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Entrevista a Heinz Dieterich

La hora de América Latina

Fuentes: APM

El intelectual alemán analizó los escenarios electorales, el bloque regional de poder que pone en jaque la influencia de Washington y los peligros que enfrenta la integración.


Heinz Dieterich, doctor en Ciencias Sociales y Económicas, es considerado uno de los pensadores de izquierda más importante del momento. Desde la década del ’70 reside en México, donde se desempeña como investigador, docente universitario y presidente del Foro por la Emancipación e Identidad de América Latina. El año pasado, en respuesta a la convocatoria del presidente venezolano Hugo Chávez de «inventar el socialismo del siglo XXI», Dieterich publicó un libro en el que aporta las bases teóricas del Nuevo Proyecto Histórico, destinado a superar el capitalismo con instituciones democráticas y participativas. El texto se titula «Hugo Chávez y el socialismo del Siglo XXI».

Dieterich dialogó con APM durante su breve paso por la Argentina, país en el que ofreció una serie de charlas y conferencias.

-Teniendo en cuenta el complejo escenario electoral mexicano y más allá de las denuncias de fraude, ¿por qué Manuel López Obrador (PRD) no logró una ventaja significativa sobre Felipe Calderón (PAN)?

-A mi juicio hubo tres factores. Uno es que se subestimó la eficiencia de una campaña científicamente organizada y bien financiada. Ese es un problema general de la izquierda en América Latina, que no entiende que se pueden revertir tendencias de preferencia electoral. El segundo problema es que no hubo recursos financieros para tener un impacto más amplio sobre las clases medias, y eso siempre se paga caro. Hoy en día, sin la televisión, es muy difícil derrotar a una formación política bien financiada. Y la tercera es que las redes ciudadanas posiblemente no hayan funcionado tan bien como el Partido de la Revolución Democrática (PRD) había pensado. El PRD no es un partido con fuerza en el norte de México. Entonces pensaba sustituir esa debilidad con redes de ciudadanos interesados, que en parte se logró, pero sabemos que no en todas las casillas electorales había representantes del PRD, a veces por falta de recursos. Un último elemento fue la campaña que se hizo en televisión contra López Obrador involucrando al presidente Hugo Chávez, campaña que no encontró una respuesta adecuada por parte de los estrategas electorales del PRD.

-Este es un año electoral para América Latina. Ya hubo votaciones en varios países y próximamente tendrán lugar las de Brasil, Venezuela y Nicaragua. Usted sostiene que la victoria de Lula Da Silva, Hugo Chávez y Daniel Ortega están aseguradas. ¿A qué se debe esa convicción?

-En el caso de Venezuela la situación es muy clara: una altísima popularidad del presidente Hugo Chávez. Tiene alrededor de un 70 por ciento de apoyo y la oposición no posee un candidato con la fuerza necesaria para romper esa ventaja. En Brasil es relativamente más frágil. De hecho, la lectura de la derecha y de Washington ha sido que el triunfo de Alan García en Perú -que obviamente fue un fraude electoral- y lo que ahora está en disputa en México demostraron que sí se puede derrotar a los que ellos definen como candidatos del bolivarianismo, es decir el proyecto socioeconómico y político que representa Hugo Chávez. Ellos dicen que pueden derrotarlos si utilizan adecuadamente todos los recursos que les ofrece la ciencia, el dinero y la fuerza de Estados Unidos. Yo no creo que en Brasil esto sea suficiente para derrotar a Lula Da Silva, pero obviamente la probabilidad de la victoria del presidente brasileño es menor que la de Nicaragua y Venezuela.

-Estados Unidos utiliza mucho la figura de Chávez para desprestigiar a los candidatos progresistas y éstos, al mismo tiempo, entran en el juego y niegan cualquier relación con el bolivarianismo…

-Sí, a mí me parece que se dejan intimidar porque tienen miedo que esa noción propagandística de Hugo Chávez, totalmente distorsionada y apartada de la realidad, los lleve a la derrota. En cierto punto hay algo de verdad en esa lectura porque el nivel informativo sobre Venezuela es muy malo en toda América Latina. No existe un trabajo adecuado, a mi juicio, en el servicio diplomático venezolano para aclarar la verdadera naturaleza del proyecto bolivariano. Tampoco hay un trabajo adecuado de los medios de comunicación. Telesur, por ejemplo, es una sombra de lo que debería ser. De tal manera que esos candidatos tienen miedo porque no cuentan con medios de comunicación adecuados para contrarrestar las campañas de calumnias y distorsión que hace la derecha.

-Según su propio análisis, los gobiernos progresistas que surgen en América del Sur están quebrando la Doctrina Monroe. ¿En qué hechos concretos se percibe ese quiebre?

-Se ve cuando los gobiernos latinoamericanos se atreven a enfrentar intereses vitales de Estados Unidos. La negación de la OEA a reconocer el golpe de 2002 en Venezuela fue, en el fondo, un hecho insólito. La imposibilidad de Estados Unidos de imponer el ALCA en los países más importantes de América del Sur es otro aspecto importante. La crítica abierta de Fidel Castro y Hugo Chávez a la intervención en Iraq es algo que Washington, con todo su poder, no ha podido impedir. El apoyo de Brasil y de otras potencias latinoamericanas al reclamo argentino por las Islas Malvinas desafía la alianza anglo-norteamericana. La liberación del Fondo Monetario Internacional (FMI) que ya se ha logrado en Venezuela, Argentina, Brasil y próximamente en Bolivia. Todos son parámetros que nos indican que los gobiernos latinoamericanos están cada vez más envalentonados para hacer una política menos sometida a Estados Unidos, lo que antes no hubiese sido pensable.

-No obstante, en ciertos casos se advierte una línea de continuidad con las políticas estadounidenses para la región.

-La diferencia de poder entre Estados Unidos y América Latina es abismal. Estados Unidos tiene diez veces el Producto Bruto Interno (PBI) de los cinco países del Mercosur. Si se suman sus aliados, la Unión Europea y Japón, entonces se entiende que el problema no se puede enfrentar directamente. Ahora, por una parte, aparece un nuevo actor regional de poder que es el Mercado Común del Sur (Mercosur) ampliado y algunos países, como Paraguay, empiezan a implementar una política pendular parecida a la de los países desarrollistas de los años ’60.

De esta forma, Paraguay le dice a Argentina y Brasil: ‘si ustedes no nos dan ayuda para el desarrollo podríamos autorizar más tropas gringas en nuestro territorio’. Es decir, se ha generado un espacio donde se hacen posibles medidas de presión frente a los grandes, como Brasil y Argentina, porque Estados Unidos tiene un interés por imponer el Area de Libre Comercio para las Américas (ALCA) y el bloque regional tiene interés en construir la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA). Los pequeños países que, por uno u otro lado, se sienten perjudicados o descuidados tratan de hacer esa política y entonces hay continuidad porque muchas relaciones siguen. Venezuela incluso sigue exportando petróleo a Estados Unidos, pero por otra parte le niega a la DEA sobrevolar territorio venezolano. Se pueden hacer alianzas y avanzar en un campo, pero a veces se debe retroceder en otros. El avance no es lineal.

-¿Qué amenaza representa para el bloque la posibilidad de que Uruguay, por ejemplo, firme un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos?

-Estados Unidos sabe que si la integración del Mercosur se amplía geográficamente -y de hecho se va a ampliar con Cuba y con Bolivia-, si se profundiza y democratiza, va a tener que negociar con América Latina en lugar de dictaminar condiciones. Por lo tanto, junto a las oligarquías, Estados Unidos tiene un interés vital por destruir ese proceso, y la posibilidad de que lo logre es real. No podemos ser triunfalistas porque el Mercosur ha sido un instrumento de explotación de Brasil y Argentina sobre los países más débiles del bloque. Y Washington aprovecha esos problemas para desestabilizar la integración. Por eso, si Brasil, Argentina y Venezuela no entienden que el trato discriminatorio que hicieron Argentina y Brasil en el pasado no puede seguir, si no implementan un programa real de apoyo, integración y desarrollo, existe el peligro de una ruptura.

-¿Cómo debería ser ese programa?

-Por ejemplo, no se puede atacar el problema del desempleo en América Latina si no se hace a través de un programa regional que vincule los polos de excelencia científica, tecnológica e industrial que nos han quedado, que los neoliberales no pudieron destruir. Tenemos una biotecnología del primer mundo en Cuba, tenemos una física nuclear del primer mundo en Brasil y en Argentina. Brasil también tiene un polo de tecnología aeroespacial con Embraer que podría competir fácilmente con Airbus y Boeing. La industria farmacéutica argentina es relativamente avanzada. Entonces, si todos esos grandes potenciales se unifican en un programa regional de industrialización, Uruguay tendría un lugar para su desarrollo, Paraguay tendría un lugar. Pero a nivel nacional yo no veo cómo se podría resolver en Uruguay el problema del desempleo. Se necesita un programa integral de desarrollo industrial agrario que dé a cada país un lugar donde las ventajas comparativas se tomen en cuenta. Los gobiernos no pueden perder más tiempo y deben organizar esa matriz de desarrollo integral, sustentable y equitativa.

-Sin embargo, todavía parece lejana la cooperación en ese sentido.

-Sí, yo creo que ha prevalecido en las relaciones interestatales el interés egoísta individual, nacionalista, mercantil. Pero a mí me parece que con Hugo Chávez, con Fidel y con Evo Morales se introduce otra ética en la relación entre los Estados. Lo vimos ya en la disposición de Kirchner de renegociar el precio del gas (boliviano). Si Argentina puede pagar el precio del mercado mundial por el gas, por qué Brasil no puede hacer lo mismo. Los chauvinistas brasileños todavía piensan que tienen el monopolio de dictaminar los precios, pero la correlación de fuerzas ha cambiado, y a Brasil no le queda otro camino que pagar un precio más alto.

-¿El problema del gas explica que Bolivia aún no decida convertirse en un miembro pleno del Mercosur?

-Puede ser una táctica de negociación porque Evo, obviamente, se ha revelado como un estadista de primera línea. Yo podría pensar que la entrada de Bolivia se atrasa un poco para permitirle a Evo un mayor poder de negociación. Pero por otra parte, creo que la entrada de Bolivia es una palanca para adelantar la entrada de Cuba al Mercosur. Al fin y al cabo, Cuba tiene que convertirse en un miembro pleno, porque será su única protección real frente a Estados Unidos. Si se tiene en cuenta que en algún momento Fidel no va a estar a la cabeza del proceso revolucionario cubano, y que eso significará un debilitamiento considerable para Cuba, la protección del bloque regional de poder es fundamental.

-¿Cuál es su opinión sobre el conflicto argentino-uruguayo por las plantas de celulosa?

-Hay una cosa que me llama la atención. Hay megaproyectos industriales que implican una extraordinaria destrucción ambiental para América Latina. La destrucción del Amazonas, por ejemplo, con la venia del Parlamento brasileño y de la Presidencia es realmente criminal. Pero tomemos a la Argentina, que es el caso, y veremos que existe una empresa de la dinastía Bush que se llama Barrick Gold Corporation en la provincia de San Juan, donde existen posiblemente las reservas de oro más grande del mundo. El oro existe de una forma dispersa, se tienen que mover miles y miles de toneladas de tierra, y para separarlo de otros elementos se utiliza el cianuro, altamente tóxico. Esa Barrick Gold, que no sólo pertenece a los Bush, sino que está vinculada al traficante de armas, (Adnan) Khashoggi, que vendió armas a (Ronald) Reagan contra Nicaragua en el escándalo Irán-contra, ahora tiene el control de la zona y va a causar una gigantesca contaminación de las aguas cristalinas de los Andes. Pero de esto no se escucha una sola palabra en los medios argentinos. Sin embargo, sobre las fábricas de celulosa habla la televisión, la prensa. Incluso hubo un fallo de la Corte de la Haya que ahora la Argentina, de facto, no reconoce. Todo eso me llama mucho la atención. Temo que existan intereses oscuros que quieran torpedear la integración.

-¿Usted está diciendo que el gobierno argentino debería aceptar la instalación de las plantas de celulosa en Uruguay?

-En términos legales, tendría que aceptarlo porque hay un fallo del supremo tribunal de la sociedad global. No conozco los detalles técnicos para decidir si el daño ambiental justificaría la protesta, o no. Lo que digo es que me llama la atención que proyectos que, a mi juicio, son múltiples veces más peligrosos para la humanidad no generen ninguna protesta. Los dos gobiernos deben ser capaces de organizarse políticamente y no permitir que se intoxique constantemente la integración regional.