La llegada a la presidencia de Obama ha suscitado esperanza y consuelo. En gran parte está justificado por la movilización ciudadana que lo ha impulsado y también porque es cierto que su lenguaje es muy distinto al que ha presidido la acción política de Bush durante ocho años. Es de desear que su trayectoria se […]
La llegada a la presidencia de Obama ha suscitado esperanza y consuelo. En gran parte está justificado por la movilización ciudadana que lo ha impulsado y también porque es cierto que su lenguaje es muy distinto al que ha presidido la acción política de Bush durante ocho años.
Es de desear que su trayectoria se conforme como una práctica realmente distinta y que se traduzca en políticas que conlleven bienestar y no mayores privilegios para los más ricos que, como el propio Obama ha dejado caer en su discurso de toma de posesión, es lo que ha ocurrido en los últimos años.
Pero no conviene llamarse a engaño porque parece que será muy difícil que Obama camine por sendas muy diferentes a las de antecesores a tenor de los asesores y ministros de los que se está rodeando.
Cuando el ya presidente decía en su discurso que «no nos disculparemos por nuestro modo de vida» me resultaba inevitable no vincular ese propósito aparentemente inocente con las ideas de Laurence Summer, que será el director del Consejo Económico Nacional.
Summers fue Vicepresidente del Banco Mundial en la década del 90 y como tal envió un memorandum el 12 de diciembre de 1991 a las autoridades del banco (que fue filtrado meses más tarde por The Economist) en el que se preguntaba: «Entre nosotros, ¿no debería el Banco Mundial fomentar más la emigración de las industrias sucias a los países menos desarrollados?» La respuesta que daba a esa cuestión era muy clara y taxativa: «una cierta cantidad de contaminación perniciosa debería ser realizada en países con costos más bajos, con menores salarios, por lo que las indemnizaciones a pagar por los daños serán también más bajas que en los países desarrollados».
En opinión de quien ahora tendrá una influencia decisiva en la política de Obama, «las sustancias cancerígenas tardan muchos años en producir sus efectos, por lo que estos serán menos llamativos en los países con una expectativa de vida baja, es decir, en los países pobres donde la gente se muere antes de que el cáncer tenga tiempo de aparecer». Además, seguía diciendo, «la preocupación por un agente que causa un cambio en 1 punto en 1 millón en las posibilidades de cáncer de próstata será, obviamente, mucho más elevada en un país en que la gente vive lo suficiente para contraer cáncer de próstata que en un país donde la mortalidad por debajo de los 5 años es de 200 por mil».
Las ideas reaccionarias de quien va a tener tanta influencia en el gobierno de Obama no se limitan al campo de la ecología. Hace unos meses justificó la escasez de mujeres en puestos jerárquicos en el área de las ciencias y la ingeniería, afirmando que las mujeres se niegan a trabajar muchas horas al día por tener que ocuparse del cuidado de sus hijos y por diferencias genéticas que provocan que los varones tengan mejores notas que las mujeres en ciencia y matemáticas. Y para confirmar sus tesis afirmó que si le daba dos camiones a su hija, los iba a tratar como muñecas y a uno lo iba a llamar mamá y al otro, papá.
Otro economista que tendrá gran influencia es Timothy Franz Geithner, que será el Secretario del Tesoro. A lo largo de su carrera ha trabado con Kissinger, en el Council on Foreign Relations (que financian las más grandes y poderosas corporaciones), en Wall Street y en el Fondo Monetario Internacional, en donde entró de la mano de Paul Volcker en la etapa de limpia de todo lo que oliera a keynesianismo, tal y como ha narrado en alguno de sus libros Joseph Stiglitz.
Su experiencia y la práctica en estos organismos fue la de un convencido neoliberal perfectamente simbiotizado con los intereses financieros más poderosos de Wall Street y que definitivamente pasó la reválida como gobernador del Banco de Nueva York.
Allí no solo facilitó y amparó la difusión de los productos financieros que han provocado la crisis actual sino que tuvo la oportunidad de mostrar sus escasos dotes de adivino cuando afirmaba (lógicamente para favorecer los intereses bancarios) que la difusión de los derivados financieros daría estabilidad a la banca.
Como miembro del llamado «Grupo 30» ha sido uno de los que ha diseñado la estrategia de creación y difusión de los productos sobre los que se ha basado la especulación financiera de estos últimos años, de modo que cuesta mucho trabajo creer que a partir de ahora asesore a Obama en sentido contrario, para acabar con la «avaricia y la irresponsabilidad» de quienes provocaron la crisis.
Tan relevante ha sido el papel que han jugado hasta ahora estos dos economistas que hasta The New York Times subrayaba hace poco la responsabilidad de ambos en la promoción de los vehículos financieros que han desatado la debacle actual y su afán por salvar, ante todo, a los bancos.
Por otro lado, el nombramiento de Cristina Romer, catedrática de Economía de la Universidad de California-Berkeley, como Directora del Consejo de Asesores Económicos de Obama quizá pueda contrapesar en otra dirección, aunque su papel, en todo caso, será mucho menos influyente que el de los dos anteriores.
Romer es conocida por sus trabajos en los que ha demostrado que las rebajas fiscales propuestas principales por los gobiernos liberales no se consolidan a medio plazo porque en unos cinco años vuelven a producir aumentos en la recaudación fiscal. Esa idea le permite afirmar que la mejor vía para reducir los déficits no es bajar los impuestos (en la confianza de que con menos recursos ser realizará menos gasto) tal y como afirman los liberales. Si bien no se la puede considerar una keynesiana a la antigua, no es tampoco una liberal como los anteriores, por lo que cabría esperar que significara un cierto contrapunto a las tesis más neoliberales que sin duda van a prevalecer en el gobierno económico de Obama, a tenor de la personalidad e ideología de los responsables de su puesta en práctica.
Finalmente, y aunque no sea en el terreno estrictamente económico a ellos habría que añadir a su jefe de gabinete y el secretario de Salud (quien quizá no casualmente fue invitado por primera vez a las reuniones del Club Bilderberg del pasado año) a quienes se les atribuye la función de frenar cualquier veleidad antiempresarial o izquierdista (por supuesto, en los parámetros que esta palabra pueda tener en esa contexto) del resto del equipo
Lo cierto es que Obama ya renunció a las subidas de impuestos a las rentas más altas o a las tasas sobre las emisiones de CO2 y que ha anunciado rebajas fiscales, aunque es verdad que junto a un inmenso programa de gasto público.
Los hechos dirán si predominan los viejos discursos y políticas al servicio de los poderosos o si Obama tendrá decisión, compromiso y fuerza para conseguir efectivamente que la esperanza se sobreponga sobre el miedo, como prometía en su discurso de toma de posesión.
Juan Torres López es catedrático de Economía Aplicada (Universidad de Sevilla). Su página web: http://www.juantorreslopez.com