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El Plan Galbraith para salvar a Estados Unidos (¿y a México?)

Fuentes: La Jornada

James Galbraith ha ascendido por méritos propios, pese a ser hijo de uno de los más célebres economistas del mundo: el canadiense-estadounidense John Kenneth Galbraith, uno de cuyos mejores libros de su obra pletórica es El gran crac de 1929. El pasado 26 de febrero expuso sus trascendentales consejos al Comité de Servicios Financieros de […]

James Galbraith ha ascendido por méritos propios, pese a ser hijo de uno de los más célebres economistas del mundo: el canadiense-estadounidense John Kenneth Galbraith, uno de cuyos mejores libros de su obra pletórica es El gran crac de 1929.

El pasado 26 de febrero expuso sus trascendentales consejos al Comité de Servicios Financieros de la Cámara, en el contexto de la Conducta de la Política Monetaria. Sus sugerencias fueron de corte rooseveltiano, en oposición a los fundamentalistas monetaristas: el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, quien cumple los designios de la insolvente Goldman Sachs, y del gobernador de la Reserva Federal, Ben Shalom Bernanke, alias Helicóptero, quien prometió imprimir los billetes necesarios para luego lanzarlos desde los cielos.

Fustigó que el pronóstico de base de la enmienda de recuperación está fundado en un supuesto mecánico y sustentado en relaciones estadísticas entre variables no financieras. Esta crítica es demoledora en términos profesionales y significa que se fundó en pura quimera. El resultado: la cantidad asignada fue muy pequeña.

Imprecó a Bernanke, quien actúa con fe ciega, por haber asegurado en Londres el pasado enero que la economía global se recuperará cuando nunca dijo lo que verdaderamente sabe.

Asevero que la política monetaria tiene poco poder para restablecer el crecimiento en una fase de depresión. Los problemas económicos rebasan el aspecto de la liquidez per se, por lo que el plan bancario de rescate de Geithner no funcionará: remover los malos activos de las hojas de contabilidad de los bancos constituye un ejercicio costoso de futilidad.

Lo que quizá ignore nuestro amigo JG es que es más fácil convencer a un esquizofrénico que a un monetarista neoliberal quien se cree imbuido de inmanencia teológica que le confirió el inexistente Dios mercado.

No existe razón alguna, prosigue JG, para creer que el flujo de préstamos será restablecido ni que los bancos, que hace mucho abandonaron prácticas prudentes y ordinarias de empréstitos, van de alguna manera a regresar a ellas después de haber sido castigados. Los banqueros no cambiarán su conducta. Es cierto porque, además de teólogos desacralizados, son adictos a las apuestas especulativas: ¿Por qué van a cambiar su conducta si sus pérdidas son efectivamente garantizadas por la Secretaría del Tesoro?

Lamenta que la Secretaría del Tesoro no conseguirá sus objetivos, mientras  los riesgos desencadenarán la inflación y obstruirán el crecimiento.

El Tesoro ha garantizado los malos activos a tasas arriba del valor del mercado, lo que equivale a una transferencia a quienes poseen estos activos y preserva la riqueza de los de adentro del banco y de los inversionistas financieros, mientras falla en prevenir el colapso de la riqueza de casi todos los demás. Desmonta que el crédito no es un  flujo, sino un contrato, por lo que de nada sirve rellenar a los bancos con dinero. Lo peor del plan de la Secretaría del Tesoro es que tendrá un efecto perverso en la distribución de la riqueza y agrega que  difícilmente el público de EU lo tolerará por mucho tiempo.

A propósito, Zbigniew Brzezinski, asesor del ex presidente Carter y ahora muy cercano a Obama, advirtió sobre revueltas sociales en EU si la economía seguía su espiral descendente (Press Tv, 21/2/09).

A juicio de JG, la alternativa viable consiste en colocar a los grandes bancos en suspensión de pagos, asegurar sus depósitos, sustituir a su gerencia, realizar una auditoría limpia (¡súper sic!), y aislar los malos activos.

Para que la economía siga funcionando se debe crear un banco público (¡súper sic!) que proporcione suficientes préstamos a los negocios pequeños, medianos y grandes. Recordó que tal fue la función de la Corporación de Reconstrucción Financiera durante la Depresión.

Reclamó un incremento permanente -y no la reducción equivocada y peligrosa- en los beneficios del Seguro Social para compensar las pérdidas que sufre la población de la tercera edad, así como la disminución en la edad de elegibilidad del Seguro Médico.

Urgió una moratoria integral de los nuevos embargos de las casas adeudadas y la transferencia de todo el portafolio de hipotecas a una entidad similar a la Corporación de Préstamos a los Propietarios de las Casas, como en la Depresión, que distinguiría entre los deudores honestos y fraudulentos y que clasifique a los propietarios legítimos y maneje o disponga las propiedades del restante. Mientras, toda la gente gozará del derecho presuntivo de permanecer en sus hogares.

Solicitó la creación de un fondo de infraestructura nacional, como  instalación permanente (sic) que pueda proveer fondos a los estados, localidades y regiones, independientemente de las condiciones del mercado, que sirva como fuente de estandarización y que provea una medida de vigilancia.

Nick Baumann (NB), en  Mother Jones (27/2/09), sintetiza lo que JG planteó: Obama no está haciendo lo suficiente para resolver la crisis financiera.

NB resalta que JG compara la presente crisis de EU con el gran crac de 1929, y que el gobierno no está tomando las medidas adecuadas para contrarrestarlo. Refiere que JG señaló seis problemas significativos:

1. La Casa Blanca ha sido muy optimista; 2. «los orígenes de la crisis subyacen en el desmoronamiento del sistema bancario y financiero, como consecuencia de la ruptura en la regulación de las hipotecas, de los seguros y los credit default swaps (derivados de crédito que protegen contra la falta de pagos, CDS, por sus siglas en inglés). Los CDS, como nos anticipamos, son unos vulgares instrumentos financieros especulativos del casino neoliberal global. Tal mezcla financiera explosiva no había sido vista en nuestras vidas, advirtió JG; 3. colocar a los grandes bancos en suspensión de pagos y crear la Corporación de Reconstrucción Financiera; 4. el Seguro Social y el Medicare  no están causando nuestros problemas; 5. la crisis inmobiliaria, y 6. la administración Obama deberá pensar a largo plazo, en especial sobre la infraestructura, la energía y el dólar.

JG aconsejó reducir la importación del crudo y conservar la energía. Sobre el dólar aduce que la crisis mundial reveló la fuerza relativa del dólar y la debilidad estructural del euro y de otras importantes  divisas, pero previno que la inestabilidad de las divisas mundiales puede producir una espiral acumulativa de un colapso (¡súper sic!) económico global, situación para la que no estamos bien preparados, por lo que sugirió mayor atención a la arquitectura financiera, con el fin de lograr una expansión fiscal coordinada, sin dejar de admitir la seria posibilidad de una crisis mucho mayor.

El gobierno calderonista panista y el Congreso mexicano disponen ya de un  mapa de ruta para salvar también a México atado al Titanic neoliberal de EU: el Plan Galbraith.