine expresionista de Robert Wiene, el creciente prestigio del Instituto Psicoanalítico de Berlín con Karen Horne y Wilhelm Reich, la expansión de las teorías de Freud.
Pero el 11 de abril de 1933 las tropas de asalto del Partido Nacional Socialista, más conocido como el movimiento nazi, rodearon las instalaciones del Bauhaus en Berlín y las clausuraron, acusándolo de ser una «célula marginal de la revolución bolchevique patrocinada por la nación judía».
Aquella aurora de talento y creatividad fue apagada por las hordas de la ultraderecha reaccionaria que siempre se ha caracterizado por su aversión a la cultura, a las aperturas del pensamiento, a la visión ancha, ilimitada y reveladora de la creatividad humana. Fenómeno que se repitió en la España de Franco y el oscurantismo conventual que impuso, la Iberia de procesiones, liturgias y escape de la realidad. Y luego se repitió en el macartismo estadounidense y sus persecuciones contra intelectuales de izquierda. Mientras el FBI armaba expedientes contra Charles Chaplin, Hemingway y Sartre, la CIA organizaba Congresos por la Libertad de la Cultura, en medio de la Guerra Fría, para comprar conciencias y corromper a los endebles.
El Bauhaus constituyó un hito en la civilización del siglo XX, contribuyó a dotar de un nuevo rostro a la época que comenzaba y cayó víctima de los tradicionalistas, a los partidarios del inmovilismo totalitario que usan los recursos del despotismo para cegar y demoler, los mismos que hoy se oponen a la revolución cubana y apoyan a Bush.