Porque siempre hay algo de divino en todo lo humano es que, a veces, en el breve dispendio de una vida, somos capaces de despojarnos de nuestras miserias y levantar la dignidad que aún nos ampara hasta donde ella misma se sostenga, de amamantar cualquier prohijado sueño y como si el temor se resignara a […]
Porque siempre hay algo de divino en todo lo humano es que, a veces, en el breve dispendio de una vida, somos capaces de despojarnos de nuestras miserias y levantar la dignidad que aún nos ampara hasta donde ella misma se sostenga, de amamantar cualquier prohijado sueño y como si el temor se resignara a amonestarnos, obrar frases como la que encabeza esta reflexión.
Porque siempre lo humano prevalece es que, a veces, la tierra pesa más que el cielo y andamos, cuando andamos, de prosaicos, desprovistos de cultos y quimeras y sin poder albergar siquiera un asomo de optimismo, de soplo redentor o lo que sea, que nos permita creer en la esperanza. Vamos, cuando vamos, de costado, resoplando las dudas y los miedos, recelando las voces y los tiempos, doblados de tanto escudriñar el suelo y sabiendo que, en el fondo, la verdad sólo nos vuelve presos y que es, precisamente, la mentira, la impune crónica diaria de vilezas absueltas, la repetida náusea de asistir a la misma canalla desvergüenza, la que nos deja libres y, a veces, millonarios.