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El arte es un juego inteligente

Telenovela y melodrama

Fuentes: Rebelión

La extraordinaria popularidad de las telenovelas en América Latina nos plantea el tema del melodrama como género favorito en estas tierras americanas. Es un fenómeno socio cultural que trasciende las fronteras: la misma demanda funciona en Mesoamérica y en el Cono Sur. ¿Por qué? Las telenovelas han ocupado en nuestro tiempo el papel que las […]

La extraordinaria popularidad de las telenovelas en América Latina nos plantea el tema del melodrama como género favorito en estas tierras americanas. Es un fenómeno socio cultural que trasciende las fronteras: la misma demanda funciona en Mesoamérica y en el Cono Sur. ¿Por qué?

Las telenovelas han ocupado en nuestro tiempo el papel que las novelas de caballería desempeñaban en el siglo dieciséis y el folletín literario, en el siglo diecinueve. Un avance tecnológico ha servido de base en cada caso. La difusión del Amadís de Gaula debe mucho a la invención de la imprenta. La propagación de las novelas por entregas de Zola no hubiera sido posible sin la estereotipia. No podemos olvidar que no hay desarrollo cultural posible sin medios masivos de comunicación.

Miremos hacia atrás, detengámonos solamente en la Edad Media cuando todo el saber humano estaba confinado en los monasterios y los clérigos pendolistas eran el único modo de reproducción, y comparémosla con la explosiva dispersión del presente. Ahora la televisión y el video proporcionan una influencia social de tal intensidad que no tienen antecedentes conocidos.

El melodrama ha sido definido como una obra dramática donde predominan la acción y la emoción. Otros lo han definido como un drama sentimental, con una trama irreal, sobre las vicisitudes de los virtuosos por causa de los malvados, que siempre termina con la virtud triunfante. Lo más importante en el melodrama son los incidentes sensacionales y la escenificación espectacular. Los personajes deben ser planos y esquemáticos y no debe buscarse una profundización de la idiosincrasia humana.

En las telenovelas se dan los elementos esenciales del melodrama. Primero: la progresión de un héroe que avanza hacia un futuro promisorio acrecentando su fortuna, armonizando su vida emotiva o triunfando en algún difícil ascenso. Si existe un amor imposible que finalmente logra su consolidación, es el ápice. Segundo: conflicto de intereses, rivalidad de objetivos antagónicos, enfrentamiento de capas sociales, lucha contra prejuicios, emulación, resentimiento, desafío. Tercero: el héroe vence obstáculos y allana riesgos, supera conflictos y termina destruyendo a sus enemigos. Cuarto: la ornamentación, el despliegue visual, una bella protagonista, hermosas vestiduras, atractivas estancias, bellos muebles y cortinajes. Quinto: el erotismo, diálogo con alusiones carnales, sensualidad de las coyunturas dramáticas, clima de galanteos.

En 1916 Georges Polti redujo a treinta y seis las situaciones dramáticas fundamentales que solían atraer al espectador. Entre ellas estaban el adulterio, la venganza, el crimen, la rebelión, los enigmas, los celos, la ambición, el arrepentimiento, la locura, la enemistad.

En América Latina se da con frecuencia esa sentimentalidad hipertrofiada que constituye el caldo de cultivo de la telenovela. Ahí se manifiesta una cierta frustración del destino individual, un posible intento de compensar las intenciones malogradas en un proyecto ajeno triunfante. Siempre ha prevalecido ese apetito de quimeras, ese impulso de ir mas allá de lo que permiten las circunstancias.

Una persistencia de las motivaciones y consecuencias del comportamiento humano, subsiste un común denominador de las pasiones y las aflicciones que uniforma a los seres por muy diversas que sean sus circunstancias sociales. Ello explica el éxito de los folletines en países dispares, en tiempos diferentes.

Toda Cultura con mayúscula comienza siendo cultura con minúscula. Una está firmemente arraigada en la otra. Shakespeare no era un intelectual importante en su tiempo sino un actor que escribía para invertir sus ganancias en propiedades inmuebles en Stratford, su pueblo natal. Balzac no poesía mayores preocupaciones creativas. Redactaba incesantes folletines para mantener el lujoso nivel de vida que le complacía. Lope de Vega estaba dominado por la clara motivación de ganarse la vida con el esparcimiento de sus espectadores en los corrales del Siglo de Oro español. Idéntico fin perseguían Moliere, Mozart y Rubens: la satisfacción de un público adicto y con ello, ganarse el sustento cotidiano mediante un oficio que conocían y ejercían con talento. El arte ha tenido siempre un carácter lúdico; ha constituido una celebración, ha sido un juego alborozado que ha inducido, como elemento colateral, a un mejor conocimiento del ser humano y la coyuntura en que vive.

En la literatura latinoamericana el melodrama ha calado profundamente. Las oficinistas, las muchachas solteras, las dependientas de las tiendas en las narraciones de Mario Benedetti viven en ese mundo de reveses y desilusiones, un mundo de menudencias, de insignificantes regcijos, de necesidades insatisfechas. Es el mismo mundo de los personajes de Manuel Puig, de esas costureritas que conocen letras de tangos y se cuentan argumentos de películas. Es el mundo de los vulnerables caracteres de Alfredo Bryce Echenique, a quienes sólo el humor los salva de la desesperación.

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