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"Salvador (Puig Antich)" en el viejo mundo

Algunas consideraciones históricas respecto a la recuperación mediática de Puig Antich

Fuentes: Hispanianova

«És projectant-nos en el futur, sentint el pes del present, on radica la nostra raó d’ésser.» [1] Partiendo de esta afirmación, realizada por Salvador Puig Antich, y a la vista de la expectación generada alrededor de la película que lleva su nombre, puede sostenerse que su autor habría visto, posiblemente, desvanecerse su verdadera razón de […]

«És projectant-nos en el futur, sentint el pes del present, on radica la nostra raó d’ésser.» [1] Partiendo de esta afirmación, realizada por Salvador Puig Antich, y a la vista de la expectación generada alrededor de la película que lleva su nombre, puede sostenerse que su autor habría visto, posiblemente, desvanecerse su verdadera razón de ser.

 

El filme «Salvador (Puig Antich)» -o sencillamente «Salvador», sonando acordemente con las intenciones de sus impulsores al incluir los paréntesis en su título- es una película bien construida técnicamente, amena y con un elenco de buenos actores que dan vida a un relato novelado de Francesc Escribano. [2] Su éxito de público, en correlación con su éxito de galardones recibidos (Premio Ondas al acontecimiento cinematográfico del año, otorgado por el Grupo PRISA; siete Premios Barcelona de Cine; once nominaciones para los Premios Goya), demuestra en primer lugar un saludable interés por conocer un capítulo trágico de nuestra historia reciente, lo cual es de por sí un hecho meritorio, máxime en un Estado donde el endeudamiento político-social con el pasado continúa siendo un freno importante para su progreso -si se me permite el adjetivo- «espiritual».

 

Todavía más: el rescate de un militante del Movimiento Ibérico de Liberación (M.I.L.), un «grupo de afinidad» o conglomerado de subjetividades políticas, minoritario y sin apenas incidencia histórica conocida (más allá de su mera actuación local y de los nombres de dos de sus miembros [3] ), permite retrotraer ciertos contextos propios de la represión ejercida durante el tardofranquismo, aun suavizando los perfiles de los sujetos represivos de la dictadura, así como recordar (o dar a conocer, en el caso de los espectadores más jóvenes) que trabajadores y estudiantes caían asesinados en las calles hace tan sólo tres decenios de nuestros días, [4] ante la perplejidad y paralización social de amplios sectores de la ciudadanía, como bien ejemplifica en el filme la figura paterna de Puig Antich, víctima de una de las variables sociológicas que explican por qué el franquismo, entre otras muchas consideraciones, tuvo una trayectoria vital de casi cuarenta años: el miedo.

 

Ahora bien, ocurre que el exceso de «dignificación» con que se enfoca cinematográficamente la historia personal de Salvador Puig Antich, presentando una semblanza política banal y omitiendo sucesos históricos relevantes en su biografía, ha despertado una intensa polémica en determinados ámbitos de discusión social, a menudo cargada de fuertes críticas hacia el contenido y las intenciones del filme, como puede leerse en algunos de los intercambios de pareceres y en los foros de opinión que albergan los espacios de contrainformación en Internet.

 

 

Objetivos y estructura de la película:

De la crónica «política» de aventuras al melodrama familiar

 

Tras recibir el Premio Ondas al mejor acontecimiento cinematográfico, el director de «Salvador», Manuel Huerga, expresaba su satisfacción mediante unas palabras con las que pretendía condensar el sentido de la condecoración: «El reconocimiento a Salvador Puig Antich y a todos aquellos que lucharon contra el Franquismo», esclareciendo también la intencionalidad de la película al añadir: «El propósito que nos animó a hacer el filme fue que se conociera la historia de este luchador antifranquista y lo hemos logrado». [5] Sin embargo, y a pesar del triunfalismo de lo dicho, debe matizarse que la Historia demuestra que este tipo de aseveraciones, a las que puede sumarse alguna de las expresiones utilizadas por Huerga en su memoria de presentación de «Salvador» (donde, por ejemplo, califica al protagonista de «símbolo de una generación» [6] ), distan bastante de la realidad política de Salvador Puig Antich y, por defecto, del MIL.

 

Para entender realmente cómo Puig Antich se ve envuelto en un «tiroteo» que, a la larga, le costará su propia vida -esto es, para conocer su existencia y su muerte-, es necesario contextualizar el nacimiento del Movimiento Ibérico de Liberación, ligado estrechamente al movimiento obrero de finales de los años sesenta en la ciudad de Barcelona y sus alrededores. Explicando qué fueron inicialmente las Comisiones Obreras -surgidas de la propia experiencia de los trabajadores- y las posteriores pugnas en torno a su control, junto a los rechazos que estos intentos directores provocaban, se alcanza a comprender la aparición de determinados sectores obreros que luchaban de forma autónoma e intermitente contra las injusticias locales o estructurales que padecían. Al calor de estas luchas y de algunas huelgas «salvajes» (como la de la empresa Harry Walker, acaecida entre diciembre de 1970 y febrero de 1971), surge el MIL, como grupo de apoyo a los sectores más radicales y combativos de este movimiento obrero, y no como un intento de organización política a raíz de asesinatos como el del estudiante Enrique Ruano, por mucha necesidad que hubiese de canalizar la rabia contra un régimen ilegítimo y contra su represión aleatoria.

 

Y en este punto, es decir en el comienzo mismo, reside la principal paradoja de la película: la ausencia de obreros. En «Salvador» no aparecen escenas que reflejen la realidad cotidiana de la mayoría de la población trabajadora, así como tampoco ninguna vinculada a sus protestas -siendo ambos los motivos últimos de la rebelión de movimientos como el MIL, que siempre tuvo presente a la clase obrera como sujeto revolucionario-, anunciando con ello que el contenido de la película adolecerá de contextualización histórica y política. Podría argumentarse que este tipo de críticas carecen de valor cuando aluden a una creación artística, cuya mirada obedecería mayormente a los impulsos de la libertad creativa, alejada previsiblemente de pretensiones científicas. Y el argumento sería correcto, salvo en los casos en los que se realizan declaraciones de intenciones -como las señaladas más arriba- que, dado el poder de influencia de determinados medios como el cine, unido también al desconocimiento prácticamente total acerca del MIL, provocan un determinismo en el moldeamiento y conformación de la opinión, más acentuado si cabe por la sensibilidad que el filme desprende.

 

Porque si se realiza un acercamiento a la historia del MIL, o a la del propio Salvador Puig Antich, se aprecia en ellas -como punto de partida- la «superación» del franquismo como objetivo a derribar o cambiar por un régimen democrático; dado que se trataba de una lucha anticapitalista donde el combate no era «contra» el franquismo, si bien se entiende que luchar contra el capitalismo era luchar intrínsecamente contra la dictadura (la cual, en definitiva, era una forma militarizada de poder capitalista), pero no era ésta la finalidad declarada. Por tanto, la película parte de una incorrección histórica. Una incorrección histórica que además contribuye a consolidar la deformación que existe sobre el MIL en el imaginario colectivo. El MIL no fue una organización antifranquista y anarquista. [7] Fue un «grupo de afinidades» (entre sus características se encontraban el antimilitantismo y el rechazo a la «organización» permanente [8] ) compuesto por marxistas heterodoxos, precursores de la autonomía de clase, que abogaban por la ruptura con el estado burgués y la lucha contra el capital. Es cierto que en la película, su protagonista advierte que «no luchamos sólo contra la dictadura, queremos cambiarlo todo: acabar con el viejo mundo y construir una sociedad sin clases, libre de verdad», pero ésta es prácticamente la única referencia existente en este sentido, ocupando un lugar insignificante en el guión y sin aparecer como expresión explícita. [9] En cambio, es inevitable tener, a lo largo de todo el filme, la impresión de que Puig Antich era un antifranquista más, y que -salvaguardando las distancias en relación con la forma en que murió- podría tratarse de cualquier otro joven opositor a la dictadura… Desgraciadamente, se podían hacer miles de películas basadas en historias reales de antifranquistas detenidos, represaliados, encarcelados, torturados e incluso asesinados; pero se escogió la vida de «Salvador», precisamente, por la forma despreciable en que pasó sus últimos momentos y por cómo fue ejecutado, recreando con ello la parte más morbosa de su historia y la más intrascendente de su pensamiento y actuación.

 

Hay que apuntar que otra diferencia considerable respecto a muchos de los antifranquistas, propia de ese pensamiento político de Puig Antich, era la justificación y defensa de la «violencia revolucionaria» (expresada y practicada por el MIL como «agitación armada», en contraposición a la «lucha armada» [10] ), al entender que se estaba produciendo un contexto internacional de luchas obreras que pasaba de la defensiva a la ofensiva, tras los agitados años de 1968 y 1969. En este sentido, el MIL negaba la excepcionalidad española y vislumbraba su plena integración en la maquinaria occidental capitalista. Por lo demás, a la altura de 1973 ó de 1974, ¿quién no era, en cierto modo, «antifranquista»? ¿qué demócrata, liberal o monárquico de hoy no era ya entonces «antifranquista»? El MIL rechazaba la etiqueta «antifranquista» sencillamente por considerarla una mera reiteración del «antifascismo» y, por ello, en su amplitud de miras, hablaba de la necesidad de avanzar desde la prehistoria a la historia de la lucha de clases.

 

En relación con lo anterior, y en defensa de la película, se argumenta que otro de los objetivos de la misma es poner de relieve la «dimensión humana» de Salvador Puig Antich. No debe buscarse aquí ninguna contradicción entre «el símbolo de una generación (antifranquista)» y el «buen chico», pues ambas expresiones aparecen como complementarias para conformar la imagen que pretende transmitirse de esa «generación olvidada en la transición». [11] Sobre ese proceso de «humanización» de Puig Antich, estrechamente vinculado con la cuestión de la violencia y la petición de revisión de su juicio político, escribe Huerga: «(…) Su juventud, la atractiva y carismática personalidad, romántica y voluptuosa a la vez, la riqueza y variedad que rodea sus relaciones familiares y sentimentales, la trepidante acción de sus hazañas con los compañeros del MIL y, por supuesto, el tremendo dramatismo de sus últimas horas hasta su ejecución serían ejemplos suficientes para construir una película de gran intensidad.» [12] Dicho esto se comprende su resultado sensacionalista -en prejuicio de sus pretensiones históricas y de concienciación política-, del que puede disfrutarse sobre todo en la intensa segunda parte del filme, es decir fundamentalmente a partir de la detención del protagonista, superados ya los flash back iniciales.

 

Pero la legitimidad de contar una historia desde esta perspectiva de elección personalista conlleva riesgos como, en este caso, el de lindar con la imagen del rebelde héroe burgués, del joven inconformista, sobre el que además se ha trabajado fuertemente para recrear un proceso de admiración e identificación ideológica por parte del público: desde sus relaciones familiares, amistosas y sentimentales hasta su «compadreo» con un funcionario de prisiones (Jesús Irurre), una de las figuras más polémicas de la película. Parece ser que una de las pretensiones para mostrar la «suavización» de esta relación ha sido transmitir metafóricamente una realidad sociológica de la descomposición del franquismo, para lo cual se ha dotado a un carcelero de concienciación política, hipérbole innecesaria si lo que se quería era mostrar la carencia de convicción social hacia el Régimen o el hartazgo ante la falta de libertades durante los años finales de la dictadura. En todo caso, puede que no sea mucha la desvirtualización al presentarle como ejemplo de la potencial conversión «demócrata» de muchos de los que integraron el mecanismo represivo franquista.

 

Este proceso de admiración e identificación del espectador con la «dimensión humana» de Puig Antich alcanza su culmen, lógicamente, con la sentencia de pena de muerte dictada contra él. Esta es otra de las lecturas acerca del sentido del filme: su consideración de alegato contra esta práctica, hoy obsoleta en nuestro Estado pero vigente aún en demasiados lugares del mundo. Por su parte, la crítica a la indiferencia de la sociedad -en general- y de la izquierda antifranquista -en particular- ante la crueldad de este asesinato figura también como una especie de denuncia pública en la película, a pesar de que es posible que asimismo sea fruto de alguna que otra «mala conciencia», como parece cuestionarse Lluís Arcarazo (guionista de «Salvador») al aludir a «toda una generación que aún se pregunta si pudo hacer algo más para evitar una ejecución tan terrible como inútil». [13] Lo cierto es que no toda la oposición antifranquista permaneció inactiva ante la sentencia y ante su posterior materialización, puesto que al menos organizaciones como el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (F.R.A.P.) llevaron a cabo acciones tanto en el «interior», de escasa repercusión por motivos evidentes, como en el «exterior», donde se aunó a grupos autónomos, libertarios y de extrema izquierda europeos durante las movilizaciones de protesta; [14] siendo, no obstante, nula su incidencia respecto al «enterado» del gobierno franquista de turno. Tal vez algún especialista en el MIL pueda explicar cuánto de veracidad y sentido histórico tienen estas palabras escritas en 1973 por el propio MIL: «(…) no cabe esperar de la izquierda y de la extrema izquierda que ayuden verdaderamente a personas que las combaten». [15]

 

A día de hoy, la indiferencia de hace treinta años y la falta de implicación social para salvar la vida de Puig Antich se ha convertido ahora en apoyo al propósito familiar de la revisión de su juicio y condena. Las hermanas Puig Antich (a título individual, en una línea similar a otras familias como las de Francisco Granado, Joaquín Delgado, Enrique Ruano o la de Xosé Humberto Baena), aspiran a encontrar una especie de paz interna «limpiando» la imagen heredada de su hermano, esforzándose en una ardua tarea por hacer pública en el presente su proyección «humana», exculpándole en el pasado de la intencionalidad de dar muerte al policía (con argumentos en base a la situación de defensa propia y al polémico número de balas alojadas en el cuerpo del agente) y tratando de trasladar estas ideas a la Historia. Matizando esta postura, existen dos posiciones críticas respecto a este anhelo: por un lado, los que consideran que Salvador Puig Antich no necesita ser «revisado» o rehabilitado por un Estado burgués al que él mismo condenaba y abogaba por destruir, siendo en cambio partícipes de la denuncia de todos los elementos políticos y represivos responsables de las vejaciones cometidas durante la dictadura (comenzando por el propio inspector Fernández Santorum, quien disparó por dos veces sobre Puig Antich en el momento de su detención); y por otro, los que piensan que las apelaciones individuales a la justicia no hacen sino ralentizar procesos políticos y jurídicos que debieran simplificarse por medio de la anulación total de las sentencias pronunciadas por los tribunales represivos franquistas, lo cual está en estrecha relación con la denuncia de la falta de voluntad política, en este sentido, del actual gobierno del Partido Socialista Obrero Español y de su gestión alrededor de la denominada Ley de Memoria Histórica. [16]

 

 

Desenlace y corolario:

Mitificación y tergiversación histórica

 

«Hablar del MIL significa hablar de mitos: el mito del antifranquismo, el mito de la lucha armada, el mito del «grupo anarquista», el mito de Puig Antich, el mito de los «tres equipos»… Intentar recuperar la verdadera historia de lo que fue el MIL-GAC, lejos de una crónica detallada de sus acciones de expropiación y de la detención, proceso y asesinato de Salvador Puig Antich, pasa por mostrar por qué y cómo se formó este grupo, qué propuesta política defendía y la alternativa revolucionaria que ofrecía. Haciéndolo así, se descubre no un grupo anarquista o incluso terrorista de lucha armada, con un mártir recuperado por el sistema, sino una propuesta nítidamente diferenciada de la oposición antifranquista, totalmente original en el panorama español de la época, con fuertes raíces ideológicas en corrientes revolucionarias de matriz marxista antiautoritaria y que se consideraba a sí mismo no como grupo político de la extrema izquierda, sino como un grupo de apoyo al movimiento obrero del momento. (…) hace falta comenzar a desmontar los mitos».

 

Aunque extensa, la cita sirve como compilación de algunos elementos reseñados más arriba, así como para demostrar que -al leer estas palabras de Rosés [17] – no parece muy acertado el comentario del director de la película cuando señala que ésta tiene «el valor de estar basada en hechos reales rigurosamente documentados», a pesar de la bienintencionada «recuperación de un escenario sociológico que apela a una memoria colectiva de amplio espectro entre el público, tanto el que vivió aquella época como también el público joven que puede encontrar elementos de identificación con el personaje, a quien verán como un rebelde con causa, anhelante y amante de una vida mejor que la que le ha tocado vivir, luchando con todas sus fuerzas contra la injusticia, la mediocridad y el conformismo». [18]

 

Sin embargo, esta descripción del relato cinematográfico y su concreción material final consolidan aquella mitificación, en el imaginario social y colectivo, del MIL y de Salvador Puig Antich, contribuyendo a la simplificación y deformación históricas, al no proporcionar conocimientos sobre el MIL ni sobre el franquismo, y rayando en el maniqueísmo entre «buenos» y «malos», en beneficio obviamente de esa «dulcificación» (además innecesaria) del protagonista. Porque al dotar de relevancia cuestiones anecdóticas de su vivencia, silenciando su intento de práctica autónoma y transformadora de la vida cotidiana, se consigue un acercamiento a la «experiencia antifranquista» (como demuestra la sensibilización -que no la contextualización- provocada por las imágenes y estereotipos que acompañan los créditos del filme) y una desvirtualización del MIL.

 

Por todo ello, ante las pretensiones de testimonio histórico de la película, debe insistirse en que «Salvador» no es más que la recreación de algunos aspectos biográficos de Puig Antich -al margen de su concienciación política e ideológica- concebidos desde el punto de vista de la memoria de sus creadores e impulsores (Escribano, Roures, hermanas de Salvador Puig), pero que en ningún caso debe proyectarse desde el enfoque de la recuperación de la memoria histórica, [19] sino más bien como ejemplo del trayecto de la memoria desde el olvido a la instrumentalización, como se desprende de una afirmación extraída de los últimos momentos del filme: «Creo que al final Salvador está consiguiendo lo que quería…». Ante esta clara alusión a la transición posfranquista, reaparece el clásico enunciado de «la memoria doblemente asesinada: físicamente por la dictadura y políticamente por la democracia» y el recuerdo de aquellas palabras, dictadas por el MIL en su documento de autodisolución, sentenciando que «(…) la organización, la política, el militantismo, el moralismo, los mártires, las siglas, nuestra propia etiqueta, han pasado al viejo mundo». [20]

 

 

Bibliografía y direcciones en Internet

 

CORTADE, A.: Histoire désordonnée du MIL : Barcelone (1967-1974), Montreuil, L’Échappée, 2005.

ROSÉS CORDOVILLA, S.: El MIL: una historia política, Barcelona, Alikornio, 2002.

SEGURA, A. y SOLÉ, J. (Eds.): El fons MIL: entre el record i la història, Barcelona, Centre d’Estudis Històrics Internacionals, 2006.

TAJUELO, T.: El Movimiento Ibérico de Liberación, Salvador Puig Antich y los grupos de Acción Revolucionaria Internacionalista: teoría y práctica, 1969-1976, París, Ruedo Ibérico, 1977.

TÉLLEZ SOLÁ, A.: El MIL y Puig Antich, Barcelona, Virus, 1994.

TOLOSA, C.: La torna de la torna: Salvador Puig Antich i el MiL, Barcelona, Empúries, 1999.

 

www.paremoslapeliculasalvador.org

www.salvadorpuigantich.info

www.salvadorfilm.com

www.elmil.net

 

Manifiesto de ex miembros del MIL, OLLA y GARI:

http://lahaine.org/b2-img/salvador.pdf

Entrevista radiofónica a Sergi Rosés:

http://www.tas-tas.org/castellano/index.php?option=com_content&task=view&id=50

Conferencia de prensa de ex miembros del MIL:

http://www.vilaweb.tv/200609/mil/

 

 

 

 



[1] Salvador Puig Antich. Fragmento de una carta dirigida a su hermana desde la Cárcel Modelo de Barcelona, en diciembre de 1973. Cita en TÉLLEZ SOLÁ, A.: El MIL y Puig Antich, Barcelona, Virus Editorial, 1994, p. 5.

[2] Producida por Jaume Roures (MEDIAPRO) y dirigida por Manuel Huerga, la película está basada en la novela Compte enrere: la història de Salvador Puig Antich (Cuenta Atrás: la historia de Salvador Puig Antich), redactada por Escribano, actual director de Televisió de Catalunya.

[3] Salvador Puig Antich (1948-1974): Una vez autodisuelto el MIL, fue detenido en septiembre de 1973, momento en el cual murió Francisco Jesús Anguas Barragán -agente de la Brigada Político-Social-, hecho por el que fue juzgado en un Consejo de Guerra y condenado a dos penas de muerte: por la muerte del policía y por la participación en atracos bancarios. Conmutada la última de ellas, se le aplicó el garrote vil en la mañana del 2 de marzo de 1974.

Oriol Solé Sugranyes (1948-1976): Asesinado por la Guardia Civil mientras huía tratando de alcanzar la frontera francesa, tras haber participado en la fuga de la cárcel de Segovia el 5 de abril de 1976.

En una línea similar a la película «Salvador», se ha publicado recientemente un libro sobre su vida (ROGLAN, J.: Oriol Solé, el Che català: vida, fugida i mort d’un revolucionari, Barcelona, Edicions 62, 2006), ejemplo para algunos de la recuperación de otro «revolucionario» para engrosar la mitología de la transición posfranquista.

[4] Sin entrar en las «muertes legales», dictaminadas por la arbitraria justicia franquista, pueden citarse algunos de los asesinatos ocurridos en los años finales de la dictadura: Enrique Ruano (1969), Pedro Patiño (1971), Antonio Ruiz Villalba (1971), Amador Rey Rodríguez (1972), Daniel Niebla García (1972), Cipriano Martos (1973), Manuel Fernández Márquez (1973), Miguel Roldán Zafra (1974), Víctor Manuel Pérez Elexpe (1975)…

[5] http://www.prisa.es/articulo.html?xref=20061026prsprscom_1&type=Tes&anchor=priprecom

La cursiva es mía.

[6] HUERGA, M.: «Memoria del Director», en Dossier de Prensa de la película: http://www.salvadorfilm.com/prensa/media/salvador-castellano.pdf

[7] Sus raíces teóricas deben buscarse en la «ultraizquierda» marxista de matriz antileninista, no en el anarquismo. A este respecto, Sergi Rosés -máximo conocedor de la historia del MIL- señala: Para la izquierda «marxista» el tildarlos de «anarquistas» significaba evitar que se conociera un modelo marxista revolucionario alternativo que iba más allá del modelo de partido y enfatizaba la propia iniciativa de la clase; para el anarquismo, después de ignorar totalmente su experiencia mientras estuvo viva, quedaba la oportunidad de recuperar sus frutos políticos a posteriori, una vez que la brutal represión franquista les ofrecía la posibilidad de obtener uno, o dos, nuevos mártires. Surgía así la invención del grupo «anarquista» llamado MIL. Lejos quedaba la proclama de los miembros del ex-MIL elaborada en octubre de 1973 en la Modelo: «¡Ni mártires, ni juicios, ni cárceles, ni salarios! ¡Viva el comunismo!». ROSÉS CORDOVILLA, S.: El MIL: una historia política, Barcelona, Alikornio, 2002, p. 236.

[8] La «organización revolucionaria» existiría para organizar, pero no por sí misma.

[9] Explícita: Que expresa clara y determinantemente una cosa. Diccionario de la Real Academia Española (RAE).

[10] El MIL no pretendía liderar la revolución, sino ofrecer materiales para que los propios trabajadores se emanciparan. Para tal fin su intervención se articulaba con dos proyectos paralelos, la «agitación armada» (…) y la «biblioteca socialista», la difusión de literatura revolucionaria, que no consistiría en órganos del grupo (tipo prensa partidista o folletos propios), sino en clásicos del movimiento obrero olvidados o ignorados, en su mayoría de diversas corrientes ultraizquierdistas. Esta literatura no marcaba una posición monolítica de grupo, sino que ofrecía elementos para la reflexión proletaria. LÓPEZ ARNAL, S.: «El MIL, tal como era. Entrevista con Sergi Rosés Cordovilla». El Viejo Topo, nº 222-223, Barcelona, julio de 2006, p. 20. En general, las expropiaciones bancarias realizadas por el MIL deben entenderse en este sentido de «financiación» de literatura anticapitalista (edición y difusión de autores como Anton Pannekoek, Otto Rühle, Herman Gorter, Karl Korsch o Paul Mattick) con vistas a la autoemancipación del proletariado. 

 

Sobre la concepción teórica de la violencia defendida por el MIL, véase el prefacio de Violencia y movimiento social en España: 1973, donde pueden leerse afirmaciones clarificadoras: Los revolucionarios no se contentan con ser solidarios ante la represión. Afirman también sus posiciones fundamentales sobre la violencia contra todas las formas de democratismo y humanismo. Por supuesto, no se pretende la modernización del capital, sino la comunidad humana: el comunismo, pero esto implica la acción violenta coordinada. Nada en común tenemos con quienes olvidan uno u otro de ambos principios. En el mismo texto también se sostiene que el revolucionario no expropia para devolver a los pobres y, sin embargo, en la película se alude -por boca de Puig Antich- a Robin Hood. Éste y otros documentos originales del MIL en:

 

http://www.paremoslapeliculasalvador.org/pdf/4/textosmayo37.pdf . Las citas en las pp. 18-19.

 

Finalmente, algunas reflexiones personales de Salvador Puig acerca de la violencia en: ROSÉS CORDOVILLA, S.: El MIL: una historia política…, pp. 188-189 y 218.

 

[11] Expresión de Jaume Roures, quien -según escribió Javier Angulo – ha hecho realidad su viejo sueño de hacer una película que cuente quién era Puig Antich. «Salvador era de mi promoción», explica Roures, que militó en la extrema izquierda y conoció las cárceles franquistas. «Siempre creí que era importante que se conociera esa generación, olvidada en la transición». ANGULO, J.: «Puig Antich, caso reabierto», El País, 3 de septiembre de 2006.

 

[12] HUERGA, M.: «Memoria del Director», en Dossier de Prensa de la película: http://www.salvadorfilm.com/prensa/media/salvador-castellano.pdf

 

[13] ARCARAZO, L.: «Sinopsis larga», en Dossier de Prensa de la película: http://www.salvadorfilm.com/prensa/media/salvador-castellano.pdf

 

[14] Enmarcada en su política de solidaridad y denuncia de la represión, el FRAP -aun reconociendo las diferencias de planteamiento ideológico que le distanciaban del MIL- realizó una intensa campaña en relación con la condena de Puig Antich, llamando a todas las organizaciones que conformaban sus comités a movilizarse para tratar de impedir su muerte. Ya en diciembre de 1973 había denunciado el juicio militar contra militantes del Movimiento Ibérico de Liberación en una declaración en la que se aludía también a las agresiones y muertes padecidas durante los últimos años por trabajadores y activistas políticos a manos de las Fuerzas de Orden Público, como había sido el reciente caso de Ignacio Sánchez Palacios, militante de la USE (partido adherido al FRAP) gravemente herido por disparos de la Guardia Civil en la frontera de Dancharinea, el 8 de diciembre de 1973. A lo largo de los meses de enero y febrero militantes del FRAP realizaron ataques contra instituciones simbólicas franquistas, agencias, bancos y empresas multinacionales; participaron en alguna manifestación (como la que recorrió el barrio madrileño de Vallecas el 26 de enero de 1974, que terminó con el lanzamiento de varios «cócteles molotov» contra el edificio de la alcaldía); mientras que los presos del Frente firmaban un comunicado junto a otros presos políticos de la cárcel Modelo de Barcelona y de la prisión de Soria. En la emigración, los comités del FRAP y sus organizaciones de ayuda participaron y colaboraron con las actividades de protesta que se sucedieron en diferentes ciudades europeas -fundamentalmente francesas, italianas y alemanas-, a raíz de la condena y, posteriormente, tras el estrangulamiento por garrote vil de Puig Antich y de Heinz Chez el 2 de marzo de 1974. Las manifestaciones de denuncia se sucederían también en distintas regiones del Estado, destacando el ataque con tres «cócteles molotov» que miembros del FRAP arrojaron contra las dependencias del Boletín Oficial del Estado (BOE) en la noche del 5 de marzo.

 

[15] MOVIMIENTO IBÉRICO DE LIBERACIÓN: Violencia y movimiento social en España: 1973, octubre de 1973, p. 26, en: http://www.paremoslapeliculasalvador.org/pdf/4/textosmayo37.pdf

 

[16] Una ley que, en definitiva, recupera nuevamente el espíritu de «consenso» de la transición posfranquista, equiparando a vencedores y vencidos en cuanto a sus responsabilidades históricas, expresando solamente unas intenciones de «rehabilitación moral» y no de «rehabilitación jurídica». En el plano historiográfico esto puede traducirse, peligrosamente, en la prolongación y mantenimiento de las tergiversaciones construidas por el régimen franquista y mantenidas después durante treinta años de democracia parlamentaria.

 

[17] Primeras palabras, a modo de advertencia necesaria, de la Introducción de El MIL: una historia política…, p. 9.

 

[18] HUERGA, M.: «Memoria del Director», en Dossier de Prensa de la película: http://www.salvadorfilm.com/prensa/media/salvador-castellano.pdf

 

[19] La diferencia central entre «historia» y «memoria» es la de su fiabilidad: la primera de ellas debe tener, necesariamente, un contenido verídico; no así la segunda, más aleatoria. De ahí que la «memoria histórica» deba ser el resultante de la confluencia entre ambas, desechando las visiones exclusivamente particulares del pasado, propias de la memoria, aun cuando la lucha por la recuperación de ésta sea una cuestión ética a la vez que necesaria, dada su calidad de fuente para la reconstrucción histórica.

 

[20] TÉLLEZ SOLÁ, A.: El MIL y Puig Antich…, p. 68.