En un país extremadamente televisivo como Brasil, se acentúan naturalmente las disputas que provoca la televisión digital, cuya implantación empieza este año. Es un negocio estimado en 50.000 millones de dólares, que puede implicar cambios sociales y culturales profundos. Una primera batalla la ganaron los canales de televisión, con la opción por el modelo japonés, […]
En un país extremadamente televisivo como Brasil, se acentúan naturalmente las disputas que provoca la televisión digital, cuya implantación empieza este año.
Es un negocio estimado en 50.000 millones de dólares, que puede implicar cambios sociales y culturales profundos.
Una primera batalla la ganaron los canales de televisión, con la opción por el modelo japonés, anunciada en junio de 2006 por el gobierno. Así lo considera el movimiento por la democratización de las comunicaciones, que reclama un sistema que promueva el desarrollo de tecnologías nacionales, la diversificación de emisoras y de productores de contenidos y el acceso popular a Internet.
La televisión brasileña está concentrada en el poder de algunas redes que son propiedad de pocas familias. La TV digital es una oportunidad de desconcentrarla, arguyen los activistas del movimiento, pero la primera decisión gubernamental frustró sus expectativas.
Es que se concederá a las redes actuales otro canal para emisiones digitales, del mismo ancho que le usado hoy en la difusión analógica. Ellas dispondrán así de dos bandas hasta que se complete la transición de 10 años, con transmisiones simultáneas de señales analógicas y digitales.
Quedará menos espacio para emisoras públicas, educativas, comunitarias, sindicales y de otras instituciones de la sociedad civil, que ayudarían a desconcentrar la producción de contenidos y ofrecer una multiplicidad de servicios vía la TV, como compras electrónicas, telemedicina, educación a distancia y gobierno electrónico, es decir informaciones y servicios públicos.
Con las señales digitales se multiplica por cuatro la capacidad de cada canal, así que las emisoras no necesitan otro del mismo ancho, según los críticos. Pero no es así, si se quiere una televisión de alta definición, que ocupa más radiofrecuencia y es del interés de las redes actuales, para atender a telespectadores exigentes, de capas más ricas de la población.
Cada detalle es importante y genera conflictos de intereses, en un país donde la televisión es el más importante medio de información y entretenimiento, estando presente en 91,4 por ciento de los domicilios, más que la radio, con 88 por ciento, según datos de 2005 del ente estadístico oficial.
La TV digital representa también la oportunidad de promover una amplia inclusión digital, sustituyendo a la computadora como vía de acceso a Internet. En Brasil solo 18,6 por ciento de los domicilios disponen de computadoras y menos de un cuarto de ellas están conectadas a la red mundial.
El temor de activistas y organizaciones asociadas al Foro Nacional por la Democratización de la Comunicación (FNDC) es que esa posibilidad no tenga la prioridad deseada, por presiones de las emisoras y las industrias involucradas.
Pero la batalla decisiva será la definición de un nuevo marco regulatorio para la comunicación, «la opción tecnológica no es el blanco principal», dijo a IPS Angelo Augusto Ribeiro, periodista y profesor universitario que estudió la TV digital en su maestría y profundiza el tema en su actual doctorado.
Es necesario actualizar el Código Brasileño de Telecomunicaciones, que es de 1962 y está tan sobrepasado que no prevé la interactividad en los medios de radiodifusión, generando un conflicto legal con el decreto presidencial de junio que instituyó el Sistema Brasileño de Televisión Digital Terrestre (SBTVD-T).
Una nueva ley podrá asegurar muchos reclamos del FNDC, como la obligación de que las emisoras cumplan una cuota de programas comunitarios, educativos y de otros servicios públicos, así también que incluyan producciones independientes y descentralizadas, acceso a Internet y correo electrónico, observó Ribeiro.
Algunas emisoras, por ejemplo, solo presentan noticieros porque la ley actual exige que concedan cinco por ciento de su programación diaria al periodismo, recordó para recalcar que una nueva regulación será determinante. El problema es que el Congreso legislativo está dominado por parlamentarios que son dueños o tienen vínculos con los medios de comunicación, especialmente las radios, admitió.
Las cuestiones tecnológicas son menos decisivas, según él, porque tienden a solucionarse por la competencia y exigencias del mercado, de manera que se superarán las diferencias actuales entre las distintas alternativas.
El modelo de modulación estadounidense, por ejemplo, privilegió la alta definición, en desmedro de la interactividad y la inclusión digital, menos relevante en ese país donde cerca de 70 por ciento de sus ciudadanos ya disponen de acceso a Internet, explicó. Pero ya se empezaron a desarrollar tecnologías para esos aspectos antes relegados.
La tecnología japonesa era la que más se acercaba a las necesidades brasileñas, según los objetivos definidos en un largo debate nacional, reconoció Ribeiro. Ahora se trata de incorporar recursos, equipos y software desarrollados en Brasil, para atender a la realidad local. El sistema es algo mucho más amplio que el patrón tecnológico, aclaró el experto.
La cuestión económica más inmediata es la producción del llamado «set-top box», el aparato conversor que permitirá a los televisores analógicos actuales recibir señales digitales. Se optó por un conversor «simple» que costará unos 100 reales (46 dólares), informó el ministro de Comunicaciones, Helio Costa. Su producción y venta proporcionarán negocios de 9.000 millones de reales (4.200 millones de dólares) en los tres primeros años, estimó.
Pero ese equipo no contemplará la interactividad ni la conexión a Internet, recursos que dependerán de avances en el sistema de TV digital, aún sin definición de varios de sus componentes.
De todos modos, un conversor muy complejo costaría mucho, y el precio es otro rubro importante en la implantación de la TV digital en un país de mayoría pobre, si se pretende mantener la popularidad de la nueva televisión que ampliará el mundo audiovisual.
Las decisiones brasileñas en TV digital influirán y podrán determinar las opciones de los países sudamericanos, opinó Ribeiro, porque se trata de nueva tecnología que depende de un gran mercado y ni siquiera Brasil tuvo condiciones para desarrollar un sistema totalmente propio. Hay tres modelos en el mundo, el japonés, el estadounidense y el europeo.
Brasil optó por la modulación japonesa, base del sistema, con pretensiones de completarlo con muchos componentes nacionales, incluso aportando tecnologías que servirán a Japón y a otros países que adopten el mismo modelo de emisión de señales. La expectativa es que los países vecinos sigan este camino, ampliando el mercado y las posibilidades de mayor participación en el desarrollo de esa nueva tecnología.
La implantación de TV digital en Brasil culmina un debate que empezó en 1992 e involucró a cerca de 1.200 investigadores de 79 instituciones públicas y privadas, que acumularon conocimientos e incluso tecnologías que ya se exportan, como un conversor para el mercado estadounidense.
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