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A propósito de la celebración de la muerte de Al Zarqawi

La cabellera del enemigo

Fuentes: Peace Reporter

Traducido para Rebelión y Tlaxcala por Gorka Larrabeiti

Querido Cirujano confuso:

He seguido en los telediarios la rueda de prensa en la que se anunciaba (y se celebraba) la muerte de Al Zarqawi. Seguro que Al Zarqawi era un terrorista peligroso, pero esos «festejos» me han dado escalofríos… ¿Qué piensas?

Giovanni

La muerte de Al Zarqawi es la «noticia del día». Era un terrorista convencido y declarado. En esto estamos todos de acuerdo. Pero es esta certeza común la que nos debe inducir a reflexionar sin miedos ni alquimias.

«El término terrorismo significa violencia premeditada que grupos subnacionales o agentes clandestinos perpetran con fines políticos contra objetivos no combatientes…». Una definición extraña, demencial en algún pasaje. Porque de ella se deriva que el exterminio de habitantes de una aldea de campesinos no es terrorismo si quien lo cumple es un «grupo nacional», o sea, el ejército de cualquier país. Licencia para matar. Es la ley de los Estados Unidos de América la que lo afirma en el Capítulo 22, Sección 2656f (d), tal y como se recoge en el sitio oficial de la CIA.

Al Zarqawi era un terrorista, pero no porque no tuviera uniforme, sino porque disparaba, degollaba, ponía bombas, tiraba misiles, colocaba minas, secuestraba y torturaba. En otras palabras, era un terrorista -ahí está el contenido de sus acciones para probarlo- porque «hacía la guerra». El terrorismo es guerra, y la guerra es la forma más organizada y devastadora de terrorismo. ¿Acaso no estamos convencidos?

Si se decidiese una campaña devastadora de bombardeos aéreos «para destruir la moral de la población civil enemiga y, en particular, la de los obreros de las industrias», ¿se trataría de un acto de terrorismo o no?

Según la Convención de Ginebra, absolutamente sí, por ir en contra de todos los artículos que regulan la conducta bélica en materia de protección de la población civil. Artículos que todos los ejércitos incumplen casi siempre, pero aún válidos porque representan -para muchos de nosotros- un intento, si bien ilusorio, de poner un límite a la barbarie. No se habla aquí de civiles muertos «por casualidad» durante acciones bélicas, estamos frente a la explícita declaración de querer atacar selectivamente a la población civil. Un gigantesco y premeditado acto de terrorismo en masa.

La frase anteriormente citada se encuentra en la Resolución del gobierno británico que en febrero de 1942 autoriza los «bombardeos de área», es decir, la destrucción de ciudades enteras, habitantes y todo. Más de un millón de toneladas de bombas lanzadas contra las ciudades alemanas: al menos 600.000 civiles muertos por aquella decisión. Y luego los heridos y mutilados, y los que se volvieron locos, y los siete millones de personas sin techo.

¿Creemos de verdad que guerra y terrorismo son cosas distintas? Los soldados -parte de «grupos nacionales»- que han cometido la matanza de Hadiza no son ni mejores ni menos terroristas que Al Zarqawi.

Pero, mediáticamente, basta proclamar quién es bueno y quién malo, los good guys ( o sea, nosotros) y los bad guys (ellos) y ya está el lío montado: somos enemigos, luego combatimos unos contra otros. Y como siempre en la guerra, se dispara automáticamente la irracionalidad total. «Se ha hecho justicia», ha declarado George Bush.

Teníamos opiniones distintas sobre la idea de justicia. Pensábamos que la palabra estaba obligatoriamente asociada a la existencia de una ley, de un derecho, de un proceso justo, de una sentencia justa.

En cambio, no. En este mundo cada vez más militarizado, «justicia» significa bombardear una casa y sepultar en ella a un terrorista y a otra decena de personas, incluidas mujeres y «un niño». Daños colaterales. No se puede pensar en instaurar tribunales en zonas donde se combate, pero llamemos, al menos, a las cosas por su nombre: asesinatos, eliminaciones físicas, guerra. En la guerra, no hay justicia, sino sólo lucha por la eliminación recíproca, estando como están cada uno de los bandos combatientes convencidos de hallarse «en el lado bueno».

Gran parte del pensamiento social, ético, jurídico, político de los últimos siglos parece haberse desvanecido de golpe y porrazo: ha sido sustituido por los anuncios, las mentiras, el culto a la violencia.

Algunos gobiernos han expresado «satisfacción» y enviado «felicitaciones» por el asesinato de Al Zarqawi. Alegrarse por los muertos es otro grave síntoma de barbarie. Sean quienes sean, hayan cometido las atrocidades que hayan cometido. Es la cultura de la guerra.

Texto original en italiano tomado de:

http://www.peacereporter.net/dettaglio_articolo.php?idc=0&idart=5591.