Traducido por Àlex Tarradellas y revisado por Juan Vivanco
En la prensa brasileña mandan las dinastías estamentales. Los padres propietarios entregan la dirección de los periódicos, las revistas, las radios y las televisiones -de sus empresas- a sus hijos, de los hijos pasan a los nietos y todos se reservan el derecho a decidir quién es y quién no es demócrata, ¡quién habla y quién no habla en nombre de la nación!
Así ha sido a lo largo de toda la historia de la prensa de Brasil. En el momento más decisivo de la historia del siglo XX, en 1964, esas dinastías propugnaron y apoyaron el golpe militar, así como la instalación de una larga dictadura que cambió decisivamente el rumbo de nuestro país. Mientras los militares intervenían en los poderes Judicial y Legislativo, mientras suspendían todas las garantías constitucionales, mientras cerraban todos los órganos de prensa que discrepaban del golpe y de la dictadura, mientras la mayor represión de nuestra historia reciente se abatía sobre miles de brasileños presos, torturados, exiliados y muertos, mientras eso sucedía, las dinastías de la prensa mercantil cerraron los ojos ante la represión y apoyaron el régimen militar.
Eran los mismos Mesquitas, Frias, Marinhos y Civitas de hoy, los mismos que transmiten por herencia -como si fuera un bien privado- su poder dinástico a sus hijos y nietos. Los julios, los octavios, los robertos y los víctores se suceden unos a otros y la dinastía se perpetúa. ¡Que se condenen la democracia y el país, pero que se salven las dinastías!
Sin embargo, hoy en día están viendo cómo su poder se les va de las manos. Se cuenta que uno de esos herederos, dando vueltas alrededor de la mesa de reuniones del consejo editorial -heredada de su padre- bramaba airado: «¿En qué nos equivocamos, en qué nos equivocamos?». Estaba desesperado porque la operación mensalão [1] no había conseguido derribar a Lula y elegir al tucán [2], de su preferencia.
Si hubiera visto los gráficos escondidos en su sala se habría dado cuenta de que en los últimos diez años las tiradas de los periódicos han caído. A Folha de São Paulo, por ejemplo, que es uno de los de mayor tirada, ha perdido en 10 años, de 1997 a 2007, casi el 50% de sus lectores. Después de haber rozado los 600.000 lectores, va a cerrar el año 2008 con menos de 300.000. Una caída aún más grave si consideramos que, en ese periodo, ha habido un crecimiento demográfico, un aumento del poder adquisitivo, un mayor interés por la información y una subida del índice de escolaridad de los brasileños.
Los lectores de este periódico de derecha son los más ricos de la población. El 90% de sus menos de 300.000 ejemplares están destinados a los lectores de las clases A y B, que no suman el 18% de la población brasileña. En otros términos, nueve de cada diez lectores del periódico pertenecen a los sectores de mayor poder adquisitivo y sus condiciones de vida están a leguas de distancia de nuestro pueblo -ese pueblo que disfruta del programa Bolsa Familia [3], los territorios de ciudadanía, la electricidad rural, los minicréditos, el aumento real del salario mínimo, el aumento del empleo formal, etc.-.
El último estudio sobre el apoyo a Lula, realizado por Sensus y que la prensa dinástica intentó esconder, revela que Lula es rechazado por sólo el 13% de los brasileños. ¡Es esa ínfima minoría, cinco veces menor que los que apoyan al gobierno de Lula, la que puebla los editoriales de esa prensa, sus columnas, sus secciones de cartas de los lectores! ¡Ése es el índice de la influencia real que tienen los medios de comunicación mercantiles, juntando la televisión, la radio, los periódicos, las revistas, internet y los blogs! A pesar de todos los instrumentos monopólicos que tienen a su disposición, a pesar de las campañas diarias para dominar la opinión pública, no consiguen nada más allá de ese resultado ordinario del 13% que representan.
Las dinastías pueden continuar teniendo hijos, nietos y bisnietos, pero es posible que ya no dirijan los periódicos. Esta puede ser la última generación de periodistas dinásticos que, quizá exactamente por eso, revelan diariamente el desespero de su impotencia al asumir el mismo papel que en los años previos a 1964. Es el mismo desespero de la derecha ante la popularidad de un Getúlio [4] y del gobierno Jango [5]. En los dos casos, sólo les restó apelar a la intervención de las Fuerzas Armadas y de los Estados Unidos, estos mismos Estados Unidos que nunca han hecho autocrítica, ni de esta ni de ninguna otra de sus intervenciones contrarias a la democracia (¡y pretenden ser sus defensores!). Después de haber pedido y apoyado el golpe militar, ¿por qué creen todavía que pueden decir quién es demócrata y quién no?
Notas:
[1] Para saber sobre el escándalo de «mensalão», puede consultar:
http://es.wikipedia.org/wiki/Esc%C3%A1ndalo_de_las_mensualidades
[2] Los tucanes es el nombre con el que son conocidos los miembros del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Su símbolo es un tucán.
[3] Para saber más sobre el programa Bolsa y Familia, puede consultar:
http://www.lukor.com/not-por/0608/27141701.htm
http://www.espacioalternativo.org/node/1710
[4] Getúlio Vargas: http://es.wikipedia.org/wiki/Get%C3%BAlio_Vargas
[5] João Goulart era conocido popularmente por Jango. Su gobierno duró desde agosto de 1961 hasta el golpe de estado de 1964. Murió asesinado en el exilio en la ciudad argentina de Mercedes.
Fuente: http://www.cartamaior.com.br/templates/postMostrar.cfm?blog_id=1&post_id=172
Artículo original publicado el 28 de marzo de 2008
Sobre el autor (http://www.tlaxcala.es/detail_auteurs.asp?lg=es&reference=95)
Àlex Tarradellas y Juan Vivanco son miembros de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, el traductor, el revisor y la fuente.