Para el escritor italo-español Carlo Frabetti los niños de hoy (como los de siempre) necesitan libros que sobre todo estimulen su imaginación y los inviten a pensar. Laureado con el Premio Jaén en 1998, el narrador recientemente fue honrado con el galardón El barco de vapor por su novela Calvina, que publicará en Cuba la […]
Para el escritor italo-español Carlo Frabetti los niños de hoy (como los de siempre) necesitan libros que sobre todo estimulen su imaginación y los inviten a pensar. Laureado con el Premio Jaén en 1998, el narrador recientemente fue honrado con el galardón El barco de vapor por su novela Calvina, que publicará en Cuba la editorial Gente Nueva.
Los libros del también matemático, en los cuales a menudo se unen ciencia y fabulación, son muy demandados en Cuba, en donde Frabetti intervendrá en el V Congreso Internacional Cultura y Desarrollo que sesionará del 11 al 14 de junio próximo.
El presidente de la Asociación contra la Tortura y miembro fundador de la Alianza de Intelectuales Antiimperialistas en entrevista exclusiva para Cubarte transgredió las fronteras entre literatura, política y tecnología.
¿Qué rostro asume la tortura hoy?
Actualmente es, casi siempre, una práctica oculta, negada y teóricamente repudiada por los propios poderes que la toleran o la propician. Pero en muchos países supuestamente democráticos es una práctica sistemática. En España, sin ir más lejos, hay más de setecientas denuncias al año, lo cual, teniendo en cuenta lo difícil y peligroso que es denunciar las torturas, significa que los casos son muchos más. Y lo más grave es que los torturadores nunca son castigados; algunas veces (pocas) son condenados, pero en mis veinte años de pertenencia a la Asociación Contra la Tortura no he conocido un solo caso de torturador que haya cumplido la condena impuesta. Y la tortura no podría ser una práctica sistemática e impune sin la connivencia de los tres poderes, el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Dicho de otro modo: la tan cacareada «España democrática» es una forma encubierta y ampliamente consensuada de fascismo.
¿De qué forma concibe la lucha contra la tortura?
Hay que combatirla en todos los frentes: el informativo, el político, el judicial… Es especialmente importante contrarrestar el silencio cómplice de los medios de comunicación y proclamar a los cuatro vientos la vergüenza y la barbarie de la tortura. Precisamente acabamos de sufrir la terrible pérdida de Eva Forest, máximo exponente de la lucha contra la tortura en España; pero al menos ha podido irse con la satisfacción de ver cómo, no hace mucho, se creaba una Coordinadora para la Prevención de la Tortura que reúne a más de cuarenta organizaciones de todo el Estado español.
¿Cuánto puede favorecer la cultura a la lucha antiimperialista y viceversa?
Como decía José Martí, no hay libertad sin cultura. Y como el imperialismo es el mayor enemigo de la libertad, tanto individual como colectiva, la cultura es el arma más eficaz en la lucha antiimperialista. Y viceversa: luchar contra el imperialismo, en cualquier frente, es defender la causa de la cultura (que es el requisito de la libertad, pero también se alimenta de ella).
En El gran juego se menciona la frase «el mal es un error» ¿Puede vincular estas palabras con la política actual?
La política actual ejemplifica de forma muy clara (y terrible) la famosa frase atribuida a Sócrates. El mal es la injusticia, la opresión, la explotación, lo contrario de la solidaridad; y es un error porque nos perjudica a todos, al planeta entero, también a los opresores.
¿Cómo incide el progreso tecnológico en las expresiones culturales diversas?
Su influencia es enorme. Ha dado lugar incluso a la aparición de un nuevo género, la ciencia ficción, que en mi opinión es la narrativa más específica y vigorosa del siglo XX. Y además de propiciar la aparición de nuevas formas de expresión cultural, el progreso tecnológico ha contribuido extraordinariamente a su difusión y democratización
¿Pudiera referirse al premio que obtuvo usted recientemente?
Mi novela Calvina, Premio El Barco de Vapor de este año, es la historia de un enigmático niño-niña que captura a un ladrón, lo obliga a hacerse pasar por su padre y lo lleva a un extraño manicomio-biblioteca en el que los locos se identifican con personajes literarios; esta trama un poco «gótica» me permite hablar de la relación entre identidad, imaginación y lectura, que es un tema que siempre me ha interesado especialmente.
¿Cuán cara le ha costado a usted la simpatía con los procesos sociales de Cuba y Venezuela?
En la «España democrática», estar con Cuba y Venezuela (es decir, con el socialismo) significa, entre otras cosas, enfrentarse a las mafias mediático-culturales que controlan la industria editorial y las grandes cadenas de radio y televisión; en el caso de un escritor eso significa, a efectos prácticos, volverse invisible. Yo me he salvado de la invisibilidad total porque, afortunadamente mis libros (sobre todo los infantiles y juveniles) se venden muy bien y han sido traducidos a muchos idiomas. Y también porque en Cuba tengo muchos y muy buenos lectores.