En la literatura rusa hay una noticia sensacional, de la que no se habla mucho: por fin, se han publicado el expediente que fue abierto con motivo del suicidio de Vladimir Mayakovsky, así como otros documentos y recuerdos de sus contemporáneos. Ello se hizo posible gracias a los esfuerzos desarrollados por el Museo de Mayakovsky. […]
En la literatura rusa hay una noticia sensacional, de la que no se habla mucho: por fin, se han publicado el expediente que fue abierto con motivo del suicidio de Vladimir Mayakovsky, así como otros documentos y recuerdos de sus contemporáneos.
Ello se hizo posible gracias a los esfuerzos desarrollados por el Museo de Mayakovsky. La documentación recogida en un tomo pone al desnudo imparcialmente el cuadro poco decoroso de las ambiciones personales de quienes rodeaban al poeta, en primer lugar, las de su musa predilecta, Lilia Brick.
Aquel día fatal ella se encontraba en el exterior, pero un amigo de ella, Yakov Agranov, juez de instrucción y jefe del Departamento de Asuntos Secretos del Comité de Seguridad (OGPU), precintó el archivo del poeta y se puso a esperar la llegada urgente de Lilia a los funerales.
Al obtener el acceso al archivo, la musa se puso a liquidar y quemar en chimenea cuanto no era de agrado de ella. El fuego devoró las cartas que Mayakovsky dirigía a sus dos últimas musas: Tatiana Yakovleva y Veronika Polonskaya. Lilia Brick destruyó la inapreciable médula documental de la tragedia, pues precisamente el desarrollo del romance con Polonskaya empujó al poeta al suicidio. Él se pegó un tiro inmediatamente después de haberse reñido con ella. Al irse, Veronika oyó el disparo, regresó corriendo a la pieza de él, pero ya lo encontró agonizante.
Desde luego, los celos femeninos son una fuerza atroz, pero Brick no podía menos que comprender que las cartas del gran poeta ya pertenecían al país y a la eternidad, pero no a la llama de los celos que la devoraban. Paralelamente, Lilia inspeccionó minuciosamente sus propias cartas al poeta, dejando a salvo sólo aquellas que no podían arrojar la menor sombra sobre las relaciones que los unían. Así surgió el mito de un amor ideal.
Además, Brick hizo lo que estaba a su alcance para separar de él a la desafortunada Veronika Polonskaya. Ésta se sentía aplastada por la tragedia y no sabía cómo tenía que portarse. Primero Brick la persuadió a no asistir a los funerales y después supo apartarla de los derechos sobre el acervo artístico del poeta.
Todo ello se hizo en contra del testamento directo que dejó Mayakovsky, quien en su nota postrera escribió: «Camarada Gobierno, mi familia es: Lilia Brick, mi madre, mis hermanas y Veronika Polonskaya. Si les garantizas una vida soportable, te lo agradeceré». Pero con ello no terminó la vivisección operada por Lilia Brick en los documentos.
En una copia sacada del testamento del poeta aparece una coma de más, y enmendada de tal forma la carta se publica en el periódico Pravda el 15 de abril de 1930. La línea ya tiene la siguiente redacción: «Camarada Gobierno, mi familia es: Lilia (aquí viene la coma sobrante), Brick, mi madre, mis hermanas y Veronika Polonskaya…» De este modo entre los herederos del acervo literario de Mayakovsky ( y de los cuantiosos ingresos que aportaban las reediciones de las obras de este escritor clásico soviético) apareció también el marido de Lilia, Osip Brick.
Aunque no existen pruebas acusatorias directas de ello, que podrían ser dirigidas a Lilia, conviene hacer una pregunta habitual para tales situaciones: busquen a quién salía ganando de tal error de mecanografiar. Lamentablemente, a las esposas y amigas de los grandes hombres les preocupa antes que nada cómo Él y Ellas van a reflejarse en el espejo de la eternidad. Por ejemplo, la esposa de Mark Twain corregía sin piedad los borradores del marido, tachando cuanto le parecía poco decente a ella, por lo cual su inmortal novela «Aventuras de Huchleberry Finn» la conocemos en una variante deformada.
El expediente presenta asimismo el abominable retrato de cuerpo entero de los informantes y soplones de aquella época. Comprende, por ejemplo, el cuaderno «Mayakovsku» que llevaba un tal Present, informando al Comité de Seguridad de los más insignificantes detalles de la vida del poeta. En el tomo abundan informes suscritos con sobrenombres de «Arbuzov», «Zeus», «Shoroj», «Mijailovski». Al leer sus partes, uno llega a enterarse de que entre ellos había personas que formaban parte del círculo de los elegidos que rodeaban al poeta.
Anatoli Korolev
Comentarista político.
Ria Novosti
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