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Entrevista: Juan Gabriel Vásquez, Novelista Colombiano

Historia de informantes y perseguidos

Fuentes: Tiempos del Mundo

Un colombiano encontró una novela en los hechos ocurridos en su país durante la Segunda Guerra Mundial, y que no son muy reconocidos por la historia oficial.

La novela nació en una noticia de prensa publicada varias décadas antes de que naciera el autor. La mañana del 24 de marzo de 1944 algunos diarios colombianos informaron sobre un hecho peculiar: la apertura de un campo de concentración en Bogotá. Ya había 44 internos, pero con el tiempo la lista se incrementó. La medida había sido tomada por el Gobierno con la intención de prevenir a la sociedad sobre ciertos personajes, todos ellos acusados de tener conexiones con el Tercer Reich.
Juan Gabriel Vásquez necesitó ese dato marginal de la historia de su país para detonar Los informantes. El resultado: a través de recursos literarios y del nuevo periodismo, la novela disecciona una madeja de conspiraciones y entredichos que rozan al poder político. El escritor, que reside en España, más cercano estéticamente a Philip Roth que a Gabriel García Márquez, logró una novela política sin concesiones que recuerda aquéllas concebidas en los años cincuentas y sesentas.
Si bien no es su debut literario, que ocurrió con Persona (Magisterio, Bogotá, 1997), fue con Los informantes que logró repercusión en varios países donde se editó. Con la inminente traducción al inglés, Juan Gabriel Vásquez encabeza la llamada nueva generación de escritores colombianos: una lista larga, desigual y de resultados variopintos en cuanto a calidad literaria. Pero Vásquez pertenece al grupo de mejores resultados y proyección en su narrativa.
– Tiempos del Mundo: La novela política ha sido fecunda en la narrativa latinoamericana. Sin embargo, la más reciente generación de escritores parece haberla dejado un tanto de lado. ¿De alguna manera, con Los informantes regresas al género?
– JGV: En una generación siempre habrá novelistas más políticos que otros. Y también sucede que un mismo novelista tiene libros más políticos que otros. De manera que no puedo dar un diagnóstico general. Pero es verdad que esa generación a que te refieres se ha visto obligada a una lenta depuración de la idea de novela política. La novela latinoamericana siempre fue predominantemente social, desde los Azuelas y Asturias hasta el ‘boom’, un movimiento orquestado alrededor de un fenómeno como la revolución cubana. Pero después de eso, la política ha entrado en nuestras casas, se ha vuelto más sutil y más íntima, y por eso más peligrosa. Mi novela da cuenta de una situación así.
– TDM: ¿De qué manera tuvo el primer acercamiento sobre el tema que narra la novela?
– JGV: En 1999, durante una breve estadía en Colombia, hablé con una mujer judía y alemana que había llegado a Colombia en los años treinta, tal como el personaje de Sara Guterman en mi novela. En medio de una charla casual, esta mujer me contó una historia: su padre, judío, había estado a punto de ser recluido como ciudadano enemigo por el hecho de ser alemán. Esta paradoja, el hecho de que un hombre que sale de Alemania huyendo de Hitler sea perseguido en Colombia por ser alemán, me llevó a interesarme por los sucesos de esos años. Así comenzó el proyecto de Los informantes.
– TDM: ¿Por qué piensa que este hecho histórico, los campos de concertación, sea un tema que haya quedado relegado en la historia política colombiana?
– J.G.V: Por dos razones, una más general que la otra. La más general es casi un cliché: Colombia es un país extraordinariamente desmemoriado, incapaz de revisar su propio pasado con un mínimo de rigor. La otra razón es que el asunto de estos campos, y de los malentendidos y excesos que esos campos conllevaron, es un tema difícil, una mancha en esos años de gobierno liberal y más o menos sensato. La reclusión de extranjeros enemigos, fascistas o filonazis, era lógica; los desmanes que se cometieron por ignorancia o desidia, como perseguir a un alemán inocente por el mero hecho de su nacionalidad, es una aberración. Eran tiempos muy confusos, y me interesaba internarme en esa confusión.
– TDM: Los informantes tiene muchos recursos literarios y también del nuevo periodismo. ¿Qué encontró en la utilización de esta mixtura?
– JGV: Los recursos literarios son simplemente herramientas que el escritor tiene a mano para hacer que su historia llegue a puerto de la mejor manera posible. La única obligación del novelista es crear una realidad convincente, emocionante y significativa. En el caso de Los informantes, la novela es un proceso de averiguación por parte del narrador, que es periodista de profesión. Era obvio entonces que sus métodos narrativos se acercaran a la indagación periodística. Simplemente había que encontrar la forma de hacerlo convincente y emocionante.
Los nuevos colombianos
Juan Gabriel Vásquez se abrió paso entre una ola de nuevos narradores que publica asiduamente en Colombia y, en algunos casos, en el resto del continente o Europa.
Es difícil ubicar un punto en la fundación de esa generación, pero hubo varios hechos que permitieron hablar de ‘Los nuevos’ colombianos (nombre en el que hay una referencia a un movimiento literario del país de principios del siglo XX). De un lado, la aparición de obras que asombraron por su crudeza, como Rosario Tijeras, de Jorge Franco. De otro, reconocimientos como el premio Biblioteca Breve Seix Barral, que ganó Mario Mendoza con su obra Satanás.
Esas publicaciones y noticias fueron poniendo a los escritores colombianos en las primeras páginas de las revistas y los diarios. La literatura de este país se puso de moda y el número de obras creció en forma inusitada. Y de allí, naturalmente, hay mucho que escoger. Pero se destacan nombres como el de Enrique Serrano, que se enfoca al relato histórico; Santiago Gamboa, que ha escrito tanto de Bogotá como de París; o Ricardo Silva Romero, que necesita un edificio o una esquina de Bogotá para desarrollar personajes e historias.
La novela de Vásquez, Los informantes, tuvo buen recibo entre los lectores de estos autores. Y uno de sus méritos es que se abrió paso en Europa, un detalle que no todos logran. «A Europa llegan muy pocos de los escritores que trabajan en mi país -dice Vásquez-, y los que llegan lo hacen por razones opuestas: o un altísimo nivel de calidad, que hace que para una editorial sea imprescindible publicarlos: o las perspectivas de buenas ventas, aliadas muchas veces a novelas mediocres pero que un editor comercial no puede rechazar. Pero en general, los buenos lectores de literatura latinoamericana siguen siendo minoría, y se privilegia el lugar común, la imitación fácil del realismo mágico o el libro de autoayuda disfrazado de novela.»
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http://www.tdm.com/ArteyCultura/2006/05/20060511-0001.html