Algún representante de la exUnión Soviética afirmó que la falla enorme (en realidad de Gorbachov) fue la de proponerse simultáneamente la Perestroika y la Glasnov, la reforma económica profunda y la revolución democrática. El resultado habría sido la definitiva pérdida del poder político y del sistema socialista. En cambio, el valor de la experiencia […]
Algún representante de la exUnión Soviética afirmó que la falla enorme (en realidad de Gorbachov) fue la de proponerse simultáneamente la Perestroika y la Glasnov, la reforma económica profunda y la revolución democrática. El resultado habría sido la definitiva pérdida del poder político y del sistema socialista.
En cambio, el valor de la experiencia de China consistiría en que supo transformar la economía sin perder el Partido Comunista los controles políticos del país, lográndose las espectaculares tasas de desarrollo que conocemos, sin importar demasiado los reproches por las limitaciones a los derechos humanos y a las libertades individuales, y por la terrible contaminación. Tal es hoy el argumento más socorrido del gobierno de la República Popular: «los occidentales durante siglos violentaron los derechos humanos y los derechos sociales (y contaminaron y siguen contaminando el medio ambiente) y nadie fue capaz de detenerlos; por eso crecieron intensamente y ahora es el turno de China, que no se merece denuncias o señalamientos críticos en ninguna de esas esferas que jamás se aplicaron a los países occidentales hoy desarrollados.
Los dirigentes de la República Popular no dejan de tener alguna razón porque ahora los argumentos que se levantan en contra del «Gran Competidor» tienen una intención política más que propiamente democrática: a los occidentales nadie les exigió en materia de derechos humanos, y la prueba es que ejercieron despiadadamente el colonialismo y el imperialismo; tampoco en materia ecológica tuvieron limitación alguna. Y sin embargo…, el hecho concreto es que hoy, a inicios del siglo XXI, hemos llegado a otro tiempo en que universalmente se exige el respeto a los derechos humanos y a los sistemas ecológicos: en el caso de China resultan entonces inevitables las críticas que se ejercen. Todo indica inclusive que los luchadores por los derechos humanos y la limpieza ambiental crecerán en fuerza, influencia y número en los próximos años en ese país.
Por lo demás, no podemos olvidar el fariseísmo (sobre derechos humanos y contaminación) que ha prevalecido en los países desarrollados, lo cual confirmaría que el objetivo del enriquecimiento a toda costa se esconde desde siempre y en todos lados detrás de muchos velos y antifaces: la acumulación y la riqueza como objetivo central del capitalismo, es bien sabido, está lleno de injusticias y mentiras intolerables. Pero el hecho decisivo es que la República Popular ha decidido alcanzar y superar a Estados Unidos en los próximos años, desde luego en materia económica, con todo lo que esto implica, y todo hace suponer que podrá lograrlo en 15 o 20 años. La hazaña de este desarrollo no tendría parangón en la historia, por su rapidez y concentración en el tiempo, comprimiéndose también las aberraciones que en otros países se manifestaron a lo largo de décadas, a veces de centurias: en China, ya se ve, todo indica que se manifestarán combinada y brutalmente, en unos cuantos años, la destrucción de la naturaleza y la contaminación de las ciudades, el atropello a los derechos humanos y la explotación de los marginados y excluidos por los integrados y prósperos… La historia se repite.
(No debe olvidarse, sin embargo, que la inclusión a la vida económica y a un mejor bienestar de 400 millones de personas es otra hazaña sin precedente. Y que queda aún a China el desafío de integrar a otros 800 o 900 millones de personas, eso sí por la vía del mercado que será cada vez más abarcador).
Es verdad que por el lado del mercado se destruyen irremisiblemente los ideales del socialismo. Por contraste, la planificación democrática del desarrollo socialista no ha tenido lugar en la historia. ¿Es una utopía sin posibilidades reales? Los enemigos del socialismo lo sostienen que inexorablemente sería cruel y autoritaria. Los otros, los aferrados a los principios del pensamiento socialista, siguen por su lado dando vueltas alrededor de un acertijo de difícil solución: la planificación centralizada y burocrática ha mostrado invariablemente su fracaso, la planificación democrática no se ha realizado en ningún lado, ¿es posible efectuarla? En cambio el mercado ha ofrecido desarrollo concentrado y desigual, y de ninguna manera prosperidad para todos, corrompiendo los principios esenciales del socialismo y del humanismo en general, pero resolviendo también la cuestión económica para un importante número de personas.
Ante estas interrogantes ¿qué queda? Diría que en primer término el pensar críticamente, denunciando y demostrando los intolerables desmanes antihumanos del capitalismo, y que también debe ejercerse sin miramientos no sobre las «distorsiones» del socialismo real sino sobre sus imposturas, y sobre sus más rotundas negaciones de sí mismo.
Hemos dicho en otras ocasiones que la democracia occidental y su juego de partidos políticos se ha convertido abrumadoramente en otra simulación manipulada por los grandes intereses, y que está lejos de cumplir con sus objetivos originales. No obstante debe reconocerse el relativo papel que ofrece como terreno de oposición y critica social, y como relativo valladar a las corrupciones más escandalosas del sistema.
Por eso concluyo que el pensar crítico, que el pensamiento crítico aplicado con todo rigor a la realidad social, sin importar las divisas ideológicas declaradas, es seguramente una de las mejores inversiones posibles del tiempo y de la inteligencia humanos.