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La luz es curva y el tiempo es relativo

Einstein y la revolución de la física

Fuentes: Rebelión

Un estudiante de la Universidad de Leiden, en Holanda, acaba de descubrir un manuscrito inédito de Albert Einstein mientras realizaba una investigación para sus tesis doctorales. Escrito en alemán es un análisis de dieciséis páginas sobre el estado de la materia. Ese hallazgo, unido a la conmemoración del lanzamiento de la primera bomba atómica en […]

Un estudiante de la Universidad de Leiden, en Holanda, acaba de descubrir un manuscrito inédito de Albert Einstein mientras realizaba una investigación para sus tesis doctorales. Escrito en alemán es un análisis de dieciséis páginas sobre el estado de la materia.

Ese hallazgo, unido a la conmemoración del lanzamiento de la primera bomba atómica en Hiroshima, ha traído de nuevo a la actualidad periodística la figura de uno de los más brillantes científicos en la historia humana que desarrolló su famosa teoría de la relatividad en los primeros quince años del siglo XX. Con ella abrió una nueva manera de concebir el espacio, el tiempo, la luz y la gravitación. Revolucionó las antiguas teorías de Newton y todo el pensamiento científico y filosófico de su tiempo. Fue un pacifista, un liberal que usó la influencia de su voz en las grandes causas sociales. Su principal descubrimiento fue revelar que una partícula de materia puede convertirse en una enorme cantidad de energía.

Es curioso, al indagar en su biografía, advertir que fue un pésimo estudiante, que obtuvo malas notas en sus materias de estudio y no llegó a graduarse, abandonando la escuela con sus cursos incompletos. Su madre lo hizo estudiar violín y llegó a ser un ejecutante muy maduro. Su padre poseía una empresa de ingeniería eléctrica y sus dos tíos, César y Jacobo, eran matemáticos y lo estimularon mucho en su interés por la ciencia.

Cuando su familia se mudó a Suiza tomó más seriamente los estudios y llegó a graduarse en la Academia Politécnica de Zurich en 1900. Poco después adoptó la ciudadanía suiza y comenzó a trabajar como profesor de matemáticas. Su primer trabajo, que le ganó su doctorado, versó sobre las dimensiones de la molécula.

Sus originales tesis de física le ganaron su reputación inicial. Para esa época descubrió que la luz está compuesta de partículas individuales que él le llamo quantas (hoy conocidas como fotones). Comenzó a desarrollar su teoría de la relatividad donde sostuvo que la velocidad de la luz es constante pero el tiempo y el movimiento son relativos, según el observador. Afirmó que la distancia y el tiempo no son absolutos, no son estables. El tiempo y el espacio se interactúan. Si una nave espacial pudiera viajar a la velocidad de la luz, establecía Einstein como ejemplo, vista desde la tierra necesitaría cincuenta mil años para llegar al borde de nuestra galaxia sin embargo, los astronautas a bordo solamente experimentarían dos semanas del tiempo.

La luz se mueve a una velocidad constante de 186 mil millas por segundo y la condición esencial de su existencia es el movimiento. Si un observador, en un andén de ferrocarril, dispusiera de un metro y un reloj y a bordo de un tren en movimiento otro observador dispusiera de dos instrumentos similares, los registros del andén serían más largos y prolongados que los del tren en marcha. Otro ejemplo que él situaba, para explicar sus teorías, era que si un pasajero a bordo de un tren viajando a la velocidad de luz, tratase de verse reflejado en un espejo no vería su imagen devuelta porque la velocidad de la luz, en su viaje hacia el espejo, era igual a la velocidad del tren.

En sus cálculos llegó a establecer la equivalencia entre la masa y la energía, de acuerdo con la cual la energía contenida en la materia es igual al producto de la masa por la velocidad de la luz al cuadrado. Esa fue la famosa fórmula E=mc2. Otro de sus grandes descubrimientos fue el de la curvatura de la luz lo cual se comprobó cuando la Royal Society, de Londres, realizó una expedición a la isla de Príncipe, en el golfo de Guinea, y fotografió un eclipse solar que demostró sus predicciones.

Tuvo responsabilidades docentes en las universidades de Praga y Zurich, se casó, tuvo dos hijos, se mudó a Berlín donde laboró en la Academia Prusiana de Ciencias. La guerra de 1914 lo sorprendió de vacaciones en Suiza y ya no volvió a Berlín. Fue un pacifista convencido. En 1921 le concedieron el Premio Nobel de Física. En 1933, al acceder Adolfo Hitler al poder, renunció a su ciudadanía alemana y se marchó de su país natal. Los nazis saquearon su casa y confiscaron sus propiedades. Se refugió primero en la Universidad de Oxford y más tarde en la de Princeton. Ante la creciente agresividad germánica abandonó su pacifismo y urgió a las naciones europeas a armarse para enfrentarse a la ascendente bestia teutónica.

Informado de los experimentos alemanes con la fragmentación del átomo escribió una famosa carta al Presidente Roosevelt alertándolo de la potencialidad de ese ensayo, lo cual dio lugar al Proyecto Manhattan y la creación de la bomba atómica, en la cual no participó, pero después de Hiroshima se unió a los científicos que reclamaban la prohibición del arma nuclear.

Creía que el mundo en que vivimos es una obra de ingeniería muy exacta. Creyó que Dios se revelaba en la armonía de la naturaleza. Declaró que no sabía cómo sería exactamente la Tercera Guerra Mundial pero sí sabía que la cuarta sería con palos y garrotes, otra vez. El mundo no fue el mismo después de sus descubrimientos. Ninguna otra personalidad contribuyó tanto como él a cambiar la vida en nuestro tiempo.

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